lunes, 14 de octubre de 2019

San Francisco de Asís



Arnulfo Pérez Rivera
Sin exceder los alcances y los intentos del presente artículo, me permito ofrecer. De manera sucinta, el admirable perfil y el ejemplar modelo de uno de los grandes patrimonios espirituales de la humanidad; sobre todo ahora en que muchísimos hombres y pueblos se tornan envilecidos y soberbios, vendibles y alienados, materializados y ajenos a toda clase de valores que el mundo reclama inaplazáblemente.
En efecto, el santo Francisco de Asís es el el más auténtico cristiano. Es el ejemplo más digno y excelso de la empatía compasiva y del “eros místico” es el ínico humano que merece el título analógico de ser otro Cristo o sea el personaje más cercano a la imagen de Jesús de Nazareth.
“El noble, santo, y vigoroso hombre de Asís”, como lo llama Leobardo Soff, en su preciosa obra San Francisco, es el cristiano el que con sus grandes obsesiones, una contra la riqueza y la otra contra el poder, ha confrontado desde su esencia misma a la iglesia cristiana, a la que superó y pretendió cambiar.
Francisco nació en Asís, en Umbría, situada en una rocosa colina, el año 1181 ó 1182 (sus biógrafos no se ponen de acuerdo); el verdadero nombre de Francisco fue Juan, nombre con el que fue bautizado llamándose Francesco (el francés) por los viajes que realizaba con su padre (acaudalado vendedor de telas) a Francia.
En su juventud conoció lo natural y placentero de la vida, ya que su alta posición social y económica le permitieron gozar hasta los 20 años, de inmemorables vanidades y ventajas de toda índole. Mas el padecer de pronto de una penosa enfermedad y la posible muerte, su corazón se transformó para llevar una vida mística.
Según numerosos biógrafos, Francisco de Asís, a raíz de su cambio interior, con gran simbolismo en su acción, regaló sus cuantiosos bienes materiales. La necesidad del desprendimiento y desprecio de las riquezas y del dinero hace que asuma una actitud extraordinaria consistente en que frente al obispo de Asís, se despoja totalmente de su vestido, como señal de humildad.
Ante la iglesia petrificada de su tiempo, Francisco de manera insólita y visionaria promueve una ruptura con su presente, planteando un nuevo proyecto de vida religiosa sin boatos, auténticamente cristiana, pues desea crear y recrear una nueva iglesia a través de una vida que imite a Jesús que está basada en la pobreza, en el amor, en la paz y en el contacto de la naturaleza promoviendo así una verdadera transformación del ethos del hombre cristiano. Es de este modo como parece el “franciscanismo” como un nuevo estilo de vida. Su profundo amor a Jesucristo lo llevó a crear el primer nacimiento de la historia para festejar la Natividad de Cristo. Asimismo establece una relación profunda del hombre con la naturaleza y los animales a los que siempre protegió, base de una sana ecología.
San Francisco de Asís juzga a las mayores riquezas de la Tierra (el dinero), como despreciable basura, abrazándose de corazón con la santa pobreza y argumentando que es más fácil llegar al cielo desde una choza, que desde un palacio. En él se dio la ternura, el amor, la compasividad, la solicitud, la empatía, el respeto, la humildad y la solidaridad, como principios fundamentales de su sabiduría evangélica y naturalmente jumana.

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