sábado, 11 de mayo de 2019

La leyenda del Botudo


 Fernando Hernández Flores*

En un lugar muy lejano del Totonacapan, escondido entre la serranía, rodeado por la medianía de las montañas, en la comunidad de Kachikín se pasean dos arroyuelos. Es la década de los 80´, del siglo XX. Apenas se observan unas cuantas casas.

Hace unos años, el maestro de la escuela primaria rural se trajo a su familia a vivir a éste pueblo. A un costado de su hogar, se forma una corriente de agua cuando llueve. La carretera, que es de terracería, se encuentra a unos pasos. Desde su casa se observa una cuneta oscura, seca y siniestra, sobre todo en la época de la guayaba. Así se acostumbra a decirle a los calores del mes de mayo.

En Kachikín, si acaso dos familias son las que cuentan con televisión blanco y negro es demasiado. Para tener luz y ver los programas televisivos, recurren al uso del acumulador. La mayoría de las familias usan candiles, consistiendo en un pedazo de tela, usada como pabilo, se mete entre la tapa de una botella de vidrio y dentro de ella se le pone petróleo, que se compra en la única tienda del pueblo.

En ocasiones, el maestro invita a las niñas y los niños a ver alguna película. Dos o tres vecinos  se quedan muy de noche viendo la televisión, en la casa del maestro. Hasta se les olvida ir a cenar a sus casas, con tal de no perderse el programa que pasa en la pantalla. La oscuridad cae, son las once de la noche. No se ven las estrellas, el cielo esta nublado. La gente duerme temprano y por algunos instantes, se escucha el ladrido de los perros.

Van caminando rumbo a sus casas, los vecinos del maestro. En eso escuchan los gritos desgarradores de una persona. Es muy probable que sea por la cuneta. ¡Pide auxilio! La piel se les eriza, agitándoles el corazón y salen corriendo a sus casas. Están demasiado espantados.

El maestro escucha los gritos y se levanta, haciéndose acompañar por su hijo mayor. Van siguiendo los gritos desgarradores por la carretera. Se escuchan solo los tecolotes y aquella persona que grita desesperada. De momento llegan y ven a la persona suspendida. Al instante cae y descubren que es don Tranquilino. Notan que hasta lo borracho se le fue por el espanto. El hombre alcoholizado tiembla de miedo y exclama que alguien lo levantó por la cuneta y se lo estaba llevando. Pensó que era el mismísimo diablo.

Conforme pasan los días, se presentan las lluvias. Cuentan que en Kachikín se ha escuchado el chapalear por la carretera. A eso de la media noche o la una de la mañana. La mayoría se imaginan que es una persona con botas. Con cada paso que da, cimbra y despierta a la gente. Surge el temor entre los habitantes. Todos hablan del botudo, el fantasma que se llevaba hace unos días a Tranquilino.

El otro día, comentan que pasó por la cuneta don Crisóforo de la ranchería de Tlalocan. Esa persona señala que se encontraba borracho. De momento vio una sombra negra y cerró los ojos… Sintió fuertes escalofríos. Lo levantó esa cosa y pareciera que corría a la velocidad del viento. Cuando volvió a abrir los ojos, se dio cuenta que estaba ya en su pueblo. En Tlalocan les preocupa que un día menos esperado, Crisóforo no regrese a su casa, porque se lo haya llevado el botudo al más allá.

Una noche, doña Petra de Kachikín, dejó su ropa tendida dentro de su solar. A eso de las doce de la noche comenzó a llover. Preocupada, se levantó de su cama. Fue a la cocina, buscó los cerillos y quiso prender el candil. En dos ocasiones se le apagó inmediatamente, hasta que por fin lo pudo encender. Fue a recoger la ropa y entre el silencio…, de manera sorprendente escuchó que el botudo iba paseándose por la carretera. Se le apagó el candil y corrió a su casa. Despertó a su esposo y los dos lo percibieron.

Con el pasar de los años, la leyenda del botudo fue pasando de voz en voz, de generación en generación. No obstante, la luz llegó al pueblo de Kachikín. Algunos lo han escuchado, sobre todo cuando se acerca una tormenta y se va la luz.

En Kachikín, se recomienda no salir en las noches y menos en tiempos de lluvias porque puede aparecérseles “El Botudo”. Unos han expresado que es un alma en pena. Otros señalan que es un perro negro gigante con orejas puntiagudas y tiene unos ojos rojos como el fuego.

Por si las dudas, mejor ni tomo aguardiente ni paseo por las noches, menos me arriesgo a pasar por la cuneta encantada, porque por ahí puede aparecérsenos el famoso botudo, en aquel pueblo de Kachikín.

(*) Columnista de los martes en el Diario de Xalapa. Es coautor de los libros: “Antología Xalapa Poética” edición independiente, 2018; “Transparencia, Buen Gobierno y Combate a la Corrupción” editado por la Universidad de Xalapa, 2018; El Parlamento de Cultura. Diálogo por el arte. Memoria de un encuentro, 23 de mayo de 2016. Correo: venandiz@hotmail.com Twitter: @tepetototl

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