miércoles, 28 de febrero de 2018

Cuanta nostalgia


                     Mario Millán Soto


                     Como amamantando y meciendo la cuna
                     Cuelgan las mamas sobre la masa
                     La nutren de amor a cada payanada
                    
Haciendo pan para la casa
                     Acepta el vaivén del metlapil
La piedra ennoblecida en el metate
                     Acompañada del machiwil

Al nixtamal lo va amasando
                     El Martajo poco a poco                   
                     Para ir al disco rojo

Con tres patas y una mano
                     El factor de la tahona
Con el rostro ruboroso por calor
La molendera de brazo robusto y gordo

Me tiende una tortilla esponjada
De humeante y delicioso sabor
Al verle untada de mole
Salsa o desecado mar

El movimiento sensual de la cocina
Es el himeneo femenino de la reyna
La hechicera más noble de la vida
Que me obsequia mariposas nacidas de aplausos
Aquellas que me hace gordaadicto


 Xalapa Veracruz enero de 2017

Replicando la Poesía romántica de XIX


¡Ah, era eso!



Angélica López Trujillo

Todo era movimiento en la casa de Silvino: Cazuelas que se descolgaban de los clavos grandes que las sostenían, ollas grandes y ventrudas, en cuyo interior hervían a borbollones los más grandes y gordos pollos.
Las mujeres iban y venían en la cocina desvenando el chile mulato para el mole y el arroz para el puchero, mientras otra moliendo en el metate las especias: plátanos fritos, cacahuates, galletas, almendras, pasitas, chocolate. Todo se impregnaba de olores exquisitos. La casa parecía reír, con el chirriar de las cazuelas.
En el patio se podaban los arboles verdes y lustrosos de los truenos.
El floripondio rosado se mecía al ritmo del viento semejando bellas campanas y los pájaros armaban su alharaca en las copas más altas del chirimoyo y el aguacate que ya prometía la fruta exquisita. Las gallinas y los gansos se correteaban disputándose una lombriz o una gallina ciega.
Silvino jugaba con sus canicas de barro, cuando irrumpió la abuela, como una ráfaga en el patio, tropezando con el niño que cayó de espaldas. 
Furiosa lo increpó -¡mocoso impertinente, eres un estorbo, por poquito me tiras! el niño la vio con miedo y asombro.
Aún no digería por completo la actitud de la abuela, cuando sintió nuevamente el atropello de la tía Magenta quien le reprendió –no estorbes chamaco que vas a tirar el tortillero con las tortillas calientitas.
Escuchó la voz enérgica de la abuela dando órdenes: Tarcilo avísale al maestro que deje libre el dormitorio y se pase al cuarto que está junto a la cocina, porque hoy lo ocupará el sagrado sacerdote, y también hay que cambiar las sábanas por las blancas que están bordadas.
Tímidamente el niño preguntó -¿ya no dormirá el profesor en el dormitorio que era exclusivo para él?
Su tía Magenta fue lacónica con su respuesta -¡no! y ya no preguntes más que nos quitas el tiempo.
Silvino miró a Magenta con los ojos impregnados en lágrimas e inclinando la cabeza escondió su tristeza.
Su madre pasó a su lado con una olla de chocolate espumoso, al verlo tan triste le preguntó -¿por qué estas llorando mi niño? El niño contestó -¿por qué corrieron al profesor del dormitorio? –sólo dormirá en el lugar que se le asignó unos días, porque ocupará el dormitorio el santo padrecito que mañana llegará a nuestra casa. Todo el pueblo estará de fiesta y bautizará y confirmará a los niños.
Confundido, preguntó -¿Qué es un Sagrado Padrecito? – la madre sonriendo le dijo –es algo muy hermoso que está muy cerca de Dios.
-¡No comprendo mami! -¡ya lo entenderás mijo cuando lo conozcas! Lo recibirás con un ramo de flores.
Llegó el nuevo día. El niño todo vestido de blanco, fue al encuentro del Sagrado Padrecito. Las mujeres portaban velos en la cabeza y grandes ramos de flores y los hombres cirios gruesos en las manos rudas y callosas por las labores del campo.
Todas las voces anunciaban cantos místicos.
Las jóvenes iban regando pétalos de rosas por el camino, de pronto se escucharon los estruendos de los cohetes y el griterío de muchos niños -¡ya viene el Sagrado Padrecito! Las mujeres lloraban de alegría y el niño se moría de curiosidad. El Sagrado Padrecito se asomó por entre lomas llenas de nopaleras y tunas. Venía montado en un burro con collares de flores. El niño lo vio bajarse del jumento y subirse en unas andas que cargaban con mucho esfuerzo algunos campesinos ¡y no era para menos, el padrecito parecía un globo con chapas en la cara mofletuda y la gente se inclinaba para recibir las bendiciones del prelado!
El niño miró displicente a aquel hombre que para nada lo asombró y se limitó a decir
¡Ah era eso!


El hombre de los hongos, una narración ambigua y extraña



GALINDO, Sergio (1973) El hombre de los hongos México: Universidad Veracruzana
                                                                                   Aurora Ruiz Vásquez
El hombre de los hongos, es una enigmática noveleta, donde su autor, Sergio Galindo,  veracruzano muy querido y admirado, originario de Xalapa, Veracruz (1926-1993). juega con la fantasía de un caso extraño. Nos relata la vida de una familia de hacendados que vivían en un paraje que podría ser cualquiera de los típicamente nuestros.  El libro de escasas noventa y un páginas, está hábilmente prologado por José Miguel Sardiñas.
Sergio Galindo empezó su vida literaria muy joven, abarcando cuatro libros de cuentos y nueve novelas, varias de ellas traducidas al inglés, al polaco, al francés y al alemán. Se ha considerado uno de los narradores más interesantes de la literatura nacional. Entre sus obras podemos apuntar: Máquina  vacía, Polvos de arroz, La justicia de enero, La comparsa, Nudo y otras más.
Se habla de una familia formada por Everardo, el padre y Elvira la madre con tres hijos: Emma, Sebastián y Lucila. La protagonista y narradora en primera persona es Emma. El recién llegado Gaspar, es un personaje que cobra gran importancia en la trama del relato que se estructura en 31 breves  capítulos, con ilustraciones  que hacen ágil la lectura.
Everardo tiene una mascota, como si fuera un gatito, un leopardo al que llamaban Toy, un capricho peligroso del señor al que todos evadían. Emma anuncia a sus hermanos Sebastián y Lucila, todavía niños, que su padre regresa de una cacería, con un niño desnudo envuelto en una capa, al que llama Gaspar, como el rey mago y se lo regala, “cuya mera presencia trastorna la vida de la familia, que más que acogerlo, lo recoge como un pariente pobre”. Su encuentro por Everardo fue algo maravilloso; se  describe una luz que “no parecía proceder del sol” en un ambiente misterioso y bello donde en ese lugar pantanoso crece toda  variedad de hongos como joyas preciosas;  un paisaje encantado, mágico; allí se encontraba Gaspar esperando que lo encontraran, algo inverosímil, maravilloso ¿quién era? ¿de dónde venía? . Se describe,  ”primero hay una brecha, después, una barranca extraña”… El arribo de Gaspar coincide con la muerte del primer hombre de los hongos; ellos se encargaban de probar los hogos antes que sus patrones. Si eran venenosos, morían dejando a sus familias el dinero que habían recibido por su sacrificio. El hecho era tan natural que no se calificaba como crueldad, sino como “un rito brutal.” insignificante.
Se observa en la lectura de la obra que hay cierta ambigüedad, no se aclaran los hechos, quedan cabos sueltos para el lector y una tensión permanente que hace la lectura interesante hasta el final. La muerte de Elvira se deduce que fue causada por el leopardo, pero no queda claro y el amor de Gaspar hacia Emma no se manifiesta, pero sí que Elvira busca la proximidad de Gaspar. Sebastián es alejado de la familia cuando quiso disparar a Toy un día en que lo desencadenó Everardo.  Elvira “acosaba a Gaspar de día y de noche pero mi padre por fortuna no se daba cuenta, y eso originó cada vez mi desprecio y el odio más profundo, apunta Emma. La fiera envejecía, se había vuelto irascible y quería atacar a los peones. Emma amaba a Toy como a cualquier animal, y tenía cierto control sobre él. Víctima de Toy fue Elvira, un día se le encontró en la terraza destrozada y Everardo no comprendió o no le dio importancia a la noticia. En esa época, Lucila también seducía  a Gaspar,  aún así, se atrevió a proponerlo como catador cuando los hombres de los hongos empezaban a escasear. Everardo fue incapaz de aceptar la propuesta, y Emma estalló en furia, sin embargo, pasa la prueba ayudado por la astucia de Emma, eso no se dice pero se intuye. Una serie de escenas dramáticas que desencadenan angustia y dolor.
Era una familia especial, el padre loco, la hija odia a la madre, la hermana seduce al novio de su hermana y cosas por el estilo.
Es una lectura fantástica de irrealidad sorprendente. Un relato extraño en una madeja literaria, donde se suceden toda clase de intrigas, falsedades, envidias, absurdos, amores y desamores hasta rayar en el odio, conductas increíbles descritas en  pocas páginas.
    Resalta el mito, la creencia y el cumplimiento de la costumbre ancestral,  del sacrificio.
Lo que no me queda muy claro es lo relativo al tiempo ¿Es Gaspar un bebé cuando lo encuentra Everardo, o ya se mueve por su propio pie? El tiempo pasó muy rápido para hacerse mayores. Esta y otras interrogantes pueden hacerse, en que el lector participa del libro para su deleite.
 La obra fue llevada al cine por Roberto Gavaldón está escrita con un lenguaje sencillo, directo, cadencioso, con varios silencios elocuentes, como una música lejana.
El hombre de los hongos, tiene un final sorprendente y profundo que hay que interpretar, pues en pocas líneas lo dice todo. Es una obra a la altura de Aura o Pedro Páramo, dentro de la literatura mexicana.
Tengo el vago recuerdo de la novela Cumbres Borrascosas de Emily Bronté donde también hay un niño recogido por la familia que pasa de compañero de juegos, a un amor apasionado con la hija de la familia, ocasionando tragedias.

   

Apuntes históricos de Puente Nacional



Profr. Lorenzo Montero Ramírez

Hace 22 años llegué proveniente de la hermosa Huasteca Veracruzana donde ejercí la docencia por cerca de 20 años, a este pedacito de tierra llamado Puente Nacional. Nací en Naranjos; pero la vida y el magisterio me llevaron al municipio  de Álamo Temapache.
En 1994 a invitación del Profr. Eric Cuéllar Méndez, me involucre en su campaña política para la presidencia Municipal; al ganar las elecciones me invitó para ser parte de su proyecto político y acepté ser el Secretario del Ayuntamiento para el periodo 1995-1997. En este tiempo no se contaba con material bibliográfico que nos diera cuenta de la riqueza histórica de nuestro municipio. Muchos aspectos se desconocían. En este periodo nos tocó hacer el rescate fotográfico de los exalcaldes y participar con algunos datos históricos para la enciclopedia de los municipios. A mediados del año de 1997 renuncié a la secretaria para participar en la próxima contienda para la presidencia municipal para el periodo 1998-2000
En el contexto de momento político y de los partidos acepté la candidatura a la sindicatura siendo candidato a presidente Raúl Acosta Garrido. En el proceso de la contienda democrática fuimos electos para gobernar el municipio en los tres últimos años del siglo XX. Fue un honor trabajar para los puenteños junto con Raúl Acosta Garrido y Anastacio Reyes Flores, presidente y regidor respectivamente. El palacio Municipal se modernizó con cómodas y funcionales oficinas y una amplia explanada evitó los riesgos del frente del Palacio. A mediados de 1999 las Señoritas Lisette Oliva Montero Aldana y María del Carmen Lara Morales entonces estudiantes de la licenciatura en Administración de Empresas Turísticas vinieron a Puente Nacional con el propósito de realizar una investigación para su Tesis profesional. Me convertí en Asesor de ambas y el resultado fue base para su trabajo recepcional.
Tanto se involucraron, que en sesión de cabildo extraordinaria No 12 del día 21 de Octubre de 1999 se creó la Dirección de Turismo Municipal con la propuesta de poner en marcha un programa Turístico integral de base local-regional que abarcaría, la cultura, economía, turismo e historia del municipio de Puente Nacional. Producto de la investigación quedaron como referente de consulta los presentes “Apuntes para un trabajo de Tesis sobre el municipio de Puente Nacional  y las ruinas de la Ex-hacienda del Gral. Antonio López de Santa Anna”. En sus líneas que ahora sintetizo como “Apuntes Históricos de Puente Nacional”, se rescata el nombre de la hacienda Paso de Varas y la propuesta de convertirla en Museo del Campe sino y Casa de Cultura. En la revisión del texto se actualizan solo algunas cifras y se clarifican algunos hechos a la luz de las últimas investigaciones en torno al Fuerte de la Concepción, las Trincheras y Polvorín Fernando VII en el conocido Cerro del Nopo o San Fernando.
 Las fotografías del Hotel y Balneario Puente Nacional corresponden a la época, lo mismo que la pirámide de Boquerón se observa en todo su esplendor. Hoy se observa su deterioro producto del paso del huracán Karl así como las ruinas de la ex hacienda. Honor a quien honor merece, hay otros actores políticos que han promovido el rescate de los monumentos históricos de nuestro municipio. Mi reconocimiento al Profr. Alejandro Romero Castillo por el apoyo en el rescate del fuerte de la Concepción, al Sr. Rodolfo Gutiérrez Vallejo por festejar en grande el bicentenario del Puente del Rey, a Mercedes Aguilar Cerda y Nicolás Campos Vásquez por los trabajos de rescate del puente y la gestión para restauración de la ex hacienda que hoy por hoy continua el alcalde Lic. Leonel Segundo Grajales Lagunes.
El mejor activo de Puente Nacional es su gente, a quienes reconozco su gran generosidad y disposición para el trabajo. Los jóvenes son en éste y en todos los tiempos el gérmen de la esperanza para un mundo mejor. Con el impulso de la juventud, los sueños de los pueblos se van materializando en mejores estadios de bienestar. Antes que los jóvenes está el capullo virgen de la niñez, cuyo proceso evolutivo y de educación es la sabia que fortalecerá el futuro ya de por si glorioso de Puente Nacional.
Invito a la lectura del presente trabajo, en el encontrarán la simiente de un tesoro escondido en la intrincada geografía de Veracruz. Puente Nacional está llamado a encontrar su destino de esplendor y desarrollo económico a través de la cultura, el turismo, el desarrollo agropecuario y su vida política que trasciende las fronteras con un presidente municipal de nuestro tiempo que tiene visión de futuro y que lleva a puerto seguro la empresa de conducir a Puente Nacional como un municipio modelo. ¡Que así sea para la grandeza de sus habitantes!

Puente Nacional



Lic. Leonel Segundo Grajales Lagunes

El municipio de Puente Nacional, es un lugar con encanto, quien lo conoce sabe que con el trato cordial de su gente queda invitado a volver. Su gente por demás trabajadora es el activo más valioso con que cuentan todas y cada una de las comunidades, colonias y congregaciones que están asentadas en el Territorio de este histórico y pintoresco municipio, que aunque se inscriba en la parte semiárida de la zona centro del Estado no deja de ser un municipio que día a día forja su destino con alteza de miras.
Como presidente Municipal para el periodo 2014-2017, es muy grato a través del presente trabajo que ha realizado el Profr. Lorenzo Montero Ramírez, cronista del municipio, dar impulso al conocimiento de nuestra historia, a efecto de que las actuales y futuras generaciones, conozcan el acervo histórico cultural de que somos herederos. Aquí con el famoso Puente del Rey, hoy Puente Nacional, se dio paso al tránsito del Comercio y fue un referente histórico en la definición de México como país independiente.
Aquí en los cerros que vigilan el Puente; el primer presidente de México Don Guadalupe Victoria y el Insurgente Nicolás Bravo libraron importantes batallas y a través del cobro de peaje contribuyeron con recursos para mantener la causa que en 1810 inició el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla “El Padre de la Patria”.
Invito a la lectura, vendrán otros trabajos de investigación que serán punto de partida para que a la luz de nuevos estudios surjan otras ideas o clarifiquen las que ya existen.
Por el momento me siento orgulloso de haber nacido en esta bendita tierra, de ser presidente municipal de este municipio y de poder contribuir a forjar un futuro mejor pensando en el destino superior de las generaciones que vienen empujando la nuestra.
Trabajaré con ahínco y pasión pensando siempre en lo mejor para nuestros hijos y que sea el juicio de la historia la que juzgue mi paso  por la presidencia municipal.

El temblor



Carlos González Guzmán

Todo ocurrió un poco antes del alba, como a las 4 de la mañana, uno que otro del pueblo estaba ya despierto.
De repente se empezó a mover la tierra y a caer las cosas del trastero, nos asustamos muchísimo. Salimos corriendo al camino, hasta la cuna se quedó moviendo, pero la niña ni siquiera se despertó, mi mujer la agarró entre sus brazos, la envolvió con la cobija y salimos disparados como cuete.
Mi compadre Pedro salió también corriendo y nos juntamos con los otros vecinos, estaba haciendo frío, pero del susto ni lo sentimos, estábamos en calzones, las mujeres en paños menores y los niños chintulos.
A nadie le pasó nada, todos estábamos bien asustados eso sí para que se lo voy a negar. Las mujeres temblaban de puros nervios más que de frío. Ahí nos quedamos un buen rato, todos espantados hasta que decidimos ya con más claridad revisar casa por casa entre los hombres. Las mujeres no querían entrar y los niños entre asustados y con frío se abrazaron a sus mamás y ni quien los moviera.
De las casas vecinas ninguna se salvó, las paredes estaban abiertas con rajadas como de dos dedos de ancho, se podía ver a través de los adobes. Y los techos estaban pandeados o ladeados, pero todos afectados. Así le pasó a la mayor parte del caserío del pueblo.
La más afectada fue la Iglesia, unos dijeron que, por ser muy vieja, doña Rosita la más antigua del pueblo juramentó que porque los hombres no éramos lo suficiente creyentes, que no teníamos fe cristiana, que había muchos borrachos y que por esa culpa el diablo se estaba riendo del pueblo entero porque ahora si no había donde ir a misa.
Ninguno de los dos santos se había salvado, ni la virgen oiga usted. El pequeño campanario improvisado que teníamos y la torrecita habían caído sobre la parte principal de la iglesia y aplastado todo.
Ese fue el ruido que oímos me dijo mi compadre, cuando fuimos a recorrer el pueblo y nos paramos a ver la iglesia derrumbada. Sí compadre, le dije, nosotros también lo escuchamos, pero en ese momento no supimos que había sido. Tu comadre se asustó tanto que empezó a llorar y mis chamacos se espantaron más.
El cuarto del padre quedó entre los escombros, su cuarto estaba mero abajo del campanario, ni siquiera pudimos sacar su cama ni su ropero.
Días después cuando llegó la ayuda para saber que nos había pasado, el representante del gobierno nos preguntó si el padre tenía algún perro, le dijimos que sí, que aun cuando vivía solo, tenía un gato negro al que doña Catalina le daba de comer.
Doña Eduviges Catalina también le dijo que la noche anterior al temblor, le había dejado de comer al animalito y de seguro se había muerto al caerle encima la iglesia.
Fue entonces que el representante nos dijo, después de platicar con doña Josefina la curandera, que mejor juntáramos leña y le prendiéramos lumbre a los escombros porque el olor a carne descompuesta iba a traer enfermedad al pueblo y que mejor sanáramos el lugar con fuego. Que era lo mejor porque la ayuda para quitar los escombros y sacar al animal muerto iba a tardar mucho si es que llegaba.
Al día siguiente después de que había recorrido el pueblo, sus caminos, la iglesia, la escuelita y haber anotado en un cuaderno todo lo que había ocurrido, el representante de la autoridad montó en su caballo y se despidió de todos después de leer un papel donde había escrito; que no había fallecidos, que la escuela tenía que reconstruirse, la iglesia se había derrumbado, ninguno de los caminos había sufrido daños, la cosecha no había sido afectada y que de las casas más de la mitad estaba en malas condiciones y que se iba a necesitar alguna ayuda del gobierno.
No ponía cuando iba a llegar esa ayuda, ni en qué consistiría, porque dijo que se estaban recorriendo todos los poblados del Estado y cada representante ejidal le iba a llevar su reporte a su presidente municipal para que éste los revisara los firmara y le llevara su solicitud al señor Gobernador. Éste iba a llevar las listas a nuestro presidente para que a su vez revisara las necesidades más apremiantes y él como máxima autoridad de la nación diera los dineros para reparar los pueblos.
Nadie dijo nada.
Nos miramos unos a otros y el representante se fue.
Yo creo que nadie habló por la tristeza, por el cansancio de ayudarnos a sacar entre todos, las cosas que pudieron salvarse, porque en el fondo sabíamos que esa ayuda no llegaría, por lo desolado que se veía San Pedro Tlacahualli, con las cosas afuera, los techos maltrechos todos amolados, las mujeres paradas a media calle y los niños entreteniéndose con la tierra, los palos caídos y las piedras del camino.
No fíjese usted, no nos dejó ningún papel, ni copia ni nada de lo escrito.
II
Como el olor a muerte empezaba a inundar el pueblo, según nos instruyó doña Josefina, comenzamos a llevar leña y apilar troncos secos y yerba alrededor de la iglesia, le metimos ocote por todos lados y le prendimos fuego en varios lados. Todos nos quedamos mirando como el fuego iba quemando todo y se levantaba la lumbre como si las llamas se quisieran ir al cielo y llevarse al animalito con ellas.
Las mujeres empezaron a rezar y a cantar cantos de mucha tristeza y amor a Dios. Los niños se quedaron cerquita de ellas con sus ojitos bien tristes, algunos empezaron a llorar.
Nosotros nos quitamos los sombreros en silencio, por respeto y con un sentir como de mucha tristeza, como si fuera el propio funeral o el entierro de nuestro pueblo.
III
Como a los quince días llegó la profesora Carmelita, fue la única alegría que nos llegó en esos días.
Al vernos a media vereda con las cosas amontonadas debajo de caidízos que habíamos levantado al lado de cada casa hechos con troncos y tapados con hojas de mata de plátano, nos dijo; me da mucho gusto que ante la desgracia se hayan unido para levantar sus techos y tener donde guarecerse del frio y la lluvia.
Ustedes siempre han sido una comunidad muy unida, sabía que no se iban a quedar de brazos cruzados, no había podido venir porque también mi casa se afectó y tuvimos que sacar los muebles que pudimos rescatar y buscar donde quedarnos. Mi mamá se espantó mucho y mi papá se enfermó tanto que ya no quiere vivir en la ciudad, dice que mejor nos viniéramos los tres para acá, así por lo menos estaríamos juntos.
Su presencia y sus palabras nos alegraron mucho, estábamos seguros de que llegaría, aunque nadie decía nada, pero yo lo sabía porque con su silencio todos teníamos la esperanza guardada en el pecho de que tenía que llegar.
Los niños se pusieron también muy contentos, había llegado su profesora, la querían como si fuera su mamá, aunque claro estaba muy jovencita, pero era muy cariñosa con ellos y les tenía mucha paciencia para que aprendieran las letras y los números.
En las tardes los juntaba y les enseñaba cantos y les platicaba historias muy bonitas, hasta a nosotros los mayores nos gustaba ir a oírla. Sacábamos los tablones que servían de asiento a los niños y nos sentábamos afuera de la escuela junto a la ceiba, ahí se nos pasaba la tarde hasta ya como a las 8 de la noche que empezaba a oscurecer.
Decía que era como ir al cine, sólo que teníamos que imaginar lo que nos platicaba, escuchamos muchas historias, ella sabía mucho, según la fecha nos platicaba de la revolución, de la independencia, del día de muertos, del día de la madre o del padre.
El día del niño nos íbamos todos a sembrar árboles para que nuestros hijos los cuidaran y aprendieran a quererlos y respetarlos.
La maestra nos guiaba según las fechas y nos iba indicando que se celebraba, decía que así cuando los niños se fueran a estudiar a la ciudad sabrían que fiestas se celebraban en todo el territorio, y no se extrañarían de las costumbres nacionales. Así la íbamos pasando todo el año entre historias, cantos y fiestas.
IV
El 11 de abril se hacía comida, era el cumpleaños del padre. Le gustaba comer lo típico de la región. Les pedía a las mujeres que le prepararan una gallina en tlaltonile y la acompañaba con tamalitos de frijol en hoja de cozamalo, en lugar de tortillas. La profesora nos explicó que la palabra Tlatonile estaba formada por la palabra “Tlatoani” que significa Rey, y la palabra “molli” que quiere decir salsa. En el pueblo sólo sabíamos que el tlatonile era un mole hecho con ajonjolí o pipían, chile ancho, chile comapeño y pollo, y que lo comíamos desde chamacos.
Ese día la iglesia estaba abierta todo el día, el padre aprovechaba para los bautizos, confirmaciones, bodas y lo que se necesitara.
La mayoría de los días la iglesia estaba cerrada. El padre acostumbraba a llegar dos o tres veces al año según sus trabajos y compromisos nos decía. Sólo ese día nos lo dedicaba completito, llegaba una tarde antes y se iba al día siguiente antes de que entrara la noche.
V
Nos tardamos un tiempito en levantar de nuevo las casas. No fue tan difícil porque la profesora Carmelita nos organizó como lo había hecho cuando llegó y levantamos la escuela.
Las casas se hicieron todas iguales, primero nos dedicamos a hacer los adobes, después a escoger y cortar árboles, unos gordos para usarlos como horcones y otros delgados y derechos para atravesarlos y colocar el techo de tejamanil y palma.
Las puertas y las ventanas las hicimos iguales pero cada uno las pintó del color que quiso. Bueno más bien pintamos los barrotes de las ventanas hechos de tronquitos del color que las señoras nos iban diciendo, aunque no hubo muchos colores de donde escoger, jajajajajaja.
Le presumiré que también pusimos fogones, quedaron afuera, atrás de las casas. Eran unos cajones de madera como de un metro por un metro, en la parte de abajo del cajón le pusimos piedritas y encima le metíamos la leña por un cuadro al frente en medio de la caja para soplarle a la lumbre, encima de la leña hasta arriba, le pusimos un comal grande de barro sostenido por tres piedras. Los cajones estaban montados sobre cuatro patas también de madera con troncos gruesos, nos quedaron muy buenos, las señoras estaban contentas porque ya no se humeaba la casa.
Figúrese usted que también construimos unos escusados, eran de hoyos profundos como de 5 metros de hondo dentro de una casita de adobe. Tenían dos asientos. Estaban a un lado de la casa como a 10 metros de distancia, así lo ordenó la maestra, aunque algunos no querían hacerlo así al principio, al final quedaron iguales para todas las casas.
Hasta a las que no se habían caído les hicimos también su escusado y su fogón.
También afuera dejamos un lugar para apilar la leña protegida por un caidizo de palma, la leña apilada servía como de pared al fogón para que no se apagara con el viento.
La casa de la profesora fue la que quedó más bonita, claro era la Profesora, usted sabe.
Su casa era más grande o bueno quiero decir que los dos cuartos eran más grandes. Uno iba a ser para sus papás y otro para ella, era igual que las nuestras, pero ella le puso un jardín en el frente porque decía que a su mamá le gustaban mucho las flores. Las señoras le copiaron la idea y poco a poco todas las casas del pueblo se fueron llenando de jardines y flores de colores y árboles frutales y de sombra.
VI
No oiga usted, el padre no regresó.
Bueno vino solo una vez y cuando vio que el pueblo estaba muy amolado y la iglesia derrumbada, dijo que le avisáramos cuando tuviéramos otra iglesia para que pudiera pedir permiso para regresar. Nadie dijo nada, ni siquiera le comentaron de su gato porque ni eso preguntó.
En silencio el mismo sintió, yo creo, que lo dicho no había sido del agrado de la gente y se montó en su mula y se regresó por donde había venido.
Cuando la profesora se enteró no comentó nada, dejó pasar lo sucedido y así se fueron pasando los días y los meses.
Nadie volvió a decir nada de la iglesia, el pueblo se empezó a llamar Tlacahualli, quitándole el San Pedro. A los niños les pareció normal crecer con ese nombre.

VII

Don Pancho junto con don Matías por ser los más antiguos de la comunidad empezaron a cooperar como Guías del pueblo, aunque también le pedían su opinión a doña Luz y a doña Rosalía sus esposas y a la tía Martha que, aunque vivía sola todavía se le veía ir por leña y lavar en el río, aunque ya tenía como sus 80 años.
Entre ellos anotaban casorios, registros de nombres de nacimientos y todo tipo de celebraciones, mismas que cambiaron mucho porque poco a poco fuimos recuperando tradiciones antiguas y costumbres olvidadas, como la siembra del nombre, pedir permisos a la tierra para cortar un árbol, sembrar o para levantar las cosechas, orar a los cuatro puntos para agradecer al viento, a la lluvia, al sol y a la tierra por la cosecha cuando era abundante, pedir a la tierra y a la naturaleza que recogiera a algún difunto por enfermedad cuando doña Josefina no podía hacer ya nada por la salud del enfermo y así como esas, otras cosas comunes cambiaron también.
¿El panteón? Ahora que me lo pregunta, fíjese usted que quedó lleno de flores ya que en cada tumba lo que más se ponía eran flores. La costumbre de poner cruces se fue olvidando, así que, aunque no fuera día de muertos se veía bonito; claro que por esos días de muertos el arreglo se complementaba con la comida y la música y todos íbamos al panteón y se volvía como el patio del pueblo, como el día de fiesta más importante para nosotros.
La primera mujer en morir, en esa nueva época, digamos, fue doña Rosalía, ya había aguantado enferma un buen tiempo, un día doña Josefina y la tía Martha dijeron que ya nada se podía hacer y le recomendaron a su esposo que le cumpliera su voluntad, así que al atardecer don Matías la llevó a lo más alto del cerro en la explanada y ahí la acompañó a buen morir como ella quería, entre los árboles, los montes, las flores, los cantos de los pájaros y las mariposas. Era una tarde a media sombra con un viento suave que sopla del lado del río en esa época de marzo y se miran los cielos azules con poquitas nubes, una tras otra, parecía como si fueran acompañando a la difunta hacia su destino.
Al otro día temprano regresó don Maty cargando el cuerpo de la finada ya casi sin peso, venía tranquilo, aunque muy triste de la cara y con el cuerpo cansado como de viejo, de ahí no duró mucho, iba a ver a doña Chalía todos los días, platicaba con ella y yo creo que le decía que ya no tardaba, porque al poco tiempo murió, no duró ni un año, a él lo enterramos en la misma fosa. Entre mi compadre Pedro, su hijo Odilón y yo, nos encargamos de abrir la tumba y ponerlos juntos. Eso sí con mucha flor que entre todos cortamos porque eran muy buenas gentes con todos.
Su casa se le quedó a Ceferino que ya pronto iba a unirse con la muchacha de don José, una jovencita muy trabajadora y muy buena con los niños, tanto que la maestra la pidió al pueblo para que le ayudara en la escuela y Rocío, que así se llamaba, le ayudaba con los cantos, los bailables, la revisión de los quehaceres de los chamacos y la limpieza de la escuela.                           
En lugar del difunto Matías y doña Rosalía se quedaron don Ramón y doña Consuelo también de la vieja camada. Ellos tenían tres chamacos buenos para el campo y la carpinteada cuando se juntaban con los hijos de don Mario hacían un buen grupo porque éstos le hacían a la albañilería y la pintura así que en el pueblo no les faltaba trabajo ya fuera para arreglar una casa o para construir una nueva. Eran nuestro orgullo oiga usted y ellos hacían su labor contentos.
VIII
Yo creo fíjese que el temblor nos hizo como una familia grandota, como que de repente nos sentimos como solos como huérfanos y sin nadie que viera por nosotros y de ahí arrancamos para acompañarnos y volvernos como más unidos como más familia digo yo.
Ha sido muy curioso porque aparte de los papás de la maestra Carmelita no volvió a llegar ningún fuereño, las noticias del mundo venían cuando la profesora tenía que hacer algo en la capital, de ahí en fuera sólo algún material que se fuera a necesitar, pero nada más.
Sí, más o menos por esos tiempos fue. No recuerdo bien la fecha, pero fíjese yo ya tengo mis años, ya me tengo que guardar del frío. Ya no aguanto las madrugadas como antes y esto que le platico ocurrió cuando yo era chamaquito.
Ándele así fue, ese temblor nos cambió la vida como usted dice.
Si como no, hay algunos recuerdos, si va a visitar la escuela, en la pared del frente encontrará una foto de la maestra, la tomó un señor que se llamaba Emilio, era nuestro fotógrafo oficial digamos, aunque más bien era el único que sabía cómo manejar su aparatito.  Tomó pocas fotos, fíjese usted porque después de que murió fue un problema sacar las fotos, nadie tuvo la curiosidad de aprender.
IX
No, fíjese usted, nadie volvió a preguntar por la iglesia o por el sacerdote, como que poco a poco nos fuimos acostumbrando a vivir sin eso.
Sí claro, el respeto lo dejó arraigado la maestra Carmelita y los mayores, como les quedó a los grandes pues los chicos lo aprendimos, así como se aprende a trabajar o a ayudar a alguien de la familia.
Pues sí, si usted lo quiere ver así, así fue, nos fuimos cambiando y no llegó ninguna religión, como que no la necesitamos fíjese usted.
No, nadie se molestó, le digo que tal vez porque el padre aquel como que se portó un poco mal con nosotros, no cree usted.
A sí eso sí, todos respetamos las reglas del pueblo, ¿el que no las cumple? Pues no me acuerdo de alguien que no las haya querido cumplir, hubo quienes se fueron del pueblo, hubo también quienes trataron de mandar mucho, pero los ancianos no los dejaron y unos se amoldaron y otros le digo que se fueron.
No, deveras, no nos ha hecho falta, nadie extraña lo religioso, a mi hasta se me olvidaron los rezos y los cantos.
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Sí con todo gusto, le digo que estamos aquí cerquita.
Sí, claro que sí, si me espera usted a que termine mi labor, yo lo llevo.
Ándele pues, siéntese usted a la sombra de esos duraznos, ya casi no me demoro y con mucho gusto lo llevo a mi pueblo.
Sí Tlacahualli, así se llama.
Sí claro, no se preocupe ya le dije, mañana temprano yo mismo lo encamino para que encuentre el camino de regreso.
Sí señor conozco las veredas por donde dice que se perdió usted. 

Chamilpa, Mor. 10 de octubre de 2017
         



           





















EL ÚLTIMO VIAJE




Carlos Bernal Romero

Debeaeríamos  quitarle  adjetivos  a  la  muerte
Oído  en  Florida

           Por respeto, cábala, miedo o costumbre las carrozas fúnebres son individuales, sin importar el tamaño del vehículo que transporte al muerto o difunto.
           Carretillas jaladas a mano, carrozas llevadas a paso lento por burros o caballos para que la gente caminara a su lado acompañando a los deudos rumbo al panteón.
           Actualmente por lo menos en la Ciudad de México, las carrozas fúnebres, son camionetas negras y muy largas que por detrás parecen literalmente ataúdes rodantes.
           Ernesto Cardenal Hernández por fin había logrado tener su propia agencia funeraria que haría o llevaría a cabo todos los pasos del funeral de una persona, desde el primer momento de su muerte.
           Pero sin perder el respeto por las formas que este servicio conlleva, Ernesto quería revolucionar este ramo comercial para abaratar costos, tanto para el empresario como el cliente.
           Después de muchos trámites y resistencias de las Autoridades sobre todo del Sector Salud, logró que le dieran “Luz verde” a su proyecto que cambiaría para siempre a esta industria.
           Exactamente el “Viernes Santo” del 2018, que este año sería 30 de marzo puso a funcionar su invento, que se le había ocurrido después de ver la película de Tim Burton:
           “El cadáver de la novia” del 2005
           Si este primer servicio resultaba sin incidentes, la fama y fortuna le “sonreirían” para toda la vida y sin duda  haría un emporio de:
           “Funerales Cardenal”
           Pero el cortejo fúnebre que iría al Puerto de Veracruz desde la Ciudad de México, sufrió y el carruaje fúnebre se volteó y con el para siempre su futuro económico.
           Lo único bueno es que no hubo muertos, porque el chofer salió ileso y el autobús, con 20 pasajeros y que era la idea de:
           Ernesto Cardenal Hernández
           Transportaba puros difuntos.

McDonald’s La Villa
16:00  -  17:00 p.m.
24/II/2018