viernes, 17 de enero de 2014

Editorial


 

A más de tres décadas


La Academia Mexicana de la Educación, A.C., Sección Veracruz como sociedad civil, plural, tanto por su procedencia académica como por sus compromisos ideológicos y labor  construida durante más de tres décadas continúa comprometida a darle seguimiento, salvaguardar su prestigio y mantenerla viva. El transcurrir del tiempo no ha sido estéril, de ello hay evidencia.

La historia de la AMEAC, se remonta al inicio de la segunda mitad del siglo pasado -55 años atrás la nacional-, aquí en el Estado de Veracruz fue iniciada por el Maestro Marcelo Ramírez Ramírez reconocido académico veracruzano y un equipo de intelectuales entusiastas, con fe y esperanza, interesados en el análisis, estudio de los problemas educativos, preservación y recreación de la cultura, en la cual subyace un espíritu democrático y de justicia. Esta es la  Misión para la que fue creada la Academia y razón que sigue guiando su quehacer.

Diversas actividades académicas y culturales, difusión de ideas en diferentes medios de comunicación, dan fe del trabajo académico realizado fuera y al interior de la misma, han puesto de manifiesto su interés por los asuntos de la educación y la cultura.

Hoy con cimientos materiales, pero sobretodo intelectuales, e inmersos en un contexto no menos problemático que hace tres décadas la AMEAC renueva el desafío de continuar participando activamente moviéndole el ideal de Una Educación al Servicio de México.

Es evidente la diversidad ideológica que la ha caracterizado, también lo es que esta ha posibilitado su enriquecimiento, en consecuencia propuestas de alternativas de solución desde las diferentes experiencias y ópticas. En la diversidad está su riqueza.

Técnicas Vivenciales Gestálticas para Conflictos de Pareja


 

Jorge Cornejo

Universidad Gestalt

7 de Mayo 2013

Introducción

Se dice coloquialmente que una pareja que no está enamorada no tendrá futuro su relación, pero ¿Qué es el amor?, ¿Si nos casamos enamorados, será un éxito la relación o hay más factores que aseguran su continuidad?, ¿Los rasgos o perfiles de las personas y sus combinaciones influyen para alcanzar el éxito en una relación?, ¿Existe una edad para asegurar el éxito de las parejas?. Estas y otras cuestiones sobre el éxito o el fracaso de las parejas serán abordadas en este ensayo, planteando algunas técnicas gestálticas para abordar los conflictos.

La intervención para el tratamiento de conflictos de pareja parece ser uno de los temas con mayor reto en el campo de la aplicación de cualquier tipo de psicoterapia ya que existen una gran diversidad de factores situacionales que influyen en el origen de dichos conflictos. Desde un punto de vista sistémico se consideran influencias externas que afectan a la pareja, incluyendo su entorno familiar, laboral y económico, entre otros.

Desde mi punto de vista una de las piedras angulares en el desarrollo existencialista del individuo está relacionada con la decisión de emprender un proyecto para toda la vida con otra persona. Es un viaje que emprenden dos individuos, que parte de un ciclo gestáltico conjunto y que día con día se va nutriendo con el desarrollo de varios ciclos.

El conflicto se produce al bloquear los ciclos y las múltiples necesidades de los individuos que conforman la pareja, debido a cambios externos que van teniendo impactos en la relación, fracturando expectativas que tenía uno del otro, unas conscientes y expresadas, otras conscientes, no expresadas y otras no conscientes que conforman el rompimiento de un contrato virtual.

Análisis Estadístico.

La terapia de pareja es una práctica relativamente reciente de los años 90s y cada día será más necesaria por la tendencia de los ajustes al rol de la mujer (de madre y esposa, a profesionista) y los métodos anticonceptivos han cambiado las relaciones de pareja, posponiendo un matrimonio formal y la decisión de tener hijos (Crawley p. 11)

La institución del matrimonio en Estados Unidos se encuentra en crisis, en 10 años la proporción de divorcios aumento a más del doble y un tercio de los matrimonios termina en divorcio. Se estima que un 60% de las parejas de clase media que se divorcia, busca psicoterapia. En Chile los matrimonios se redujeron en 10 años un 70% (Davanzo p. 25)

El México las cifras de Inegi nos muestran como en 13 años (1998-2011) las cifras se tornan también alarmantes tanto en la reducción de matrimonios como en el aumento de divorcios en todos los estados.

Concepto de Pareja.

“ Te quiero no por quien eres, si no por quién soy cuando estoy contigo. ” Gabriel García Márquez

La frase del poeta claramente nos plantea la Gestalt que se crea en el concepto de pareja, la causa es la pareja, el efecto es la satisfacción lograda a través de la misma.

La pareja es tener un compañero para caminar juntos por la vida en la misma dirección, encontrando su apoyo, compartiendo ilusiones, temores, gustos e intereses, con quien comunicarnos, alguien en quien creer y confiar, con quien disfrutar de los cuerpos y los sentimientos, las sonrisas y las ilusiones. (Corpas de Posada p. 4).

La pareja es la unión de dos compañeros sexuales con miras a vivir una vida común y duradera, la cual está oficialmente sancionada con el matrimonio. Es la unión monógama que implica obligaciones de fidelidad, ayuda, asistencia y está destinada a permitir la educación y formación de los hijos que puedan nacer de esta unión (Padilla p.13)

Necesitamos a otros para alimentarnos y también para satisfacer nuestras necesidades sexuales, … buscando alguna base común para saber cuál es la posición de uno frente al otro. (Perls p.131)

Cualquier relación de pareja, sea en forma de matrimonio legal o de matrimonio informal es un constructo social, despertando expectativas para sus participes, configuradas por factores sociales, culturales, religiosos y por la articulación psicológica de las dos partes implicadas. (Crawley p.11)

Dos personas se juntan y se usan el uno al otro para funcionar en el mundo usando fuerzas del otro. Esas mismas fuerzas son las debilidades del compañero (Salama p.159)

Concepto del amor

Amor es tener un proceso bioquímico en el hipotálamo debido a la segregación de dopamina.

Neurofisiologo

Si bien la definición anterior está limitada a un asunto de hormonas, la experiencia fisiológica es disparada por varias circunstancias psicológicas derivadas del encuentro de dos personas.

El amor es un sentimiento creciente que inicia con un singular “me gustas”, que se convierte en un “te quiero” y se transforma a un plural “nos amamos”, capaz de realizar un proyecto de pareja.

Es el encuentro de una libertad y otra libertad, el compromiso de dos libertades, a un si libremente dado, libremente aceptado y diariamente repetido, a la esperanza que mira hacia el mañana. Es la decisión de ser pareja en el respeto de la libertad de otra persona y de su originalidad, sin pretender aprisionarla en el castigo de nuestro egoísmo. Esta hecho de diversos componentes: de atracción, de sentimiento, de pasión, de corazón, cabeza y cultura (Corpas de posada p. 7)

Para que exista el amor se necesita que coincida dos que necesiten algo en común, que pertenezcan a ambientes semejantes en lo social, en lo económico, lo cultural, lo familiar, con afinidad en valores, sin diferencia proporcionada de edad para que exista compatibilidad, que exista atractivo físico, así como en la manera de ser, en la inteligencia , en los modales, en la forma de hablar y en la actitud frente a la vida. (Corpas de posada p. 14)

La escritora Vallejo-Nágera, dice que en la relación amorosa interviene una mezcla de sensaciones, sueños, disposiciones, necesidades, creencias, estímulos y un sin fin de emociones que alteran el pulso, hipotecan el raciocinio, exaltan lo visible y glorifican lo invisible, (Corpas de posada p. 15)

El matrimonio es un proyecto de amor que se va realizando progresivamente en la desición libre y personal de la pareja de amarse y seguir amándose; en la mutua entrega y aceptación de todos los días; en la generosidad; en la unión vivida y conquistada cada día; en la participación de la vida, toda para compartir alegrías y sinsabores; en la apertura a la vida, a los otros y a Dios. Y subrayo: Es un proceso, un camino, no un punto de llegada.

Mi conclusión es que el amor verdadero se construye de tres exigencias: Madurez para amar y seguir amando, verdad para dar coherencia a la vida de pareja. Sin ellas difícilmente puede hacer felicidad en el amor. (Corpas de posada p. 25)

Concepto del Contrato Matrimonial

En todas las épocas los códigos legales han institucionalizado los derechos conyugales, generalmente a favor del varón, sin embargo estos convenios legales solo son una pequeña parte de los contratos matrimoniales, que suelen incluir: División del trabajo domestico Uso del espacio habitacional Responsabilidad de cada cónyuge en la crianza de los hijos Disposiciones sobre bienes, deudas y gastos de subsistencia Dedicación profesional y domicilio legal Derechos de herencia Uso de apellidos Relaciones licitas con terceros Causales de separación o divorcio

Fidelidad sexual Posición sobre adopción de niños

En la terapia los integrantes de la pareja no han negociado un contrato, sino cada cual actúa como si su propio programa fuera un pacto convenido y firmado por ambos y piensa únicamente en su propio contrato, aunque llegue a desconocer partes de él. (Sager p.18)

En un conflicto de pareja, aflora ese contrato virtual individual, el cual representa la figura de una gestalt que aflora, volviendo fondo todo lo demás incluyendo un rico pasado de experiencias amorosas.

El contrato individual (Sager p. 20) incluye conceptos expresados y tácitos, conscientes expresados, conscientes no expresados e inconscientes que posee una persona respecto a sus obligaciones conyugales y a los beneficios que espera obtener del matrimonio en general. Consiste de tres categorías:

1) Expectativas: El acto de casarse con o sin la sanción efectiva de la Iglesia o del Estado, que denota un importante grado de compromiso y la creación de una nueva entidad (el matrimonio). Entre las expectativas más comunes se incluyen:

a. Compañero, fiel, devoto, amante, exclusivo

b. Sostén constante contra la adversidad

c. Compañía para la soledad

d. Matrimonio como meta (más que un comienzo o un proceso)

e. Panacea contra el caos (casándonos todo será tranquilo y ordenado)

f. Hasta que la muerte nos separe (compromiso de perpetuidad)

g. Relación sexual licita y fácilmente asequible

h. La creación de una familia

i. Inclusión de otras personas dentro de la nueva familia (padres, amigos, animalitos)

j. Un hogar donde refugiarse del mundo

k. Una posición social respetable

l. Una unidad económica

m. Una unidad social

2) Necesidades intrapsíquicos y biológicas del individuo

a. Independencia / Dependencia (cuidar de si mismo)

b. Actividad / Pasividad (capacidad para alcanzar lo que se quiere)

c. Intimidad / Distanciamiento (sobre sentimientos o experiencias)

d. Uso / Abuso del poder

e. Dominio o sumisión

f. Miedo a la soledad o al abandono

g. Grado de angustia

h. Aceptación de mecanismos de defensa

i. Identidad sexual

j. Rasgos del compañero sexual

k. Aceptación de uno mismo y del otro

l. Estilo cognitivo (como procesa y comunica)

3) Focos externos en problema originados en las dos anteriores categorías.

a. Comunicación (Franqueza y claridad)

b. Estilo de vida (compatibilidad)

c. Familias de origen

d. Crianza de hijos (autoridad)

e. Relaciones con los hijos (alianzas)

f. Mitos familiares

g. Dinero (quién lo gana y cuanto?)

h. Sexo (frecuencia, quién inicia, objetos y fantasías)

i. Valores (cultura, hogar, vestimenta, religión, política)

j. Amistades

k. Roles y responsabilidades (cocinar, compras, quehaceres, cuidado de niños, fiestas, finanzas)

l. Intereses (trabajo, tiempo libre, individualidad

El Sistema Marital

La nueva unidad social construye una entidad donde el todo difiere de las partes y funciona como un subsistema dentro de numerosos sistemas pluripersonales. Entonces la relación dejan de ser dos contratos individuales para construir un contrato de interrelación que les permita satisfacer suficientemente sus necesidades biológicas, sus deseos adultos y sus deseos infantiles remanentes. Un contrato referido al cómo y no al qué.

Perfiles de Conducta

Sager (p. 127) nos plantea en base a una base de datos significativa su experiencia sobre siete perfiles comunes donde podrían aparecer nuestros pacientes. Cada perfil que se muestra a continuación se define en parte, de acuerdo con un tipo conyugal complementario, lo cual esclarece todas las dimensiones de interacción y la índole del tipo de conyugue.

Basándonos en las necesidades intrapsíquicos y biológicas del individuo, a continuación podremos encontrar polaridades que expresadas en escalas nos apoyan a determinan hacia qué casos hay mayores influencias y a definir algunos perfiles de relación nos ayudan a identificar nuestras tendencias y la descripción del perfil.

Mecanismos de defensa:

A. Sublimación

B. Sacrificio, alturista

C. Represión

D. Regresión

E. Formación reactiva

F. Desmentida (yo) defensa perceptual

G. Inhibición de impulsos y afectos

H. Introyección

I. Reversión

J. Desplazamiento

K. Proyección

L. Intelectualización

M. Anulación

N. Fantasías

Perfiles del Conyugue

Los perfiles más comunes de conducta en los que se encuentran las personas se pueden mostrar en la siguiente tabla, indicando el grado de polaridad y los mecanismos de defensa que utiliza cada uno de los perfiles.

Con las descripciones generales siguientes: El igualitario: Conservación de la personalidad en una relación de coparticipación Romántico: Representa la “vieja ola”, buscando formar una sola entidad Parental: Progenitor dominante y autoritario, un amo Infantil: Un esclavo, busca cuidado y protección Racional: Niega las emociones sobre su conducta Camarada: Actúa para evitar la soledad Paralelo: Evita una relación íntimamente compartida

Sager nos presenta en su obra la combinación de estos perfiles de conducta, que representan 28 combinaciones posibles donde resumo en las siguientes líneas los potenciales escenarios:

Igualitario con Igualitario: Pueden o no tener buena relación si respetan y no se exigen

Igualitario con Romántico: A menudo una buena relación, mientras no se exijan cambiar el perfil o el romántico se vea amenazado por el espacio que requiere el otro, o el igualitario quiera imponer sus ideas.

Igualitario y Racional: Generalmente es estable la combinación, comenzando comúnmente como igualitarios y va cambiando por la angustia de la independencia del otro entendiéndola como irresponsabilidad, ligereza o irracionalidad.

Igualitario y Camarada: Funciona bien la combinación ya que el camarada realiza renuncias para satisfacer al igualitario y las dificultades son cuando el Igualitario va más allá de lo establecido.

Igualitario y paralelo: Puede funcionar si el igualitario no se excede en sus exigencias de intimidad.

Igualitario y Parental: Tiende a ser inestable por la lucha de poder

Igualitario e Infantil: Probablemente inestable donde el igualitario se sentirá incomodo

Romántico y Racional: Relación difícil, demandando del romántico intimidad

Romántico y Camarada: Esta relación se da raras veces por convertirse generalmente en una relación fraternal con baja actividad sexual.

Romántico y Paralelo: Difícil e inestable ya que el paralelo demandara su distancia.

Romántico y Parental: Es posible que funcione bien, una de las pocas combinaciones para el romántico.

Parental y parental: Relación deficiente y turbulenta a menos que uno doblegue al otro

Parental e infantil: El conyugue infantil generalmente se convierte en el poseedor de la relación.

Infantil e Infantil: Una relación carente de futuro, ante la crisis, comienzan las hostilidades

Fases del Ciclo de vida de Pareja

Hay diferentes factores que influyen en la estabilidad de la pareja, como los contratos individuales virtuales, los mecanismos de defensa que usan ante los conflictos y su efecto sobre su pareja, la energía que utilizan en sus disputas, la calidad de del amor y el afecto, su salud física y las influencias externas.

Los factores son dinámicos y cambian durante la relación al ir surgiendo diferentes necesidades en el desarrollo de la relación, durante la fase de galanteo, el cumplimiento del primer año, después del nacimiento de los hijos, cuando los hijos abandonan el hogar y cuando un conyugue se enferma.

Crawley (p.67), menciona que los cambios se van dando durante el ciclo de vida de la familia a los cuales debemos adaptarnos.

1. La primera fase: El joven adulto busca formar un sistema, donde los cambios de primer orden implican conseguir la independencia económica, establecer una

identidad adulta y elegir una pareja y en cambios de segundo orden busca diferenciarse del yo de la familia de origen.

2. En una segunda fase busca compromiso con otra persona, estableciendo un compromiso, creando un hogar y acordando roles y resolver las diferencias y en cambios de segundo orden, renegociar las relaciones con la familia de origen, dar prioridad a la nueva familia

3. En una tercera fase de expansión, hay hijos pequeños, por lo que hay que adaptarse económicamente y en la organización familiar, acordando funciones y responsabilidades y en los cambios de segundo orden acordar el sistema de relación de dos a tres personas, así como la relación con las familias de origen y el rol de los abuelos.

4. La fase de familia con adolecentes para adaptarse a la expectativa de mayor independencia de los adolecentes y acordar normas familiares más flexibles, adaptarse a una menor participación de los adolecentes en las actividades familiares y un esfuerzo para gastos universitarios. En los cambios de segundo orden está reducir energía en la función y control paterno y reevaluar la relación sexual de la pareja y donde los adolecentes empiezan a tener sus primeras relaciones sexuales.

5. La siguiente fase es la familia con jóvenes adultos, donde se tiene que adaptar a una mayor libertad, donde el cuidado de los niños deja de ser el centro de la atención y son necesarios más recursos económicos, reevaluando el destino de los esfuerzos, el trabajo, las aficiones y la incorporación del rol como abuelos. En el segundo orden se reevalúa la relación de pareja como relación primaria y racordar

de nuevo todo lo relativo a tiempo en común,los intereses particulares y la intimidad.

6. La última fase sería la pareja en la vida avanzada, adaptándose a la jubilación, modo de vida, salud y cuestiones económicas. En los cambios de segundo orden, acordar el uso del tiempo por separado y en pareja, adaptándose también a la necesidad de ayuda.

Como se puede observar los cambios de primer orden son adaptaciones prácticas y emocionales que la familia y sus miembros deben hacer para atender las exigencias de esa fase del ciclo de vida.

Los cambios de segundo orden son los que habrán de realizar en las pautas subyacentes de las relaciones dentro del sistema familiar, si la familia quiere adaptarse a la nueva fase de su ciclo de vida

Congruencia, Complementariedad y Conflicto

Los contenidos en los contratos individuales virtuales pueden ser congruentes, complementarios o conflictivos entre si y es la raíz de los problemas y de las conductas y mensajes ambivalentes. Cuando son Congruentes y Complementarios pueden convertir sus contratos a un contrato único al que se adhieren de manera libre y consciente.

Un conflicto según es la oposición de elementos incompatibles, la lucha de necesidades, el encuentro hostil surgido de la existencia de tendencias contrarias o excluyentes, necesidades implícitas o explicitas de un conyugue que contradicen las del otro o se oponen a ellas, manifestándose en una conducta ambivalente que provoca un conflicto al otro conyugue (Sager p.183)

Menciona Salama (p.161) a Zinker cuando menciona que las características de estima propia que son atractivas al principio son justo las que se convierten en causas de fricción después. El alto estima inicial es una falsa autoestima. Es nada más una proyección de la grandeza del uno al otro y que cuando fracasa es cuando ya no creen que estén enamorados.

Salama (p163) menciona un modelo de polaridades Gestalt donde las parejas son atraídas por personas que se especializan en diferentes fases del ciclo, donde por ejemplo una persona que es sumamente consciente o hasta obsesiva escoge a una persona que es muy emocionante, o el sensitivo, busca al pensativo, o el depresivo busca al enérgico.

Psicoterapia de parejas

En los últimos años el desarrollo de la terapia de pareja ha seguido creciendo como consecuencia de las influencias de nuevas corrientes de pensamiento y como consecuencia d la aplicación a campos cada vez más extensos. La influencia de nuevas corrientes respecto al género y adopción impulsa nuevos estudios y desarrollos en la terapia.

Nichols planteo en 1984 la siguiente clasificación con los diferentes autores (Rincón p.32):

Psicoanalítica Grupal Familia extensaExperencialEstructuralComunicaciónEstratégicaConductualAkermanBellBowenWithakerJacksonHaleyPattersonBoszomenyiGuerinSatorMinuchinHaleyMadanesStuartFramoLaqueurKemplerMontalvoSelviniLibermanStierlinSpeckDhulRosmanHoffmanWeissRobin SkynerAttneaveAponteBodinJacobsonEpsteinWalzawickGrunebaumWeaklandFish

Aunque no todos los autores comparten la idea del narcisismo primario, si se reconoce casi universalmente la importancia de la relación primaria con la figura materna, donde esta es determinante para la formación de todo lazo afectivo y por consiguiente también para la capacidad de establecer relaciones en la edad adulta.

En la elección conyugal (Lemaire 1974) se seleccionan características del conyugue que permitan mantener la unidad, estabilidad y seguridad ante las amenazas internas de pulsiones removidas activas, buscando satisfacer con el futuro conyugue sus expectativas conscientes con reciprocidad, esperando algo del otro para que funcione.

Baldaro-Verde y Pallaca (1984) ilustran los algunos tipos de elección de pareja basados en identificación de características funcionales frustrantes que hacen resonar en el niño señales de peligro (Rincón p.42): Ilusoria Objetal por apoyo Objetal de tipo narcisista De la realización simbólica del incesto De defensa de los deseos edípicos Objetal mixta Objetal centrada en el vínculo del objeto

Según los diferentes autores de orientación analítica, el tipo de elección realizada en la pareja determinará el tipo de conflicto posterior.

J. Willi plantea que en los conflictos conyugales se da una perturbación neurótica común, un juego que es causa de un inconsciente común denominado colusión. La simbiosis de la

pareja fracasa por una unión basada en un intento colusivo de curación individual que los libere de sus propios conflictos y donde las partes transferidas al otro conyugue acaban volviendo incrementadas al propio yo. Por lo tanto el conflicto conyugal no es sino la expresión incrementada del intento fracasado de curación individual que cada miembro pone en el otro. De forma resumida la colusión se compone de varios elementos (Rincón p. 43) :

1. El conflicto básico semejante no resuelto con los conyugues que les lleva a realizar un juego relacional secreto

2. El conflicto común les lleva a repartirse los roles opuestos que forman un todo.

3. Uno de los integrantes de la pareja intenta autocurarse ejerciendo un rol progresivo y el otro un rol regresivo.

4. Estas conductas progresivo-regresivas favorecen la atracción y aferramiento en la pareja, pues esperan que el otro les libere de su conflicto básico y les satisfaga sus necesidades.

5. Si la conveniencia es duradera, el intento de curación colusiva fracasa reapareciendo en uno mismo lo depositado en el otro.

Bibliografía

Perls F., El enfoque Guestaltico. Ed. Cuatro Vientos

Corpas de Posada I., Planeación Estratégica para parejas. Ed. Norma

Crawley J., La terapia de pareja: El yo de la relación. Ed. Morata

Davanzo H., La pareja en psicoterapia analítica de grupo. Ed. Universitaria

Martin P., Manual de terapia de pareja, Ed. Amarrortu

Rincon P., Psicoterapia de parejas. Ed. CCS

Sager C., Contrato Matrimonial y terapia de Pareja. Ed. Amarrortu

Salama H. Gestalt de persona a persona, (Tercera edición). Ed. Alfaomega

Invasión


 

Aurora Ruiz Vásquez

Entre colinas y un bosque espeso, enclavado a varios kilómetros de la ciudad, se encontraba el Monasterio de piedra San Isidro, atravesado por un pequeño río. Había sido construido hace miles de años y  servía, no  sólo para resguardo de monjes y sus prácticas religiosas, sino como fortaleza en tiempos de guerra.

Dentro del patio principal, se hallaba un pilar o columna en forma de aguja de diez metros de altura. Estaba construido en tal forma que lo hacía singular. El menor movimiento extraño lo registraba, por lo que se podían pronosticar temblores o invasiones  de cualquier clase. Además, tenía un mirador por el que era factible vigilar a grandes distancias con ayuda de catalejos. En esta forma, se podían tomar las medidas preventivas adecuadas. Entre los monjes del convento estaba el padre Sixto, hombre de edad avanzada, invidente de gran experiencia, celoso del cuidado del monasterio y del cumplimiento de los deberes de los otros monjes. Por  las mañanas acostumbraba recorrer el bosque a orillas del  río, apoyado en su bastón y luego de sentarse en una piedra a meditar, dejaba que el viento jugara con su cabello cano y aspiraba con deleite el aire perfumado. Su oído era tan fino que percibía el menor ruido, imaginando el lenguaje de las aves, el sonido del agua y el susurro del viento.

El sol  se encontraba en el cenit cuando el padre Sixto despertó del  pequeño período de sueño que había tenido en un claro del bosque. Cuando se incorporó quiso caminar y algo impidió su paso haciéndolo tambalear, creyó que eran piedras o terrones de tierra con hojarasca. Se quedó inmóvil. En ese preciso momento apareció otro monje que ya lo buscaba al haber notado su ausencia. Éste se alarmó al contemplar innumerables pájaros negros degollados, tirados en la tierra. Algo extraño nunca visto. Fue a informar del suceso inesperado e incomprensible al Monasterio. Oro monje externó que una tarde había visto  que el cielo se oscurecía, volteó hacia arriba y observó una mancha negra que pasaba en  el cielo como una nube; seguramente era una parvada enorme de esos misteriosos pájaros negros.

Una tarde con niebla, el padre Sixto sintió que le zumbaban los oídos en forma persistente. Sintió la presencia cercana de otros seres, corazones que latían al unísono, respiraciones acompasadas y ruidos extraños que como ecos partían del bosque en forma de un batir de alas. Alarmado pidió a otro padre que   observara el obelisco de piedra. Éste permanecía inmóvil sin señal de alarma. Pensó que su mal sería pasajero y no se relacionaba con ningún peligro. Sin embargo, quedó en alerta. De repente, el zumbido fue insoportable, entonces,  observaron el obelisco. Éste oscilaba como un péndulo. La voz de alarma cundió y los monjes, sin saber qué pasaba, fueron saliendo sigilosos por un pasadizo subterráneo que conducía al exterior. Caminaron por la orilla del río para refugiarse en el laberinto del bosque sin imaginarse que allí estaba su perdición. Trataban de protegerse entre los troncos caídos, cuando un enorme pájaro negro cayó sobre la cabeza de uno de los monjes clavándole sus garras, luego otro y otro más. Sorprendidos, trataron de huir corriendo a refugiarse al convento. Esos extraños pájaros tenían cabeza de monos, casi semejaban una cara humana con ojos rojizos como de fuego. Producían sonidos estridentes en gran algarabía. Los monjes, aterrados, entre ellos el padre Sixto, apenas tuvieron tiempo de llegar al monasterio, donde los pájaros, que los habían seguido, les cerraban el paso. Por fin lograron encerrarse en sus estrechas celdas y angustiados se dedicaron a orar, no sin antes preguntarse ¿qué clase de seres son ellos y qué quieren de nosotros? ¿qué mal hemos hecho?

Los extraños seres alados  invadieron el monasterio fácilmente, primero una parte, luego la otra; devoraron todo lo que había en la despensa, con cólera destruyeron las imágenes del altar, las puertas y ventanas encristaladas, ensuciaron los largos corredores que habían permanecido impecables. Los monjes sintiéndose acorralados, presos e imaginando su siniestro porvenir, trataron de burlar la vigilancia y huir uno por uno, exponiendo sus vidas, menos el padre Sixto, que creyó desalojar a los intrusos con sus rezos. Se cree  que los monjes se dispersaron e internaron en el bosque de donde  no volvieron jamás.


 

 

 

La mujer parecida a mí


 

Felisberto Hernández

Hace algunos veranos empecé a tener la idea de que yo había sido caballo. Al llegar la noche ese pensamiento venía a mí como a un galpón de mi casa. Apenas yo acostaba mi cuerpo de hombre, ya empezaba a andar mi recuerdo de caballo.

 En una de las noches yo andaba por un camino de tierra y pisaba las manchas que hacían las sombras de los árboles. De un lado me seguía la luna; en el lado opuesto se arrastraba mi sombra; ella, al mismo tiempo que subía y bajaba los terrones, iba tapando las huellas. En dirección contraria venían llegando, con gran esfuerzo, los árboles, y mi sombra se estrechaba con la de ellos.

 Yo iba arropado en mi carne cansada y me dolían las articulaciones próximas a los cascos. A veces olvidaba la combinación de mis manos con mis patas traseras, daba un traspiés y estaba a punto de caerme.

 De pronto sentía olor a agua; pero era un agua pútrida que había en una laguna cercana. Mis ojos eran también como lagunas y en sus superficies lacrimosas e inclinadas se reflejaban simultáneamente cosas grandes y chicas, próximas y lejanas. Mi única ocupación era distinguir las sombras malas y las amenazas de los animales y los hombres; y si bajaba la cabeza hasta el suelo para comer los pastitos que se guarecían junto a los árboles, debía evitar también las malas hierbas. Si se me clavaban espinas tenía que mover los belfos hasta que ellas se desprendieran.

 En las primeras horas de la noche y a pesar del hambre, yo no me detenía nunca. Había encontrado en el caballo algo muy parecido a lo que había dejado hacía poco en el hombre: una gran pereza; en ella podían trabajar a gusto los recuerdos. Además, yo había descubierto que para que los recuerdos anduvieran, tenía que darles cuerda caminando. En esa ilusión de que todavía podía ser feliz. Me tapaba los ojos con una bolsa; me prendía a un balancín enganchado a una vara que movía un aparato como el de las norias, pero que él utilizaba para la máquina de amasar. Yo daba vueltas horas enteras llevando la vara, que giraba como un minutero. Y así, sin tropiezos, y con el ruido de mis pasos y de los engranajes, iba pasando mis recuerdos.

 Trabajábamos hasta tarde de la noche; después él me daba de comer y con el ruido que hacía el maíz entre los dientes seguían deslizándose mis pensamientos.

 (En este instante, siendo caballo, pienso en lo que me pasó hace poco tiempo, cuando todavía era hombre. Una noche que no podía dormir porque sentía hambre, recordé que en el ropero tenía un paquete de pastillas de menta. Me las comí; pero al masticarlas hacían un ruido parecido al maíz.)

 Ahora, de pronto, la realidad me trae a mi actual sentido de caballo. Mis pasos tienen un eco profundo; estoy haciendo sonar un gran puente de madera.

 Por caminos muy distintos he tenido siempre los mismos recuerdos. De día y de noche ellos corren por mi memoria como los ríos de un país. Algunas veces yo los contemplo; y otras veces ellos se desbordan.

 

 En mi adolescencia tuve un odio muy grande por el peón que me cuidaba. Él también era adolescente. Ya se había entrado el sol cuando aquel desgraciado me pegó en los hocicos; rápidamente corrió el incendio por mi sangre y me enloquecí de furia. Me paré de manos y derribé al peón mientras le mordía la cabeza; después le trituré un muslo y alguien vio cómo me volaba la crin cuando me di vuelta y lo rematé con las patas de atrás.

 Al otro día mucha gente abandonó el velorio para venir a verme en el instante en que varios hombres vengaron aquella muerte. Me mataron el potro y me dejaron hecho un caballo.

 Al poco tiempo tuve una noche muy larga; conservaba de mi vida anterior algunas "mañas" y esa noche utilicé la de saltar un cerco que daba sobre un camino; apenas pude hacerlo y salí lastimado. Empecé a vivir una libertad triste. Mi cuerpo no sólo se había vuelto pesado sino que todas sus partes querían vivir una vida independiente y no realizar ningún esfuerzo; parecían sirvientes que estaban contra el dueño y hacían todo de mala gana. Cuando yo estaba echado y quería levantarme, tenía que convencer a cada una de las partes. Y a último momento siempre había protestas y quejas imprevistas. El hambre tenía mucha astucia para reunirlas; pero lo que más pronto las ponía de acuerdo era el miedo de la persecución. Cuando un mal dueño apaleaba a una de las partes, todas se hacían solidarias y procuraban evitar mayores males a las desdichadas; además, ninguna estaba segura. Yo trataba de elegir dueños de cercos bajos; y después de la primera paliza me iba y empezaba el hambre y la persecución.

 Una vez me tocó un dueño demasiado cruel. Al principio me pegaba nada más que cuando yo lo llevaba encima y pasábamos frente a la casa de la novia. Después empezó a colocar la carga del carro demasiado atrás; a mí me levantaba en vilo y yo no podía apoyarme para hacer fuerza; él, furioso, me pegaba en la barriga, en las patas y en la cabeza. Me fui una tardecita; pero tuve que correr mucho antes de poder esconderme en la noche. Crucé por la orilla de un pueblo y me detuve un instante cerca de una choza; había fuego encendido y a través del humo y de una pequeña llama inconstante veía en el interior a un hombre con el sombrero puesto. Ya era la noche; pero seguí.

 Apenas empecé a andar de nuevo me sentí más liviano. Tuve la idea de que algunas partes de mi cuerpo se habrían quedado o andarían perdidas en la noche. Entonces, traté de apurar el paso.

 Había unos árboles lejanos que tenían luces movedizas entre las copas. De pronto comprendí que en la punta del camino se encendía un resplandor. Tenía hambre, pero decidí no comer hasta llegar a la orilla de aquel resplandor. Sería un pueblo. Yo iba recogiendo el camino cada vez más despacio y el resplandor que estaba en la punta no llegaba nunca. Poco a poco me fui dando cuenta que ninguna de mis partes había desertado. Me venían alcanzando una por una; la que no tenía hambre tenía cansancio; pero habían llegado primero las que tenían dolores. Yo ya no sabía cómo engañarlas; les mostraba el recuerdo del dueño en el momento que las desensillaba; su sombra corta y chata se movía lentamente alrededor de todo mi cuerpo. Era a ese hombre a quien yo debía haber matado cuando era potro, cuando mis partes no estaban divididas, cuando yo, mi furia y mi voluntad éramos una sola cosa.

 

 Empecé a comer algunos pastos alrededor de las primeras casas. Yo era una cosa fácil de descubrir porque mi piel tenía grandes manchas blancas y negras; pero ahora la noche estaba avanzada y no había nadie levantado. A cada momento yo resoplaba y levantaba polvo; yo no lo veía, pero me llegaba a los ojos. Entré a una calle dura donde había un portón grande. Apenas crucé el portón vi manchas blancas que se movían en la oscuridad. Eran guardapolvos de niños. Me espantaron y yo subí una escalerita de pocos escalones. Entonces me espantaron otros que había arriba. Yo hice sonar mis cascos en un piso de madera y de pronto aparecí en una salita iluminada que daba a un público. Hubo una explosión de gritos y de risas. Los niños vestidos de largo que había en la salita salieron corriendo; y del público ensordecedor, donde también había muchos niños, sobresalían voces que decían: "Un caballo, un caballo..." Y un niño que tenía las orejas como si se las hubiera doblado encajándose un sombrero grande, gritaba: "Es el tubiano de los Méndez". Por fin apareció, en el escenario, la maestra. Ella también se reía; pero pidió silencio, dijo que faltaba poco para el fin de la pieza y empezó a explicar cómo terminaba. Pero fue interrumpida de nuevo. Yo estaba muy cansado, me eché en la alfombra y el público volvió a aplaudirme y a desbordarse. Se dio por terminada la función y algunos subieron al escenario. Una niña como de tres años se le escapó a la madre, vino hacia mí y puso su mano, abierta como una estrellita, en mi lomo húmedo de sudor. Cuando la madre se la llevó, ella levantaba la manita abierta y decía: "Mamita, el caballo está mojado".

 Un señor, aproximando su dedo índice a la maestra como si fuera a tocar un timbre, le decía con suspicacia: "Usted no nos negará que tenía preparada la sorpresa del caballo y que él entró antes de lo que usted pensaba. Los caballos son muy difíciles de enseñar. Yo tenía uno..." El niño que tenía las orejas dobladas me levantó el belfo superior y mirándome los dientes dijo: "Este caballo es viejo". La maestra dejaba que creyeran que ella había preparado la sorpresa del caballo. Vino a saludarla una amiga de la infancia. La amiga recordó un enojo que habían tenido cuando iban a la escuela; y la maestra recordó a su vez que en aquella oportunidad la amiga le había dicho que tenía cara de caballo. Yo miré sorprendido, pues la maestra se me parecía. Pero de cualquier manera aquello era una falta de respeto para con los seres humildes. La maestra no debía haber dicho eso estando yo presente.

 Cuando el éxito y las resonancias se iban apagando, apareció un joven en el pasillo de la platea, interrumpió a la maestra --que estaba hablándoles a la amiga de la infancia y al hombre que movía el índice como si fuera a apretar un timbre-- y él gritó:

--Tomasa, dice don Santiago que sería más conveniente que fuéramos a conversar a la confitería, que aquí se está gastando mucha luz.

--¿Y el caballo?

--Pero, querida, no te vas a quedar toda la noche ahí con él.

 --Ahora va a venir Alejandro con una cuerda y lo llevaremos a casa.

 El joven subió al escenario, siguió conversando para los tres y trabajando contra mí.

--A mí me parece que Tomasa se expone demasiado llevando ese caballo a casa de ella. Ya las de Zubiría iban diciendo que una mujer sola en su casa, con un caballo que no piensa utilizar para nada, no tiene sentido; y mamá también dice que ese caballo le va a traer muchas dificultades.

 Pero Tomasa dijo:

--En primer lugar yo no estoy sola en mi casa porque Candelaria algo me ayuda. Y en segundo lugar, podría comprar una volanta, si es que esas solteronas me lo consienten.

 Después entró Alejandro con la cuerda; era el chiquilín de las orejas dobladas. Me ató la soga al pescuezo y cuando quisieron hacerme levantar yo no podía moverme. El hombre del índice, dijo:

--Este animal tiene las patas varadas; van a tener que hacerle una sangría.

 Yo me asusté mucho, hice un gran esfuerzo y logré pararme. Caminaba como si fuera un caballo de madera; me hicieron salir por la escalerita trasera y cuando estuvimos en el patio Alejandro me hizo un medio bozal, se me subió encima y empezó a pegarme con los talones y con la punta de la cuerda. Di la vuelta al teatro con increíble sufrimiento; pero apenas nos vio la maestra hizo bajar a Alejandro.

 

 Mientras cruzábamos el pueblo y a pesar del cansancio y de la monotonía de mis pasos, yo no me podía dormir. Estaba obligado, como un organito roto y desafinado, a ir repitiendo siempre el mismo repertorio de mis achaques. El dolor me hacía poner atención en cada una de las partes del cuerpo, a medida que ellas iban entrando en el movimiento de los pasos. De vez en cuando, y fuera de este ritmo, me venía un escalofrío en el lomo; pero otras veces sentía pasar, como una brisa dichosa, la idea de lo que ocurriría después, cuando estuviera descansando; yo tendría una nueva provisión de cosas para recordar.

 La confitería era más bien un café; tenía billares de un lado y salón para familias del otro. Estas dos reparticiones estaban separadas por una baranda de anchas columnas de madera. Encima de la baranda había dos macetas forradas de papel crepé amarillo; una de ellas tenía una planta casi seca y la otra no tenía planta; en medio de las dos había una gran pecera con un solo pez. El novio de la maestra seguía discutiendo: casi seguro que era por mí. En el momento en que habíamos llegado, la gente que había en el café y en el salón de familias --muchos de ellos habían estado en el teatro-- se rieron y se renovó un poco mi éxito. Al rato vino el mozo del café con un balde de agua; el balde tenía olor a jabón y a grasa, pero el agua estaba limpia. Yo bebía brutalmente y el olor del balde me traía recuerdos de la intimidad de una casa donde había sido feliz. Alejandro no había querido atarme ni ir para adentro con los demás; mientras yo tomaba agua me tenía de la cuerda y golpeaba con la punta del pie como si llevara el compás a una música. Después me trajeron pasto seco. El mozo dijo:

 --Yo conozco este tubiano.

 Y Alejandro, riéndose, lo desengañó:

--Yo también creí que era el tubiano de los Méndez.

--No, ése no --contestó en seguida el mozo--; yo digo otro que no es de aquí.

 La niña de tres años que me había tocado en el escenario apareció de la mano de otra niña mayor; y en la manita libre traía un puñadito de pasto verde que quiso agregar al montón donde yo hundía mis dientes; pero me lo tiró en la cabeza y dentro de una oreja.

 Esa noche me llevaron a la casa de la maestra y me encerraron en un granero; ella entró primero; iba cubriendo la luz de la vela con una mano.

 Al otro día yo no me podía levantar. Corrieron una ventana que daba al cielo y el señor del índice me hizo una sangría. Después vino Alejandro, puso un banquito cerca de mí, se sentó y empezó a tocar una armónica. Cuando me pude parar me asomé a la ventana; ahora daba sobre una bajada que llegaba hasta unos árboles; por entre sus troncos veía correr, continuamente, un río. De allí me trajeron agua; y también me daban maíz y avena. Ese día no tuve deseos de recordar nada. A la tarde vino el novio de la maestra; estaba mejor dispuesto hacia mí; me acarició el cuello y yo me di cuenta, por la manera de darme los golpecitos, que se trataba de un muchacho simpático. Ella también me acarició; pero me hacía daño; no sabía acariciar a un caballo; me pasaba las manos con demasiada suavidad y me producía cosquillas desagradables. En una de las veces que me tocó la parte de adelante de la cabeza, yo dije para mí: "¿Se habrá dado cuenta que ahí es donde nos parecemos?" Después el novio fue del lado de afuera y nos sacó una fotografía a ella y a mí asomados a la ventana. Ella me había pasado un brazo por el pescuezo y había recostado su cabeza en la mía.

 Esa noche tuve un susto muy grande. Yo estaba asomado a la ventana, mirando el cielo y oyendo el río, cuando sentí arrastrar pasos lentos y vi una figura agachada. Era una mujer de pelo blanco. Al rato volvió a pasar en dirección contraria. Y así todas las noches que viví en aquella casa. Al verla de atrás con sus caderas cuadradas, las piernas torcidas y tan agachada, parecía una mesa que se hubiera puesto a caminar. El primer día que salí la vi sentada en el patio pelando papas con un cuchillo de mango de plata. Era negra. Al principio me pareció que su pelo blanco, mientras inclinaba la cabeza sobre las papas, se movía de una manera rara; pero después me di cuenta que, además del pelo, tenía humo; era de un cachimbo pequeño que apretaba a un costado de la boca. Esa mañana Alejandro le preguntó:

--Candelaria, ¿le gusta el tubiano?

 Y ella contestó:

--Ya vendrá el dueño a buscarlo.

 Yo seguía sin ganas de recordar.

 

 Un día Alejandro me llevó a la escuela. Los niños armaron un gran alboroto. Pero hubo uno que me miraba fijo y no decía nada. Tenía orejas grandes y tan separadas de la cabeza que parecían alas en el momento de echarse a volar; los lentes también eran muy grandes; pero los ojos, bizcos, estaban junto a la nariz. En un momento en que Alejandro se descuidó, el bizco me dio tremenda patada en la barriga. Alejandro fue corriendo a contarle a la maestra; cuando volvió, una niña que tenía un tintero de tinta colorada me pintaba la barriga con el tapón en un lugar donde yo tenía una mancha blanca; en seguida Alejandro volvió a la maestra diciéndole: "Y esta niña le pintó un corazón en la barriga".

 A la hora del recreo otra niña trajo una gran muñeca y dijo que a la salida de la escuela la iban a bautizar. Cuando terminaron las clases, Alejandro y yo nos fuimos en seguida; pero Alejandro me llevó por otra calle y al dar vuelta la iglesia me hizo parar en la sacristía. Llamó al cura y le preguntó:

--Diga, padre, ¿cuánto me cobraría por bautizarme el caballo?

--¡Pero mi hijo! Los caballos no se bautizan.

 Y se puso a reír con toda la barriga.

 Alejandro insistió:

--¿Usted se acuerda de aquella estampita donde está la virgen montada en el burro?

--Sí.

--Bueno, si bautizan el burro, también pueden bautizar el caballo.

 --Pero el burro no estaba bautizado.

--¿Y la virgen iba a ir montada en un burro sin bautizar?

 El cura quería hablar; pero se reía.

 Alejandro siguió:

 --Usted, bendijo la estampita; y en la estampita estaba el burro.

 

 Nos fuimos muy tristes.

 A los pocos días nos encontramos con un negrito y Alejandro le preguntó:

--¿Qué nombre le pondremos al caballo?

 El negrito hacía esfuerzo por recordar algo. Al fin dijo:

--¿Cómo nos enseñó la maestra que había que decir cuando una cosa era linda?

--Ah, ya sé --dijo Alejandro--, "ajetivo".

 A la noche Alejandro estaba sentado en el banquito, cerca de mí, tocando la armónica, y vino la maestra.

--Alejandro, vete para tu casa que te estarán esperando.

--Señorita: ¿Sabe qué nombre le pusimos al tubiano? "Ajetivo".

 --En primer lugar, se dice "adjetivo"; y en segundo lugar, adjetivo no es nombre; es... adjetivo --dijo la maestra después de un momento de vacilación.

 

 Una tarde que llegamos a casa yo estaba complacido porque había oído decir detrás de una persiana: "Ahí va la maestra y el caballo".

 Al poco rato de hallarme en el granero --era uno de los días que no estaba Alejandro-- vino la maestra, me sacó de allí y con un asombro que yo nunca había tenido, vi que me llevaba a su dormitorio. Después me hizo las cosquillas desagradables y me dijo: "Por favor, no vayas a relinchar". No sé por qué salió en seguida. Yo, solo en aquel dormitorio, no hacía más que preguntarme: "¿Pero qué quiere esta mujer de mí?" Había ropas revueltas en las sillas y en la cama. De pronto levanté la cabeza y me encontré conmigo mismo, con mi olvidada cabeza de caballo desdichado. El espejo también mostraba partes de mi cuerpo; mis manchas blancas y negras parecían también ropas revueltas. Pero lo que más me llamaba la atención era mi propia cabeza; cada vez yo la levantaba más. Estaba tan deslumbrado que tuve que bajar los párpados y buscarme por un instante a mí mismo, a mi propia idea de caballo cuando yo era ignorado por mis ojos.

 Recibí otras sorpresas. Al pie del espejo estábamos los dos, Tomasa y yo, asomados a la ventana en la foto que nos sacó el novio. Y de pronto las patas se me aflojaron; parecía que ellas hubieran comprendido, antes que yo, de quién era la voz que hablaba afuera. No pude entender lo que "él" decía, pero comprendí la voz de Tomasa cuando le contestó: "conforme se fue de su casa, también se fue de la mía. Esta mañana le fueron a traer el pienso y el granero estaba tan vacío como ahora".

 Después las voces se alejaron. En cuanto me quedé solo se me vinieron encima los pensamientos que había tenido hacía unos instantes y no me atrevía a mirarme al espejo. ¡Parecía mentira! ¡Uno podía ser un caballo y hacerse esas ilusiones! Al mucho rato volvió la maestra. Me hizo las cosquillas desagradables; pero más daño me hacía su inocencia.

 Pocas tardes después Alejandro estaba tocando la armónica cerca de mí. De pronto se acordó de algo; guardó la armónica, se levantó del banquito y sacó de un bolsillo la foto donde estábamos asomados Tomasa y yo. Primero me la puso cerca de un ojo; viendo que a mí no me ocurría nada, me la puso un poco más lejos; después hizo lo mismo con el otro ojo y por último me la puso de frente y a distancia de un metro. A mí me amargaban mis pensamientos culpables. Una noche que estaba absorto escuchando al río, desconocí los pasos de Candelaria, me asusté y pegué una patada al balde de agua. Cuando la negra pasó dijo: "No te asustes, que ya volverá tu dueño". Al otro día Alejandro me llevó a nadar al río; él iba encima mío y muy feliz en su bote caliente. A mí se me empezó a oprimir el corazón y casi en seguida sentí un silbido que me heló la sangre; yo daba vuelta mis orejas como si fueran periscopios. Y al fin llegó la voz de "él" gritando: "Ese caballo es mío". Alejandro me sacó a la orilla y sin decir nada me hizo galopar hasta la casa de la maestra. El dueño venía corriendo detrás y no hubo tiempo de esconderme. Yo estaba inmóvil en mi cuerpo como si tuviera puesto un ropero. La maestra le ofreció comprarme. Él le contestó: "Cuando tenga sesenta pesos, que es lo que me costó a mí, vaya a buscarlo". Alejandro me sacó el freno, añadido con cuerdas pero que era de él. El dueño me puso el que traía. La maestra entró en su dormitorio y yo alcancé a ver la boca cuadrada que puso Alejandro antes de echarse a llorar. A mí me temblaban las patas; pero él me dio un fuerte rebencazo y eché a andar. Apenas tuve tiempo de acordarme que yo no le había costado sesenta pesos: él me había cambiado por una pobre bicicleta celeste sin gomas ni inflador. Ahora empezó a desahogar su rabia pegándome seguido y con todas sus fuerzas. Yo me ahogaba porque estaba muy gordo. ¡Bastante que me había cuidado Alejandro! Además, yo había entrado a aquella casa por un éxito que ahora quería recordar y había conocido la felicidad hasta el momento en que ella me trajo pensamientos culpables. Ahora me empezaba a subir de las entrañas un mal humor inaguantable. Tenía mucha sed y recordaba que pronto cruzaría un arroyito donde un árbol estiraba un brazo seco casi hasta el centro del camino. La noche era de luna y de lejos vi brillar las piedras del arroyo como si fueran escamas. Casi sobre el arroyito empecé a detenerme; él comprendió y me empezó a pegar de nuevo. Por unos instantes me sentí invadido por sensaciones que se trababan en lucha como enemigos que se encuentran en la oscuridad y que primero se tantean olfateándose apresuradamente. Y en seguida me tiré para el lado del arroyito donde estaba el brazo seco del árbol. Él no tuvo tiempo más que para colgarse de la rama dejándome libre a mí; pero el brazo seco se partió y los dos cayeron al agua luchando entre las piedras. Yo me di vuelta y corrí hacia él en el momento en que él también se daba vuelta y salía de abajo de la rama. Alcancé a pisarlo cuando su cuerpo estaba de costado; mi pata resbaló sobre su espalda; pero con los dientes le mordí un pedazo de la garganta y otro pedazo de la nuca. Apreté con toda mi locura y me decidí a esperar, sin moverme. Al poco rato, y después de agitar un brazo, él también dejó de moverse. Yo sentía en mi boca su carne ácida y su barba me pinchaba la lengua. Ya había empezado a sentir el gusto a la sangre cuando vi que se manchaban el agua y las piedras.

 Crucé varias veces el arroyito de un lado para otro sin saber qué hacer con mi libertad. Al fin decidí ir a lo de la maestra; pero a los pocos pasos me volví y tomé agua cerca del muerto.

 Iba despacio porque estaba muy cansado; pero me sentía libre y sin miedo. ¡Qué contento se quedaría Alejandro! ¿Y ella? Cuando Alejandro me mostraba aquel retrato yo tenía remordimientos. Pero ahora, ¡cuánto deseaba tenerlo!

 Llegué a la casa a pasos lentos; pensaba entrar al granero; pero sentí una discusión en el dormitorio de Tomasa. Oí la voz del novio hablando de los sesenta pesos; sin duda los que hubiera necesitado para comprarme. Yo ya iba a alegrarme de pensar que no les costaría nada, cuando sentí que él hablaba de casamiento; y al final, ya fuera de sí y en actitud de marcharse, dijo: "O el caballo o yo".

 Al principio la cabeza se me iba cayendo sobre la ventana colorada que daba al dormitorio de ella. Pero después, y en pocos instantes, decidí mi vida. Me iría. Había empezado a ser noble y no quería vivir en un aire que cada día se iría ensuciando más. Si me quedaba llegaría a ser un caballo indeseable. Ella misma tendría para mí, después, momentos de vacilación.

 No sé bien cómo es que me fui. Pero por lo que más lamentaba no ser hombre era por no tener un bolsillo donde llevarme aquel retrato.