viernes, 17 de enero de 2014

¿Emergencia de una alternativa de izquierda?


 

 

Javier Ortiz Aguilar.

 

 

En la modernidad existe la convicción de que las rupturas históricas surgen en los centros del poder hegemónico. Por esta razón, algunos científicos sociales encuentran en los polos de desarrollo mundial los ámbitos de la realidad histórica.  Es así porque en el presente de estas áreas concurren el pasado mediante la memoria, y el futuro a través de un proyecto viable para el cambio social. En el siglo XVI son los estados absolutistas los antecedentes del estado nación. Las revoluciones burguesas del siglo XVIII y XIX, dan paso a los estados democráticos. A finales del siglo XIX surge en el mundo industrial, la posibilidad de encarnar la utopía: el proletariado aparece como “la clase que nos llevará al paraíso.

            La historia, entendida como ciencia nueva, aporta los fundamentos a la convicción de la necesidad del cambio social. La experiencia parece confirmarlo.

La revolución global transforma desde las bases es sistema de producción, financiación, distribución de bienes materiales y servicios; modifica sustancialmente el orden trasnacional, prácticamente desaparecen los estados y las regiones adquieren una importancia insospechada, el orden epistemológico cambia radicalmente: la teoría es sustituida por la práctica, el conocimiento no se legitima por los fundamentos teóricos sino por la eficiencia. En estas condiciones puede entenderse la facilidad encontrada por los neoliberales para ejercer el poder en Inglaterra, Estados Unidos, México, Chile. La izquierda queda, en esas circunstancias, en una sola opción: incorporase a las oligarquías, y negociar desde la subordinación pálidas demandas populares.

La globalización, en su intento por permanecer, favorece la tendencia a desconocer la legitimidad de la historia, y de las ideologías. De esta manera se asegura la creencia de un presente eterno en la temporalidad. Por tanto pueden descartarse por inválidos los intentos por retornar al ideal de la soberanía nacional y los proyectos revolucionarios como el socialismo. En este intento se insertan los magnicidios: la muerte de Dios, del hombre, la historia, la ciencia. Woody Allen escribe “Dios ha muerto, Marx ha muerto, el hombre ha muerto, la materia ha muerto, y yo no me siento muy bien”

. No obstante las insurrecciones de África, Asia, y América Latina, los movimientos feministas y los sujetos con preferencias sexuales diferentes, indígenas, minorías étnicas, migrantes ponen en evidencia la crisis del sistema y de la idea de vivir el presente eterno del mundo global. Los movimientos rebeldes ponen en crisis al sistema y hacen pensar en la utopía, en la posibilidad real de un mundo humano

 

I

 

            En un mundo aparentemente inmutable, donde los cambios parecen consolidar el sistema, emerge una disidencia inédita, fresca, propositiva y audaz. Manuel Castells describe el fenómeno emotivamente: “Ocurrió cuando nadie los esperaba. En un mundo presa de la crisis económica, el cinismo político, la vaciedad cultural y la desesperanza, simplemente ocurrió. De pronto la gente derrocaba dictaduras sólo cubiertas con sus manos, aunque estuvieran cubiertas con la sangre de los caídos. Los magos de las finanzas pasaron de ser objeto de envidia pública a objetivo del desprecio universal. Los políticos quedaron en evidencia como corruptos mentirosos (…) La confianza se desvaneció (…) y la confianza es lo que cohesiona una sociedad, al mercado y las instituciones.”[i]

            La movilización que pone en jaque toda la ideología neoliberal. La historia se hacía presente en las demandas de los llamados indignados. Lo novedoso de la protesta radica precisamente en que los movilizados son los beneficiarios del sistema: los profesionales altamente calificados y los alumnos de las universidades privadas.

            Un nuevo fantasma recorre al mundo global, el fantasma de los indignados. Los estudiantes del sistema de educación privada se movilizan lo mismo que en Estados Unidos, Inglaterra, el mundo árabe, España, México con los recursos que proporciona la sociedad red, exigen diferentes demandas cuyo obstáculo de solución es el mismo: el autoritarismo. La primera insurrección es la del mundo árabe, Libia, Egipto, Jordania, Siria. El desplazamiento de la insurrección juvenil se orienta a Occidente,  los jóvenes españoles indignados ocupan las principales plazas del 2011 al 2012, la juventud norteamericana perteneciente a Occupy Wall Street de febrero a 2011 a 2012.. México no permanece ajeno a las nuevas tendencias, y en 2006 funda el movimiento #YOSOY132, organización que con sus contradicciones y escisiones continúa en la lucha popular.

 

II

 

                        En momentos de crisis y de indignación en el mundo hegemónico del poder global germina una idea interesante: la necesidad de cambiar el criterio de calificación del desarrollo económico; hasta ahora, consiste en medir el crecimiento del ingreso per cápita, y la propuesta es medir el crecimiento del empleo. El cambio es significativo, el desarrollo deja de ser una categoría economicista para convertirse en una categoría de justicia social. En otras palabras el desarrollo no es la panacea de la acumulación, sino una condición para la distribución justa de la riqueza. Y la propuesta en las condiciones actuales resulta interesante, pues manifiesta el reconocimiento del error de favorecer exclusivamente la inversión a costa del sacrificio de la sociedad. La redistribución del ingreso vía el crecimiento del empleo es una solución posible        . No es seguro el cambio, pero está la propuesta. Por tanto, la justicia social deja de ser una utopía para convertirse en una alternativa viable en las actuales circunstancias del capitalismo salvaje

            En una de las economías emergentes en el mundo es sin duda China. Este país bajo la dirección del Partido Comunista Chino, se desprende de la política hegemónica de la URSS para iniciar un acercamiento a Occidente. Posteriormente inicia un proceso de industrialización e innovación tecnológica que lo lleva a estar entre los “grandes” del siglo XXI. Independientemente de los avances significativos, la estructura de poder de China, toma decisiones que pueden repercutir en las políticas de desarrollo mundiales. Dos son los objetivos del actual presidente del país más grande de Asia:

1.      Mantener un vínculo con sus cinco mil años de historia. El olvido como propuesta occidental es negado para buscar en su memoria la identidad de pueblo agredido. “La guerra del opio es un trauma que convirtió a China en un país semicolonizado, que, desde entonces, está obsesionado con recuperar su grandeza como nación.”[ii]

2.      Iniciar una campaña contra la pobreza.  El presidente asume un compromiso contraído con el pueblo desde 1927, crear las condiciones para abatir la miseria, la debilidad y la ignorancia. Pero como buen político, establece las fases. “’El sueño chino’ (palabras textuales) es el siguiente:: duplicar el PIB per cápita de aquí a  2020 y sacar de la pobreza a 200 millones de personas que aún la sufren, siguiendo los pasos de 600 millones que ya han salido de ella. Se trata de conseguir en unas décadas lo que los occidentales han hecho en tres siglos.”[iii].

Una nueva tendencia recorre el mundo. Esta tendencia amenaza a limitar las condiciones que obstaculiza el desarrollo integral de los pueblos y sus prácticas.

 

 



[i] Castells, Manuel. Redes de indignación y esperanza. Madrid, Alianza Editorial, 2012; 19
[ii] Minc, Alain. “China reafirma su identidad tras 5.000 años de historia.” En El País domingo 10 de noviembre de 2013; 6
[iii]  ídem

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