domingo, 11 de noviembre de 2012

Editorial Atención y Protección de Periodistas




Con la reforma, aprobada por el Congreso de Veracruz, al artículo 67 de la Constitución Política de Veracruz, proponiéndose crear la Comisión Estatal para la Atención y Protección de Periodistas, surge una opción especializada para que el gremio periodístico acuda, amén de otras instancias, para salvaguardar los derechos ya plasmados en los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, referidos a la libertad de expresión.
El oficio periodístico en el que se involucra también toda la infraestructura que integra la organización de los medios –redacción, producción y administración-, ha sido objeto de amenazas y agresiones en diferentes grados, por aquellos que se sienten afectados con el tratamiento de la información, buscando inhibirlo.
Es halagador y alentador el interés prestado, por la autoridad gubernamental, al problema, sí se considera la relación existente entre el trabajo periodístico y el desarrollo social.
La estructura social se ha transformado. Dentro de ese proceso de transformación, la comunicación se ha constituido como uno de los elementos de mayor desarrollo a través de las tecnologías de comunicación e información, pero también su influencia, haciéndose más evidente la responsabilidad social no sólo de los medios de comunicación e información, sino de la propia sociedad.
Cobra relevancia, en consecuencia, la necesidad de proteger a quienes se dedican de manera profesional a esta difícil actividad, y contar además de las garantías constitucionales ya instituidas, la creación de este organismo especializado.

MAURIZIO VIROLI Y NORBERTO BOBBIO, la virtud clarificadora del diálogo.




Por: Marcelo Ramírez Ramírez

            Existen dos impedimentos para la práctica del diálogo, uno es el dogmatismo, producto del convencimiento de estar en posesión de la verdad; el fanático de un credo religioso o político desea convencer y, si no lo consigue, se encierra en su mundo, dejando a los demás en el error;  en el extremo del fundamentalismo se busca la eliminación del adversario. Eso explica que sólo en las sociedades donde se acepta el pluralismo pueda cultivarse una cultura de la tolerancia y hacer del diálogo la herramienta de acuerdos y consensos para la consecución de fines comunes. Pero esto, naturalmente, es una tarea difícil cuya responsabilidad descansa en la educación que el Estado laico está obligado a promover. La defensa de intereses particulares o de grupo es el segundo obstáculo que impide la verdadera actitud dialógica. Quienes defienden intereses específicos, nunca podrán ir más allá de lo que consideran conveniente a dichos intereses y, de este modo, el bien público queda relegado. Este es el caso reiterado en las democracias, expuestas a ser controladas por grupos que concentran el poder político y económico. Las ideologías  sean de izquierda ó derecha, al prescribir un pensamiento único hacen imposible la actividad política, cuya esencia es la negociación y la conquista de un equilibrio que siempre es provisional. El riesgo del vacio ideológico y el triunfo del pragmatismo es, por el contrario, el de la imposición de los intereses que cuentan con la fuerza suficiente para prevalecer.

            ¿Cómo pueden las democracias pluralistas mantener vivos los ideales de libertad y vida digna de la razón ilustrada? Para algunos analistas dichos ideales se han tornado imposibles; el optimismo de la razón expresado a lo largo de la tradición liberal, lo mismo que los sueños de redención proclamados por el socialismo en sus diversas expresiones ya no resultan viables y no parece quedar otra salida que el pesimismo. En esta atmósfera de crisis del mundo moderno, las reflexiones políticas de Norberto Bobbio y Maurizio Viroli en el Diálogo en torno a la república encierran una lección ejemplar.  No nos referimos únicamente a los conocimientos y talento de estos pensadores, sino al talante moral con el que encaran la discusión de temas controversiales que afectan a las democracias europeas y, en particular a la italiana. Si el talento no los hace infalibles, porque los asuntos tratados son, ni más ni menos las grandes cuestiones de la convivencia humana, su actitud de buscar la verdad por encima de pasiones ó de la vanidad pueril y, desde luego, de intereses personales, da al diálogo un valor inapreciable e inspirador. Viroli explica en el prefacio, con el tono de simple comentario no tener, ni él, ni Bobbio, “verdades definitivas que proponer”. La aclaración no debe entenderse como una disculpa a lectores ilusionados con la esperanza de encontrar  en este diálogo un breviario de recetas políticas, que dos intelectuales de primer nivel podrían obsequiarles a manera de quinta esencia de su pensamiento. Más bien se trata, de un recordatorio sobre la naturaleza del diálogo como instrumento del intelecto humano para buscar la verdad. El diálogo es un ejercicio de clarificación de la realidad; su virtud descansa en la apertura hacia la verdad que trasciende a quienes dialogan. El intento de llegar al meollo de los problemas sociales, tarea de la más alta exigencia intelectual, impone la necesidad de mantenerse receptivo y a no dejarse vencer por la ilusión de creer que se ha encontrado el sistema capaz de explicar la realidad humana en su totalidad, como es el caso precisamente de las ideologías.

            Norberto Bobbio y Maurizio Viroli son herederos y representantes conspicuos del pensamiento Ilustrado.  Bobbio, por causa de su propia historia personal, y, sin duda por temperamento, está marcado por un cierto escepticismo que, sin embargo, no le impidió, hasta el último momento de su vida, luchar por los ideales de la razón Ilustrada. En este diálogo se define, en materia política como un realista; eso significa que, “sea monárquica ó republicana”, la política es lucha por el poder, lo cual nos remite a Maquiavelo de cuyo pensamiento se reconoce deudor. Bobbio reconoce además que en sus obras nunca se ocupó de la república y acepta en los primeros intercambios de ideas con Viroli: “Se ha publicado recientemente una recopilación de mis escritos que ocupa casi setecientas páginas y en el detalladísimo índice analítico no figura la voz “republicanismo”. Me mortifica tener que decirte que ni siquiera, y esto es verdaderamente increíble, consta “república””. (1) Sin embargo, a lo largo del diálogo el concepto estará presente y es, finalmente el que da título al diálogo mismo. La temática abordada no responde a un acuerdo previo de los interlocutores; el intercambio de ideas tiene la vivacidad de la palabra hablada con espontaneidad, con el mérito añadido de la hondura y claridad expositiva de dos mentes cultivadas. De manera natural, la reflexión va tocando los temas que imponen el escenario europeo y las dificultades que aquejan a Italia hacia fines del siglo veinte, dificultades donde ha quedado la huella de la experiencia fascista y de las luchas de cristianos y socialistas por hacer prevalecer sus concepciones sobre el fin del Estado. Así, a lo largo del diálogo se van analizando asuntos como el amor a la patria, la naturaleza de la libertad, el temor de Dios y el amor a Dios, el de la república y sus males y, finalmente, el tema relativo a la gran pregunta planteada por Viroli en los siguientes términos ¿Se puede reencarnar? Se refiere a empezar una nueva existencia política como país,  a curar a la república italiana de sus males, superando el grave problema de la inestabilidad. En esta última parte del diálogo, tampoco se dan recetas, pero si se apuntan algunas vías de solución, una de ellas, la necesidad de crear élites democráticas. Viroli precisa: “En mi opinión, en nuestra Constitución no hay nada que sea un obstáculo para encontrar soluciones a nuestros males. El problema radica más bien en la calidad de la elite política. Se que los demócratas miran con sospecha la palabra elite, porque la teoría de las elites nace como respuesta conservadora al avance de la democracia. Ha habido, sin embargo, escritores políticos demócratas que han teorizado la necesidad de formar nuevas elites capaces de solucionar los males históricos de Italia. (2)

            Estas palabras de Viroli nos hacen pensar en la degradación de la clase política que es un mal casi universal, agravado en países como el nuestro por sumarse, a la incompetencia en el manejo de los asuntos públicos de la mayoría de políticos burócratas componentes, la no aplicación estricta de la ley a quienes llegan al extremo de la corrupción. Bien entendida, una élite es, como lo fue la generación de la Reforma en México, el cerebro y la voluntad que movilizan las energías de la comunidad nacional en pos de fines identificados con el bien público.

Además de la actitud ejemplar asumida por nuestros autores, hay algo que vale la pena de destacarse en esta pequeña obra y es la manera en que es posible acudir al acervo heredado por el pensamiento socialista y liberal e incluso a las ideologías totalitarias, de las cuales también se aprende (y mucho), para renovar los enfoques y encontrar respuestas a los problemas de las democracias contemporáneas. En cuanto a las ideologías autoritarias la historia nos advierte que la razón no siempre sirve a la libertad; ella puede muy bien justificar la omnipotencia del Estado, como en Hegel; y Bobbio recuerda la tesis del Estado ético superior a los individuos, proclamado por Gentile, discípulo del filósofo alemán. Dicha tesis, entre otras semejantes, sirvió para legitimar los atropellos del fascismo. Bajo el dominio del “Estado ético”, -subraya Bobbio-, el individuo no tiene derechos, sólo deberes. En el tema de la libertad, la discusión permite comprender las acepciones fundamentales del término. Viroli se destaca la insuficiencia de la libertad entendida como ausencia de interferencia (Hobbes), tan característica del pensamiento liberal y concluye resumiendo la concepción de la libertad en su significado integral en los siguientes términos: “… creo que es posible distinguir tres concepciones de libertad. La primera, la liberal, sostiene que ser libre significa no estar sometido a interferencias; la segunda, la republicana, afirma que ser libre quiere decir (en primer lugar) no depender de la voluntad arbitraria de otros individuos, y la tercera, la democrática, defiende que ser libre significa, ante todo, poder decidir las normas que regulan la vida social”. (3)  Otro tema de interés, es el poder de los medios para modelar a la sociedad obedeciendo intereses de grupo. Asimismo, se toca el asunto de la construcción de una moral laica, capaz de cohesionar a la sociedad en torno a objetivos superiores al interés egoísta de los individuos. Cosa harto difícil como reconoce Bobbio, desde el momento en que la moral laica no puede referir los valores a un centro que garantice su carácter incondicional. Así, el relativismo corroe a la sociedad moderna en su misma entraña, lo que nos recuerda la propuesta del profesor Laski, de rescatar ciertos principios fundamentales que la modernidad desechó al entregarse a la inmanencia del mundo. La proliferación de partidos políticos sin ideología, creados por familias poderosas, es otra cuestión que abordan nuestros autores. Para ellos, la pérdida del perfil ideológico  de los partidos degenera en pragmatismo nivelador y la presencia del dinero mucho más allá de los límites permitidos por la ley, distorsiona la lucha por el poder, algo en lo que sin duda todos estamos de acuerdo.

            En el Dialogo las reflexiones se van desgranando como enseñanzas valiosas, no sólo para alcanzar una adecuada comprensión del escenario europeo, sino paralelamente, para descubrir en nuestro entorno político la similitud de problemas. Consideremos brevemente una de tales similitudes. Para los países europeos la migración africana pone a prueba la eficacia de la ley en relación a los derechos humanos; reconocidos en la letra, estos derechos resultan inaplicables en la práctica por la escasez de puestos de trabajo y el rechazo a los que llegan de fuera se colorea con los turbios tintes del racismo. En nuestro país, los centroamericanos son victimas de extorsión y trato discriminatorio, sin olvidar que los pobladores originales permanecen condenados a una ciudadanía de segunda o tercera categoría. Aquí también las normas escritas no acaban de ser asimiladas por una cultura de la tolerancia y el reconocimiento a los derechos humanos.

            En el Dialogo en torno a la republica, Maurizio Viroli y Norberto Bobbio han dejado el testimonio de cómo la reflexión política cultivada con honradez y hondura intelectual, abre caminos hacia respuestas creativas a los problemas de la vida social. De los dos, como ya quedó dicho, en Viroli es más viva la confianza en la razón, contrastando con el realismo político de tintes pesimistas de Bobbio.   
 Citas

1.- BOBBIO Norberto y VIROLI Maurizio. Diálogo en torno a la Republica. Rosa Ríos Gatell (Traducción). España: Kriterios Tusquets editores, 1ra. Edición.  2002, p. 10. 
 2.- Ídem. p. 112
3.- Ibídem. pp. 33, 34

Pedro Abelardo y Eloísa Una visión histórica



Jesús Jiménez Castillo
Abelardo y Eloísa, es un ensayo de Marcelo Ramírez publicado por el Centro Regional de Educación Superior “Paulo Freire”, en el cual el autor describe, con singular maestría, las relaciones de dos seres humanos como referentes de vida. En el escrito se aprecian muchas virtudes, propias de un intelectual de gran visión, como es el caso del maestro Ramírez, que aúna a  su formación filosófica, estudios sobre política, pedagogía, historia y literatura, entre otros. En esta ocasión sólo me ocuparé de algunas de ellas.
Un primer apuntamiento es el hecho de que un filósofo se ocupe de una relación erótica ocurrida en la época medieval, difícil de afrontar por su naturaleza bivalente, en el sentido ontológico y epistemológico. Ontológico porque se ocupa del ser en su versión más compleja: el ser humano; y epistemológico, porque nos acerca, con el análisis de lo sensual y valorativo, al conocimiento de cualidades esenciales, constitutivas de nuestra realidad vivencial, y que en nuestra mundaneidad sólo identificamos como simples manifestaciones de una forma de ser, sin apreciar su trascender, me refiero a la pasión, emoción, sentimiento, alma, tragedia y, principalmente, Dios como idea superior y distintiva de nuestra naturaleza.   
Otro aspecto abordado por el maestro Marcelo es el relativo al amor, un concepto muy  desvalorizado como práctica de la relación humana, a pesar de su gran riqueza conceptual y lingüística, definitorias de nuestra naturaleza como especie, y su expresión como elevada virtud del hombre, que integra a la bondad, compasión y afecto en las relaciones con los demás.
Por último, me referiré al rescate que hace nuestro autor del término ‘amor’ como permanencia de una virtud que da sentido y fortaleza al hombre en su sentido genérico, en todo lugar y en todas las épocas. Y es oportuno señalarlo, pues en estos tiempos en que hacen crisis los ideales de la modernidad, no son pocos los que consideran la expresión del amor como una debilidad o cursilería. Justamente, el escrito de Marcelo Ramírez, nos prueba lo contrario, nos muestra que el amor es un sentimiento de elevado mérito en el discurrir de nuestra existencia. Así pues, mis comentarios estarán dirigidos a la descripción de aspectos que conformaron el contexto histórico que dio marco a la vida de Abelardo y Eloísa.
Pedro Abelardo, nació en 1079, en Bretaña, una importante región de Francia, y murió, a los 63 años, en la pequeña población de Châlons, el 21 de abril de 1142; por lo tanto, le tocó ser testigo y protagonista del proceso de transición que se da en el cambio de una centuria a otra. En cambio Eloísa pertenece por completo al siglo XII, pues nació en París en 1101, y murió en el monasterio del Paráclito, en la ciudad de Troyes, cerca de París, en 1162 o 1164.
Eloísa llegó a ser abadesa del convento del Paráclito, comunidad monástica campestre fundada en 1131 por Pedro Abelardo. Y fue su retiro después del dramático final de su relación amorosa con Abelardo. La figura de Eloísa está a la espera de una reivindicación que la libere de las idealizaciones fáciles de François Villon, Alphonse Marie Louis Prat de Lamartine y Juan Jacobo Rosseau. Su epistolario propone nuevos temas, pues las cartas fueron elaboradas a través de una retícula densa y compleja, con referencias filosóficas y doctrinales que deben ser reconstruidas. Eloísa también dejó el breve texto de los Problemata.
Es reconocido por la crítica moderna como uno de los grandes genios de la historia de la lógica, de la que hacía uso a través de los géneros y técnicas de la diatriba dialéctica. (El término diatriba proviene del griego clásico, y significa discurso hablado o conferencia) es un recurso escrito violento, a veces injurioso, dirigido contra personas o grupos. Originalmente es el nombre dado a un breve discurso ético, usado en la antigüedad por los filósofos cínicos y estoicos. Estas lecturas, con frecuencia polémicas, adquirieron pronto, en su acepción de ‘diatriba’, el sentido moderno de ‘invectiva’, es decir, forma de criticar de manera agresiva, que requiere de un dominio silogístico profundo. Abelardo, por su actitud agresiva fue llamado Golia (demoniaco), sobrenombre del que se sentía orgulloso, firmando con él algunas de sus cartas. Según algunos etimologistas, la palabra Abelardo era una especie de apodo impuesto por su profesor de matemáticas, que le llamaba lame-lardo, que significa lame-tocino. Pocos hombres agitaron más la opinión del siglo XII y pocas biografías son tan interesantes como la de Abelardo. Los trovadores visitaban los castillos y los filósofos las escuelas. En esta accidentada existencia de peripatético, Abelardo tuvo, muy joven, la oportunidad de oír las lecciones de Juan Roscelino (Roscelin), a quien llamó su maestro.
Abelardo tenía 20 años cuando llegó a París, emporio en aquella época de la filosofía Escolástica. Escuelas episcopales o claustros habían reemplazado a las escuelas palatinas de Carlomagno. Establecidas en conventos, sustituyeron  en aquella época a las universidades y academias. La escuela episcopal de París era la más famosa y la más concurrida, y su jefe o cabeza era el archidiácono Guillermo de Champeaux, denominado Columna de los doctores. Abelardo acudió a oír las lecciones de Guillermo y muy pronto el discípulo se convirtió en competidor.
«Por todas partes, dice Carlos Rémusat, se hablaba de él; desde Bretaña, desde Inglaterra, del país do los Suevos y de los Teutones venían gentes a oírle: la misma Roma llegó a enviarle alumnos. Los transeúntes se detenían a su paso para contemplarle; los vecinos de las casas bajaban a sus puertas con el fin único de verle, y las mujeres levantaban las cortinas que cubrían los vidrios ruines de sus estrechas ventanas. Habíale adoptado París por hijo suyo y le consideraba como a su lumbrera más esclarecida. Enorgullecíase en poseer a Abelardo y celebraba unánime este nombre, cuyo recuerdo, aun después de siete siglos, es popular todavía en la ciudad de todas las glorias y de todos los olvidos. Pero no brilló solamente en la escuela. Abelardo conmovió la Iglesia y el Estado y ocupó preferentemente la atención de dos grandes concilios.»
La escuela por él establecida en París fue tan célebre, que, según dice Guizot, se educaron en ella un Papa (Celestino II), diez y nueve Cardenales, más de cincuenta Obispos y Arzobispos franceses, ingleses y alemanes, y un número mucho mayor de controversistas, entre ellos Arnaldo de Brescia. Dícese que el total de sus discípulos en aquella época ascendía a 5000.
El siglo XI es testigo, en menor o mayor medida, de los primeros intentos de formación de entidades nacionales organizadas en torno a la figura del monarca y la restauración de su autoridad. El fenómeno se reproduce en toda Europa Occidental. Se intenta reconstruir al Estado, parcelado en esos momentos en poderes políticos menores. El éxito de cada uno de los monarcas depende del apoyo de la nobleza y clero en las diferentes regiones.
En la época previa a la historia medieval el predominio era del sistema imperial, formado por los reinos Teutónico, Itálico y Borgoñés. El Imperio no perderá importancia en el período que estudiamos, sobre todo durante el gobierno de la dinastía alemana, siempre en relación con el papado. Los grandes cambios políticos y eclesiásticos se suceden en la segunda mitad del siglo XI de Francia, país innovador en este período y al que seguirán el resto de los países.
Al iniciar el siglo XII la monarquía conservaba un carácter personal patrimonial con libertades limitadas. El estado no existía como antes del siglo V. El rey carecía de autoridad, no podía emitir leyes o impartir Justicia. Sus privilegios y formas de ascenso al trono, dependían más de hechos que de derechos. No existía un sistema de administración, ni funcionarios que hicieran cumplir sus órdenes o asegurar una estabilidad en el reino. No existían impuestos, el rey vivía de las rentas de sus tierras, salvo excepciones. La debilidad del rey lo hacía depender de los señores feudales que, además, no eran del todo confiables. La toma de decisiones era compartida con la nobleza y la Iglesia, que vigilaban la administración de un poder concedido por Dios en orden al bien espiritual y material del pueblo. Atomizados en las regiones, los condes, cargos heredados del Imperio Carolingio y Romano, que en Francia y Alemania habían dejado de ser agentes del poder central, proclamaban su autonomía.
La monarquía necesitaba de una forma de justificación que le diera fortaleza ante sus súbditos. Pronto aparecieron los teóricos de una nueva forma de pensar que se impusiera al espíritu feudal. Sobre esto hay que decir que, ni en pleno apogeo feudal se llegó a perder del todo lo que se podría considerar como derecho monárquico. Es a partir del S. XII cuando emerge una nueva concepción, se trata de las nociones de soberanía y Estado. De los viejos textos romanos se extrae la idea de "potestas pública", poder público que no tiene otros límites que el bien común y concede a su depositario, el rey, la capacidad de dictar órdenes, Justicia y establecer impuestos.
Dentro de este contexto medievalista aparece el amor cortés, una filosofía del amor que floreció en la Provenza, al sudeste de Francia a partir del siglo XI, y cuya influencia se extendió hasta el siglo XIV. Hasta el momento no se ha podido explicar porque surgió en Provenza.
“Se ha hablado del florecimiento de la vida de la corte y de una nobleza más refinada; también de que hubo un mayor acceso a la cultura; o bien de que “una caballería indigente, sin tierras [...], carente de ubicación en la jerarquía territorial del feudalismo”, se convirtió en la predestinada a ser amante de esposas ajenas; asimismo, de que los “menestrales”, (compositores o trovadores) de antaño lograron incorporarse al estrato nobiliario y, como buenos arribistas, desearon marcar una distinción entre ellos y las capas populares, etc. Sin embargo, es posible hallar varios de estos aspectos en otras regiones, y por sí solos no sirven para comprender del todo el porqué de la formulación amorosa cortés precisamente en Provenza. Pero la realidad es que allí empieza, y ello quizá se deba al hecho —como pudo suceder en otra parte que tuviera refinamiento cultural y una paz relativa— de que fue a un grupo de individuos de la zona (originalmente, pudo ser un solo sujeto), nobles o de alguna forma asociados con la nobleza, a quienes se le ocurrió darle un cauce ético a su libido mediante la formulación —con diversos elementos culturales que tenían a la mano— de las características del amor y del porqué de éste (probablemente eligieron un género lírico). La idea se propagó localmente y se le incorporaron más préstamos culturales, hasta que se llegó al establecimiento de un sistema dinámico; éste continuó difundiéndose ya por toda Europa —dado que el ambiente era propicio—, y adquirió —visto globalmente— ciertas particularidades según la época, el lugar, la corriente literaria, etc.

La filosofía del amor cortés representa una concepción platónica y mística del amor, que se puede resumir en los siguientes puntos: total sumisión del enamorado a la dama; La amada, siempre distante, es admirable y reúne perfecciones físicas y morales. Toma el rol superior sobre el amante. Y es el eje central de la relación, administra las realidades y toma las riendas de las situaciones. Acorde con el pensamiento feudal, se impone la consideración del servicio de amor. Se cambian los roles de vasallaje al amante, convirtiéndose la dama en “señor”; el estado amoroso, es un estado de gracia que ennoblece a quien lo practica; los enamorados provienen de un ámbito aristocrático; el enamorado llega a un nivel de comunicación con su inaccesible señora que va de lo suplicante a lo amoroso; es, frecuentemente, un amor adúltero. El amante oculta a su amada sustituyendo su nombre por una palabra clave o seudónimo.
Las características del amor cortes son: la humildad, cortesía, adulterio y religión de amor. Es una relación utópica y desinteresada, pues el amante no tiene como fin principal conseguir un amor correspondido, conforma sólo con adular y exaltar a su dama, sin esperar recibir nada a cambio. El amor cortesano es sufrido y extremoso, pues su realización requiere de una serie de ritos. El amante debe enfrentar desafíos, luchar denodadamente por su dama, si es que verdaderamente la ama. El sufrimiento es el medio para logar la perfección espiritual, y la forma de alcanzan una felicidad plena. La relación supone un amor voluntario y libre. Se da porque se quiere dar, no hay obligación alguna. La dama,  es libre de corresponder al amante. Ella concede el “galardón”, que quiere decir que la mujer acepta el amor del caballero, en el sentido de recompensa sexual o  goce erótico concreto, aunque algunos sostienen que sólo existe el deseo de alcanzar la unión espiritual de los amantes, por ser un amor ideal, platónico. Este es, pues, el ambiente en el cual se desarrolló la historia del amor de Pedro y Eloísa.

Una visión filosófica


Javier Ortiz Aguilar
Buenas tardes.

En principio quiero agradecer la generosidad de la invitación y la hospitalidad de esta institución educativa, para expresar mis ideas sobre la interesante reflexión de una pasión medieval. Por supuesto también a ustedes por su atención y paciencia.  Sin más preámbulo pasaré a leer mi texto:
Ambrosio Velasco Gómez[1] clasifica en dos grupos a los interesados en la historia de las ideas. En esta clasificación, a pesar de sus términos, no existe la intención de descalificar por principio alguno de ellos.  Por el contrario, es un afán de explicar dos perspectivas tendientes a presentar y representar la realidad. Son dos visiones que permean el tiempo occidental. Estos grupos de historiadores son los anticuarios y los anacrónicos.
            Los anticuarios son aquellos que encuentran la significación de las ideas en los concretos y cambiantes contextos históricos o lingüísticos. Hay en ellos un rechazo a toda concepción metafísica. Las ideas, afirman,  nacen en determinados sistemas y mueren con ellos. Por el contrario, los anacrónicos tienen la convicción de la existencia de un conjunto de problemas universales que el hombre intenta resolver de acuerdo a las circunstancias y concepciones filosóficas particulares. Estas ideas permanecen con la vitalidad de su origen
            Resulta evidente que las dos formas de asumir estos problemas, descansan en una concepción antropológica. Mientras los anticuarios encuentran la definición del hombre en un resultado histórico, los anacrónicos en su naturaleza, su esencia: La naturaleza humana es un ser en el centro de la historia, en tensión y conflicto con las circunstancias y los procesos. Una realidad viva y actuante
I.

            Esta referencia tiene aquí como único objeto, ubicar este ensayo del maestro Marcelo Ramírez Ramírez, dentro de esta confrontación que permanece desde el inicio del pensamiento occidental hasta nuestros días.
Por su concepción humanista clásica, Marcelo recupera la rica tradición realista de nuestra cultura. Y en esta tarea, que ha sido la pasión de su vida, desde que tuve la suerte de conocerlo hasta ahora, sigue en su aguda reflexión, pero con un evidente enriquecimiento de su cultura filosófica que se percibe de inmediato en sus últimas producciones bibliográficas y hemerográficas.
Independientemente de afectos y reconocimientos personales, las propuestas que subyacen en artículos, ensayos, libros, carecen a intención de producir discursos academicistas. Por el contario existe el propósito de encontrar esa razón que salva y que hace trascender. Este sentido está siempre presente en todas las dimensiones humanas, tanto en la vida política como en la vida cotidiana. Es en esta convicción donde adquiere significado las ideas de nuestro autor. Por ello no es casual, ni un prurito exquisito, su preocupación por la reflexión sistemática de los valores
            El hombre no es un ser “arrojado al mundo”, al ámbito del caos y la contingencia, cuya única certidumbre es la muerte; sino el hombre “puesto” en el mundo, con un sentido. En otras palabras: es un viajero en los tiempos con un destino trascendente. Ese alfa y omega constituye el contenido y el sentido de la existencia humana. Pedro laín Entralgo explica este humanismo trascendente: “La vida terrena es a la vez tránsito y prueba; el hombre es sobre la tierra un caminante, haciendo sucesivamente nuestra vida y mereciendo con nuestras obras gloria y castigo; así hasta la hora postrimera o novísima”[2]
II

            Desde esta perspectiva el hombre está llamado, no determinado, para la realización de los valores. La objetividad axiológica asegura una convivencia humana.
El valor humano supremo es el amor, pues es lo que impulsa las acciones humanas.  Gracias a este impulso el hombre se relaciona vitalmente con la naturaleza, sus semejantes y la divinidad. La relación con la otredad, no es simplemente instintiva, su valor reside en ser una manifestación humana por excelencia. Y es esta relación que soporta y condiciona la construcción de la cultura y la civilización.
III

El Mtro. Ramírez en este ensayo editado por el Centro Regional de Estudios Superiores “Päulo Freyre”, y  que hoy presentamos aborda uno de los problemas fundamentales del hombre, el amor a la pareja. Este amor está ubicado, en el amor al semejante No obstante la pareja, tiene una expresión mucho más compleja: es la relación completa de cuerpo y alma, de ahí la complejidad, resultado del egoísmo y la necesidad de darse, del placer corporal y su impulso a la trascendencia, como se subraya en este ensayo.   En esa experiencia muestra los límites de su descripción o  su conceptualización. Por el contrario solo se puede comprender en su dimensión intuitiva de  la vivencia
El amor, por tanto, no es un concepto ni una expresión instintiva, sino una vivencia ´que acontece en la existencia humana, o más precisamente, como lo define el Mtro. Reynaldo Ceballos en el prólogo “una vivencia integral“[3].
No trato de dar un resumen, de una historia narrada con propiedad, donde fluyen ideas filosóficas, sino invitarlos a leerla, simplemente resaltaré algunos aspectos que para mí son importantes para descubrir la significación de esta trágica relación amorosa.
La historia sucede en el siglo XI, año donde se gesta una ruptura con la patrística. La idea de que el justo se salva por la fe, es sustituida por la tesis de que solo la razón da cuenta cabal de los fundamentos de la fe cristiana. Esta época, visto desde perspectivas reduccionistas, oculta, otras preocupaciones, como señala El Maestro Reynaldo fuera del teocentrismo y de la metafísica[4].
Pedro Abelardo, precursor de la escolástica, muestra el genio, al discutir y derrotar a sus maestros. Incluso su defensa ante las acusaciones de herejía es contundente. Esta fama es precisamente el motivo de la invitación a la enseñanza de la filosofía a Eloísa: una adolescente, como la describe nuestro autor “(…) bella, inteligente y, cosa rara en ese tiempo, tiene afición a la filosofía y la literatura clásica; domina el griego y el latín”. [5]
            Abelardo, utilizando todos sus recursos del experto en lógica, retórica y dialéctica la seduce, y de esa persuasión, emerge un sentimiento que los une desde entonces. Esta relación no es fácil, por el contrario surge de la malicia, la avaricia, resentimientos, venganzas, prejuicios. En ese ambiente, propio del mundo, los amantes encuentran ese amor, que solo los privilegiados lo pueden hallar.
Ese descubrimiento muestra cierto paralelismo con el encuentro de San Agustín con la divinidad, no en el claustro sino en el pecado.
Leer este ensayo es una necesidad para todos, pero especialmente para aquellos interesados en la tarea de educar en este siglo, donde la tecnosfera invade, subordina y niega otros ámbitos de la existencia, poniendo así en peligro la importancia básica de la educación misma. Quizás sea interesante compararla con una novela de Sabato, donde el amor en un mundo absolutamente secularizado, transforma la pasión en una tragedia absurda: el individualismo exacerbado construye un túnel oscuro y solitario; túnel que lo aísla  del “(…) ancho mundo, al mundo sin límites.”[6]
La ruptura del túnel podrá comprenderse, lo que apunta Ceballos Hernández, en el prólogo, esa fuerza que airea la vida política y que debe preocupar a los interesados en la educación: el movimiento Yo soy 132
Es todo lo que puedo decir, Muchas gracias




[1] Velasco Gómez, Ambrosio. Teoría política: filosofía e historia. Anacrónicos o anticuarios?México, Universidad Nacional Autónoma de México; 1995
[2] Laín Entralgo, Pedro. “la vida del hombre en la poesía de Quevedo”.. En La aventura de leer. Madrid; Espasa Calpe; 1964 (Colección Austral 1279)
[3] Ceballos Hernández, Reynaldo. “Prefacio”. En Ramírez Ramírez, Marcelo. Abelardo y Eloísa. Relato de una pasión Medieval. Diseños Impresos de Oriente S. A. de C. V.; 2010
[4] Ob.cit. p. 11
[5] Ob. Cit. p  9
[6] Sabato, Ernesto. El túnel México, Editorial Planeta Mexicana S. A. de C. V. /Editorial Seix Barral; 2004  (Biblioteca Ernesto Sabato)

Una visión del amor como problema existencial



Víctor Manuel Vásquez Gándara
Leer el texto del Maestro Marcelo Ramírez Ramíres titulado Abelardo y Eloísa Relato de una pasión medieval nos dirige a diferentes cuestionamientos y reflexiones:
Algunas relacionadas con los conceptos plasmados en el título
Pasión, Medievo, amor.
Es evidente el énfasis del autor en la contextualización dentro de una época, quizás añorada o tal vez criticada, pero también lo es, el subrayar sobre uno de los sentimientos o emociones motivadores de acciones incontrolables o impensables: la pasión.
Respecto al contexto pudiese parecer la historia extraña o ajena, una historia ficticia, utópica, irreal, más aún a la óptica de jóvenes, quienes en la actualidad viven una realidad distinta.
Referente a la pasión, ésta prevalece en tiempo y espacio, sembrando dudas, creando controversias, cuando es inherente al amor. Sí se considera la modificación o cambio de valores sufridos en la sociedad y los que dominan en la modernidad o más allá, la postmodernidad: transformación de la estructura social destacada por el cambio del rol de la mujer, globalización y el desarrollo tecnológico basado en el uso de las tecnologías de información y comunicación.
Pero hoy he sido invitado a esta mesa para expresar, una visión del amor como problema existencial, al interior de la obra elaborada por el maestro Marcelo y por supuesto del relato abordado, relativo a la experiencia vivida por Abelardo y Eloísa.
Expresaría para iniciar que, invariablemente al final de las reflexiones expuestas por los que me antecedieron: Jesús y Javier, conducirá a todos los presentes a tratar de determinar cuál es su posición filosófica respecto al amor: naturaleza, finalidad, experiencia, y/o su expiración.
Es inobjetable que la respuesta a estos cuestionamientos son diferentes cuando provienen del género femenino, al del masculino, y en el relato Marcelo analiza holística y hermenéuticamente para ofrecer su opinión acerca de la posición de Eloísa: sensible, soñadora, tolerante, consciente pero también ansiosa de ser amada y dispuesta a pagar las consecuencias a pesar del engaño tácito.
La naturaleza del amor en Abelardo y Eloísa es representativa del sentimiento surgido en el género humano: desde lo expuesto por Ovidio en El arte de amar, el cual data de hace más de veinte centurias atrás, transitando por Madame Bovary de Flaubert, Honorina de Honorato de Balzac, veinticuatro horas en la vida de una mujer de Stefan Sweig, o las obras citadas por el Maestro Marcelo al inicio de su texto.
Abelardo a su vez, en el contexto de una historia real, muestra los extremos del ser: el personaje intelectual admirado por la sociedad, racional, inteligente, persuasivo, contrastando, aquellas cualidades aspiración de cualquier mortal, con el egoísmo, erotismo y hasta egolatría.
Es aquí donde aflora la esencia humana y la pregunta o afirmación: ¿amor contra erotismo?
Desde esta posición el erotismo acompaña al amor, pero el amor puede andar solo, inclusive sin lo erótico.
La excelsitud del amor, para algunos, porque inclusive es sabido que filósofos en diferentes épocas no se han concordado, es buscar la satisfacción plena del ser amado.
Entre los personajes, la inocencia, debilidad enfrentan a la lujuria, pasión, y culmina con un final insospechado para los propios actores, como a lo largo de la historia sucede día tras día: la razón, la lógica cede ante el amor.
El juicio dictaminado por el destino es implacable. Atestiguado por la sociedad, conocedor de ambas personalidades –actores del drama expuesto-, en el rango intelectual, académico, religioso y el otro, familiar, humano.
Contribuyen al juicio elementos extraordinarios, presentes en todas las épocas: envidia, rencor, sentimientos humanos que sólo esperan la oportunidad para ser encausados y aportar elementos para la culminación del debacle del más fuerte.
Enjuiciar es tarea humana, práctica común y sin embargo ser actor trasciende más allá de la lógica, de la razón, de los buenos modales, de la ética, de lo moral.
La tentación, el impulso, la excitación ante el instinto, hacen de las respuestas: improvisación, locura, inconsciencia.
Como hombre la debilidad ante la belleza y el erotismo acompaña, la lujuria es incontrolable, incluso el ego alcanza su plenitud ante un mínimo de de expresión femenina: la sonrisa, la belleza.
Culminaría con una estrofa de la célebre Sor Juana Inés de la Cruz
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

Si con ansia sin igual                
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
La complicidad es evidente implícita en el problema existencial del amor: ceguera voluntaria.

Alfabetización participante. Una alternativa para Latinoamérica




Una de las aspiraciones del Plan Decenal de Acción de la UNESCO es reducir, al mínimo minimorum, el analfabetismo en el mundo
1
Puede afirmarse que la mayoría de las acciones sistemáticas que en América Latina se han desarrollado para abatir el analfabetismo, poco han logrado.
En las últimas décadas el monto de analfabetos en América Latina y el Caribe, no han disminuido significativamente.
Año
Analfabetos en América Latina
Tasa de analfabetismo
1970
43.000.000
26,2%
1985
44.600.000
17,7%
1990
43.900.000
15,3%
Fuente: Unesco, Compendio de estadísticas relativas al analfabetismo, 1990
Para algunos economistas de la educación, la tasa de alfabetización que favorece un proceso de industrialización nacional, es el 60%. A partir de este límite hacia la consecución de mayores tasas, opera una especie de ley de rendimientos decrecientes. Es probable que entre los múltiples factores que originan este espesamiento, los culturales sean de bastante peso en el curso de la alfabetización.
2
Si se analizan detenidamente las estrategias seguidas hasta el momento se notará que en mayor o menor grado, las agencias alfabetizadoras están situadas dentro de una cultura occidental o cuando menos mestiza (cultura forastera).
Cultura extraña porque se ha impuesto, con distintos patrones de conducta, modos de ver la vida, actitudes y opiniones externas a los grupos indígenas.


3
Las culturas originales de América se manifiestan en distinta gradación desde las culturas de comunidades indígenas hasta la población de las ciudades.
De más a menos tendríamos:
  • Comunidades indígenas
  • Comunidades rurales
  • Población periférica de las ciudades (lumpenproletariado, marginal, &c.).
4
La acción alfabetizadora, aun en las poblaciones mestizas, ha tenido una raíz occidental más preponderante.
Ante lo anterior se adoptan de manera consciente (o no tanto) actitudes de rechazo o cuando menos de indiferencia, por parte de los receptores de una campaña.
Es posible una asociación entre problemática indígena y analfabetismo, tomando como unidades de análisis a los países de Latinoamérica. Se encontró un valor de correlación del 80% aplicando el método de Spearman (ver anexo 1).
Lo indígena y lo rural alimenta al ejército de reserva del analfabetismo.
5
Más que un proceso de aculturación, la alfabetización debe plantearse como una culturización mayor de los grupos y comunidades latinoamericanos, respetando su personalidad étnico-cultural.
La modernización no implica necesariamente dejar patrones culturales (al menos no todos) sino aplicar conocimientos y tecnologías que los ayuden a vivir mejor.
6
Una alfabetización participante dentro del contexto de la comunidad que se adapte a la raiz cultural y a los requerimientos de la misma que opere sobre demanda y dirección de las necesidades sentidas, deberá ser distinta a las estrategias hasta ahora operadas que han resultado infructuosas (parcial o totalmente)
7
Base para una estrategia:
El alfabetizador debe inmergirse en la comunidad o grupo social hacia el cual esté dirigida la acción.
Deberán establecer ciertos indicadores que demuestren la asimilación recíproca del alfabetizador (educador) y la comunidad.
El alfabetizador (educador) orientará a la comunidad a través de sus líderes (planeación participativa)
La comunidad determinará dentro de su contexto cultural los cursos de acción a seguir, que serán guiados por el alfabetizador (educador).
La unidad de influencia y operación será una comunidad (pueblo, barrio etc) bien delimitada, susceptible de ser guiada por el alfabetizador (educador).
El trabajo dentro de la comunidad sólo se considerará terminado en su primera etapa cuando se haya alfabetizado funcionalmente a la misma y empiecen a operarse las acciones de una educación básica funcional.
El alfabetizador (educador) deberá tener mínimamente las siguientes cualidades:
  • Formación didáctico-pedagógica
  • Formación sociológica y/o antropológica
  • Edad media
  • Sagacidad e iniciativa
  • Entusiasmo para comprometerse con la encomienda.
Obviamente deberá pagársele bien, ya que esta inversión representa el paso operativo para desterrar el analfabetismo.
Anexo 1
Coeficiente de correlacion de rango de Spearman
Analfabetismo - Población no urbana
País
Analfabetismo
Población rural e indígena
x
y
(x-y)^ 2
Haití
63%
71%
1
2
1
Guatemala
45%
59%
2
4
4
Honduras
41%
57%
3
5
4
El Salvador
28%
60%
4
3
1
Bolivia
26%
50%
5
7
4
Brasil
22%
78%
6
1
25
Ecuador
18%
45%
7
10
9
Dominicana
17%
41%
8
11
9
Perú
16%
31%
9
12
9
Colombia
15%
31%
10
12
4
Venezuela
14%
12%
11
17
36
Nicaragua
13%
41%
12
11
1
Panamá
12%
46%
13
9
16
Paraguay
10%
54%
14
6
64
México
10%
28%
14
13
1
Costa Rica
7%
48%
15
8
49
Uruguay
5%
15%
16
15
1
Cuba
4%
26%
17
14
9
Argentina
4%
14%
17
16
1
Chile
3%
15%
18
15
9





257
Fuente: Guía del Tercer Mundo, 91/92.
Unesco, Compendio de estadísticas relativas al analfabetismo, Edición 1990
rs = 1 – 6Σ (xi – Yi)2 / n(n2 – 1)
r = 1 – 6 (257) / 20 (202 – 1)
r = 1 – 1542 / 7980
r = 1 – 0,19
r = 0,81
se advierte una fuerte concordancia entre las dos circunstancias socioculturales en América Latina (analfabetismo y población rural e indígena)
Coeficiente de correlacion de rango de Spearman
Analfabetismo - Población indígena
País
Analfabetismo
Población rural e indígena
x
y
(x-y)^2
Guatemala
45%
60%
1
1
0
Honduras
41%
12%
3
2
1
Bolivia
26%
60%
1
3
4
Ecuador
18%
40%
2
4
4
Perú
16%
40%
2
5
9
Colombia
15%
1%
6
6
0
Venezuela
14%
1%
6
7
1
Panamá
12%
6%
5
8
9
México
10%
9%
4
9
25
Costa Rica
7%
1%
6
10
16





69
r = 1 – (6*69) / (10*(99))
r = 1 – 0,42
r = 0,58
Bibliografía
George Canavos, Probabilidad y Estadística. Aplicaciones y métodos, MC Graw-Hill, México 1989.
Guía del Tercer Mundo 91/92
UNESCO, Compendio de estadísticas relativas al analfabetismo, Edición 1990.