viernes, 18 de mayo de 2018

ENTRE ARENAS MOVEDIZAS, A PROPÓSITO DE DOS CUENTOS DE HORROR



 Lucio Gómez Pazos
A  pesar de que los dos cuentos a los que me referiré-El hombre de arena y El libro de arena, cuyos autores son E. T. A. Hoffmann y Jorge Luis Borges, respectivamente-plantean temáticas distintas, con estrategias narrativas disímiles y que responden a momentos históricos también diferentes, se pueden establecer algunos vínculos en común.
En ambos cuentos, por el hecho de ser fantásticos, hay un elemento que causa extrañamiento en virtud de que irrumpe en la realidad del protagonista e inexorablemente lo transforma o lo conduce a una situación límite. En los dos cuentos existe un sujeto ajeno: el vendedor de barómetros en El hombre de arena y el vendedor de biblias en el caso de El libro de arena, que es quien introduce dicho extrañamiento, si bien en el primer cuento existen otros dos personajes importantes que fungen como coadyuvantes para que tal situación se lleve a cabo.
Los dos cuentos, y esta es la lectura personal que propongo, buscan instaurar un nuevo orden, son transgresores de la realidad, la trastocan, o por lo menos desde la perspectiva de los protagonistas: en el caso del primer cuento, la psique de Nataniel se disloca precisamente por la irrupción de ese ser extraño que es el hombre de arena, quien representa lo disruptivo, lo oscuro, el horror, la iniciación en el miedo; no debemos olvidar que quienes también contribuyen al establecimiento de este nuevo orden son inventores o creadores: Coppelius, alquimista, y Spalanzani, físico, fabricante de autómatas; en el caso de El libro de arena, también hay un componente creador: el elemento cabalístico y religioso, a la vez que con ello se plantea la dislocación del tiempo,  el espacio y el orden.
Ambos cuentos son de horror o lo suscitan, el primero, sin embargo, es diabólico y el protagonista se autoaniquila, pierde los estribos y la vida, incluso;  en el caso del segundo, hay una solución sensata y viable, colocar el libro monstruoso y pesadillezco en la Biblioteca Nacional, con este acto el protagonista del segundo cuento logra ponerse a salvo de las arenas movedizas que lo amenazan, merced al desasosiego que experimenta ante los espacios infinitos como pudiera pensarse siguiendo a Pascal; en el caso de Nataniel, en cambio, las arenas movedizas lo engullen inevitablemente.

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