jueves, 12 de mayo de 2016

Editorial


Más allá de Sólo recuerdos
De literatura es posible expresar ideas infinitas, entre otras, la inmortalidad brindada a sus creadores: premia sin constituir su fin. El autor goza en mayor o menor medida de ese privilegio rompiendo barreras de tiempo y espacio, Sólo recuerdos, más allá del entorno familiar, sometida permanentemente a juicio su obra. Este pensamiento emerge ante la partida física de la escritora Aurora Ruiz Vásquez colaboradora en Tlanestli casi desde la fundación de esta revista y autora de: Lo que guarda la memoria, Armida y Marcela, Fantasías: poemas para niños, La jaula del canario, Pasado remoto, La primera nevada y otros cuentos y Sólo recuerdos. Esta obra muestra el dominio de varios géneros literarios: biografía novelada, novela corta, poesía, haykus y cuento. En Tlanestli –www.tlanestli.blogspot.com- Aurora Ruiz compartió gran cantidad de reseñas de libros producto de su crítica literaria: Frías flores de marzo.  ISMAIL karadé Albania, con su paisaje montañés de nieve (abril); POLÉMICA Y DEBATE LITERARIO SOBRE.  PRINCIPIANTES  de Rymond Carver (marzo); Idilio en un cementerio.Emilio, los  chistes y la muerte. Fabio Morábito (febrero).  
Indudablemente sus lectores extrañaremos la diversidad de la creación literaria de Aurora, preocupada en su permanente formación continua, cursando vía electrónica algunas ofertas educativas nacionales y extranjeras, incluso otras presenciales, en su propio domicilio debido a su estado de salud, asesorada por escritores locales prestigiados. Ello le permitió elevar su calidad incorporando teorías literarias, consultando obras de autores clásicos y modernos: el pensamiento de ella continuará vivo en su obra.
Y no únicamente sus lectores sentirán su ausencia física, también el mundo editorial. La escritora también fue lectora experimentada, incansable, insatisfecha y su biblioteca vasta en obras, a diferencia de otros recintos engloba  libros, sin exagerar, leídos todos por ella, clasificados e identificados, ninguno de ornato. Describir su personalidad caería inevitablemente en subjetividades, para quien no la conoció la invitación está abierta: lea su obra:

Descanse en paz 

*LO QUE GUARDA UNA MEMORIA: LITERATURA, VIDA Y ESCRITURA


Por Lucio Gómez Pazos
En recuerdo imperecedero de la maestra Aurora Ruiz Vásquez
Es un lugar común que quien escribe, en más de una ocasión, se pregunte por las razones de este acto, varios escritores e intelectuales, desde diferentes perspectivas han dado cuenta de ello; así, por ejemplo, el maestro Pablo Latapí ha dicho “yo escribo para terminar de pensar”, García Márquez, en cambio, señalaba: “escribo para que mis amigos me quieran más”, a Kafka, la escritura le permitía “sacar el monstruo mundo que llevo dentro”. Hay quien escribe por necesidad, por una cuestión catártica, “porque no sé hacer otra cosa” sentenciaba Carlos Fuentes. Las razones son múltiples y variadas, como se puede advertir.
En Lo que guarda una memoria, la maestra Aurora Ruiz Vásquez, también se pregunta por lo antes señalado y en la introducción nos dice: “De mis lecturas surge la imperiosa necesidad de escribir una carta, un relato, un cuento, un diario, una crónica o incluso una poesía donde exprese mis ideas, reflexiones, emociones, recuerdos. Vivir, recordar y contar es mi propósito al escribir […] recordar lo vivido y contarlo de la mejor manera que sea posible, apoyada en mis lecturas”. Asimismo, me parece que hay un trinomio que sirve como eje articulador de todo lo expuesto en sus memorias: literatura, vida y escritura. Quienes la conocemos sabemos que lo primero lo encontramos cuando nos señala sus preferencias literarias. Lo segundo, nos lo dice no sólo en uno de los epígrafes que presenta al inicio de sus memorias, sino a lo largo de las mismas. De qué están hechas estas sino de vida vivida (y por qué no decir  soñada e imaginada, que finalmente forman parte también de la vida). Lo tercero, la escritura, lo advertimos cuando reflexiona sobre la importancia de ésta, como en la cita antes señalada, o, parafraseando a la autora, “se escribe para dejar un testimonio a las generaciones venideras de la época que me ha tacado vivir.”
Lo que guarda una memoria no sólo es una invitación a su lectura, sino también a establecer puentes, diálogos, con otras lecturas, con otros libros, (esto también es literatura, también es escritura) por ejemplo, cuando la maestra Aurora señala: “Me tocó nacer en una época de renovación cultural en la educación y en las artes, cuando José Vasconcelos, secretario de Educación Pública, se preocupó porque la educación básica se extendiera por todas las regiones del país por más alejadas que estuvieran, cuando Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros plasmaran sus reconocidas pinturas en edificios públicos”. Cuando leo esto no puedo dejar de evocar lo que el historiador Daniel Cosío Villegas ha dicho refiriéndose al vasconcelismo: “Entonces sí que hubo ambiente evangélico para enseñar a leer y escribir al prójimo; entonces sí que se sentía en el pecho y en el corazón de cada mexicano que la acción educadora era tan apremiante como saciar la sed o matar el hambre. Entonces comenzaron las grandes pinturas murales, monumentos que aspiraban a fijar por siglos las angustias del país, sus problemas y sus esperanzas. Entonces se sentía fe en el libro, y en el libro de calidad perenne […]” (citado por Pitol, 2006).
Hay vida, hay escritura, hay literatura en Lo que guarda una memoria, pondré algunos ejemplos: Cuando la tía Zenaida hablaba de la época de la Revolución, nos dice la autora: “un día entró a su casa en forma intempestiva un soldado que huía y angustiado le dijo: ‘mamita sálvame me quieren matar’. Ella estaba sentada, lo hizo que se agachar y con sus enaguas lo cubrió totalmente. Llegaron los perseguidores, registraron la casa: ‘Yo estoy inválida y no me puedo parar. Aquí no hay nadie, pueden registrar la casa, señaló la tía’. Los soldados que, por supuesto, no necesitan ningún permiso, revolotearon todo y se fueron. Así le salvó la vida a ese desdichado”. Si uno ha leído los espléndidos relatos de Nellie Campobello, que aparecen en su libro Cartucho, de inmediato los relaciona con este hecho. Hay vida, hay escritura, hay literatura en Lo que guarda una memoria, cuando la maestra Aurora nos habla de Guido Banda, (hasta el nombre de esta persona es literario) aquél estudiante peroteño cuyo padre tenía tantos hijos que para no tener problemas con los nombres de estos decidió ponérselos por orden alfabético: Ana, Beatriz, Camila Eva, Íñigo, Julieta y Leonila; esto bien podría llamarse realismo mágico. O el caso de Conchita Vásquez, madre de la autora, quien tenía una casa de huéspedes y había ocasiones en que: “según el cliente no les cobraba, primero observaba el estado de sus zapatos y decía: ‘esta persona, seguramente, no tiene con qué pagar, no hay que cobrarle.”
Desde luego, no es que la autora se haya propuesto literaturizar sus memorias, es más ella misma siempre ha sostenido el atenerse mejor al “dato real”, al “hecho tal como ocurrió” y nos lo demuestra en la mayoría de los casos; sin embargo en el proceso mismo de la escritura, por verídica que esta quiera parecer, hay un momento en que la imaginación creadora interviene, se cuela; pero de este hecho la maestra también está consciente y lo asume a sabiendas, como, por ejemplo, cuando se impresionó al visitar años más tarde la casa en que vivió de niña: “La encontré descuidada, sucia, fea. Es mejor la que guarda la fantasía y la memoria de los años de infancia”.
Finalmente, manifiesto mis más sincero reconocimiento a la maestra Aurora Ruiz Vásquez, por ofrecernos este valioso legado y reiterar, como ya lo he dicho en el prólogo de estas memorias, que leer esta obra es como tocar a una persona, a un ser, a un alma.










*Texto leído en la presentación de Lo que guarda una memoria obra de la maestra Aurora Ruiz Vásquez.






Nuestra charla


Víctor Manuel Vásquez Gándara
Aurora
Hoy tengo la última charla frente a Ti, las diferencias: diversas, tema, el mismo: literatura. Hoy monólogo contrario a los diálogos entablados en mis visitas a tu casa, taller literario, biblioteca, aula de aprendizaje. Invariablemente charlábamos sobre autores leídos tú y yo, más tú. Llegaste a leer más de un libro semanal ofreciendo un testimonio de la posibilidad de incrementar índices de lectura en la población sólo con el propósito de hacerlo. Durante cinco años, mes a mes, abriste las puertas de tu hogar recibiéndome y entregar la edición Tlanestli en la que colaboraste asumiendo alto compromiso con tus lectores y cumpliéndoles: cuentos, reseñas de libros haycus… Así nació nuestra amistad sumándote al equipo de colaboradores. Apoyaste el proyecto, además de contribuir literariamente económicamente pagabas tu suscripción y obsequiabas alguna sólo por solidaridad. Mis visitas se hicieron más frecuentes, conociste a Irma, Víctor y Emmanuel, miembros de mi familia, acogiéndolos igual que a mí,  entablando amistad entre ustedes integrándonos a tu selecto grupo de amistades. Tu generosidad y sensibilidad propició convivir contigo con cualquier pretexto: tu cumpleaños, finalmente el semestre de tu aniversario; navidad, día de reyes, todosantos… inclinado a la creación literaria más de una ocasión realicé la reseña del convivio contagiado por tu alegría de mirar unido al grupo de amigas y gente cercana: el médico, director de Benemérita Escuela Normal Veracruzana y el profesor de literatura o computación.
En cada plática me reseñaste infinidad de ocasiones los contenidos de algún libro sugerido por Hyperion. Tu biblioteca aumentaba el volumen resguardada por ti muy celosamente.
El fin del año anterior fue estresante. Asumí parte de la responsabilidad para publicar Sólo recuerdos. Adán tu asesor de literatura y creación literaria, Martha, Blanca Isabel y Luisa unieron esfuerzos en diseño de portada e interiores, corrección de estilo e impresión y juntos compartieron el crédito que únicamente a ti correspondía como autora de la novela. Tu estado de salud preocupaba a todos creyendo no la verías publicada: por fortuna otro de tus sueños lo viste realizado y la novela se presentó exitosamente. Algo de lo compartido lo conservo en mis reseñas literarias, la mayoría forman parte de mis recuerdos que algún día también partirán acompañándome como ahora te acompañan los tuyos, tus memorias.
En este monólogo quiero decirte que las letras hoy con tu partida pierden por partida doble, como decimos los contadores: pierden una “lectora experimentada” como define a personas como tú el escritor Raúl Hernández Viveros, pero también pierde a una escritora, escritora de oficio. Leías día y noche; tus insomnios largos fueron sofocados por autores clásicos, premios nobel y otros desconocidos para las grandes mayorías no lectoras: Carlos Fuentes, Giovani Papini, Rosa Montero: ¿sí tu biblioteca hablara? Montones de libros sobre tu escritorio: pendientes de leer, pendientes de comprar; pendiente de clonar o conseguir en librerías de viejo: propios, prestados. Tu creación literaria obedecía al autocompromiso voluntario con Tlanestli y una revista editada en Veracruz. También a diferentes cursos vía electrónica a los que estabas inscrita.
Quizá si hubieses tenido la oportunidad de elegir fecha de partida habrías expresado “Nada más que pase la feria del libro por si hay algo que me interese”
Concluyo este monólogo contigo asegurando lo escuchas atenta como siempre expresando: Consciente de tu realidad, lúcida compartiste el aforismo que retrata parte de tu pensar:
“Cuando la muerte llega como final de la vejez,
se acepta, hay conformidad, es irremediable”.
Aurora Ruiz Vásquez.
Sólo recuerdos (2015)


Atenas veracruzana 25 de abril de 2016

Adiós mamá


David Hernández Ruiz
Llevas en tu féretro un libro, el último que estabas leyendo, lleva la marca donde te quedaste para que lo termines, y luego nos mandes tu reseña…
Te hiciste esencia.
Te hiciste flor.
Te hiciste viento.
Te hiciste lluvia.
Te hiciste atardecer.
Te hiciste calor.
Te hiciste perenne.
Te hiciste sueño…
Te hiciste energía amorosa
Tus libros están serenos y alegres en su estante no están tristes, porque ellos saben la realidad y tu secreto, ¿Cuál secreto es ese?
Te convertiste en uno de ellos!!
Te convertiste en historia, para ser leída y contada
Por siempre,
Por tus hijos
Por tus nietos
Por tus bisnietos
Y por todos los que vendrán…
A David
23/Abril/2016


Al maestro en su día.


La educación nacional víctima de la corrupción,La demagogia y la ineptitud

Hace unos días, nuestro actual presidente de la República declaró que “el problema más grave que enfrenta México es el de la corrupción”; fenómeno destructor que pervierte la conducta y las actitudes de las personas, daña severa e irremediablemente el funcionamiento de sus instituciones y hunde al pueblo en la desgracia, la miseria y la marginación.
Este mal social, congénito al régimen socioeconómico capitalista, originalmente endémico, se fue agravando progresivamente en los últimos cuatro decenios hasta convertirse en un padecimiento crónico y epidémico; consecuencia directa de la alineación de nuestro país con el régimen imperialista neoliberal, por obra y gracia de la clase social poseedora de los medios de producción, de cambio, de las camarillas retardatarias y explotadoras que detentan actualmente el poder económico, jurídico y político del estado mexicano.
Los periódicos, los noticieros radiofónicos y televisivos y de los demás medios de comunicación informan y dan cuenta diariamente de los actos criminales cometidos por delincuentes organizados, plagiarios, extorsionadores y narcotraficantes; así como de latrocinios, fraudes, contubernios, extorsiones, falsedades, abusos del poder, discriminaciones sociales y de género, declaraciones demagógicas, y otros delitos cometidos por políticos, funcionarios públicos, legisladores, banqueros, empresarios, comerciantes, líderes sindicales y otras personas e instituciones oficiales y privadas.
Debido a estas circunstancias adversas, los mexicanos estamos hundidos en una crisis total, motivo por el cual han tomado carta de naturaleza antivalores éticos, morales, sociales, cívicos, políticos, culturales y educacionales que se contraponen a los principios y a los ideales formativos y existenciales del tipo de mexicano que históricamente hemos deseado llegar a ser:
“un mexicano en quien la enseñanza estimule armónicamente la diversidad  de sus facultades de comprensión, de sensibilidad, de carácter, de imaginación y de creación.
Un mexicano dispuesto a la prueba moral de la democracia, entendiendo a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político , siempre perfectible, sino como un sistema de vida orientado constantemente al mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.
Un mexicano interesado ante todo en el progreso de su país, apto para percibir sus necesidades y capaz de contribuir a satisfacerlas, merced al aprovechamiento intensivo, previsor y sensato de sus recursos.
Un mexicano resuelto a alcanzar la independencia política y económica de la patria, no con meras afirmaciones verbales de patriotismo , sino con su trabajo, su energía, su competencia técnica, su espíritu de justicia y su ayuda cotidiana”.
Dr. Jaime Torres Bodet. Secretario de Educación Pública (1960-1966)
El sistema educativo federal y los de las entidades federativas están cada vez más distantes de lograr los fines de la educación consagrados en el Artículo 3° de nuestra Constitución Política y las aspiraciones legítimas de los alumnos, los padres de familia y la sociedad en general.
Comprueban esta apreciación las evidencias siguientes:
§  Las reformas introducidas al Artículo 3° Constitucional el 3 de Marzo de 1993 en favor de la privatización de la educación nacional se contraponen a los ideales, principios y conquistas del pueblo mexicano en sus luchas históricas de la Reforma Liberal de la segunda mitad del siglo XIX y la Revolución Mexicana iniciada en 1910.
§  Los actuales intentos de reformar el Art. 24 de nuestra Carta Magna, constituyen un retroceso histórico que afecta profundamente la esencia laica del estado mexicano y la del sistema educativo.
§  Después de 170 años de haberse establecido la Campaña Nacional Contra el Analfabetismo, el actual Secretario de Educación del Gobierno del Estado de Veracruz informó el 18/09/2011 que: “Aún existen en nuestra entidad federativa 650 mil adultos analfabetos”.
§  La SEP el 24/07/2011 emitió el boletín siguiente: “El 69% de los maestros que presentaron el examen nacional en el concurso de plazas para Docentes no tuvo ni siquiera la mitad de aciertos” y el 23 del mes en curso, leímos en los diarios informativos el siguiente informe oficial: “México, 22 julio (OEM-informex). La Secretaría de Educación Pública dio a conocer los resultados del Concurso Nacional para el otorgamiento de plazas docentes 2012-2013, en él concursaron 134 mil 705 personas mediante el Examen Nacional de Conocimientos, Habilidades y Competencias Docentes, donde (94440) el 70.1 por ciento de los participantes resultaron reprobados”.  
§  El informe oficial de la SEP emitido el 09/09/2011, dio a conocer que la prueba Evaluación Nacional de Logros Académicos en Centros Educativos (ENLACE 2011) reveló que en el aprovechamiento del español en el nivel de primaria, Veracruz ocupa el lugar 30 de los 32 estados de la República y el 19 en matemáticas.
§  El Dr. Juan Ramón de la Fuente, Ex Rector de la UNAM, en artículo publicado el 4/02/2011, dice: “En el Reporte Global del Foro Económico de Davos, Suiza; entre 142 países enlistados, México aparece en el lugar 107 en cuanto a calidad del Sistema Educativo.

Estos indicadores reflejan un estado trágico, caótico, corrupto, deplorable y vergonzoso. Para salir de él, es urgente la intervención inmediata, sostenida, responsable, honesta, sabia y solidaria de todos los sectores sociales de la nación mexicana; también es indispensable suprimir los slogans triunfalistas, demagógicos y de autoelogio que saturan actualmente nuestro ambiente social, a los que son proclives muchos políticos y funcionarios públicos.
La educación es un fenómeno sumamente complejo y delicado que por su enorme importancia en la existencia y en el desarrollo socioeconómico y cultural de todos los países, merece y reclama un tratamiento científico, técnico, profesional, serio y preferente.
Ojalá que todos los que estamos involucrados en el hecho educativo, retomemos y, si es posible, ampliemos el camino limpio trazado y recorrido, para bien de la Patria, por Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra, Enrique Laubscher, Carlos A. Carrillo, Juan de la Luz Enríquez, Enrique C. Rébsamen, Rafael Ramírez, Moisés Sáenz, Gabriel Lucio, Raúl Contreras Ferto, Gonzalo Aguirre Beltrán y los demás paradigmas de la educación veracruzana y nacional.








Agresiones inicuas contra el Magisterio Nacional
Detrás de la aparentemente plausible y justificada “Reforma Educativa” promovida por el gobierno federal que tomó posesión el 1° de diciembre de 2012, de las reformas y adiciones  a los artículos que sobre la educación pública contiene la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, existen nuevos ordenamientos que agreden y lesionan severamente al magisterio del país en todos sus grados y niveles.    
Efectivamente, la educación nacional está en desgracia desde hace más de 30 años. Son pruebas evidentes e incontrastables de ello los bajísimos índices de aprendizaje que obtienen los alumnos en la mayoría de las escuelas federales y estatales. Las evaluaciones del aprovechamiento escolar que se han efectuado periódicamente por organismos especializados en la materia, sitúan al sistema educativo mexicano entre los de más bajo nivel de eficiencia entre los países de América Latina.
Son muy variados y complejos los factores causales determinantes de esta situación deprimente; por el motivo, antes de tomar y aplicar medidas correctivas era lógico, necesario e indispensable haber realizado estudios exhaustivos de dichas variables; así como de los contextos económicos, sociales, culturales, psicológicos y políticos en los que tienen  lugar las acciones educacionales.
Si las instituciones oficiales y privadas, los funcionarios públicos, los sindicatos magisteriales, los legisladores, las escuelas formadoras de docentes y los demás entes rectoras, administrativas y auxiliares de este servicio hubieran participado mancomunadamente y coaligado sus voluntades, esfuerzos y saberes en la búsqueda de los medios y los recursos racionales, prácticos y efectivos para resolver esta problemática, no se hubieran tomado decisiones unilaterales y equivocadas basadas en la presunción errónea de que el magisterio es el único causante de la debacle de la educación nacional y tampoco se llegaría al extremo de promover, por todos los medios de comunicación el enfrentamiento de los padres de familia contra los profesores de sus hijos.
El mal más grave y crónico que ha ocasionado daños severos y profundos a la educación escolarizada y también la extraescolar, es la corrupción galopante existente en casi todos los ámbitos de la vida del país desde hace más de 30 años. El maridaje y el contubernio entre gobernantes y funcionarios públicos con los líderes “charros” de las organizaciones sindicales del magisterio y de otros agrupamientos de trabajadores como el de los petroleros han llegado a tales extremos que han echado  por tierra a los principios éticos y democráticos que han sido los soportes históricos de la sana convivencia y plataformas del desarrollo económico, social y cultural de los grupos humanos civilizados.
¿Cómo explicar y entender que en nuestro país una lideresa se haya proclamado “Secretaria General Vitalicia” de su organización magisterial? ¿Quiénes fueron los beneficiarios de su gestión durante los veinticuatro años de su autocracia sindical? ¿Por qué ha sido ella únicamente detenida y enjuiciada por el desvío de fondos sindicales, en tanto que sus cómplices, los dirigentes estatales permanecen intocables y continúan gozando de la protección, el apoyo y las canonjías gubernamentales en la mayoría de las entidades federativas?
Es muy alentador que los trabajadores de la educación, haciendo a un lado siglas gremiales y contando con la simpatía y el apoyo de los padres de familia, el estudiantado y los sectores conscientes y progresistas del pueblo se estén uniendo sólidamente en un frente común de lucha contra sus agresores con el fin de lograr la restauración de sus derechos laborales y el mejoramiento sistemático del servicio educativo.
¡ADELANTE COMPAÑEROS!













MI ESCUELA DE GÁLVEZ
Mi escuela, aquella escuela, no tenía
ni nombre ni linaje, y ya no existe.
Si digo que la quise, mentiría.
Fue ella quien amó a su niño triste.

Para alegrarme abría su ventana
por donde entraba el campo con su aroma;
se ponía a reír en la campana
o se echaba a volar con la paloma.

Si digo que la quise no diría
que nunca le llevé ninguna cosa,
que siempre le quite lo que tenía.

Pudo llamarse escuela de la rosa,
porque daba su flor y sonreía,
abría su ventana y era hermosa.
JOSE PEDRONI  
ESPERANZA, 21 DE OCTUBRE DE 1962







SIGUE…
Puede ser que sufras, noble amigo,
Que falte a tu tristeza una sonrisa,
Puede ser que te oculten cuando busques,
Que detengan tu paso, yendo aprisa.

Puede ser que te insulten  y calumnien,
Y te llenen de piedras el camino.
Puede ser que encuentres en tu contra
Hasta aquellos que diste pan y abrigo.

Pero sigue con fe, como si nada
Turbara tu andar en la tormenta.
Sin odios en tu alma, ama y perdona
Y levanta, muy alto, tu cabeza.

Sigue firme en tu senda, sobre ortigas,
Sin que enfermen tú ser los desengaños.
Mantente digno y fiel a tus principios,
No cedas ante el mal ni los agravios.
PROFR.ANGEL JOSÉ HERMIDA RUIZ

EL CAMINO DE LA ESPERANZA
Del maestro LUIS TIJERINA ALMAGUER
Hay en la tierra un sendero:
Camino de la Esperanza,
Dicen que no tiene fin
esa vereda tan larga.

¡Vereda tenía que ser
Para perderse en la nada!

Está sembrada de espinas
Que se clavan en el alma,
Y no hay lugar al descanso
en tan penosa jornada;

¡De espinas tenía que ser
Camino de la Esperanza!

No hay un árbol que cobije
Del caminante la espalda,
ni un mal tronco, ni una piedra,
ni un barranco, ni una falda;

¡Tan hosco tenía que ser
Camino de la Esperanza!

Hay que emprender con valor
la doliente caminata,
sólo el amor y la fe
pueden salvar la distancia;

¡Amor y fe habrían de ser,
Camino de la Esperanza!

Medio perdido en el polvo
que con su paso levanta,
se ve a lo lejos un hombre
con la vereda a la espalda.

¡Un hombre tenía que ser,
Camino de la Esperanza ¡

Lleva un libro bajo el brazo,
brújula en turbia borrasca;
su faz es alegre y quieta,
justo retrato de su alma.

¡Un libro tenía que ser
Camino de la Esperanza!

Es un maestro de la escuela
quien por la vereda canta,
los pájaros lo saludan
y  hasta la tierra se ablanda;

¡Maestro tenía que ser,
Camino de la Esperanza!

A su paso en el sendero,
encinas y cedros planta,
esperando que una sombra
detrás de su sombra salga;

Ramos y nidos y sombras
Camino de la esperanza.

Es bello y corto el sendero,
la vereda ya no es larga
y hay una alfombra de flores
para el viajero que pasa;

¡De flores tenía que ser,
Camino de la Esperanza!





 LA BENDICIÓN DEL DISCÍPULO
Carlos González Núñez
Maestro: te bendigo, por tu vida modesta
porque pones las almas de los niños de fiesta.

Porque infiltras al mundo sentimientos más puros
porque inundas en llamas los recintos oscuros,

Porque incubas los altos ideales patricios,
porque tu vida entraña perpetuos sacrificios,

Porque en tu senda amarga son escasas las flores
porque eres el hermano de todos los dolores…

Te bendigo, maestro, porque cumples el sino
de caminar sembrando por el largo camino,
tanto en el surco fértil de la tierra abonada,
como en gris desierto que no produce nada.

Maestro: te bendigo, por la inquietud tremenda
que te agobia el espíritu cuando trillas tu senda,
o por la burla insana  que destruye o mutila
la justa recompensa de una noche tranquila.

Maestro: te bendigo en nombre de los padres,
en nombre de los hijos y en nombre de las madres.

Te  bendigo de cerca, lo mismo que de lejos
en nombre de los jóvenes y en nombre de los viejos.

Desde el Norte hasta el Sur, desde el Este al Oeste
desde el nadir profundo, a la altitud celeste.

En el nombre del huérfano que carece de abrigo;
y en el nombre de  todos, maestro: ¡Te bendigo!
 

La maestra rural
Gabriel Mistral
La Maestra era pura. «Los suaves hortelanos», decía,
«de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz».

La Maestra era pobre. Su reino no es humano.
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!

La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
tal sonrisa, la insigne flor de su santidad.

¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,
largamente abrevaba sus tigres el dolor!
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!

¡Oh, labriego, cuyo hijo de su labio aprendía
el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazón en flor!

Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste
su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!

Pasó por él su fina, su delicada esteva,
abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?

Daba sombra por una selva su encina hendida
el día en que la muerte la convidó a partir.
Pensando en que su madre la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.

Y en su Dios se ha dormido, como un cojín de luna;
almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!

Como un henchido vaso, traía el alma hecha
para volcar aljófares sobre la humanidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.

Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta
púrpura de rosales de violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas, como aroma, me cuenta, las
plantas del que huella sus huesos, al pasar!




Javier Ortiz, el maestro, el amigo, el hombre


Javier Ortiz, el maestro,  el amigo, el hombre
                                                                                                          Adriana Menassé

¿Qué homenaje puede haber más extraordinario que el homenaje que nos hacen los amigos? Me siento honrada de participar en este banquete, de ser considerada también, así lo espero, una amiga de Javier Ortiz, y por lo tanto, digna de sentarme a su mesa. El homenaje que hoy se le hace a Javier Ortiz se le hace a un maestro, a un historiador, a un intelectual, a un filósofo, un militante, a un hombre de izquierda. Y todo eso no agota todavía el reconocimiento y el afecto de las páginas que componen este libro. Pues sin duda contiene todo esto, pero también algo más: se trata del homenaje a una vida, al legado de un hombre completo. Gente con la que ha caminado durante muchos años, y otros que le conocen más recientemente, quieren dar fe de su generosidad, de su pasión de conocimiento, de su esperanza de futuro, de la integridad de sus actos.
           
Se habla del maestro Javier Ortiz; del maestro que además de ser más sabio, es decir de haber leído más y tener más conocimiento, se vuelve, sin querer, un ejemplo por sus actitudes, por sus valores, por su disposición y su talante. Siempre dispuesto al diálogo, siempre generoso con su tiempo. Juan Francisco Gaspar Velasco lo expresa de la siguiente manera: “Javier en la docencia ha construido, amén de grandes amistades, un legado de admiración”. Javier no quiere ser llamado “mentor”, pero acoge a quienes se acercan a conversar, a intercambiar opiniones, a escuchar anécdotas, a “aprender a aprender”, como se dice ahora, pues beben del entusiasmo y del gusto siempre fresco del conocimiento. Lucio Gómez Pazos, a su vez, nos dice: “Javier es un gran conversador, lo cual no es poca cosa cuando pareciera que vivimos en un mundo de ensimismados y zombies”. Y añade: “Conversar a menudo con el maestro Javier Ortiz ha sido para mí una de los acontecimientos más gratos que he tenido, puesto que se está ante un indiscutible historiador cuya pasión por la filosofía de la historia es más que evidente; pero también porque es un gran educador que generosamente comparte un saber y te hace copartícipe del mismo sin ostentaciones y oropeles”.

De hecho, quién que lo conozca puede dudar de su disposición siempre afable, jovial y tan poco pagada de sí como es raro encontrar en el medio académico—o en cualquier otro. Por cierto que me vengo a enterar en estas páginas de la Honorable República de Vulgaria donde sus habitantes se encuentran con regularidad para discurrir sobre cualquier tema del más elevado al más trivial, sin eludir la chunga y, por lo que entiendo, sin hacerle ascos a las agudezas del albur. En este sentido, una de las cosas que me asombra del maestro Javier es esa capacidad que tiene de hacer ese paso fluido entre el maestro y el amigo sin sentirse amenazado por una pérdida de respeto o de autoridad. Por el contrario, Javier logra un ejercicio pleno del más noble de los oficios, que es la enseñanza, a través de una forma de relación horizontal; ejerce una práctica educativa auténticamente democrática, sin pretensión de constituirse en paradigma de nada, sino por el simple y verdadero placer de platicar, de comunicarse, de estrechar vínculos.

No en balde su anecdotario parece ser infinito. Si uno se encuentra a Javier en algún pasillo, en algún café, evento o cualquier otro lugar, puede estar seguro de contar con alguna anécdota que venga al caso, por lo general llena de humor e ingenio, o que responda a alguna intuición que ilustre el momento. En el libro, Fernando Elías Boullosa, nos platica dos de estas anécdotas, una durante cierta caminata nocturna (actividad en vías de extinción), y otra en el café, donde Javier ha hecho prácticamente una extensión de su hogar. Yo, corriendo casi siempre, presionada por la carrera de ratas (dicen en inglés) en la que estamos atrapados los profesores universitarios, sentía cierta reticencia de integrarme a la tertulia allí en el café frente a la Facultad de Humanidades donde muchas veces coincidimos. Él, tranquilo, relajado, contento, me decía: “Ándele, tómese un cafecito”. ¿Quién podía resistirse a eso? Naturalmente, me dejaba ganar por la invitación y terminábamos hablando de una y otra cosa, de filosofía, de literatura, de política. En política Javier no solamente estaba enterado de lo que pasaba en el mundo y que todos sabíamos, sino que daba la impresión de conocer los entretelones de las cosas que a los demás nos resultaban completamente oscuras. Nuestra plática se remontaba entonces a los tiempos de la militancia cuando estaba claro que la obligación de la juventud era comprometerse con la creación de una sociedad más justa.  Los tiempos habían cambiado, sin duda, pero el revolucionario Javier Ortiz había transformado su militancia política por un verdadero empeño educativo. Omar Piña apunta a esto cuando dice: “El profesor (JO) es admirado por todos, apreciado. El historiador y filósofo de la historia es de temerse; es radical y construye con exactitud. Publica de vez en cuando, lee siempre, enseña a menudo. Los veredictos que emite son precisos, tan claros como de quien vienen: un hombre que ha estudiado a fondo los gérmenes de la bondad y la maldad humana. Por lo tanto, jamás hay respuestas únicas, sino viabilidades”.

En la última Feria del Libro le dieron a Jean Meyer la medalla al Mérito Académico.  En su discurso de agradecimiento, Meyer decía que él había tenido la suerte de hacer su carrera cuando no había tantos sistemas de evaluación, no había criterios de Productividad y SNI, sino que el conocimiento y las publicaciones eran el fruto de un empeño de investigación y de hallazgos de conocimiento. Decía que antes nos burlábamos del sistema educativo norteamericano que funcionaba bajo la premisa de  “publicas o pereces”, y que ahora nosotros estábamos de lleno en esa misma lógica. Javier vio cómo se imponían las nuevas tendencias y se resistió a esas nuevas formas de enajenación. Recuerdo que me dijo un día: “Ya me voy a retirar de la Universidad”.  “¿Pero por qué?”, le pregunté yo. “Ya todo son puntitos y la presión es muy grande. No, eso no es para mí”, dijo. Y sí, se jubiló de la Universidad, pero nunca del  conocimiento, de la enseñanza, del amor al diálogo y a la discusión variada y  gozosa.  

Sin duda esto se aprecia al leer sus artículos sobre José Revueltas. Al lado de lo que nos dice del autor de El luto humano, percibimos su propia entrega y adhesión intelectual; como Revueltas, Javier hizo de la resistencia a la opresión su fuente espiritual. Los textos van desgranando la pertinaz oposición al estalinismo del gran escritor comunista; Los días terrenales fue prohibida porque el dogmatismo y el inflexible aparato del partido no admitía crítica alguna. Nos cuenta Javier que los amigos y correligionarios de Revueltas, incluido Pablo Neruda (cuya actividad política no tolera un escrutinio cercano) tacharon la obra de “un misticismo destructor que conduce a la nada y a la muerte” y a su autor de “nihilista, existencialista, corrompido y corruptor”.  Los textos de Javier Ortiz logran retratar, en unas pocas hojas, toda una época y una personalidad templada en la lucha, visionaria y no dispuesta a claudicar. Ilustro con una cita:

El ambiente intelectual y la experiencia militante alejan a Revueltas de las experiencias fáciles del marxismo ortodoxo tanto del Partido Comunista de la URSS como del de México. Por esta razón se sitúa a la intemperie de su tiempo. Desde esta situación va construyendo un marxismo fresco y consecuente frente a concepciones revolucionarias esclerotizadas. Este es el pecado cometido, por el que le obligan a quitar de la venta su novela Los días terrenales y retirar de escena su obra de teatro El cuadrante de la soledad.
A través de la obra y vida de José Revueltas nuestro homenajeado da fe de la lucha que no sólo Revueltas sino el propio Ortiz y muchos otros dieron para que el estalinismo no fuera la única realidad posible de cara al afán de construir un mundo más equitativo, más feliz.

Pero acaso sea el auténtico deseo de encuentro y el inacabable surtidor de la simpatía y el que nos da la clave de esta vida entendida como un todo; de su éxito como profesor, de la influencia tan grande que ha ejercido sobre los jóvenes que ven en él a un maestro verdadero; la clave de este libro mismo que recoge el afecto y la admiración de tantos. Marcelo Ramírez Ramírez, por ejemplo, nombra su colaboración “Elogio a un amigo”. Y no es por casualidad, pues se trata de una amistad que se prolonga ya por más de medio siglo!!! Por su lado Víctor Manuel Vázquez Gándara se refiere a él como al “hombre que hace de la amistad su estilo de vida” y da fe del apoyo que Javier le ha brindado espontánea y desinteresadamente en todo momento:

En 2012 surgió en mi mente… la inquietud de servir en calidad de Presidente de la Academia Mexicana de la Educación, A.C., Sección Veracruz. Conocer la opinión de Javier iba más allá de tener un voto importante y determinante acaso, por su calidad moral... Sin formar parte de la Junta directiva, antes y posterior a ser electo, ha coadyuvado en mi gestión junto a un reducido grupo. En decisiones controvertidas de mi función, aun sin concordar, institucionalmente inclinó su postura en mi favor.

Porque no es sólo un deseo de comunicación y diálogo el que caracteriza a Javier, sino la gran capacidad que tiene para brindarle a los demás la mirada de su honesto reconocimiento y consideración. Yo conocí a Javier a través de una amiga mutua. Javier me había hecho el honor de leer un texto mío y le había gustado, y no tardó en hacérmelo saber. Desde entonces comenzó una relación siempre cordial atravesada, como digo, por anécdotas, charlas en el café,  libros que comentábamos, otros que él había leído recientemente o me recomendaba y después casi siempre me regalaba!! Con una generosidad extraordinaria, Javier compartía literalmente las fuentes de su placer intelectual, al grado que ya me apenaba no poder corresponder y refrendarle mi gratitud a este amigo magnánimo. Es, así,  un gran gusto para mí participar de este homenaje y colaborar con mi admiración, mi  reconocimiento sincero y mi afecto a la fiesta que hoy se hace en su honor.

No me queda más que darle la bienvenida a este pequeño volumen y mi más sentida felicitación a Javier Ortiz por los logros de una vida de maestro y aprendiente, de intelectual y hombre de acción. No menos, sino siempre más, a Javier Ortiz por una vida de compromiso vital y curiosidad intelectual alegre, por su generosidad y sencillez sin pretensión, ésa que hoy inspira estas páginas. Termino sin más con las palabras de Mario Alberto González Serrano cuando dice: “No es posible discurrir a Javier en palabras, nos asaltan miles de limitantes y, aun sin ellas, es loable reconocer lo que al lenguaje le falta para apresar en unas cuantas cuartillas el impacto generado durante toda una vida”. Muchísimas felicidades, Maestro Javier.