jueves, 17 de octubre de 2019

Hombre de sabiduría


GEORGES IVANOVICH GURDJIEFF

Joel Hurtado Ramón

Georges Ivanovich Gurdjieff nace poco antes o poco después de 1870 en Alexandropol, en el Cáucaso (hoy Leninakan, Armenia). Su padre, un griego, admirador de la sabiduría antigua; su madre, Armenia. Crece en una atmósfera de ritos, leyendas y tradiciones en la que lo milagroso es un dato más de la realidad. Su educación es cristiana ortodoxa oriental. La franja del Cáucaso, entre el mar Negro y el Caspio, es por entonces un hervidero de raza, religiones y culturas, sin que ninguna predomine; es un lugar excéntrico, de límites fundidos y fuentes interpenetradas: Cristianas, armenias, asirías, islámicas, zoroástricas; sede de organizaciones herméticas, ocultistas, filosóficas, políticas, místicas; muchas veladas a la persona común. En este contexto fértil para desentrañar indicios y para la emergencia de energías primordiales, se desarrolla Gurdjieff. 
Estudia para sacerdote cristiano en el seminario de Alexandropol. También estudia medicina. Su biografía permanece en el misterio; asoman algunos indicios por aquí y por allá dados por él mismo, aunque en forma más alegórica que autobiográfica; ciertos retazos de su vida son recogidos más o menos confiablemente por sus discípulos; su historia personal se cubre de un hábil mandato de niebla. Insatisfecho con los elementos a su alcance, emprende un viaje incierto de 20 a 25 años en busca de conocimientos acerca del sentido preciso de la vida. Recorre Asia central, Persia, el monte Athos, el norte de África, China, el Tíbet. Bebe de fuentes monásticas cristianas ortodoxas; convive con círculos esotéricos islámicos, derviches de distintas escuelas y comunidades Sufíes; investiga el Chamanismo Siberiano y el Budismo Vajrayana del Tibet; comparte prácticas lamaísticas en monasterios tibetanos donde se preservan enseñanzas antiquísimas. Según él mismo cuenta, es preceptor del Dalai Lama. 
Aparentemente, actúa como agente secreto ruso, por lo que se le abren muchas puertas, cuando los ingleses invaden el Tibet, prepara y acompaña la huida del Dalai Lama. A partir de entonces, Gran Bretaña siempre desconfía de él. Su astucia lo mantiene a salvo y jamás desaprovecha oportunidades para aprender vivencialmente. Para sobrevivir hace de médico, ingeniero, cocinero, químico, hipnotizador, comerciante, artesano, profesor de danza. Oculta sus fuentes, pero su meta es traducir métodos de ideas orientales acerca del desarrollo total y armónico del ser humano en términos evocativos para Occidente. Algunos lo consideran el primer emisario a Occidente de una sociedad secreta del Oriente Medio; otros dicen que trabajaba bajo sus propios auspicios; los más cercanos afirman que lo envía la comunidad de maestros de sabiduría sufí Kwajagan, reestructuración de una cultura superior destruida por Genghis Khan. En 1915 regresa a Rusia y comienza a formar adeptos en los cafés de San Petersburgo y Moscú. Allí conoce a Ouspenky, su principal discípulo, quien recoge minuciosamente sus enseñanzas. 
También conoce a Thomas de Hartmann, de cuyo diario se obtienen datos valiosos y a quien cita siempre en bares de reputación dudosa para poner a prueba su desapego a los convencionalismos sociales. Rusia está en plena guerra mundial y agitada por un clima pre-revolucionario. “En su nivel actual, el ser humano no posee alma inmortal, pero con cierto trabajo él mismo puede forjarla, de modo que el conjunto alma-cuerpo no esté subordinado a las leyes del cuerpo físico y continúe existiendo luego de la muerte de este.” El ser humano ordinario observa Gurdjieff se contenta con una vida tolerable. Olvida los terrores de su mortalidad, falta de voluntad y control. Racionaliza y miente. Su vida gira en torno de un conjunto de interés insignificantes. Es un autómata dirigido por voluntades contradictorias creadas por sus deseos, a su vez generados por influencias externas. Se estremece cuando un ratón cruza su cuarto y no siente terror ante la perspectiva de su propia muerte. 
La autorrealización, así, resulta extremadamente difícil, aunque no imposible. Es necesario que el individuo comprenda su condición actual y se esfuerce por conquistarla. El ser humano común es controlado de afuera hacia dentro; el trabajo sobre sí invierte la dirección. Es posible vivir de modo más consciente y armónico, reconciliar y unir las tres funciones humanas básicas: pensamiento, sentimiento y acción. Una cosa es saber intelectualmente y otra muy distinta comprender por experiencia directa. Por eso Gurdjieff alienta a sus oyentes a verificar personalmente cuanto les transmite. Sus enseñanzas se enmarcan en una peculiar visión del universo   y en una psicología propia. Ouspensky lo cita: “El ser humano es una máquina. Sus actos, palabras, pensamientos, sentimientos, convicciones, opiniones y hábitos son resultado de influencias externas. Por sí mismo no puede producir un solo pensamiento, una sola acción. Todo lo que dice, hace, piensa, siente, es algo que le sucede... Nace, vive, muere, levanta edificios, escribe libros, no como quiere, sino como le sucede. Ni ama ni odia ni desea; todo le sucede.” 
Al regresar a Rusia, Gurdjieff posee un conocimiento profundo de danza, música y doctrinas iniciáticas. Divulga de un modo alegórico para estimular la intuición y discute cuestiones básicas acerca de la relación del ser humano con el universo, la condición humana, los estados de conciencia, la inmortalidad y la posibilidad de autorrealización. Propone a sus oyentes un crecimiento aumentando su energía interior. 
De inmediato Ouspensky, su escriba y biógrafo, comienza a trabajar con él. En 1916 ya son varios los alumnos, entre ellos Hartmann, compositor conocido y oficial de la guardia del Zar, y su esposa Olga. Hartmann comenta la impresión que causan los ojos de Gurdjieff, de profundidad y penetración poco comunes. Ouspensky se encarga de la instrucción de algunos de los recién llegados. El grupo se reúne todas las noches a ejecutar gimnasias sagradas y trabajo interno. A dos o tres elegidos Gurdjieff los instruye en disciplinas especiales. También, en esta etapa, alternan períodos de ayuno y de silencio, en los cuales sólo se podían comunicar mediante un complicado sistema de contorsiones corporales ingeniado por el mismo maestro. Gurdjieff abre formalmente el primer instituto para el desarrollo armónico del hombre. 
La verdadera carrera pública de Gurdjieff comienza en el priorado de AVÓN. Su método, hasta entonces reservado a unos pocos iniciados, se abre a toda persona.

La gimnasia sagrada obliga a ser consciente del propio cuerpo. “Las experiencias espirituales sin conciencia del cuerpo son alucinaciones. Quien es consciente del propio cuerpo no enloquece.” Poco a poco Gurdjieff se va desinteresando del priorato de Avón. En 1934 se muda a parís. Con mucha rapidez se suman nuevos discípulos, pero esta vez deja la enseñanza en manos de instructores. El maestro se reserva para sí el trato con unos pocos aprendices avanzados que deben ir desligándose de todo maestro y grupo. Los orienta en concentración de la voluntad, control de la respiración y de la energía sexual y conexión con el guía interno. Les da otras instrucciones y les solicita guardarlas en silencio. 
Para ellos ya no habrá delimitación entre ejercicios y vida diaria; el cuarto camino será actitud interior manifiesta en cada ocasión. ¿MAGO? ¿PROFETA? ¿BRUJO? ¿SANTO? Enigmático y algo sobrenatural, mezcla de Buda y Charlatán de feria, demasiado deshumanizado para ser santo. En 1949 Georges Ivanovich Gurdjieff, el viejo bribón, fallece en París

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