miércoles, 8 de diciembre de 2010

La literatura indígena contemporánea

                                           Por Juan Hernández Ramírez


              Para hablar de la Literatura Indígena Contemporánea, primero hay que reconocer que en el territorio nacional y estatal, vivieron y aun perviven  grandes asentamientos de pueblos indígenas. Mas de 60 culturas y  lenguas con sus respectivas variantes dialectales, se ubican en grandes zonas geográficas del territorio nacional, y mas de 12 culturas y lenguas coexisten en el estado de Veracruz.
             Muchos de estos pueblos provienen de culturas que contaban con escritura propia, entre ellos, la etnia maya, los zapotecos, mixtecos y nahuas. Los nahuas, por ejemplo, tenían a su tlajkuilo, especialista de la escritura, quien mediante la pintura, hoy llamadas códices, narraban su historia, escribían el xochitlajtoli, palabra florida o la creación del mundo o el ueuejtlajtoli, palabra de los ancianos o la creación del mundo. Esta pintura-escritura, no era como la escritura que conocemos hoy, pero esto servía como idea para contar oralmente aquello que se quería transmitir. Sin embargo, la invasión española y posteriormente la colonia, trajo en uno de sus actos la persecución de los tlajkuilos y el exterminio en grandes hogueras de todo códice que encontraron porque creyeron, en su ignorancia, que eran cosas del demonio. Hoy en día, aun se conservan algunos códices, la mayoría en  museos extranjeros, pero por estos sabemos que algunas culturas de nuestro país estaban desarrollando un tipo de escritura, y por ésta misma, sabemos  mucho de la grandeza del pasado.
              Todavía en la actualidad, allá en la región de la huasteca, las mujeres nahuas conservan en el diseño textil de sus blusas pintura-escritura tejida con hilos de colores, que el Consejo Veracruzano de Arte Popular  ha estado  tratando de rescatar para llevarla a la categoría de arte universal desde las manos de sus propios dueños, a fin de que se conzca en todo el mundo. En buena hora por este trabajo

             La literatura indígena es una forma de pintar al mundo a través de la palabra oral o escrita. Esta palabra, es el pensamiento filosófico del pueblo, es la palabra de los ancianos, es la historia, los mitos, las leyendas, las costumbres, los rezos, los cantos,  los símbolos cotidianos de la comida, vestuario, danza, música, sueños, la concepción de la belleza y la armonía de la naturaleza con el hombre.
Esa literatura – dice  el poeta Juan Gregorio Regino – se diferencia de la literatura indianista, indigenista y la literatura en lenguas indígenas, pues cada una tiene sus propias características. La literatura indianista surge después del movimiento de independencia en el que existe la búsqueda de una identidad propia y se exacerba la pasión nacionalista. El esplendor del pasado prehispánico se enaltece y las culturas indígenas se convierten en símbolos de resistencia frente al colonialismo español, sin embargo, la valoración de lo indígena es sólo externa, pues los escritores de esta literatura no eran indígenas, sino portavoces de las culturas oprimidas que no podían levantar la voz. Entre los escritores destacados de esta corriente literaria figuran Mariano Meléndez muñoz , Eligio Ancona, Eulogio Palma y Palma, Irineo Paz y José Luis Tercero.
          La literatura indigenista en México surge durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas. El indio, de Gregorio López y Fuentes,  inaugura esta corriente  en 1935. La literatura indigenista, particularmente la narrativa, tiene distintas tendencias desde su aparición. Un rasgo común  que comparten es que la mayoría de las obras resaltan los aspectos sociales, siendo frecuentes los temas sobre la explotación, la pobreza, la marginación y el choque entre la cultura hispánica y las indígenas. Los escritores de esta literatura tratan de adentrarse al pensamiento indígena desde su perspectiva, pues no pertenecen a esta cultura.  Otras obras importantes de esta época son: El resplandor de Mauricio Magdaleno, La rebelión de los colgados de Bruno Traven, El callado dolor de los Tzotziles de Ramón Rubín, El diosero de Francisco Rojas y otros. La narrativa indigenista de 1940 a 1960 fue una combinación  de etnografía con testimonio, Juan Pérez Jolote de Ricardo Pozas es la obra más representativa de esta época. La narrativa  indigenista de los años cincuenta trata de penetrar la cosmología indígena  y los personajes indígenas son mas convincentes, se intenta mostrarlos en su contexto cultural. Eraclio Zepeda con Benzulul, Rosario Castellanos con Balún Canán, Ciudad Real y Oficio de Tinieblas y María Lombardo con La culebra tapó el río, cierran este ciclo.
              La literatura en lenguas indígenas es de reciente aparición, está escrita en las propias lenguas de los escritores  y se aprovechan en ella las grafías del alfabeto castellano. A la fecha se han producido una variedad de textos  que van del teatro, al ensayo, al relato, la canción, la poesía y la novela.
La escritura de las lenguas indígenas es relevante en sí, porque se escribe en la lengua tzeltal, nahuatl o maya, y en ella se recoge la tradición, pero, según Juan Gregorio Regino, no tiene formas literarias indígenas y no hay una reflexión porque se construye a partir del pensamiento castellano.

Con don Andrés Henestrosa y Los hombres que dispersó la danza, se inicia la literatura indígena contemporánea. Esta obra recrea las costumbres del pueblo zapoteco. Henestrosa escribe en castellano y en zapoteco, y según Carlos Montemayor, los zapotecos del Itsmo han forjado acaso la tradición literaria  moderna más importante de las lenguas indígenas de méxico. Después de Rosendo Pineda, Adolfo Gurrión y Enrique Liektens Cerqueda, son Andrés Henestrosa, Pancho Nácar y Gabriel López Chiñas, quienes consolidaron una generación de escritores en lengua materna.

               Hoy estamos viviendo el florecer del siglo XXI, y las lenguas indígenas han resistido a la discriminación, a la masacre de sus hablantes, las represiones y los despojos de sus tierras pero, a pesar de eso,  por algo tan vital como el idioma, permanecen vivas las culturas de México.

               En la literatura escrita está hoy la renovación de las culturas de México, ella constituye un paso en nuestra cotidiana resistencia y una forma de maravillarnos de nuestra riqueza cultural y del lenguaje, igual como lo hace esta nueva generación de escritores, de los cuales quiero anotar, a manera de ejemplo,  algunos trabajos:

                Presento un ejemplo de memoria oral de una ceremonia  tradicional de Zongolica, Veracruz. Ofrecimiento de flores, donde el viejo sabio de la comunidad náhuatl  amonesta al niño, en una recopilación de Natalio Hernández.

                 “que el Creador de todas las cosas te conceda fortaleza, permanencia y vida; que nada te entristezca. Crece, date a querer; el creador te envió a la tierra no únicamente a caminar, no únicamente a pasear. Has de ofrendar tus flores al Creador de todas las cosas. Mañana o pasado, conforme vayas creciendo, le darás una florecita. Ya estás creciendo. Crece, para esto te han enviado a la tierra. Has venido a ofrendar tus flores aquí en la tierra, en los pequeños pies del Creador. Crece, date a querer, que nada te entristezca, que nada te preocupe . Se te nombra: ofrendador de flores”.


                              Poesía escrita por poetas de la actualidad.

                                    BRICEIDA  CUEVAS COB
                                            maya

                                       Tu madre

                        Tu madre se puso contenta.
                         Desde lo mas profundo de sus ojos
                         brotó su amor.
                         La comadrona le dijo que sería hembra
                         cuando te vio colgante del viento panal de avispa de tu madre.
                         Tu madre se alegró.
                          En el borbolleo de su añoranza
                          revoloteó su silencio.

                          Ella renacerá con tu nacimiento.


                                     VICTOR DE LA CRUZ
                                      Zapoteco del itsmo

                          ¿Quiénes somos?, ¿cuál es nuestro nombre?

                              Hablar, decir sí a la noche;
                              decir sí a la obscuridad.
                              ¿Con quién hablar, qué decir
                              si no hay nadie en esta casa
                              y tan sólo oigo el gemir del grillo?
                              Si digo sí, si digo no,
                             ¿a quién digo sí, a quién digo no?
                             ¿De dónde salió este no y este sí
                              y con quién hablo en medio de esta obscuridad?
                              ¿Quién puso estas palabras sobre el papel?
                              ¿Por qué se escribe sobre papel
                               en vez de escribir sobre la tierra?,
                               ella es grande,
                               es ancha, es larga.
                               ¿Por qué no escribimos bajo la superficie del cielo
                               todo lo que dicen nuestras mentes,
                               lo que nace en nuestros corazones?
                               ¿Por qué no escribimos sobre las verdes hojas,
                               sobre las nubes, sobre el agua,
                               en la palma de la mano?
                               ¿Por qué sobre el papel?
                               ¿Dónde nació el papel,
                               que nació blanco
                                y aprisiona la palabra nuestra:
                                la palabra que esculpieron nuestros abuelos sobre
                                las piedras,
                                la que cantaron en la noche
                                cuando hicieron su danza,
                                la que usaron para decorar sus casas,
                                dentro de sus santuarios,
                                de sus palacios reales?
                                Quien trajo la segunda lengua
                                vino a matarnos y también a nuestra palabra,
                                vino a pisotear a la gente del pueblo,
                                como si fuéramos gusanos
                                caídos del árbol, tirados en la tierra.
                                ¿Quiénes somos, cuál es nuestro nombre?

                                           
                                           NATALIA TOLEDO
                                           Zapoteca del itsmo

                                            Templo

                                 En el templo, la luz,
                                 Ojo en el centro del triángulo
                                 de un Dios que a nadie mira.
                                 La mano de Minerva golpea mi brazo,
                                 largo y delgado como serpiente de agua.
                                 Pulso convulsionado,
                                 coágulo de vida.
                                 Una voz tiene el ojo:
                                 en qué pantano dejaste tu cuerpo cobarde.
                                 Estremece la albahaca.
                                 La espina de mi piel cae.


                                             MARIO MOLINA CRUZ
                                             Zapoteco de la sierra

                                                  La molienda

                                 Amanece
                                 y te encuentro bañando el metate;
                                 mientras el humo azul cosquillea las tejas,
                                 el corazón rojo del encino se descubre.
                                 Al mismo tiempo,
                                 sobre los bagazos de caña,
                                 tus rodillas desnudas se estriban.
                                 Se oye
                                 el ir y venir de la mano del metate
                                 y de vez en cuando debajo la voz de la masa.
                                 El olor
                                 a tortilla caliente llama,
                                 la jarra mixe de café
                                 perfuma el nuevo día,
                                 el fuego silba... cruje,
                                 canto del que vive el fogón.
                                 Mientras tanto, en silencio,
                                 te contemplo satisfecho.
                                 Antes del crepúsculo
                                 regreso a casa
                                  y de nuevo
                                  te hallo de rodillas,
                                  impulsando con cadencia
                                  tu noble fuerza sobre la piedra,
                                  entonces...
                                  mis ojos te bañan de cariño.
                                   Mas tarde,
                                   cuando la obscuridad se adueña del pueblo
                                   y el fuego va muriendo,
                                   cuando sólo retrata siluetas discontinuas,
                                   me acerco a ti,
                                   levanto tu metate
                                   y al tocar tus rodillas morenas
                                   tan ásperas como mis manos
                                   siento que un tizón se clava en mí
                                   para luego astillar mi voz.
                                   Cuando las cenizas del fogón enfrién
                                   sobaré tus ofendidas rodillas,
                                   mi pecho se encenderá
                                   y sin alumbrar el silencio
                                   y sin lastimar la noche
                                   te pediré sofocar la llama.


                                    NATALIO HERNANDEZ
                                    Náhuatl del norte de Veracruz

                                     No quiero morir

                                   No quiero morir,
                                   quiero ser partícipe del nuevo día
                                   y del nuevo amanecer.

                                   No quiero morir,
                                   quiero disfrutar los nuevos cantos floridos,
                                    los nuevos cantos del pueblo.

                                    No quiero morir,
                                    anhelo leer los nuevos libros
                                    y admirar el surgimiento
                                    de la nueva sabiduría.

                                    No quiero morir,
                                    quiero que sea vigorosa mi propia vida,
                                    ansío recuperar mis raíces:
                                    no deseo abandonar mi vida en la tierra.




                                              JUAN TIBURCIO
                                                   Tutunakú

                                                 Bendiciones

                                    Bendíceme en totonaco, Dios mío,
                                    porque en español me maldicen.

                                    Ilumíname con el sol totonaco,
                                    porque me opacan en español.

                                    Dame sabiduría totonaca, Dios mío,
                                    porque en español me llaman tonto.

                                    Dame letras en totonaco,
                                    porque las letras españolas mienten.

                                    Cántame en totonaco,
                                    porque en español me ofenden.

                                    Háblame en totonaco,
                                    porque en español me gritan.
           

1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias por todo pero no me ayudo