sábado, 9 de agosto de 2014

TLANESTLI INON CENTETI AMATI DES MATLACTLI


 (Amanecer es un periódico de diez)

Olga Fernández Alejandre
 “El creador y el editor -las dos mitades de todo escritor- deben dormir en piezas separadas”
 Judith Guest
Con el número de hoy esta publicación cumple cuatro años de salir a un nuevo Amanecer. Como lo dije alguna vez, la propuesta se lleva a cabo gracias a la tenacidad, denuedo y desvelos de Víctor Manuel Vásquez Gándara. Gracias a su creatividad y perseverancia él, como director general y su equipo de colaboradores; presentan diferentes plumas con textos de actualidad y del pasado, políticos, educativos, filosóficos, históricos y culturales. Al hacernos el regalo de escritos donde el lenguaje se transforma en prosa y poesía, y son estructurados en torno a diferentes temas; lo que han hecho de Tlanestli un ejemplo a seguir. Ya que explora el flujo de ideas que emanan de sus distintos autores; al obsequiarnos cada mes textos que están entre la creatividad, la ideología y el apego a la buena lectura; amalgamanndo un semillero de escritores.
Ya hacia falta un periódico para impulsar la cultura al dejar abiertas sus páginas, para todos aquellos escritores que tengan algo que decir, e inculcar el amor a la lectura. Cuando nació Tlanestli se conmemoraban doscientos años de nuestra Independencia y cien años de la Revolución Mexicana; estos dos eventos fueron los que influyeron en esta propuesta inteligente. A cuatro años de su publicación, no ha bajado ni un ápice su calidad, ni su interés.
El tratar de llevar cultura a las masas, no es tarea fácil; y mucho menos sostener un periódico que implica tiempo, dinero y esfuerzo. Sin embargo, Tlanestli sale cada mes para darnos unas gotas culturales, por lo que el hacedor del periódico, conoce los avatares de este lance y lo emprende con el mayor entusiasmo al ofrecernos la multiplicidad de sus artículos que van dirigidos a diferentes clases de lectores, lo mas loable del periódico es que muchos de ellos no conocen el quehacer literario, pero están ávidos del saber que conllevan las páginas de Tlanestli. Ábralo y se encontrará con diferentes textos escritos con habilidad y soltura, ya que esta dinámica va dejando su impronta en una realidad novedosa y cultural. Son escritos auténticos que salen de una máxima plenitud de conocimientos que se trasmiten a quien los lee.
El periódico se presenta por si mismo, como un documento para aquellos interesados en obtener conocimientos; teniendo desdoblamientos individuales del yo dialéctico de los que aquí escriben. La gaceta despierta una neutralidad connotativa, unido al hilo de la historia, ambos igualmente importantes, y lo encontramos en la secuencia de sus frases, en lo limpio de sus estructuras y en la entrega de cada texto que el lector apreciará.
Han pasado por sus páginas infinidad de historias, biografías, ensayos, poesía y toda clase de artículos culturales. Son tan disímbolos que lo mismo se escribe de educación, que de otros temas. Para ser exactos de nuestro sistema educativo, que queramos o no está en crisis, ya las viejas normas están obsoletas. En este tipo de difusión el esfuerzo que se hace nos expone al curso de los acontecimientos, y nos despliega con soltura los diferentes problemas que aquejan a la educación. Los profesionales de la educación, autoridades, padres de familia y todas aquellas instituciones que se relacionan con el quehacer educativo, para de alguna manera lograr un rendimiento óptimo de todos los discípulos, para elevar la calidad educacional, y que mejor expresar lo que un día afirmó Jaime Luciano Balmes, filósofo español, “la educación es al hombre, lo que el molde al barro: le da forma”. Es lo que esperamos de los maestros, que moldeen la mente de sus alumnos para que estos puedan llegar en un futuro: a ser ciudadanos de primera.
Han desfilado ensayos muy variados, que lo mismo tratan de temas políticos, filosóficos, biográficos, artísticos e históricos; y tienen un carácter únicamente subjetivo sin pretensiones doctrinales. Montaigne fue el creador del género. En su obra Essais (ensayos), ya en 1580 aseguraba: “yo mismo soy la materia de mi libro”. Este género literario tuvo mucho éxito en Francia y Gran Bretaña.
En Tlanestli, se caracterizan por desarrollar un tema determinado de una manera libre y personal, en el cual los diferentes autores han hecho escritos serios y de carácter propedéutico; en la que intervienen una reflexión y voluntad de estilo.
Ortega y Gasset lo definió: “como la ciencia sin la prueba explícita”. Ya encontramos parte de su origen en la antigua oratoria greco-romana.
También nos ofrece artículos históricos que nos relatan la necesidad que tiene el hombre de comprenderse a si mismo, y a lo demás, son hechos entrelazados unos con otros de las etapas, fases y ritmos que abarcan una gama de aspectos antropológicos, geográficos, económicos, políticos, sociales, etcétera. Al igual es la situación del que intenta ordenarlos para una posición crítica del pasado, y del presente.-
Lo mismo, llega a nosotros la poesía, que para algunos entendidos raya entre la ciencia y el arte. La palabra proviene del latín poesis, a su vez deriva del griego. Tlanestli nos la presenta ya sea en español o náhuatl, siendo la manifestación de la belleza y del sentimiento lírico de la palabra. Al leerlas nos han hecho sentir sensaciones, pensamientos, sentimientos, o sucesos; al utilizar los poetas un vocabulario rico en matices, métrica y rima, dandole movimiento a una expresión poética. Podríamos decir como Rabindranath Tagore: “la poesía es el eco de la melodia del universo en el corazón de los humanos”. Para otros es la complejidad del sentir y vivir de quien ha creado el poema, plasmando en sus hojas las más variadas expresiones artísticas de una emoción estética del poeta y suscita el deleite de quien lo lee.
Por otra parte, presenta pasajes filosóficos en contextos diversos. Pitágoras fue el primero que se autodenominó “amigo de la sabiduría”, ya que filosofía viene del griego filos (amigo) y sofía (sabiduría). Los griegos no solo iniciaron la filosofía sino que la desarrollaron y la tipificaron como los grandes problemas bien documentados del ser humano a lo largo de la historia, sobretodo el conocimiento racional.
También abarca escritos biográficos basados en la historia de grandes personalidades, y nos lo hacen llegar en su paso por este mundo.
Igualmente la capacidad de expresión de tantos autores de artículos culturales, que han dejado plasmado su modo particular de ver las cosas de su entorno, marchando en filas ordenadas ofreciéndonos diferentes argumentos. Porque solo la escritura se desliga del lenguaje y lo vuelve independiente de su contexto inmediato; transformando la palabra en signos escritos. Además de la capacidad de expresión de tantos mensajes que comprenden aquellas obras donde caben todos los elementos estéticos e informa toda clase de conocimientos.

Vaya una felicitación para don Víctor Vásquez Gándara, por el acierto de este periódico, deseando de todo corazón vea muchos, muchos ¡AMANECERES!

El templo de la lectura


Raúl Hernández Viveros

Desde la escuela primaria hasta la educación superior, existe la función de la lectura que consiste en cumplir con la entrega de las tareas. En poco tiempo, los estudiantes rechazan intentan memorizar línea por línea lo que los docentes encargan a los discípulos; sin pensar en la posibilidad de situar un punto intermedio entre la lectura obligatoria y la de placer. Efectivamente cuando se descubre esta empatía de inmediato  el lector va a descubrir a los maestros de la literatura universal. Al poco tiempo, comenzaremos a ubicar los extraordinarios fragmentos de la prosa poética, la narrativa, el ensayo y el teatro que nos acompañan durante la aventura de la vida.
También advertimos el innegable interés por la historia cultural de nuestros pueblos, y esencialmente de su literatura, como es el caso de la veracruzana. Con la lectura de sus obras entrañables abordamos la vida espiritual de los escritores; su ideario artístico y las propuestas de alcanzar el goce estético. En esta vinculación existe la libertad de elegir a nuestros autores preferidos, y por supuesto realizar una selección de escritores que no tienen acceso entre los estudiantes, y tampoco se encuentran en las bibliotecas públicas.
Ahora las nuevas generaciones deben defender la historia de nuestros pueblos, sus tradiciones y avances culturales. La diversidad de los contenidos, el talento narrativo y la observación de los autores llevan a describir personajes que plantean  problemas sociales y particularmente estéticos. Esto es lo que podemos llamar como parte de la real y efectiva literatura, que magistralmente Henry James, en su relato de igual nombre, examinó contundente con el esfuerzo y la vehemencia que provoca al lector abrir un libro y comenzar a leer. La confianza y la fe en la lectura nos ofrecen  a cada momento sorpresas y aprendizajes con el conocimiento para identificar el reconocimiento de un estilo personal o las características de una escuela literaria..
La permanencia de alcanzar los atisbos de la creación literaria permite la refundación de la realidad. Lo real contiene muchas lecturas y aproximaciones para escribir. Entonces conviene alumbrarse con la cercanía de las obras maestras. Pero en un breve espacio resulta complicado explicar en pocas palabras lo fundamental que significa la permanencia de los maestros, quienes nos apoyan a continuar en la lectura y en la selección o desparpajo de los autores que sacrificaron sus existencias por dejar una herencia hacia un futuro cercano, donde sus libros sean reconocidos hasta el presente nacional y mundial.
Para mostrar la magnificencia de la literatura habrá que revitalizar la lectura para fomentar los valores de cada escritor. Investigar las aportaciones de la literatura veracruzana que haga reflexionar a los lectores sobre los ideales de la herencia histórica. Las raíces individuales que marcaron nuestras señas de identidad. La tozudez de seguir con la tarea de fomentar el placer de la lectura es porque nos hace afortunados con otra visión de la realidad. No o0bstante, el balance lectura-escritura divulga la disciplina que está centrada en la búsqueda del conocimiento. La gratificación a los lectores de haberse aventurado dentro de los engranajes de la escritura y la historia personal de los escritores. La lectura evoluciona el proceso creativo y acerca a los temas que están ligados a cualquier escuela literaria y del pensamiento crítico.
En esta vida hay que saber escoger a los maestros de la lectura. En particular hacia los excelentes y extraordinarios. Puede compararse el término a los maestros carpinteros, cocineros, músicos. En todo caso, es la persona que con su sabiduría y experiencia permite a los demás que reciban verdaderas historias, o muebles de un perfecto acabado, platillos exquisitos  o melodías inolvidables. Al lado de los lectores está el maestro que se involucra con las afinidades, gustos literarios; y opina sobre el valor o el significado de determinada obra. Al final de la lectura uno puede comentar abiertamente el valor de los autores elegidos, y ante la incertidumbre, el maestro  con espíritu de absoluta confianza dirá unas palabras sobre la más notable y dubitativa acción de la lectura.
El deslumbramiento de la aventura, que  desemboca en placeres, pasiones, amores, odios y sinsabores. La búsqueda del  conocimiento en algunas novelas, libros de cuentos, o poemas verdaderos. Está en el amor hacia y con la literatura; permite la justificación de nuestra propia existencia. La plenitud sentimental centra su poderío en lo sublime de los sentimientos. Mi primera revelación de la literatura estuvo acompañada por los comentarios de maestros  significantes que iluminaron el inicio de mi profesión de lector. Sería indispensable la excelencia académica con que las universidades provincianas designaran ya el cargo de investigador emérito, al lado del escritor emérito, y vale la pena repetirlo el maestro  emérito para respetar su labor.
Cuando pienso en mis maestros; recuerdo también en las primeras lecturas que colocaron su impronta en el terreno de los recuerdos. Mi perplejidad es previsible porque no puedo olvidar a ninguno de ellos. A lo largo de los años, me permito reconstruir lo pasado, aquella parte imborrable dentro de mis emociones. El destello de la lucidez con las recomendaciones de autores y libros. En la pequeña biblioteca de mi casa todavía puedo tocar las obras de mis  maestros. En cualquier caso el misterio de las palabras continúa en la literatura  y en ese interrumpido acto de la lectura se involucra mi pasión ineludible por la creación de relatos. No obstante hay cuestiones íntimas que tienen la obligación de seguir inmersas en la penumbra, o más bien oscuridad de la discreción e inocencia, como si fuera un acto secreto de agnación.
La inevitable consecuencia de la lectura lleva a mirar, sentir, reconocer, recordar y comprender el conocimiento que se encuentra en el interior de las páginas de los libros. Todo se reduce a descubrir el sentido de la vida como actividad primordial de nuestra existencia: la vida, imaginación y esencialmente conocimiento. Sin embargo, tenemos la percepción de que desembocamos en la visión de los aspectos más sobresalientes de la escritura propuesta por las obras de los autores veracruzanos.
Después de leer algún libro científico o literario tenemos la seguridad de haber penetrado en misterios profundos de nuestro propio pensamiento. Podemos agregar que la lectura fundamenta nuestros pasos sobre la tierra y marca las huellas de la memoria histórica. Esta maravillosa actividad logra revivir el contacto con ideas y conceptos. Es el fruto de la experiencia de los lectores lo que permitirá aproximarnos a la posesión de las cosas que nos rodean, en la vinculación cognitiva, y en la construcción del conocimiento.
Al conjurar y evaluar la función de la lectura, sentimos la presencia de nuevas e inéditas motivaciones que impulsan la sensibilidad de todos nosotros. En esta acción se constituye las apasionantes y desconcertantes lecturas que revelen pensamientos que comprometen los respectivos intentos por la búsqueda de un mayor y mejor conocimiento. El más alto respeto por la inteligencia y la necesidad de alcanzar a conocer y saber lo suficiente; posiblemente refleja la lucidez o la sencilla curiosidad por ubicar las aportaciones bibliográficas de los escritores veracruzanos.
 En esta actividad estética brota la actividad de reconocer los colores, sentimientos y emociones que se reflejan en los párrafos o versos en el contexto de cada libro. Este plano de perplejidad se tiñe con las reacciones y los efectos del poder de reflexión. Es la sensibilidad que alumbra la curiosidad de los lectores, porque persigue el interés de observar las cosas, estudiar temas y enriquecer nuestro estar, hacer y sentir ante la vida.
De la ambigüedad a la diversidad, de la vaguedad hasta la certeza de lo agudo y crítico, se nos presentan los mensajes de cada libro. Con esta intensidad vivimos la representatividad de nosotros mismos ante los demás, los otros lectores. Nos quedamos asombrados y perplejos delante de lo que leemos, escuchamos y vemos en la lectura. El deslumbramiento existe cuando trascendemos los límites de la lectura. Sin este sentido no percibiríamos la conversación sobre la lectura en un verdadero arte, que significa el logro de la máxima intensidad transformada en poema, relato y narrativa sobre la creación literaria.
La disposición de materiales bibliográficos por parte de los autores apela constantemente a la conciencia de la inspiración vinculada con las propuestas del autor, el investigador o ensayista que ofrece a la luz pública los productos académicos. Esto es lo que despierta y acapara nuestra atención como lectores, la dificultad de intensificar todo nuestro interés. Desde el punto de vista artístico podamos denominar percepción e intuición, si aceptamos el despertar de la imaginación a través de la lectura, no cabe la menor duda de que ubicaremos las características que determinan el campo de la lectura. Efectivamente, recurrimos al poder de elegir las obras que forman parte del instrumental de observación. Al participar en esta elección disfrutamos conscientemente de la absoluta libertad de los lectores. Cuando encontramos los aportes bibliográficos de los escritores veracruzanos, nuestra apreciación crítica se enriquece, porque abordamos los términos y diferencias que proyectan la perspectiva del poder de la lectura.
Una vez más, el acto de leer nos lleva a comprender más la realidad, o más bien contemplar al interior de los libros. Todo depende de cómo vamos a elegir el material bibliográfico que servirá de foco de atención sobre la construcción de la visión crítica de los lectores. En efecto, la comprensión de la composición y la forma representan de alguna manera nombrar las cosas, y particularmente la ubicación de una importante nómina de autores veracruzanos. La enseñanza de la trama de la vida comienza por elaborar interrogantes en el pensamiento, en este proceso de selección y comparación sobresale la transparencia, vitalidad y la sencillez de las obras.
La señal de lo significativo se basa en un sistema de observación, pero al mismo tiempo entramos en el terreno de la armonía como condición fundamental entre los lectores con los libros elegidos. Al entregarnos a la lectura enfrentamos un conocimiento más amplio, y aceptamos la presencia de algunas obras magistrales. Definitivamente es el instante de separar la diferencia entre lo que hablamos y la esencia de la escritura sincera y abierta, la cual lleva a la aventura inmensa de advertir los valores de la lectura, porque es una contribución a nuestro conocimiento.
Un tono de vocación permite el dominio de lo sentencioso que respalda la concentración instrumental del lenguaje, sus recursos líricos ofrece la sobriedad y consistencia de la fuerza literaria. A veces con tono casi religioso, o más bien mitológico, los lectores se aproximan al trabajo epigramático por la esencia poética de armonizar los sentimientos y aspiraciones sublimes con el juego de las palabras. Adolfo Bioy Casares descubrió que: “Hay tanta gente que escribe para lucirse. Yo empecé así y fracasé hasta el día que olvide esas pretensiones”.
El encuentro con lo sublime reproduce la excelencia del lenguaje. La perduración refleja los recuerdos indelebles y duraderos. La belleza natural constantemente desemboca  en la infinidad e infinitud que           quiere decir lo mismo que trascendencia. La obra se describe nada más con lo que es una obra. En la cual el lector representa el papel de espectador,  al mismo tiempo es colaborador, co-jugador y además pareja de baile. Sin ambos no existe la posibilidad de la armonía que permite la corrección de la obra.
Después de la lectura existe la capacidad de tocar la textura formal que se identifica con la metafísica por su alto poder significativo que ilumina las intuiciones brillantes y acompaña la comprensión e visiones artísticas. La tosa entre todas las flores es una fiesta de imágenes, y es el mismo ser de la imaginación. Un narrador o soñador de estas flores siempre va a identificar el rosal. En la novela “Fuego”, de Gabriel D’Annunzio, destacó el siguiente diálogo: “-Mira esas rojas, rojas / -arden se diría que tienen en su corola un carbón encendido. Arden realmente!”.
Desde las culturas antiguas se buscaba la inmortalidad. Aunque en los "Cantares mexicanos”, constantemente se reflexionaba sobre la fugacidad de la vida con la metáfora de las flores que en la mañana son hermosas y al día siguiente dejan de existir. gual que el carpem diem, en el significado latino representaba el instante de aprovechar el poco tiempo de nuestra existencia. Fue de Horacio la sentencia: “Carpe diem quam minimum credula postero”, que ofrece la posibilidad de plantear, vivir, los momentos como si fueran los últimos en muestra vida. Este mensaje marcó el paso del Renacimiento al Barroco y la llegada del Romanticismo.
En nuestras raíces prehispánicas, aceptamos la eternidad de las caritas sonrientes, las cabezas Olmecas, las palmas de piedra con brazos y manos, el encuentro entre la dualidad entre la vida y la muerte, la adoración de los niños dioses esculpidos en piedras verdes. La búsqueda de lo  sublime que debería de permanecer como herencia a las nuevas generaciones, un mensaje del pensamiento y la cosmovisión.
En la visión del mundo cultural mesoamericano sobresalió el punto de vista de los totonacos hasta nuestros días. La vinculación religiosa entre hombres, dioses, y hombres. El mundo como un corte plano horizontal, de forma rectangular. En su parte superior está constituido por los astros, encabezado por Chich’ichiní, “El sol; de ahí los demás aparecen como Venus, la luna, acompañados de las estrellas vigilantes. Adelmás de otros seres metereológicos como los truenos, rayos, relámpagos, centellas, de  los cuales proviene la luz, el amanecer, la vida, el calor, el frío,  el viento, las nubes, las lluvias lo masculino y femenino, el cielo donde se ubica misteriosamente el representante del sol que es el águila, y en la parte baja nos encontramos los seres humanos.
Desde tiempos inmemorables las peregrinaciones siempre cumplen con el ritual católico y asisten puntualmente a las bendiciones dominicales luego cada grupo indígena tiene elegido  su cerro  más alto el Postectitla, en Chicontepec. Que es el más elevado de la rgión. A sus alrededores existe el Talol en San Felipe Orizatan, Hidalgo. Un poco más alejado el cerro de la silleta. Los cuales después de asistir y cumplir con los rituales religiosos occidentales responden a la fuerza inagotable de los sabios y conocedores de las comunidades indígenas para estar presentes el cumplimiento de asistir a los cerros con vida que protegen con las deidades a la madre tierra. Es una práctica religiosa que lucha por la defensa de la naturaleza.
Los cantos indígenas describieron la vida efímera: “sólo venimos a dormir, sólo venimos a soñar: / no es verdad, no es verdad, / que venimos a vivir en la tierra”. Estoicamente aceptaron la brevedad de la vida: “¿A dónde iremos que no haya muerte? / Llora por esto mi corazón. / Tened esfuerzo: / nadie ha de vivir aquí. / ¡aun los príncipes vienen a morir!: /  anonadado está  mi corazón!”.
Octavio Paz escribió: “Como sus vecinos los huastecos, nación de ilusionistas y magos que, dice Sahagún, "no tenía la lujuria por pecado", los totonacas revelan una vitalidad menos tensa y más dichosa que la de los otros pueblos mesoamericanos. Quizá por eso crearon un arte equidistante de la severidad teotihuacana y de la opulencia maya. El Tajín no es, como Teotihuacán, movimiento petrificado, tiempo detenido: es geometría danzante, ondulación y ritmo. Los totonacas no son siempre sublimes pero pocas veces nos marean, como los mayas, o nos aplastan como los del Altiplano. Ricos y sobrios a un tiempo, heredaron de los "olmecas" la solidez y la economía, ya que no la fuerza. Aunque la línea de la escultura totonaca no tiene la concisa energía de os artistas de La Venta y Tres Zapotes, su genio es más libre e imaginativo. Mientras el escultor "olmeca" extrae sus obras, por decirlo así, de la piedra (o como escribe Westheim: "No crea cabezas, crea cabezas de piedra"), el totonaca transforma la materia en algo distinto, sensual o fantástico, y siempre sorprendente. Dos familias de artistas: unos se sirven de la materia, otros son sus servidores. Sensualidad y ferocidad, sentido del volumen y de la línea, gravedad y sonrisa, el arte totonaca rehúsa lo monumental porque sabe que la verdadera grandeza es equilibrio. Pero es un equilibrio en movimiento, una forma recorrida por un soplo vital, como se ve en la sucesión de líneas y ondulaciones que dan a la pirámide de El Tajín una animación que no está reñida con la solemnidad. Esas piedras están vivas y danzan.” En el prólogo “Magia de la risa”, textos de Octavio Paz y Alfonso Medellín  Zenil, fotografía de Francisco Beverido, Colección de Arte de la Universidad Veracruzana. México, 1962.
Por otra parte, Octavio Paz señaló al final de Posdata que: “La cultura de el Tajín, un arte que escapa a la pesadez “Olmeca” y hieratismos teotihuacano   sin caer en el barroquismo maya; un prodigio de gracias felina”. Las imágenes sorprendentes de Efraín Huerta: “Oh, Tajín, oh naufrago, / tormenta demolida, / piedra bajo la piedra / cuando nadie sea nada y todo quede / mutilado cuando ya nada sea / y sólo quedes tú impuro templo desolado / cuándo el país-serpiente sea la ruina y el polvo, / la pequeña pirámide podrá cerrar los ojos / para siempre / asfixiada, la muerte en todas las vidas / bajo el silencio universal y en todos los abismos, / Tajín, el trueno, el mito, el sacrificio, / Y después, nada.”
De la cosmovisión del mundo prehispánico llegamos ahora a la realidad de mentiras piadosas, mensajes de utopía de un mundo mejor y al engaño o prestidigitación que es el arte de la mentira o la ilusión de repetir en discursos tantas cosas que al final uno pueda creer sin ver. De esta forma, José Luis Melgarejo Vivanco señaló que “El territorio del Totonacapan solo tiene ocupada la parte sur con estas obras (en relación a la zona arqueológica y sus esculturas artísticas que advierten de la esencia artística de nuestros antiguos veracruzanos); por eso quiérase o no, deberá considerarse al cruzamiento de totonacos y Olmecas, es decir, a los jarochos como generadores de Alegría, de musicalidad un tanto en contraposición al “indio triste”, o por lo menos, muy digno, muy sonriente frente a una vida sin alegrías; también por eso resulta dolorosa la tragedia, ese pueblo fue silenciado; ya no volvió a reír”.  


Frente a la tragedia de nuestra esencia efímera en el mundo permanecen los versos y metáforas proféticas de Efraín Huerta sobre el destino y desaparición de los habitantes de El Tajín. El futuro ya presente de reconocer la destrucción de la madre naturaleza y aceptar la desaparición  de la serpiente emplumada que representa la formación geográfica del territorio de la república mexicana, que va desde su nacimiento en el sur hasta  el norte en donde los pueblos marginados escapan en peregrinación hacia el sueño americano o el encuentro con un poco bien común que no existe en sus lugares de orígenes. 

Confidentes de historias nunca conocidas



Marcelo Ramírez Ramírez

Llevado por uno de esos juegos de la imaginación, que nos inspiran las circunstancias más anodinas en determinados momentos, hace unos días me puse a considerar las muchas historias que podrían contarnos los libros que se venden en las “librerías de viejo”. Infinitas historias en donde se hallarían, si pudiéramos conocerlas, los sueños, anhelos, ambiciones y proyectos de generaciones pasadas. Algunas historias serían de éxito; otras, de fracaso y frustración. Entre ambos extremos estarían los testimonios intranscendentes de aquellos cuyas emociones más intensas, como las del animal, nacen de los apremios inmediatos del cuerpo y se apagan con la satisfacción de los mismos. ¿Cuántas historias de vidas consumadas hallaríamos? ¿Cuántos fracasos? ¿Cuántos desengaños que terminan en conformismo? Al hacer estas preguntas caigo en la cuenta del afán -¿absurdo?- de poner una meta ideal a nuestras vidas. En seguida me respondo que así debe ser, pues el aspirar, el dirigirse hacia algo que habrá de colmarnos, aunque no sepamos qué sea eso, es el signo, es la marca indeleble de nuestra especie. El animal encuentra las respuestas en el instinto, mientras el hombre debe buscarlas, incluso en el plano instintivo porque carece de la simplicidad del animal y, con mayor razón, para las expectativas que él mismo se forja; necesita encontrar lo que la naturaleza no le ha concedido: un destino humano. El hombre, a través de la cultura –urdimbre humana por excelencia responde al hombre, a su permanente interrogar, a sus dudas, a sus demandas. En ese mudo de la cultura, surgido por una necesidad interna de su esencia, el libro ha sido, hasta hoy, la herramienta primordial donde el hombre pregunta y se responde. En el libro se revela a los otros, permite a los demás, al descubrirles su humanidad, encontrar la suya. Hablo, naturalmente, del libro verdadero que es floración del espíritu y da expresión a las inquietudes más hondas de nuestra naturaleza.

Parece que la era del libro va tocando a su fin. Si así fuera, no tengo idea con qué nueva herramienta será sustituido, o si debamos conformarnos con perder, junto con él, algo de la humanidad conquistada en el encuentro silencioso con la letra escrita, con todo aquello que los mejores espíritus pudieron dejarnos como regalo inigualable. El libro no sólo nos estrega su contenido para deleite y provecho, -que no es necesaria, ni fundamentalmente utilitario-, sino que en esas horas, generalmente nocturnas de lectura, se vuelve un confidente amable y discreto. El libro es testigo, en esas horas donde se toma distancia de la realidad para ahondar en ella, para descifrarla, para recrearla, de una visión donde cada uno de nosotros encarna al héroe, al guía, al artista, al santo... Generalmente es una frase, un pensamiento, el causante de esas fugas hacia mundos ideales donde cada uno vive, por algunos instantes, la vida que quisiera que fuera la suya. Imposible recorrer el diapasón infinito de las pasiones humanas, elevadas y nobles o abyectas y oscuras que los libros suscitan o a las que sirven de pretexto para manifestarse, aunque pocas veces esa manifestación pase de las intenciones a los hechos. Nunca sabremos cuántos sueños quedaron confinados en la región etérea de lo posible, cuántos proyectos dejaron de cumplirse. Cervantes imaginó un personaje que habiendo perdido la cordura de tanto leer libros de caballería, se lanzó al mundo para tratar de igualar a  sus héroes. La inmensa mayoría opta por la realidad, por la aceptación de las cosas tal como son, lo cual hemos de reconocer, tiene un lado positivo, pues si se olvidara el sano sentido común, se volvería imposible vivir.

En las librerías de viejo, conviven obras muy antiguas con otras relativamente recientes; obras sobre todos los asuntos y de todos los géneros literarios y corrientes de pensamiento. Conservan muchas el glamour de su origen: la fina piel de sus pastas, el dorado de sus letras; estampas y dibujos en sus páginas interiores. Algunas son verdaderas obras de arte, otras, mucho más modestas, se nos muestran con cierto orgullo, porque fueron hechas con celo artesanal. Casi todos los libros antiguos tienen el decoro que acompaña una hechura cuidadosa, expresión de respeto y a menudo devoción por un producto espiritual. En los anaqueles o amontonados en grandes mesas he visto, revueltos, los grandes nombres de todas las épocas y de todos los pueblos. Ahí están sus textos esperando a nuevos lectores, gracias a los cuales esos grandes nombres seguirán vivos, haciéndose presentes a cada generación con el poder de su pensamiento. Si alguna prueba queremos hallar de la inmortalidad del espíritu, ésta sería una de ellas, pues con los libros el espíritu se impone a la mortalidad de la carne.


Hace poco, acompañado de amigos con quienes comparto la misma afición, visité aquí en Xalapa una de esas librerías de viejo, más con el ánimo de curiosear que de buscar algo en particular; ver aquí y allá, dispuesto a la sorpresa, que es el encanto de esas librerías donde casi siempre hallamos un tesoro, aunque sólo lo sea para nosotros por su vínculo con recuerdos entrañables. Esta vez, mi tesoro fue una obra de Romain Rolland, que en mi adolescencia me regaló mi querido y recordado hermano Héctor Manuel, a quién debo mi afición a la lectura. Esa iniciación sagrada me ha permitido, a lo largo de mi vida, mantenerme a salvo de las miserias del mundo. Quizá por la edad, por haber llegado al tiempo en que la nostalgia ocupa el sitio de los proyectos, esta vez me di a esos juegos de la imaginación de que hablaba al principio. ¿Dónde están los jóvenes que estuvieron en el sitio de Troya y se identificaron con Aquiles, con Ulises o con el noble Héctor el Troyano? ¿Qué fue de aquellos que corrieron aventuras con D’Artagnan o vivieron insólitas experiencias con Julio Verne? ¿Qué fue de las muchachas que soñaron ser como Eloísa, Julieta o Cosette? Así sucesivamente me fui formulando interrogantes, por ejemplo, sobre los que creyeron escuchar el llamado de una vocación, la de ser poetas, científicos, pensadores. ¿Cuántos lo lograron? Sin duda pocos, pero esos pocos han sido la sal de la tierra. Viendo el paso del tiempo en las hojas amarillentas, en las manchas, en las perforaciones de la polilla, considero que la inmensa mayoría de aquellos que tuvieron en sus manos esos libros ya están muertos. Apenas dejaron un leve vestigio de su modo de ser, acaso un apunte a pie de página, una carta para la amada, los pétalos de una flor… Pero estos libros que fueron sus confidentes, todavía esperan la mirada para la cual fueron creados, la mirada que da vida a la letra. 

Esperanza




Ernesto Paz




¿Lo diré o no lo diré?, la cuestión es saber, si por este comentario habré de incurrir en alguna indiscreción de la cual haya de lamentarme en el futuro. Como la verdad soy bastante indiscreto y este suceso ocurrió mucho tiempo atrás, me atreveré a confesarlo: Si, aquella noche al calor de los tragos forniqué con Esperanza, mi prima. Disculpen tan despectivo término pero no encuentro otro más apropiado y que sea menos peyorativo, ya que lo acontecido aquella noche no fue precisamente una entrega por amor. No hubo caricias tiernas, no hubo besos inocentes, mucho menos palabras dulces y sí, una vorágine concupiscente de la cual habríamos de arrepentirnos más adelante.
     Corría el año de mil novecientos y tantos, en el siglo veinte de nuestra Era… una cálida noche de abril. Eso si, no fue en su casa ni en la mía, si no ¡Dios me libre, qué pena! …por sus padres y los míos. Fue en un rincón del garaje de la casa de un amigo, el cual, después de beber como cosaco con nosotros y escuchar canciones de Aretha Franklyn, se quedó dormido de borracho. Por ese tiempo no se acostumbraban los condones, de ahí lo de arrepentirnos. El plan no era que yo me tirara a mi prima, sino que mi amigo tuviese alguna oportunidad con ella, pues andaba bastante “clavado”.
     ¡Ah…! Los designios de Dios, “aquello que no buscas te encuentra…” y, como reza el antiguo refrán: “todos los caminos conducen a Roma.” Así, nos encontramos mi prima y yo, que jamás había tenido relación sexual alguna, me refiero a mí, que hasta ese momento era “virgen” (por decirlo de algún modo) y no así mi prima, quien en cuestiones de sexo, ya tenía cierto trecho andado. Sudorosos, borrachos hasta la coronilla, en posiciones bastante incómodas en aquel amplio garaje, sin por lo menos una silla o un mueble para poder recargarse. El “acto” se  dividió en pequeños actos, se llevó a cabo contra la pared, en el vil suelo y algunas veces casi al aire.
     Que ¿cómo llegamos a eso…? La cosa fue así: por consideración a que el amigo pudiese despertar y porque sinceramente, estábamos bastante tomados, nos retiramos sin hacer ruido, de puntitas. Cuando no sé a quién se le ocurrió primero abrazarnos al salir. El asunto es que al pasar mi brazo por la cintura de Esperanza, mi mano calculó mal el trayecto y resbaló hasta sus bien delineadas corvas. En el momento que iba a decir “perdón”, ella se quedó quieta, giró hacia mí… nos miramos intensamente. Por descuido bajé un poco más la mano y al volver a subirla, ésta entró “sin querer” dentro de su falda, que por cierto era bastante corta. Está por demás decir lo “calientito” que se sintió aquello, pero fue suficiente motivo, según yo, para que, ¡por poco!, me naciera una tercera pierna, (acontecimiento que ella notó o mejor dicho ¡sintió! al pegar su delicado cuerpo al mío). Fue tal la emoción, tal la sensación placentera de rozar levemente mis dedos por encima de su calzón, que sólo me dejé balancear entre sus piernas. Por su parte ella, sumisa como una gatita mimada, me rodeo el cuello con sus brazos y se recargó vencida sobre mi pecho. Finalmente metí ambas manos dentro de su falda. Lo demás fue pura inercia y ahora es simplemente historia.

     Esperanza llegó a mí, cuando yo rayaba ya los diecinueve años, y… miren, que en verdad era un tipo bastante tímido y comenzaba a tener serias dudas acerca de mi virilidad, vamos… de mi hombría. Pero Esperanza también hizo honor a su nombre cuando al fin, una noche del mes de mayo, me confesó que no estaba embarazada. ¡Santificado sea! ¡Sin pecado concebido!

El niño que se creía Dios


Manuel Gámez Fernández

Sintió la mano del policía que le jalaba los cabellos mientras decía algo tan enredado que no le preocupó en los más mínimo, de cualquier manera tenía que levantarse y caminar un poco para quitarse el cansancio y esa terrible sed ardiente que le nacía en los intestinos.

Hará un buen día – se dijo caminando- luego observó la longitud enorme que separaba su cuerpo del final de la calle y se sintió mareado, volvió a levantar la vista, pero ahora la extensión se hizo ridículamente pequeña en consideración con aquel niño que a pesar de lo alejado, el lo sentía inmensamente cerca, como si fuera una sombra inseparable de su pensamiento.
Ambos se detuvieron en medio de la calle sin dejar de mirarse.

Él se sumía en su mirada hasta el fondo negro donde sale el pensamiento y el niño lo penetraba en igual forma, de modo que se quedaron viendo, inmotos, ignorando el movimiento de las máquinas y de las personas a su alrededor. De repente pareció que el aire se hizo grueso y difícil de respirar. Caminaron hasta quedar el uno frente al otro. Entonces  le sonrió, pero él se quedó serio, aún escarbando en su mirada como si le faltara mucho por entender.
-¿Quién eres?- dijo como en un acto reflejo que alguien le hubiera dictado a la memoria hace miles de años y que apenas hoy, en este preciso instante, hubiera salido sin que supiera la exactitud de su procedencia.

El niño sonrió mostrando que le faltaban algunos dientes.

Él sabía que algún equilibrio se había despedazado desde que comenzaron a mirarse, sabía que algo no funcionaba en este universo como debería funcionar, pero no lograba adivinarlo, su capacidad de razonamiento se empequeñecía como un diminuto punto que se apaga en el cerebro.

-        ¡Yo soy Dios!- dijo el niño sonriendo.

¡Sintió el golpe de la frase en el estómago! una fuerza oprimía su pecho haciéndole daño, el niño continuaba sonriendo.

            -¡Tú no puedes ser Dios!- le gritó cuando se sobrepuso al asombro de su revelación -¡Dios es infinito!-.

            -¡Mira mis pensamientos!- contestó enérgico y con un movimiento casi imperceptible se levantó la bóveda del cráneo.

Entonces lo obligó a mirar hacia dentro y se sumió en un mundo extraño y sumamente confuso que al final de todo resultó ser su propia vida, desde su nacimiento hasta una calle sin principio ni fin como en la que ahora se encontraba.

-        ¡Tú no eres Dios!- exclamó temeroso - ¡Dios es puro!

-        ¿Y acaso no has mirado su reflejo en mis ojos?-

Le vio los ojos, de color castaño, limpios, profundos, intensos, nuevamente lo había poseído ese magnetismo que tenían y ahora se daba cuenta que estaba parado a media calle platicando con un niño al que desconocía pero que no podía evitar este acontecimiento porque algo mucho más poderoso que la voluntad se lo había ordenado.

-        ¿Aún no me crees?- no le dio tiempo a contestarle porque inmediatamente a sus palabras colocó las manos sobre su pecho y en un acto de precisión suprema lo fue abriendo para dejarlo ver su  corazón.

-        ¡Tócalo!- dijo son dejar de poseerlo con su mirada – está vivo-.

Entonces acercó sus dedos a la pequeña víscera palpitante, la tocó y la sintió retumbar en sus oídos.

-        Ahora toca el tuyo- con la misma serenidad abrió su pecho y pudo ver su propio corazón como una imagen del suyo, con los mismos latidos y el mismo brillo y el mismo ritmo de la sangre.
-        Yo soy Dios- repitieron sus labios cadenciosamente y sus palabras lo devolvieron a la realidad de la calle y los automóviles y la gente que los empujaba con su mirada hacia cualquier otro lugar que no fuera en el que ahora estaban.

Sintió miedo, un miedo áspero que le nacía en el estómago y después en oleadas se agitaba en su rostro haciendo que se ruborizara. Trató de huir.

-        ¡ No te vayas!- ordenó- ¡haré lo que tú quieras-
-        ¡Vuela!- respondió sin pensar.

Lanzó una carcajada gruesa, de viejo, y con el índice le indicó que mirara al otro lado de la calle. ¡Era algo fantástico!, la gente caminaba sin tocar el suelo, andaban con movimientos sincronizados y todos formaban uno solo, un mismo todo que lentamente se retorcía disminuyendo y ampliándose como una gran medusa entre las aguas.

Sin embargo él no estaba convencido. Dios no podía ser un niño a pesar de todos los poderes que tuviera. “Dios es el todo” “Dios es infinito” “Dios es la vida”. Pero ni el todo ni el infinito ni la vida podían reunirse en un muchacho de diez años con un nombre y un origen desconocidos. Dios tenía que ser algo más. ¿Cómo saber que el niño no mentía?

-        No miento- contestó sin que hubiera hablado.
-        ¿Cómo sabes lo que pienso? –preguntó sorprendido-.
-        Porque tus pensamientos han salido de ti, míralos arriba-

Miró lo que decía y era verdad. Sus pensamientos volaban como imágenes que antes había representado en su mente.
Si en verdad eres Dios.... iba a continuar pero el niño comenzó a brillar, rodeándose de una aureola luminosa que lo cegaba.     
El miedo recorrió sus huesos y lo paralizó.

 Una extraña confusión nacía en su interior: no podía creer lo que el niño decía, no podía aceptar un Dios tan pequeño y tan accesible, pero tenía miedo, un miedo real a que ese niño fuera verdaderamente el Dios que siempre había buscado y respetado. “No podía ser, todo tenía que provenir de una mentira inventada por mí mismo o por el verdadero Dios que en ese momento me sometía a algún extraño examen incomprensible totalmente por mí. Era preciso no fallar, era imprescindible para mi existencia no creer lo que el niño decía”. Y se esforzaba profundamente hasta hacer temblar su cuerpo para olvidarse de lo que había visto. Estuvo temblando por más de dos horas.

Pero allí estaba, en el mismo sitio que al principio, sabiendo lo que pensaba y haciendo las cosas más fantásticas que él hubiera visto en toda su existencia.

-        ¡Déjame ir!- le dijo en un último intento por escapar de esa situación que se estaba volviendo desesperada.   

-        ¡Eres libre!- contestó – aún no estás preparado para saber la verdad, crees en un Dios todopoderoso que no existe, Dios soy yo, pero si no lo has creído es por que no merecías creerlo, ¡hasta nunca!

El niño desapareció.
Él siguió caminando por la calle y se dio cuenta  que la gente lo ignoraba, nada había sucedido, Dios seguía existiendo en su infinitud inalcanzable.

Suspiró largamente y se propuso olvidar al niño, la mañana se presentaba más brillante que de costumbre y los sonidos del ambiente parecían salir de un todo armonioso que guiaba sus movimientos integrándolos a la vibración del majestuoso cosmos, pero también intuía que eso era mentira, otra vez se encontraba derivando como en anteriores ocasiones, hacia una serie de razonamientos que terminaban por confundirlo y desviaban su atención de la realidad.

Caminó más de prisa y procuró borrar la imagen del niño.

Pero entonces sucedió lo inesperado y terrible, una  saliva plástica y amarga se escurrió a lo largo de su tráquea, si todo en este mundo fuera posible… entonces estaba condenado… el niño sabía exactamente lo que pensaba, lo veía, lo transformaba en algo tangible, pero él en aquél último momento se había condenado para toda la eternidad.
Él ignoraba su nombre, pero el niño, en un transparente instante lo había identificado como Ramón Fernández Arana, licenciado echado a la perdición, alcohólico callejero que durante más de diez años, ha padecido ataques de locura.


Seda, la textura de la música blanca


José Luis Rangel Gasperín
Para Aída, en su celeste cumpleaños.
En el primer ensayo de El arco y la lira, Octavio Paz busca explicar la diferencia entre poema y poesía. Todo surge a partir de una pregunta: ¿cómo asir la poesía si cada poema se ostenta como algo diferente e irreductible? Y la respuesta, igual de certera que la flecha que se lanza del arco –la técnica cambiante, el estilo del escritor que puede incluso vencerlo- provoca nuevas interrogantes: Si reducimos la poesía a unas cuantas formas –épicas, líricas, dramáticas-, qué haremos con las novelas.
Seda es uno de aquellos trabajos. Sus páginas están repletas de poesía, y aunque estamos hablando de un poema según advierte Paz –obra única, irreductible e irrepetible-, no se trata de un trabajo hecho en verso sino de uno de esos libros extraños cuya concepción fluye sobre un mar pausado, el olor de la noche y la barrera entre la nada y el abismo, como si tuviera música propia.
Iniciar un nuevo libro es como despertar de un sueño conocido. Una pausa y a la vez un comienzo. Hervé Joncour es un hombre que mira su propia vida como los demás miran el correr de la lluvia. Su padre veía en él un gran porvenir en la milicia. Se había equivocado: cómo imaginar que su hijo llegaría a ganarse el sustento de manera honrosa, sin hacerle el mal a nadie, comprando y vendiendo gusanos de seda. 
    Lavilledieu es el apacible pueblo donde vive. Corre el año de 1861: no había aviones surcando los cielos e Italia no se había unificado completamente; no había televisión ni teléfono y las historias nacionales comenzaban a escribirse; el mundo era más sencillo y los días avanzaban con un rumor más lento, como el andar del agua. Y en ese momento un hombre daba pasos titánicos, cruzaba los confines del mundo donde las maravillas existían para transportar huevecillos que se volverían una mina de oro. Se llamaba Hervé Joncour y todo parecía diferente.
Llegó a un lugar impronunciable del Japón. Obtuvo lo que deseaba después de una larga travesía que acabó finalmente yéndose como un suspiro. Fue recibido por Hara Kei. En su costado descansaba una muchacha de rasgos extranjeros. Ella alzó la vista: Mil veces buscó los ojos de ella y mil veces encontró los suyos. Había una sinrazón en ese encuentro. El lenguaje del cuerpo, inasible e inescrutable, había causado un efecto en ambos. Lo sabían. Antes de salir de la habitación, miró una última vez hacia ella. Le estaba mirando, con ojos completamente mudos, a una distancia de siglos. Hervé Joncour se llevó ese recuerdo hasta Lavilledieu.
Recibió de ella una hoja doblada en cuatro partes. Tuvo que viajar a Nimes, donde Madame Blanche pudo descifrar su contenido. Regresad o moriré, eso decía el mensaje. A pesar de todo, Hervé Joncour volvió al Japón a mediados de octubre. Su esposa lo consintió. No tenían hijos. Al llegar a la tierra de la Seda, encontró el rostro de la miseria. La guerra lo había consumido todo. No quedaba ya nada hermoso en el mundo.
Tras su regreso a Francia, recibió por correo un sobre color mostaza con ideogramas japoneses. Le pidió una vez más a Madame Blanche que le revelara su mensaje. Ella lo hizo: era una carta de siete páginas, con una tinta que anhelaba la vista del destinatario. No nos veremos más, señor, leyó Madame Blanche. Lo que era para nosotros, lo hemos hecho, y vos lo sabéis. Creedme: lo hemos hecho para siempre.
“Ésta es una historia- escribió Alessandro Baricco al presentar la que sería una de sus más importantes obras narrativas- Empieza con un hombre que atraviesa el mundo, y acaba con un lago que permanece inmóvil en una jornada de viento. El hombre se llama Hervé Joncour. El lago, no se sabe.” Seda está escrita con un conmovedor sentido poético, un despertar apacible que nos lleva a todos sus lectores a viajar por las misteriosas tierras del Japón. Como un pequeño caracol que desconoce su camino, el libro está diseñado a la manera de su título: Baricco escribe toda una vida repleta de travesías con la ligereza del viento. Una templanza, una movilidad repentina, suave. Como la seda.

“Todas las historias tienen una música propia.- continúa Alessandro Baricco en su presentación- Ésta tiene una música blanca. Es importante decirlo porque la música blanca es una música extraña, a veces te desconcierta: se ejecuta suavemente y se baila lentamente. Cuando la ejecutan bien es como oír el silencio y a los que la bailan estupendamente se les mira y parecen inmóviles. Seda es eso y mucho más: un redescubrimiento hacia las pasiones del hombre, un revivir inmediato. Una danza. Un viaje para conocerse. Todo con música blanca.   

¿Te acuerdas que te dije mientras yo viva no te va a faltar nada?


Alberto Rafael León Ramos

Descripción: 3524cc_81890b8bb462460a86abb21aa7a1d350.jpg_srz_p_660_495_75_22_0.50_1.20_0 (1).jpeg¿Te acuerdas que te dije mientras yo viva no te va a faltar nada? Esas fueron mis palabras cuando estábamos en ese café, tú y yo, reíamos sin parar de cualquier cosa, la frase te pareció divertida y solo alcanzaste a mirarme fíjateme con un minuto de silencio y la sonrisa volvió a escucharse en el lugar. Mientras yo viva no te va a faltar nada, ¿entendiste realmente lo que quise decir? ¿Ahora lo entiendes?  Los enamorados se dicen muchas palabras de amor, demasiadas para  mi gusto, pero pocas verdades. Siendo tan humanos no podemos refrenar nuestras pasiones y eso ya no los enseñó la historia. Elena de Troya, Sansón y Dalila, Eloisa y Abelardo, Diego Rivera y Frida Kahlo, entre otros tantos. Las palabras como decía mi sabía abuela se las lleva el viento y el amor  a veces dura una eternidad y ésta a veces es un instante. Cuantas veces he visto llorar  a mujeres por su príncipe azul, verde o morado, el color es lo de menos, pero siempre lloran por el amor perdido. Los hombre se desahongan de manera diferente ya que siendo tan machos se van, vamos, a la cantina a tomar y buscar un nuevo amor¸ pagado  en la mayoría de los casos con el cual se busca olvidar, a la ingrata que nos abandonó. Cuando te dije aquellas palabras, mientras yo viva no te va faltar nada, quería decirte que en el amor hay cosas buenas como malas ¿acaso no lo entendiste? Por mi parte te puedo mencionar que eras esa persona a la que amé demasiado, no sé porque razón, regularmente cuando se ama a una persona de esa manera no se pueden dar razones de ello. Solamente se ama y punto. 
Es tan difícil escribir cuando a la persona que se le dirige es lo que más he amado en la vida, pero también es a quien más he lastimado. Trataré de ser “coherente” en ésta última carta y expondré los motivos, sentimientos, pensamientos  que me llevan a hacerlo. No tengo intención alguna de recriminarte, nada mucho menos de pedirte algo, no tengo derecho. Lo hago porque por un lado necesito expresarte lo que siento ya que no puedo hacerlo de forma personal y que tú no me dejas. Estas en toda la libertad de no contestarme pero por favor léela completa.
Cuando voy a dormir todas las noches  y cierro los ojos no puedo quitarme tu mirada de mi pensamiento, aquella mirada inocente, hermosa, brillante que tenias la primera vez que te vi en la facultad, apenas habías entrado a la universidad y pienso tenias metas, ilusiones, deseos  entre tantas cosas por hacer. Estabas reunida con los compañeros de aquellas épocas de los cuales no recuerdo sus nombres, pero ahí estabas tú fumando un cigarro con aquella despreocupación  que te hace tan única. El humo se disolvía junto con aquellas risas espontáneas de chistes sin sentido pero que se hacen sin pensar.
Lo que sí me acuerdo bien, llevabas una playera negra de los Ramones, pantalón de mezclilla y esos zapatitos rojos panam que tanto adoras. ¡Te veías tan linda!, te juro que me emocioné  al verte y saber que estabas en la carrera; ¡te tenía que conocer! La suerte estaba de mi lado, en esa época Fernando era mi inquilino en la casa y fue por él que empezamos a salir, la primera salida en grupo fue a un café en el centro, al finalizar la reunión amablemente me ofrecí para llevarlos a todos para conversar y conocernos mejor, así fue la primera vez que te vi. Aunque ese día conversamos poco al  final me ofrecí a llevarlos a su parada, así que  te dejamos en Los Sauces y fue ahí donde me atreví a pedirte tu  número telefónico, el cual muy amablemente me lo diste, después supe que te había caído bien y me lo diste porque pensante que era una buena persona. También después te sorprendió qué te hubiese enviado mensaje para preguntarte si habías llegado bien a tu casa, eso me lo confesaste mucho tiempo después, cuando éramos novios y teníamos esas platicas interminables.
Los días pasaron y me animé a invitarte a comer pizza en los lagos, jeje, yo estaba emocionado aunque tu parecías algo normal en cuanto tu actitud, nos veías como buenas personas hasta tal vez como posibles amigos. Esas salidas precedieron a muchas más, pero ya íbamos tú y yo solos, eso me gustaba, fue en ese café del centro  que te dije mientras yo viva no te va a faltar nada, me acuerdo que pusiste una cara de susto y risa, no lo tomaste en serio viniendo de mí, ya que era muy bromista. Aunque te lo dije tan enserio ese día que creo no funciono porque me reí y tú hiciste lo mismo. Fue después de una de esas salidas al mismo café de siempre que una noche de lluvia como esta te dije lo que sentía, tartamudee, me enrede en mis ideas pero te confesé que me gustabas y te hice la pregunta  más difícil para mí en ese momento: ¿quieres ser mi novia?, estábamos en la camioneta sentados  ahí solos, tú y yo, la lluvia, la noche, el silencio… me respondiste  sí, luego.. no, después, no sé, te juro que sentí tan extraño ese día y yo solo le hice caso al , tomando como que deberás habías aceptado. Te dejé en tu casa en Coatepec y ya era tarde por lo cual estabas preocupada porque tu mama te estaba localizando, cuando te ibas a bajar te pedí un beso y un abrazo, te negaste, a lo cual me sorprendí y me quedé pensando en ti, en el beso, en el abrazo, y me fui hasta mi casa con una emoción muy extraña, pero feliz. ¡Ya éramos novios!, aunque claro no me lo habías expresado con un beso.
Al otro día, la facultad parecía un día normal. Gente por aquí y por allá, salones, bulla, pero yo estaba feliz, te había comprado una paleta payaso para dártela como una forma de expresarte mi cariño, ese día estabas con la bolita de compañeros enfrente del salón donde regularmente tomabas clases, me acerque a ti, te extendí la mano y te di la paleta, tu pusiste una cara de extrañeza y felicidad tan rara, después me confesarías que me ibas a cortar porque no estabas segura de querer una relación sentimental seria con alguien, pero no pudiste porque la paletita me ayudó.  Y así fue como empezó la relación que tuvimos por esos dos hermosos años, tu vida, mi vida, la nuestra, sin saber lo que iba a pasar.
¿Te acuerdas que nos reíamos por todo? Que nos sentíamos tan felices, éramos tan felices, tan sonrientes, tan libres, tan inocentes. Me fui ganando tu confianza, después tu cariño y lo más importante tu amor. Yo sé que a nadie le has dicho que lo amas y no sabes cuánto atesoro aquellas palabras tuyas cuando me dijiste afuera de tu casa, “te amo”, yo sé que ahora puede parecer inútil esto o trivial, pero nunca me habían dicho eso (en una relación sentimental formal, porque bien sabes que nunca había tenido una relación formal y que tú fuiste la primer persona por la que me esforcé en serio, y ya no pienso esforzarme por nadie) y tampoco había sentido algo tan bonito, especial y hermoso como esas palabras dichas por tus labios, “te amo, te amo, te amo” ¡que feliz era yo y no  lo sabía! , sólo me queda decirte como la canción de Javier Sólis que se llama “Gracias”, eso precisamente:¡Gracias!
El primer año pasó rápido. La felicidad nos invadía, me sentía en los cuernos de la luna, nada podía acabar con eso y así les parecía a todos aunque uno que otro envidioso pudiera haber dicho u hecho algo para hacernos enojar, no veíamos más que a nosotros mismos, yo te veía a ti solamente, tu a mi solamente, compartíamos un mundo en donde los demás no estaban invitados ni importaba. Los primeros besos que me diste fueron magníficos, ahora cierro los ojos y solamente me queda el recuerdo de aquellos besos sinceros, tal vez los únicos en mi vida, ricos con sabor a dulce siempre, amaba  eso de ti, tu sabor a dulce, tu aroma a dulce, tu sonrisa a dulce, tus ojos brillantes  que radiaban felicidad, amaba todo eso de ti, me hacías feliz, tu alegría me contagiaba haciéndome querer más de ti, leí que cuando  te gusta alguien por su físico, es deseo, cuando te gusta por su dinero es interés, pero cuando te gusta y no sabes decir el porqué, es amor. Eso es lo que sentía  al verte todos los días, amor.
Ese amor se expresaba de una manera bonita, yo buscaba de sorprenderte todos los días deberás que me esforzaba por hacerte feliz sacándote una sonrisa todos los días. Detalles, dulces, idas a comer a lugares bonitos, arreglarme bien, decirte palabras bonitas, mensajes, correos, etc. Todo para ti, me esforzaba tanto por demostrarte todo eso que me nacía. ¿Te acuerdas que platicamos muchas veces sobre eso? Te dije muchas veces que en mi vida solo había tenido tres novias, una en la primaria, que no era propiamente novia porque sólo eran cartitas. La de secundaria, que duró muy poco pues yo salí de la secundaria y entre a la prepa, por lo cual no duramos más que dos meses. Y la de preparatoria, aquella chica de acento extraño.
Pero contigo era diferente, te tomaba muy en serio, me esforzaba por demostrarte el amor que sentía por ti, por hacerte saber que te quería, que lo supieras. Creo lo logré, fueron muchas cosas y un día me dijiste, “pachurro creo que te quiero”, ese día me puse tan feliz que en todo el día no pude pensar en otra cosa que sólo eso “creo que te quiero”. Un día, estábamos en la casa flojeando, ¿te acuerdas cuando lo hacíamos?, tirados en la cama en ropa interior y yo te dije “¿y si nos casamos?”, tu volteaste y contéstate “sí, vamos a casarnos”. Así fue que nos pusimos a ahorrar dinero para casarnos por el civil. Hicimos una comida pequeña  e invitamos a pocas personas, tú sabes bien quién. ¡Ya éramos maridos, casados! Ese día te lo puedo jurar por la memoria de mis ancestros que fue el más feliz de mi vida, ¡éramos esposos!  Y también me acuerdo que estabas nerviosa porque íbamos a pasar nuestra primera noche de esposos juntos y lo que conlleva eso, tener sexo. Ya  antes habíamos tenido encuentros eróticos, ¿te acuerdas de eso también? Aquella camioneta era nuestra nidito de amor esas noches de frio. No habíamos llegado más que a los besos y caricias apasionadas, yo antes ya me había dado cuenta de que no habías tenido relaciones sexuales. Un día cuando la pasión se desbordó y el paso siguiente era inevitable me dijiste “soy virgen”, esa vez regresábamos de la fiesta de disfraces de Violeta, te quedaste en la casa, esa noche no pasó nada íntimo entre los dos aunque la pasión estaba muy elevada, te respeté, nos dormimos juntos, abrazados y calientitos. Extraño tanto eso, abrazarte y sentirte entre mis brazos, ahora solo tengo una almohada para abrazar. Lo que me recuerda a la canción de José José llamada precisamente “almohada”. Ahora cobra más sentido esa canción.
Pasó el tiempo y llevábamos casados casi un año. Estábamos felices.  Por ese tiempo yo cometí un error para contigo, no sabes cuánto me arrepiento de haberlo hecho, sé que te sentiste traicionada, decepcionada de mí, frustrada y no sé que habrás pensado pero aun así me perdonaste lo que me prueba que me amabas demasiado y en verdad querías que funcionara esto, eras tan inocente y yo tan estúpido que no pude ver el gran amor que me tenías. Ahora lo sé, me arrepiento demasiado por ello pero no puedo cambiar nada del pasado aunque me queda de lección, jamás traiciones a una mujer, mas si es la que te ama sin medida, pero la experiencia se consigue cuando ya no se necesita, eso me pasa a mí, tengo experiencia pero ya no te tengo a ti.
Creo que a partir de eso ya no confiabas en mí tan ciegamente como al principio. Siento que paso como el jarrón que se cae y rompe, aunque las piezas se puedan unir ya no queda igual, lo mismo nos paso y todo por mi culpa. Lo siento y te pido perdón de la manera más sincera. PERDON, PERDON, PERDON. Después de eso seguimos nuestra relación de esposos, hacíamos cosas de maridos, ir al súper, a comer por ahí, a uno que otro congreso ¿te acuerdas de esos? Pero seguíamos sin tener sexo. Yo entendía eso de ti, tu miedo al sexo. Esperé por ello más de un año y medio, lo sabes bien. Y ahora pensándolo creo que mi manera de lidiar con eso fue tratar de buscarlo por otro lado, aunque la verdad sin fruto alguno, hasta para eso soy algo tonto. Fue por eso las discusiones que tuvimos, sexo, sexo, sexo, todo era eso para mí, no sabía que estaba mal, yo sólo quería sexo. Pero si que ese tiempo sufrí por ello, aunque no estaba preparado para  abstenerme tanto tiempo a no tener sexo. Ahora sé, y es una de las cosas que he aprendido con el budismo que el sexo es bueno pero no hay que abusar de ello, se tiene que tener una mente en blanco, vivir el presente dándote cuenta de lo que tienes y dar gracias a ello, lo que buscas es equilibrar tu mente y cuerpo, y obviamente en ese tiempo no estaba equilibrado. Lo siento porque te hice sufrir mucho con ello.
Después un día después de mucho practicar e intentar estar juntos sexualmente, lo hicimos. Recuerdo  muy bien ese día, estábamos en la cama besándonos, nos pusimos muy pasionales y empezamos a hacer lo de siempre, yo te acariciaba lentamente, sentía tu piel y tu aroma me volvía loco, tus ojos cambiaban, tu pelo se sentía tan suave, tu sexo desprendía ese olor tan singular que tienes que  hacia excitarme demasiado. Y de pronto estábamos unidos uno al otro, tu cuerpo se acoplaba muy bien con el mío y así nos movíamos a un compas muy suave, lento, sabroso, que fue tan hermosa esa primera vez, me dejaste entrar en ti, en tu ser. Sabes que no es porque haya sido el primero en tener sexo contigo, sino que haya sido al hombre que le hayas demostrado el amor de esa manera, me queda decirte ¡gracias!, con nada puedo pagarte ese momento tan lindo que tuvimos tu y yo, tan nuestro, tan magnífico que es otro de los grandes recuerdos que guardare en mi memoria y sé que tú también lo guardas. Te amo. Yo sé y conozco a  Adriana y sé lo orgullosa que es, especial, delicada, etc., pero sé también que me amaste mucho y no a cualquiera ni por nada del mundo, hubieses aceptado  hacer lo que ese día hicimos, el amor. Porque no fue sexo. Y eso cuenta mucho para mí, y me dice mucho porque sé que me amaste en demasía aunque por ese amor, estemos sufriendo los dos.
Después de aquella noche hacíamos el amor en todos lados, en la cama, en el baño con agua calientita, en la sala, en la cocina, en el coche,  en donde fuera, no había lugar en el que no podíamos hacerlo. ¿Te acuerdas? Que bonitos momentos y no sólo por el sexo sino por el amor que nos teníamos demostrándolo de esa manera. Y fue también una de esas razones, por mi culpa nuevamente que tuvimos problemas, yo quería mas y mas sexo, todo y siempre tenía ganas de sexo, lo siento me deje llevar por la lujuria. Eso te molestaba mucho a ti que después me rechazabas de una manera muy fea. Entiendo ahora todo eso. El camino a la liberación dice Buda esta en dejarse de las cosas mundanas logrando la armonía de la mente y el cuerpo, es lo que trato de hacer hoy día a día, no dejarme llevar por mi cuerpo para estar en un estado de armonía plena tanto conmigo como con la realidad que vivo día a día.
Después de eso, empezaron los problemas con nosotros. En serio que nunca pensé que fuera a pasarnos lo que nos pasó. Empezó el odio a nacer entre los dos, a hacernos cosas que le molestaban al otro, a dañarnos uno al otro ¿por qué nos paso eso? ¿Cuándo empezó todo? Realmente no me acuerdo y me duele mucho saber ahora que nos hicimos tanto daño. Peleábamos por lo más mínimo, si me hablabas mal o te hacia una cara yo, o si no me gustaba que llegaras tarde o si cambiábamos los planes, el pretexto era lo de menos. Creo, me empezaste a odiar y no sé  cuando pasamos de amor total al odio. ¿Tú lo sabes?
En eso llego  el embarazo de los dos. Íbamos a tener un hijo, ese día había empezado mis clases y tú me mandaste un mensaje diciéndome que te sentías mal, que te dolía el abdomen. Te llevaron al hospital y no sé lo que pasó y pasaste en esos días, nunca me lo contaste. Yo estaba preocupado por ti, ese día fui a mi clase en la escuela y por la tarde fui a la facultad a clases, no tuve noticias de ti todo el día, sólo el mensaje aquel donde me decías que estabas embarazada y tenias miedo.  Yo también estaba nervioso y tenía miedo, sabía bien que tú no querías un hijo y que tus papas iban a estar enojados por ello, aun así yo quería salir adelante contigo, quería tener el hijo contigo, pensaba en su nombre ¿te acuerdas también que muchas veces hablamos de cuál sería el nombre? De trabajar duro para ti, para nuestro hijo. Estaba tan ilusionado porque íbamos a tener un hijo, tal vez no de la manera que hubiésemos planeado pero ahí estábamos los dos metidos en el asunto de la natalidad.
Saliendo de las clases  te marqué a tu celular sin respuesta alguna, mandé mensajes y ya estaba desesperado. Así que fui a buscarte al hospital de Coatepec, yo pensé ahí estabas, entré y pregunté me dijeron que ahí no había nada y me fuera al hospital del centro,  eso hice. Ya era de noche, la diez tal vez, fui a buscarte por todo el hospital pues era la primera vez que entraba ahí, es muy grande. Entre a urgencias pregunté por ti, me dieron razón que habías ingresado pero que ya no estabas ahí sino que te habían llevado a operación, te juro que cuando oí la palabra “operación”, me sentí desvanecer, me puse mal  y nervioso, pensé ¿Qué le pasó? ¿Estará bien? ¿Qué tendrá nuestro hijo?, preocupado fui a preguntar a la policía que cuidaba el edificio para ingresar, le di tu nombre y me dijo que efectivamente estabas ahí, pero en recuperación. Me sentí un poco aliviado pero aun preocupado, pedí verte pero no me dejaron porque estabas en la sala de embarazadas, por lo que no podía verte. Me dijo que si quería podía hablar con el familiar, así fue que le hablaron a tu mamá. Ahí estaba yo esperando abajo, enfrente del elevador, cuando por fin se abrió y salió tu mama, me sentí muy espantado, no sabía que decirle y ella también se veía desconcertada pues no esperaba verme ahí, menos al desgraciado, pienso que ella pensó eso, que embarazo a su hija y por el cual casi se muere. Me acerqué a ella, le pregunte por ti, ella con un aire frio y serio me dijo “tuvo un embarazo ectópico, la operaron y le quitaron una trompa”, yo me quedé estupefacto no sabía qué era eso de  “embarazo ectópico”, le dije que venía a apoyar y que iba a hacer lo que dijera. Me dijo que me fuera, que no me quería ver ahí. Esa noche llegué a la casa llorando y me fui a dormir pensando en ti, en cómo estarías, en qué te ibas a morir, en que era mi culpa de cierta forma que eso pasara. No sabes cuánto sufrí esos días. Pasaron muchos días y no pude hablar contigo, hasta que me llego esos mensajes tuyos donde decías que estabas bien, pero yo sabía que no era así, sólo lo decías para hacerte la fuerte y no me preocupara. Después, fue que pudimos hablar por teléfono y me dijiste que estabas bien pero que ya no podíamos seguir juntos, que me olvidara de ti, que yo quería otra cosa, que quería hijos y tu no, que no éramos compatibles, que no podíamos estar juntos y no sé que más, yo lloré mucho por esas palabras que me dijiste, te rogué, suplique y tu seguías en tu plan de NO. ¿Puedes decirme la verdadera razón? Te lo pido de favor. Así pasaron largos meses hasta que te pude ver en la facultad. Yo estaba emocionado ese día, te iba a ver, te quería abrazar, besar, acariciarte, pero la reacción tuya fue otra, seriedad, indiferencia ante mi llanto, parecía que eras otra Adriana, nunca entendí por qué. Nunca me dijiste bien y exactamente qué paso en el hospital, ¿Qué te hizo pensar? ¿Por qué el cambio de actitud tuya hacia mí?
Me acuerdo que me regresaste las cosas que te había dado. Pero me diste un muñequito que tú hiciste, ¿te acuerdas? Fue un pandita. Me dijiste que eras tú, que era como una parte de ti la que siempre me acompañaría y que me iba a cuidar, yo lloré ese día en el pasillo que va a la biblioteca, me miraban los que pasaban pero no me importaba, sólo lloraba. Me dijiste “esa soy yo y es para que recuerdes que tienes una parte de mí” Y sabes, ahí está pandita (tú) en mi cuarto junto a Whisky ¿te acuerdas de él? El tigre que me regalaste un día, me regalaste un peluche y lo adoro como no tienes idea, siempre que me levanto están ahí juntos en la repisa de los libros, “Whisky y Pandita”, me recuerdan tanto a ti, a la persona que más amo en la vida, por la cual hice muchas estupideces, tantas locuras y por la cual fui tan feliz un tiempo que no volverá, ahí están viéndome  y haciendo cada día que recuerde lo que eres, la persona que más quiero y amo en la vida, tuve que perderte para siempre para saber que había encontrado a la persona con quien tenía que compartir mi vida, hacernos viejitos (¿te acuerdas que me decías eso en tus cartitas?, que me amabas demasiado y querías envejecer junto a mí, que tiempos aquellos y que cartas tan hermosas, aun las tengo y las leo de vez en cuando).
 No sabes cuánto me duele saber que ya no se podrá hacer eso de  envejecer juntos, compartir la vida, amarnos el uno al otro y tener hijos, eso me duele mucho y no puedo  hacer nada para cambiarlo, puesto que ahora ni si quiera puedo acercarme tantito a ti sin que te cause desprecio, rencor, odio y otras cosas más. Me duele tanto, me siento tan vacio, triste, derrotado, acabado, sin esperanzas ni  ganas de nada. Nada, nada... todo me da igual, al perder tu amor, tu vida, a ti, he perdido gran parte de mi vida, sólo me queda una foto  y ahora sólo me queda pandita, un peluche y tus fotos.
            Es tan difícil vivir cuando ya no tienes amor, ni ilusiones, ni nada por lo cual luchar. ¿Qué hacer me pregunto? No lo sé, ahora sólo vivo día a día, aunque me ayuda un poco el budismo, hacer meditación, se me pasa un rato. Siempre pienso en lo que pasó, lo estúpido que fui al hacerte lo que te hice, razón por la cual me odies tanto, y que ahora ni siquiera merezca un segundo de tu tiempo, ni de tu mirada. Y te cuento esto porque como te dije al principio es una forma de explicarte lo que siento, aunque sé que no tienes el porque responderme, ni porque hacerme caso, siento que te estoy hablando, aunque sé que no estás ahí para verte, para tocarte, para olerte, siento que al decirte estas palabras me ayuda un poco a sopesar mi miserable vida que  ahora tengo. Esto no tiene intención alguna de conmoverte, de sentir pena o lastima por mí, te lo digo porque eres la única persona en el mundo en quien puedo confiar, decírselo sin que me juzgue o me mire feo, puesto que lo que pasa y paso fue entre nosotros dos y nadie más lo sabe. A nadie le he dicho como me siento, lo que pienso, lo que eres en mi vida, sólo tú sabe más cosas de mí que nadie en mi vida. Así como yo también sé muchas cosas de ti, que no saben ni tus papas. Es por eso.
Y aunque espero de verdad que encuentres  a una persona que en verdad te valore, te digo que siento un poco de envidia por él. Aunque Buda dice que los sentimientos malos, arraigos y todo lo material no debe ser objeto de nuestra atención, ¡pero que difícil es hacer eso! De todo corazón, hoy sólo quería pedirte sincero y verdadero perdón por todas las acciones malas que hice para contigo,  aquellas que voluntaria e involuntariamente te causaron un daño.  Fíjate que era solamente eso lo que quería.
Con todo el amor que tengo en mi todavía hacia ti te digo (y sin pretensiones):espero realmente que concluyas tus metas satisfactoriamente, que seas muy feliz con tu familia, en tu casa, con tu perro Rufino, con tus amigos, en fin que todo te traiga alegría, felicidad, abundancia, plenitud y la mejor vida posible, aunque yo sé que tienes mucha pero mucha buena energía, no está de más desearte un poco. Y que si algún día otra persona tiene la dicha de que le des una oportunidad para entablar una relación seria, que te dé el amor que te mereces, que te dé cariño sin medida, que te respete mucho, que sea atento, que sepa tus gustos y aversiones por las frutas, que este atento a tu sonrisa, que vea que tienes una mirada bonita  que tristemente yo hice llorar, que pueda disfrutar del amor y el sexo como alguna vez lo pude hacer yo, que realmente sienta que lo amas como me hiciste sentir a mí un día, de esos que solamente me quedan en el recuerdo, que todo  sean cosas positivas para ti.
Es por eso que he decidido desaparecer de tu vida (más no sé si podré dejar de pensar en ti), no sabrás ya nada más de mí, me abstendré de llamarte, de enviarte mensajes al celular y correos. Y como  ya no sabrás nada más de mi me queda decirte, ¡feliz cumpleaños por adelantado! Siempre en tú día de cumpleaños habrá una persona, yo, que pensará que ese día es muy especial para mí como para ti, que te deseara todos los años ese día, UN FELIZ CUMPLEAÑOS y aunque no esté ahí físicamente, sabes que te enviaré mis mejores deseos siempre, a la distancia me imaginaré un abrazo calientito y un beso en la mejilla. También te deseo la mejor ¡FELIZ NAVIDAD!, que recibas muchos regalos siempre, que te vistas de rojo y te den chocolatito caliente con unas ricas choquis de colores, y así también ¡UN FELIZ AÑO NUEVO!, que todos los años que sean AÑOS NUEVOS, traigan lo mejor para ti y tu familia, piensa que cuando comas las uvas (claro que tu comes chetitos) estaré pensando en ti y deseándote lo mejor de lo mejor para tu año nuevo. Y aunque no me hables o felicites el día de mi cumpleaños, pensaré en todas las  veces que lo hiciste tu siempre y nadie más que tú siempre primero, y ahora que pasé mi primera navidad, cumpleaños, año nuevo sin ti, lo sentí mucho y en vez de ser el día más feliz del año, fue el más triste porque no estabas tú presente con un mensaje de felicitación. Te agradezco por los mensajes de amor que me hiciste y que no valoré. Pero ya ni llorar es bueno, merecido lo tengo todo. También todos los días 7 del mes estaré pensando en aquella época en que cumplíamos un mes más de aniversario de bodas, ese día siempre estará en mi mente por siempre, el día 7 de todos los meses.
¿Ahora entiendes cuando te dije “mientras yo viva no te va a faltar nada”?