miércoles, 16 de abril de 2014

Editorial


 

Sociedad y valores


Los ensayos de Adriana Menassé, Marcelo Ramírez Ramírez y Juan Francisco Gaspar Velazco publicados en este ejemplar 44 de Tlanestli convergen en una de las aristas del problema social actual: Valores.

La indiferencia ante los padecimientos ajenos no es nueva, pero su incremento llama la atención por la escasa solidaridad ante situaciones en las que nadie está exento y el consuelo no se encuentra ni en el dinero ni en el poder.

Implícita en el tema, el cuestionamiento acerca de si la religión se erige en alternativa de respuesta, en función a la tarea constante de recuperación de valores encaminados al logro de felicidad, esa felicidad confundida con el hedoísmo, consumismo, culminando en la disyuntiva sobre la existencia de Dios ante realidades crudas de sufrimiento humano y la función de la fe.

Es evidente la existencia de la esperanza, aun dentro de esta sociedad donde prevalece el racionalismo y paradójicamente la inteligencia puede constituirse como potencia espiritual, sin mitificar, fanatizar o caer en supersticiones la religión, la ética coadyuvarían a una sociedad más justa.

Maquiavelo, entre la fortuna y la virtud


 

Silvestre Manuel Hernández

Coordinador del Consejo Editorial de Tlanestli. Amanecer.

Investigador de Ciencias Sociales y Humanidades,

UAM–I, Ciudad de México.

silmanhermor@hotmail.com

 

Para ver el vídeo, base de este trabajo, entrar a YouTube

y teclear Silvestre Manuel Hernández.

             Agradezco a Leny Andrade Villa

su ayuda en la grabación de la entrevista.

 

Nicolás Maquiavelo (1469–1527), en sus obras, reflexionó sobre el hombre y sus acciones, sobre lo que lo iguala a los otros, sobre sus deseos, pasiones e instintos. Su modelo más acabado fue el homo politicus, el ragionar dello Stato, en donde buscó la individualidad del acontecer social, lo que la realidad dice para el entendimiento del estado de cosas. Sus fundamentos estuvieron en el estudio de la historia (conjunción de antigüedad y contemporaneidad), en lo que ésta devela para el saber de las instituciones y sus gobernantes. Su análisis se justificó en una “razón instrumental” a través de la cual “objetivó los sucesos pasados y presentes”, los hizo objeto de conocimiento, los indagó a partir de su naturaleza y no de su idealización, buscó su comprensión, el por qué de su funcionamiento y el cómo podrían aplicarse a la vida cotidiana para darle un orden y llegar a esa verdad efectiva del acaecer humano.

    Los problemas que abordó, y la forma de explicarlos, siguen siendo motivo de análisis “afortunados o virtuosos”, ya sea en cuanto a lo que se dicen o en tanto a lo que se callan; pero cuya raíz pervive en el corpus maquiaveliano, inquietándonos en busca de una respuesta, de un sentido con el cual aquietar el intelecto. Y sí, tal vez sigamos compartiendo la inscripción de Ferroni en el monumento de Maquiavelo en la Iglesia de Santa Croce: Tanto nomini nullum par elogium. “A nombre tan ilustre no hay elogio que pueda igualarse”.

      Estimados lectores de Tlanestli, tengo el honor de entrevistar al Dr. Jérémie Duhamel de la Universidad de Montreal, es Dr. en Filosofía Política por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Su tesis de doctorado versó sobre la representación de la virtud del ciudadano en Maquiavelo, Montaigne y Hobbes. Sus líneas de investigación son la historia de las ideas políticas modernas y la filosofía política contemporánea. En la actualidad, está por terminar un trabajo sobre el pensamiento político de Maquiavelo, y otro sobre la relación entre derecho y moralidad en Thomas Hobbes. Asimismo, realizará un curso postdoctoral con una investigación sobre las teorías republicanas de la virtud cívica.

Silvestre Manuel Hernández (SMH) Nos acabas de brindar una conferencia sobre Niccolò Machiavelli y el problema de la Fortuna.[1] Un tema bastante desarrollado, al menos en apariencia, por ciertos pensadores, tanto en Europa como, en nuestro caso, en Latinoamérica. Y, una síntesis muy puntual, ¿por qué hablar sobre la Fortuna a la luz del ámbito de la contingencia? Cuando en tu conferencia hablas sobre el ámbito de la contingencia, me remito mucho a los problemas de la tragedia en Grecia.[2] Por favor.

 

Jérémie Duhamel (JD) Sí. Es una cuestión algo difícil. Porque, como lo dijo muy bien el profesor Velázquez, hace rato; hay toda una historia detrás de ese concepto y porque… No estoy seguro de haber entendido perfectamente bien tu pregunta. ¿Por qué…? Por qué yo decidí abordar el tema de la Fortuna a través del prisma de la contingencia.

SMH. Exacto.[3]

JD. Ok. Bueno, porque me parece muy importante. Cuando leemos a Maquiavelo, leerlo en su contexto, por así decirlo, y deshacernos de ciertas interpretaciones que me parecen algo anacrónicas. Por ejemplo, Leo Strauss, justamente, quien hace un trabajo muy riguroso, muy meticuloso en cuanto a la interpretación del tema de la Fortuna; me parece que lo lee, que lo interpreta a través del prima hegeliano, así como si de manera subyacente hubiera algo como una filosofía de la historia; que no me parece adecuada  para la época de Maquiavelo.[4] Entonces, lo contingente, aparece ahí nada más para dar cuenta de lo imprevisible que es cada situación.

     Desde luego, hay otras interpretaciones; entre ellas el trabajo de Althusser, quien nos dice que Maquiavelo es el primer pensador político que piensa la coyuntura.[5] Bueno, me parece que eso es un punto de partida, pero no es una conclusión, porque Maquiavelo dice mucho más cosas. Y, sí, Maquiavelo es un pensador de la coyuntura, de la situación específica con la que nos topamos; pero, al mismo tiempo, también hay ciertas características propias de esas situaciones en general, podemos decir. Yo creo que lo contingente es el denominador común de todas esas circunstancias específicas que siempre nos sorprenden: siempre son, en parte, imprevisibles. Entonces, me parece que dar cuenta, e insistir en esa dimensión de la situación, que siempre cambia, que es impredecible, cambia totalmente nuestra manera de pensar la virtud política, de pensar la actuación política y de pensar la prudencia política.

SMH. En este ámbito de la coyuntura. En la cultura de Occidente leemos, entre comillas, a veces, a Maquiavelo como el creador de la ciencia política. Me interesa más ver el ámbito de la racionalidad instrumental, como define la racionalidad Max Weber, el gran sociólogo alemán. ¿Qué entendemos nosotros, o qué podríamos entender respecto a la racionalidad en Maquiavelo, no apelando únicamente al Príncipe, sino a las Istorie fiorentine y los Discorsi sopra la prima decade di Tito Livio.[6]

JD. Es una muy buena pregunta, y eso me permite, quizá, matizar un poco lo que acabo de decir. Porque tampoco en Maquiavelo es pura imprevisibilidad, tampoco. En todos sus escritos trata Maquiavelo de desarrollar lo que yo llamaría “pautas de acción”. Bueno, y es que sí, los tiempos cambian, las circunstancias siempre cambian, pero hay “esquemas de acción”, hay esquemas que él trata de identificar; el término que utiliza es “esquemas de la adversidad”, son esquemas recurrentes de la adversidad, así lo dice en los Discursos. Entonces, a mí me parece que en Maquiavelo, en sus obras, son las dos cosas: por una parte nos dice, ojo, las circunstancias te van a sorprender; pero al mismo tiempo, a la luz de la historia, podemos, podemos remitirnos a una cierta racionalidad, a ciertas “reglas de prudencia”. Yo creo que eso es, “reglas de prudencia” que nos pueden guiar hasta una cierta virtud, que nos puedan ayudar a orientarnos, en parte, pero ya es algo. A mí me parece que el individuo virtuoso o el individuo prudente, para Maquiavelo, es alguien que puede tomar en cuenta los dos elementos.[7] Sí, seguro mañana me va a sorprender; pero, al mismo tiempo, tengo herramientas teóricas, prácticas, para disipar, en parte, lo que pueda pasar.

SMH. Ahora vamos a una suerte de paralelismo. Tenemos una obra histórica, política, cultural en términos generales, de la cual nos has hablado en tu conferencia. ¿Qué pasa con el ámbito de la literatura, en especial, con La Mandrágora? Estamos viendo, en un ámbito de lo que tú expusiste, un carácter de la historia como tal; en la literatura, estaríamos hablando, en Niccolò Machiavelli, de lo que es la sociedad de su época, a través de la ridiculización. ¿Te acuerdas de La Mandrágora?[8]

 JD. Sí, claro. Es muy interesante eso. Yo no he trabajado mucho la obra literaria. Pero, quizá es otra perspectiva hacia lo mismo; finalmente, hacia la misma realidad social y política. Yo lo que encuentro, porque he analizado los Capitoli, de la fortuna y de la ambición, por ejemplo, es que Maquiavelo trabaja los mismos temas, los aborda de una manera un poco distinta. Pero, algo que singulariza en parte mis investigaciones es que le doy mucha importancia a esos textos. Pues, siempre hago el esfuerzo de leer al florentino a la luz de otras obras consideradas como menores, para ver si no nos indica que el problema es más complejo de lo que uno se imagina al ponderar El Príncipe o los Discursos.[9] Y en cuanto a la Fortuna, vemos esa complejidad en la manera en que Maquiavelo toma el problema y cómo la desarrolla, porque es una complejidad que se reduce, que se ha tenido en las interrelaciones más importantes de nuestro autor. Me parece que vamos cada vez hacia menos complejidad en el análisis que Maquiavelo hace de la Fortuna. Que al leer esos Capitoli,[10] cuando yo me siento en confianza con respecto a mi propia interpretación, porque concuerda más con lo que entiendo de las reflexiones que desarrollan los discursos de lo que es la Fortuna.

    Otro texto que es fundamental, que es considerado como menor; bueno, también pertenece a esas obras de registro a la vez histórico, poético y literario, que son los Decennali,[11] que hay algunos ahí, que es un análisis muy interesante de la coyuntura de lo que pasa en los últimos años. Así, me parece que es muy importante tomar en cuenta ese texto, en particular para entender lo que Maquiavelo mismo piensa de su coyuntura, de la evolución, de lo que hubo a fines del 94, de 1494.[12] Entonces, para contestar de manera más breve, me parece que es fundamentalísimo referirnos a esos escritos, incluso si lo que queremos es interpretar los textos políticos.

SMH. Respecto a los grandes historiadores de la filosofía política, tú trabajaste a Strauss, podemos hablar de George H. Sabine,[13] el gran estudioso inglés. Podemos hablar de que hay una hipostación del poder en toda la obra de Maquiavelo, es decir, que Maquiavelo está haciendo una especie de fundamentación del poder, de cómo se da a través de la historia, del devenir de la cultura y del pensamiento del ser humano en la literatura.

JD. Sí, por supuesto, es cierto, yo creo que es una hipótesis central que prevaleció durante muchísimo tiempo. No creo que sea tanto el caso; yo creo que la misma historiografía se matizó en los últimos años, en particular, con la cuestión del poder que, bueno, fue, efectivamente, cómo llegábamos a la obra de Maquiavelo, pero que es una hipótesis fuerte en términos teleológicos, que tiene implicaciones muy fuertes, que a mí me parece que nos hace desviarnos de muchas cosas que encontramos en Maquiavelo. Pero, al mismo tiempo, yo creo que sí hubo, cómo decirlo… que había interpretaciones de Maquiavelo y que hubo un montón en los últimos treinta o cuarenta años. La interpretación de Lefort, es una de ellas.[14] Después de esas grandes interpretaciones originales, se da un punto de partida también para la historiografía. La gente, no sé, autoridades republicanas; e incluso sucesores de Strauss, quizá son un poco más prudentes que su maestro. Pero me parece que lo que tú dice, yo no lo veo tanto, ahora, no lo veo como el principal riesgo que corremos en cuanto a la interpretación de Maquiavelo en la Modernidad.

SMH. Retomo esta última parte. Estamos pensando aquí, en términos hermenéuticos, cuestiones de la discursividad, de espacio y tiempo. Ahora, cuál sería, metodológicamente, la pertinencia para acercarnos a los textos fundamentales de Niccolò Machiavelli.

JD. No estoy seguro de haberlo entendido bien.

SMH. En tu conferencia, te comentaba el Dr. Velázquez Delgado con respecto a la espacialidad; es decir, a poner a Maquiavelo en su contexto. Ahora, desde un punto de vista hermenéutico, tú lo sabes, trabajamos siempre cuestiones de espacio y tiempo, pero cómo se da el discurso, en este caso el maquiaveliano. Ahora, la pregunta es muy puntual, ¿metodológicamente, sería plausible hacer una especie rastreo hermenéutico de la obra maquiavélica para ver su importancia en la actualidad, con las categorías y conceptos que manejamos ya en filosofía política?

JD. Es una gran pregunta. Tú dices que es una pregunta puntual, pero podemos tardarnos horas contestándola. A mí me parece que hay dos cosas; efectivamente, lo que dije acerca del contexto tiene implicaciones muy importantes a nivel hermenéutico. Ahora, el método que yo adopto para leer a Maquiavelo, eso claro que sí. No leemos a Maquiavelo de la misma manera cuando le acordamos o atribuimos valor importante al contexto, cómo van variando las leyes, cómo va cambiando la historia, cómo va cambiando la experiencia de Maquiavelo en la línea que él tiene hacia sí mismo, hacia su situación y hacia su obra. Ahora bien, que si eso lo podemos rescatar: algo de ese método para hoy en día, no sé, yo temo mucho eso de “Maquiavelo hoy en día”, qué nos puede decir Maquiavelo hoy en día para entender mejor lo que nos está sucediendo y etc. Yo lo que rescataría, precisamente, es la idea de la prudencia, es decir, no sabemos exactamente lo que va a pasar que, por definición, la historia, la política, generan cosas imprevistas, cosas imprevisibles, sorpresas. Quizá eso también es lo que hace que la vida tenga un valor a nuestros ojos, pero al mismo tiempo sí la podemos de anticipar en parte, en parte, pero nunca hay que ser presos de esas reglas de prudencia, gracias una lectura muy meticulosa de la historia, de un análisis muy meticuloso de los procesos, de los fenómenos sociales, económicos, nunca hay que quedarse presos de los resultados, de las hipótesis a las que llegamos a través del análisis meticuloso. A mí me parece que esa idea de la prudencia, en Maquiavelo, es muy actual.

SMH. En este nuevo contexto maquiaveliano, tenemos dos personajes, no sé si hayas trabajado a Girolamo Savonarola, o al menos tengas el referente.[15]

JD. Sí, sí.

SMH. Perfecto. Tenemos, en Maquiavelo, como que el Renacimiento, en términos políticos, está determinado por Machiavelli, Guicciardini y Savonarola. ¿Cómo podrías tú ver esta especie de trinomio, ya sea tanto en el ámbito de la historia, de la política o, digámoslo así, variaciones religiosas?

JD. Claro, claro. La primera cosa con la que coincido con el profesor Velázquez y contigo, es que tenemos que leer a Maquiavelo a la luz de su contexto intelectual, y esas son las tres figuras más importantes. Ahora bien, a Savonarola, me parece que Maquiavelo le debe muchísimo, a nivel conceptual, sobre todo esa cuestión, pero ya lo han demostrado otros. Acerca de la conceptualización de los tiempos, eso de la cualità dei tempi viene de Savonarola. A mí lo que me interesa muchísimo son las diferencias entre Maquiavelo y Guicciardini, yo coincido, totalmente, con una interpretación que desarrolló John McCormick que, me parece, es uno de los lectores más importantes, hoy en día, de Maquiavelo.[16] Porque él es crítico de la Escuela de Cambridge y sobre todo de Quentin Skinner.[17] Y, lo que dice McCormick, es que el momento maquiaveliano más bien corresponde al pensamiento de Guicciardini porque, efectivamente, cuando comparamos de manera muy cuidadosa las dos obras nos damos cuenta que hay grandes diferencias, más allá de la crítica que Guicciardini le hace a Maquiavelo en cuanto a la  historiografía, hay cosas. Por ejemplo, a la adoración y al conflicto civil en Maquiavelo, ahí Guicciardini… eso… causa muchos problemas. Pero, más allá de esos desacuerdos puntuales, me parece que (yo coincido con McCormick) representan dos corrientes distintas del republicanismo. Guicciardini, yo creo que encabeza un republicanismo aristocrático, que viene quizá de Cicerón, en el que el equilibrio, a la vez político y social, presupone la virtud de los aristocráticos, de lo que diríamos va a ser Les petits noms, que son unos cuantos virtuosos que permiten el equilibrio social y político.[18] Maquiavelo no se inscribe en esa tradición; para él, el equilibrio no es un término que utilice, porque las cosas siempre se están moviendo, pero él apuesta más bien a una apertura de las instituciones al pueblo, al conflicto entre los humores, como lo conocían. Entonces ahí, efectivamente, en una lectura comparativa con Guicciardini, nos damos cuenta de la singularidad de Maquiavelo en la historia del pensamiento político moderno, y también en la historia del mismo republicanismo.[19]

SMH. Y en Savonarola, ¿qué encontramos?

JD. No… Por eso, yo te dije desde un principio que yo no había trabajado tanto esa relación que es muy complicada, sobre todo porque están en juego lo teleológico y lo teológico, lo de la religión, y eso no es un tema sobre el cual haya trabajado mucho, eso se lo dejo a otros. Sí, es importante insistir en la herencia conceptual que es importantísima, Maquiavelo retoma de él una terminología que podemos ubicar en Savonarola. Eso es importante, porque después nos permite ver cuál es el uso que Maquiavelo hace del término.

SMH. Dentro de este ámbito, también mencionaste al gran pensador francés René Descartes y que podemos correligionar con el concepto de Modernidad. Varios pensadores, dentro de ellos españoles como Miguel Ángel Granada;[20] en nuestro caso, aquí en México, Velázquez Delgado; o en Argentina Carlos Gende;[21] mencionan que la Modernidad empieza, a veces, a finales del Renacimiento o que inicia, filosóficamente, con René Descartes. ¿Qué vínculo podríamos tener?

JD. Es que depende de cómo definimos el concepto de Modernidad. Para mucha gente Maquiavelo es el último de los antiguos, para muchos es el primero de los modernos;[22] entonces, no hay una buena respuesta ahí, en esa pregunta. Por ello, depende de cómo definamos los términos, pero yo veo que Maquiavelo… a mí no me causa ningún problema inscribirlo dentro de la Modernidad, ningún problema, porque vemos que después de él surgen tradiciones críticas, a veces, apologéticas, o más o menos apologéticas. Pero me parece que, en cuanto al término de Fortuna, ya hay un giro importantísimo que se da en esos años. También en Guicciardini, pero yo lo veo lejos, muy lejos de lo que hubo antes, sin necesidad de decir que Maquiavelo sea pregalileano o alguna cosa por el estilo. Yo creo que se ha trabajado muy poco acerca de los siglos XVI y XVII, en las primeras décadas. En lo que me concierne, al pensamiento político, se ha trabajado muy poco sobre esta época clave de nuestra historia. Yo me acuerdo mucho que en el famoso libro de Quentin Skinner, que es una referencia del 68`, se ve cómo lee a los autores del XVI y XVII: ellos anuncian lo que va a pasar después. Entonces hay toda una complejidad que se pierde y, más que eso, hay una creatividad que se pierde porque no es nada más Maquiavelo, es Thomas Moro, Guicciardini ya dijimos, después viene Lavoisier, Montaigne y no es cierto, que, lo único que se deba rescatar de esos autores es lo que otros van a pensar para nosotros. Yo creo que hay innovaciones conceptuales, me imagino que esto merecería más atención.

SMH. Retomo esto último que comentas. ¿Con qué conceptos o categorías de análisis historiográfico te quedarías, de la obra de Maquiavelo?

JD. La de la virtud, que es la que he trabajado y es la que a mí me parece que es un tema recurrente en su obra, y más que eso es la dificultad que surge a la hora de interpretarlo. Es muy difícil traducir el término de virtud, hoy en día, desde el francés o el inglés, es muy difícil. Entonces, en mi tesis, en el libro que estoy ahora escribiendo sobre Maquiavelo es, precisamente, el hilo conductor que yo decidí tomar: esa idea como un punto de entrada a la obra de Maquiavelo, porque nos permite, me parece, justamente como es polimorfa la virtud, nos ayuda a ver muchas cosas, a desestabilizarnos mucho. Me parece que eso, a nivel hermenéutico, es el consejo que le daría a cualquier lector de Maquiavelo, que lo hagan más complejo, que tomándolo al pie de la letra, hacemos el texto más peligroso y menos interesante, de alguna manera. Y gracias a la virtud, me parece que es un muy buen punto de entrada, porque no corresponde a ninguna definición de la virtud política que tenían los antiguos y que tuvieron después los modernos.

Publicaciones de Jérémie Duhamel

“Machiavel et la vertu intellectuelle de prudence: étude du chapitre XXV du Prince”, en Revue canadienne de sciences politique / Canadian journal of political science, vol. 46, 2013.

“Fondements et statut des vertus guerrières chez Thomas Hobbes”, dans Ninon Grangé (dir.), Penser la guerre au XVIIᵉ siècle, Paris, Presses Universitaires de Vincennes, 2012, pp. 117 – 137.

“Vers une politique de l’inquiétude: crainte et espoir chez Thomas Hobbes”, dans Klesis: revue philosophique, No. 14, 2010, pp. 31 – 56.

“Claude Vaure”, dans Luc Foisneau (dir.) Dictionnaire des philosophes français du XVIIᵉ siècle, Paris, Classiques Garnier, 2013.

“Montaigne et Hobbes: deux penseurs de la vertu ordinaire du citoyen”, dans Thierry Gontier et Emiliano Ferrari (dirs.), L’Axe Montaigne–Hobbes, Paris, Classiques Garnier. [Aparecerá en el 2014]

 



[1]  El Capítulo XXV de El Príncipe es donde se aborda el tema de la Fortuna. El título es el siguiente: Quantum fortuna in rebus humanis possit, et quomodo illis sit occurrendum / Quanto possa la Fortuna nelle cose umane, et in che modo se li abbia a resistere / En qué medida están sometidos a la Fortuna los asuntos humanos, y de qué forma se le ha de hacer frente.
[2]  No se pase por alto que la contingencia, en gran medida, fue lo que permeó las obras de los dramaturgos griegos. En ellas, el hombre estaba abandonado a la voluntad de los dioses, su existencia estuvo signada por el destino, por lo aleatorio, por la vulnerabilidad.
[3]  Por precisiones estilísticas, he cambiado algunas palabras y expresiones del entrevistado, sin que esto haya modificado el sentido de la respuesta ni el contexto de las cuestiones abordadas.
[4]  Sobre el particular, consúltese Leo Strauss, Pensées sur Machiavel, trad. de M.P. Edmond y T. Stern, Paris, Payot, 1982.
[5]  Al respecto, véase Louis Althusser, Machiavel et nous, Paris, Tallandier, 2009.
[6]  Ediciones en castellano: Historia de Florencia, pról., trad. y notas de Félix Fernández Murga, Madrid, Alfaguara, 1979, LIII + 501p; Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, trad. de Luis Navarro, en Obras Políticas, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1971, pp. 55 – 300.
[7]  Maquiavelo, en el capítulo VI de El Príncipe, habla sobre la virtud. El título reza: De principatibus novis qui armis propriis et virtute acquiruntur / De Principati nuovi che s’acquistano con l’arme proprie e virtuosamente / De los principados nuevos adquiridos con las armas propias y con virtud.
[8]  Véase Nicolás Maquiavelo, La Mandrágora, trad. de Alejandro Manara, México, Fontamara, 1995. En esta obra de teatro, escrita en 1518, el florentino desvela un mundo corrompido donde el ser humano aparece en su realidad social e íntima, en medio de su miseria, debilidad, codicia y maldad. Aquí, las correlaciones de los ciudadanos, desde el pícaro hasta el fraile, y del burgués al aristócrata, se muestran ajenas a toda idealización; los protagonistas son presos de las pasiones y los intereses, y la finalidad del discurso literario se enfoca a evidenciar  la corrupción de la virtud.
[9]  Respecto a la primer obra, escrita en 1513, pero publicada hasta 1531, puede verse la edición de Sansoni, Firenze, 1957; o la traducción de Miguel Ángel Granada para Alianza Editorial, México, 1992.
[10]  Este trabajo pertenece al legado literario del pensador florentino, son versos.
[11]  En 1506, Niccolò Machiavelli inició la publicación de sus Decennali, poema en tercetos sobre los sucesos florentinos acaecidos entre 1494 y 1504.
[12]  Recuérdese que en agosto de este año, las tropas de Carlos VIII de Francia entraron a Italia. El monarca se adueñó del reino de Nápoles, que arrebató a Alfonso II de Aragón. Así, terminó el régimen de los Médici, encabezado por Pedro, quienes fueron expulsados de Florencia en noviembre. Lo que trajo como consecuencia la instauración de la República, adecuada a la doctrina de Girolamo Savonarola.
[13]  Véase su estudio “Maquiavelo”, en su libro Historia de la teoría política, trad. de Vicente Herrero, México, Fondo de Cultura Económica, 1988, pp. 249 – 264.
[14]  Véase Claude Lefort, Le travail de l’oeuvre Machiavel (1972), Paris, Gallimard, 1986.
[15]  Sobre la importancia del fraile dominico, tanto para la historiografía renacentista, como para la exégesis de la religión de su tiempo, la magia, la profecía, la herejía y la situación de Florencia a finales del siglo XV; véase Jorge Velázquez Delgado, Girolamo Savonarola: ensayos sobre profecía y filosofía en el Renacimiento italiano, México, del Lirio, 2013.
[16]  Véase John P. McCormick, Machiavellian Democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 2011.
[17]  Obras determinantes de Quentin Skinner son: Machiavel (1981), trad. de M. Plon, Paris, Seuil, 2001; “Machiavelli on virtù and the maintenance of liberty”, en Visions of Politics, Vol. II, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, pp. 160 – 185; “Machiavelli’s Discorsi and the pre–humanist origins of republican ideas”, en G. Bock, Q. Skinner y M. Viroli (dirs.), Machiavelli and Republicanism, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pp. 121 – 141.
[18]  Sobre las advertencias y consejos que el político renacentista, consejero de los Médici, servidor de León X y embajador cercano a Fernando el Católico, Francesco Guicciardini, véase De la vida política y civil, trad. de Felipe González Vicen, Buenos Aires, Espasa–Calpe, 1947.
[19]  En cuanto a la comparación y diferencia, de Machiavelli respecto a Guicciardini, Emilio Pasquini anota: “É invece analogo il punto di partenza metodologico, in un individualismo prammatistico; ma a differenza del Machiavelli, in Guicciardini non è dato ricostruire un sistema originale di dottrine, una filosofia della storia, cioè, o una teoria di scienza politica”, véase la introducción a Francesco Guicciardini, Ricordi, Italia, Garzanti, 1995, XVIII.
[20]   Véase su libro Cosmología, religión y política en el Renacimiento. Ficino, Savonarola, Pomponazzi, Maquiavelo, Barcelona, Anthropos, 1988.
[21]  Uno de los textos clave de Jorge Velázquez Delgado, sobre estas cuestiones, es ¿Qué es el Renacimiento? La idea de Renacimiento en la conciencia histórica de la modernidad, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, 1998.
[22]  Para De Sanctis, Maquiavelo fue la aurora que precedía los tiempos modernos… es la ciencia, la técnica, la política pura. Véase George Uscatescu, Maquiavelo y la pasión del poder, Madrid, Guadarrama, 1969.

El hombre de los hongos, una narración ambigua y extraña


 

 

                                                                                   Aurora Ruiz Vásquez

El hombre de los hongos, es una enigmática noveleta, donde su autor, Sergio Galindo,  veracruzano muy querido y admirado, originario de Xalapa, Veracruz (1926-1993). juega con la fantasía de un caso extraño. Nos relata la vida de una familia de hacendados que vivían en un paraje que podría ser cualquiera de los típicamente nuestros.  El libro de escasas noventa y un páginas, está hábilmente prologado por José Miguel Sardiñas.

Sergio Galindo empezó su vida literaria muy joven, abarcando cuatro libros de cuentos y nueve novelas, varias de ellas traducidas al inglés, al polaco, al francés y al alemán. Se ha considerado uno de los narradores más interesantes de la literatura nacional. Entre sus obras podemos apuntar: Máquina  vacía, Polvos de arroz, La justicia de enero, La comparsa, Nudo y otras más.

Se habla de una familia formada por Everardo, el padre y Elvira la madre con tres hijos: Emma, Sebastián y Lucila. La protagonista y narradora en primera persona es Emma. El recién llegado Gaspar, es un personaje que cobra gran importancia en la trama del relato que se estructura en 31 breves  capítulos, con ilustraciones  que hacen ágil la lectura.

Everardo tiene una mascota, como si fuera un gatito, un leopardo al que llamaban Toy, un capricho peligroso del señor al que todos evadían. Emma anuncia a sus hermanos Sebastián y Lucila, todavía niños, que su padre regresa de una cacería, con un niño desnudo envuelto en una capa, al que llama Gaspar, como el rey mago y se lo regala, “cuya mera presencia trastorna la vida de la familia, que más que acogerlo, lo recoge como un pariente pobre”. Su encuentro por Everardo fue algo maravilloso; se  describe una luz que “no parecía proceder del sol” en un ambiente misterioso y bello donde en ese lugar pantanoso crece toda  variedad de hongos como joyas preciosas;  un paisaje encantado, mágico; allí se encontraba Gaspar esperando que lo encontraran, algo inverosímil, maravilloso ¿quién era? ¿de dónde venía? . Se describe,  ”primero hay una brecha, después, una barranca extraña”… El arribo de Gaspar coincide con la muerte del primer hombre de los hongos; ellos se encargaban de probar los hogos antes que sus patrones. Si eran venenosos, morían dejando a sus familias el dinero que habían recibido por su sacrificio. El hecho era tan natural que no se calificaba como crueldad, sino como “un rito brutal.” insignificante.

Se observa en la lectura de la obra que hay cierta ambigüedad, no se aclaran los hechos, quedan cabos sueltos para el lector y una tensión permanente que hace la lectura interesante hasta el final. La muerte de Elvira se deduce que fue causada por el leopardo, pero no queda claro y el amor de Gaspar hacia Emma no se manifiesta, pero sí que Elvira busca la proximidad de Gaspar. Sebastián es alejado de la familia cuando quiso disparar a Toy un día en que lo desencadenó Everardo.  Elvira “acosaba a Gaspar de día y de noche pero mi padre por fortuna no se daba cuenta, y eso originó cada vez mi desprecio y el odio más profundo, apunta Emma. La fiera envejecía, se había vuelto irascible y quería atacar a los peones. Emma amaba a Toy como a cualquier animal, y tenía cierto control sobre él. Víctima de Toy fue Elvira, un día se le encontró en la terraza destrozada y Everardo no comprendió o no le dio importancia a la noticia. En esa época, Lucila también seducía  a Gaspar,  aún así, se atrevió a proponerlo como catador cuando los hombres de los hongos empezaban a escasear. Everardo fue incapaz de aceptar la propuesta, y Emma estalló en furia, sin embargo, pasa la prueba ayudado por la astucia de Emma, eso no se dice pero se intuye. Una serie de escenas dramáticas que desencadenan angustia y dolor.

Era una familia especial, el padre loco, la hija odia a la madre, la hermana seduce al novio de su hermana y cosas por el estilo.

Es una lectura fantástica de irrealidad sorprendente. Un relato extraño en una madeja literaria, donde se suceden toda clase de intrigas, falsedades, envidias, absurdos, amores y desamores hasta rayar en el odio, conductas increíbles descritas en  pocas páginas.

    Resalta el mito, la creencia y el cumplimiento de la costumbre ancestral,  del sacrificio.

Lo que no me queda muy claro es lo relativo al tiempo ¿Es Gaspar un bebé cuando lo encuentra Everardo, o ya se mueve por su propio pie? El tiempo pasó muy rápido para hacerse mayores. Esta y otras interrogantes pueden hacerse, en que el lector participa del libro para su deleite.

 La obra fue llevada al cine por Roberto Gavaldón está escrita con un lenguaje sencillo, directo, cadencioso, con varios silencios elocuentes, como una música lejana.

El hombre de los hongos, tiene un final sorprendente y profundo que hay que interpretar, pues en pocas líneas lo dice todo. Es una obra a la altura de Aura o Pedro Páramo, dentro de la literatura mexicana.

Tengo el vago recuerdo de la novela Cumbres Borrascosas de Emily Bronté donde también hay un niño recogido por la familia que pasa de compañero de juegos, a un amor apasionado con la hija de la familia, ocasionando tragedias.
GALINDO, Sergio (1973) El hombre de los hongos México: Universidad Veracruzana
 

   

Mayo silencioso


 

Edgar Armando Mestizo Porto

Todos en el rancho estaban agitados y corrían de un lado para otro, preparándose  para la llegada del nuevo integrante.  Sully estaba en proceso de parto. Los más cercanos a ella la apoyaban y cuidaban en ese momento tan difícil, claro, con sus debidas reservas. Se notaba en su rostro la agonía, el dolor y lágrimas saliendo por sus negros y enormes ojos. Por fin, la cabeza empezó a asomarse y poco a poco Sully fue haciendo lo suyo hasta que, ahí estaba afuera, recibiendo el aire tibio de una tarde de mayo. Fuerte, sano, completo y con una peculiaridad que a todos los presentes dejó sorprendidos, su capa atigrada, que no era propia de un descendiente azteca.

Con el paso del tiempo, el potrillo creció, jugueteaba al lado de su madre y junto a otros de su especie. Su amo, al verlo, se preguntaba ¿cómo era posible que tuviera esa capa tan extraña?, en la cual se acentuaban más las rayas atigradas.  Mayo, como así fue nombrado, se convirtió en un caballo brioso y fuerte pero terco y necio, como si no entendiera ordenes o palabra alguna, nadie en el rancho lo había podido domar. Ni su amo, Alfonso, que tenía fama en la región de ser el mejor jinete domador. Después de tantos intentos de tratar domarlo, Alfonso estaba dispuesto prácticamente en utilizar a Mayo para labores de arado. No serviría para otra cosa.

Mayo, dejado un poco a su suerte pero sin faltarle alimento y establo, paseaba por los campos del rancho, libre, al trote,  jugando con equinos más jóvenes y molestando a los mayores.  A pesar de que no se le veía futuro, Mayo era bien querido y aceptado por la gente del rancho, inclusive de su enérgico amo Alfonso.

Un día por esas tierras, llegó un circo y con él las típicas atracciones: animales, payasos, malabaristas, enanos, hombres fuertes y  gigantes. En  ese circo, venía una familia integrada por mamá y papá trapecistas y su hijo Samuel. Un chico de aproximadamente 11 años, delgado pero fuerte, moreno claro y cabellera negra rizada abundante. Samuel acostumbraba salir y conocer al lugar que llegaban. Su madre lo miraba a los ojos y le decía, no te metas en problemas y llega a tiempo para cenar. Samuel salió a caminar por aquel pequeño pueblo tan fresco y lleno de vegetación por sus calles empedradas y solitarias. Tomó un camino que lo llevaría  hacia una  gran extensión de tierra donde  esparcidos había manzanos, duraznos y uno que otro  bebedero para animales. Samuel brincó la cerca que delimitaba el lugar y comenzó a correr, juguetear, cortar manzanas y disfrutar de  ese día de verano. Mientras caminaba,  Samuel  encontraba a su paso animales de granja que disfrutaban del campo verde y extenso.  Cerca de ahí, había un pequeño arroyo donde aprovechó para refrescarse. Emprendía el retorno pues recordó que su madre le había indicado que no llegara tarde. A  su regreso,  se detuvo frente a un roble frondoso lleno de vida y tal parecería que tuviese una muralla protectora de piedras volcánicas. Y cuál sería su sorpresa, al otro lado del árbol estaba ahí, firme, soberbio y radiante, Mayo, el caballo atigrado, el caballo que nadie había podido domar, el caballo rebelde.  Samuel se acercó poco a poco para no asustarlo, Mayo al verlo empezó a moverse lento, confiado, sin temor. Samuel lo acarició suavemente dándole ligeras palmaditas en su lomo y cuello. El caballo respondía  a las caricias con movimientos no tan bruscos de su cabeza. Como si se conocieran desde hace mucho tiempo, ambos intercambiaban miradas y muestras de afecto.

Samuel, decidió montarlo, él lo había aprendido en el circo.  En ese instante de estar  subiendo al caballo, no muy  lejos de ahí, en un pequeño establo se veía trabajar a Alfonso que al percatarse de lo que el niño intentaba hacer,  gritó tan fuerte alertándolo que se alejara del  equino. No hubo respuesta alguna, pues ni  el niño ni el caballo escuchaban sus gritos y advertencias desesperadas.

El niño subió al caballo apoyándose en una roca, Mayo,  sin miedo y recelo se dejó montar. A pelo como si fuera un vaquero consolidado, Samuel guiaba  ese caballo brioso a un andar parsimonioso, pero firme y elegante. Alfonso quedó sorprendido de ver aquella estampa donde ese caballo atigrado que nunca había sido domado, se dejaba llevar por un niño  como si fuera su jinete de toda la vida.

Alfonso se acercó, Samuel y Mayo lo vieron,  permanecieron estáticos por algunos segundos. Después, Alfonso preguntó al niño de ¿dónde era?, ¿qué hacía ahí? Samuel serio, confundido y temeroso, no respondió nada. Bajó del caballo de un gran salto. Hombre y niño se miraron fijamente a los ojos, sin decir palabra, sin esbozar ni un movimiento en sus bocas. Samuel volteó para ver a su efímero amigo. De nueva cuenta, surgió la pregunta ahora más enérgica por parte de Alfonso, ¿quién eres, acaso no oyes, eres sordo? Samuel con un sonido gutural y una caricia se despidió del caballo. Alfonso impactado, no daba crédito de lo que veía. El niño era sordo. Tan solo bastó un instante, caballo y niño  a través de las miradas y de  los gestos amables pudieron comunicarse y compartir su silencio eterno.  

Estudiante del Diplomado de Creación Literaria de la Universidad Veracruzana y la Universidad Autónoma Metropolitana.