miércoles, 13 de noviembre de 2013

Temas y Autores Las entrañas del Elefante


Silvestre Manuel Hernández
Coordinador del Consejo Editorial de Tlanestli. Amanecer.
Investigador de Ciencias Sociales y Humanidades,
UAM–I, Ciudad de México.
silmanhermor@hotmail.com

Para mi sobrino–nieto–ahijado Yahel Hernández,
sus papás y hermanos, con cariño.

Lo que vivimos y lo que nos cuentan nuestros padres, quienes a su vez escucharon esto y aquello de los suyos, nos hace ver e imaginar las cosas de varias maneras; algunas, llenas de misterio o fantasía. Algo parecido ocurre con el Cerro del Elefante o “Tepiolole” (según el apelativo de ciertas personas de antaño), del cual se cuentan leyendas o mitos. ¿Qué es leyenda? y ¿Qué es mito? Para el relato en sí no es importante la distinción, sino lo esencial es esa atmósfera de tensión que puede pervivir en nosotros, aunque no hayamos conocido a los protagonistas de las “vivencias”.
     El lugar, puede ser físico o figurado; en este caso, tenemos los dos, pues nuestro protagonista: un cerro ubicado al oriente del Estado de México, en el Municipio de Ixtapaluca, custodia las calles de un pueblo llamado Tlapacoya, y sus entrañas albergan secretos y simbolismos. Aquí, el día de fiesta se venera a la Virgen Santa María Magdalena, y amén de las festividades religiosas y del jolgorio popular, los viejos suelen traer al presente aquellos relatos que les dan su sello particular como tlapacoyenses, pero por encima de eso los hacen ser hombres dignos de atención y respeto, por ese espíritu que vierten en palabras, gestos y entonaciones, las cuales parecen comulgar con los caminos que llevan a alguna entraña del Elefante.
     Sí, nuestro protagonista está vivo, con más intensidad en algunos meses del año; tanto por su verdor, como por la forma en que el sol despunta en su horizonte, develando u ocultando un presente que vive quizá para siempre. Su vértebra primordial está resguardada; a su derecha, por los sonidos de una civilización que forjó pirámides para adorar al dios que bendecía las tierritas y sus frutos; sonidos que ahora se conjuntan con las voces de quienes suben a sus cumbres; a su izquierda, por los difuntos que quién sabe cuántas historias se llevaron con ellos, pero que de seguro se estarán relatando en ese plano al que ciertos mortales han querido llegar por algunas de sus cuevas, o por las puertas que lo atemporal parece abrir en circunstancias especiales.
     El ahora, el ayer, el aquí o el “más allá”, se vuelcan en las narraciones que aprehendemos y degustamos en alguna acera, en la plaza de su iglesia, o en cualquier espacio de su entorno. He aquí, parte de lo inmarcesible de su ser.

Las entrañas del Elefante

Para mí es muy gratificante escuchar las historias de Juan Carlos Pérez Carreón, persona amable y dispuesta a conversar con nosotros, lectores de Tlanestli. Amanecer, sobre parte de lo que guarda su memoria y sensibilidad. Juan Carlos Pérez Carreón, oriundo de Tlapacoya, es padre de familia y tiene dos hijos. Se ha desempeñado como militar, cabo, en el Ejército Mexicano. Trabajó en el área administrativa del Banco del Ejército. Fue comandante de las Fuerzas Federales de la Policía Federal. Actualmente se dedica al litigio en el Estado de México. Es Licenciado en Derecho por la Universidad del México Contemporáneo. Ha obtenido varios diplomas y reconocimientos dentro de sus funciones y cargos.
Silvestre Manuel Hernández (SMH). Juan Carlos, tu eres residente de este pueblo, conoces varias historias, algunas que te han sucedido a ti, otras que te han contado tus padres. Nos podrías compartir algunas para nuestra publicación de Xalapa.[1]
Juan Carlos Pérez (JCP). Claro que sí. Bueno, una de las anécdotas que me han pasado aquí dentro de lo que es el Cerro, es que en una ocasión yo subí a hacer deporte, me gusta hacer deporte. Llevaba como tres vueltas alrededor del Cerro, en la tercera vuelta… En esa ocasión me sale un hombre grande. Yo, a lo lejos, percibí que era una persona que, igual, estaba haciendo deporte… Cuando yo me acerco cien metros, ochenta metros, me percato que es un hombre de una estatura enorme, con ojos bastante rojos, como si estuvieran al rojo vivo. Yo lo que hago es que, al momento, percibo que es algo raro, porque mi piel se empezó a erizar. En ese momento yo me agacho para agarrar una piedra y poderme defender ante esta persona… Cuando yo me agacho, esta persona, o el ser que yo vi, se desaparece, de la nada; digo, no se pudo echar a correr, no pudo volar, porque yo lo hubiera visto; sino, cuando yo levanto otra vez la vista, esta persona se va, sin dejar huella, sin dejar rastro, sin hacer ningún tipo de ruido.
    Y… Bueno, en ese momento me cuenta la gente, a la que yo le comparto lo que a mí me pasó: me dicen que es el Diablo, el Diablo que anda suelto viendo a quién golpea, a quién se lleva. Porque se dice que en este Cerro se aparece el Diablo, que sale. Incluso, hay gente que lo ha visto cómo es. Digo, no lo describen tal y como es; algunos lo retratan en forma de animal, otros lo señalan como yo lo vi: un hombre; los más, lo pintan como un charro que sale a las doce del día… Sí, es parte de las leyendas que narran aquí.
    Otra anécdota que a mí me pasó, que me sucedió en el Cerro, junto con otro compañero, es que yo me percato de ver un animal en forma de un dragón pequeño, pero feo el animal; a mi compañero y a mí nos iba a atacar, mi compañero le avienta una piedra grande y el animal sale volando y nos bajamos corriendo. A la primer persona que encontramos, un señor como de sesenta, sesenta y cinco años, le contamos lo que nos había pasado y nos dice que ese es el Diablo, que son muchas las formas de manifestarse. Que ese es el Diablo y que ya no anduviéramos allá arriba del cerro, porque la próxima él sabe que nosotros subimos, o subíamos casi a diario, y que nada más estaba esperando la oportunidad para atacarnos.
    También, una de las cosas que me han contado, porque eso sí no lo he visto, me lo han contado: es que dicen que a las doce del día, en este Cerro del Elefante, sale la gallina de  los huevos de oro. Que ese animal… Dicen que te lleva a donde está el tesoro del Cerro. No, la verdad eso sí no podemos decir que sí sea cierto, porque muy poca gente es la que ha visto tal gallina. Que cuando la ven… Platican que es una gallina preciosa, de muchos colores hermosos. En cuanto ellos voltean, la gallina se va, se desaparece la gallina… Uno más de los misterios que tenemos aquí, dentro del Cerro de Tlapacoya.
    Igual, otra historia que nos cuentan es la de la cueva encantada. La cueva encantada, dicen que tiene una entrada y una salida en ambos extremos del Cerro y que esa cueva se abre cada año. Personas que han tenido la oportunidad, o que han tenido la fortuna de ver esa entrada… La gente que ha osado entrar… Han quedado locos… Han quedado locos porque dicen que ven cosas, que vieron cosas muy feas ahí dentro. De tanto, que salen como golpeadas, arañadas. Y… Lo mismo, volvemos a decir que es el Diablo, que hace eso para que la gente se acerque y los pueda agarrar adentro de la cueva. Solamente yo me he enterado de una sola persona que ha logrado escapar, y esta persona quedó loca, salió muy golpeado, en cuanto sale: muere.
    Otra anécdota que cuentan aquí de lo que es el Cerro, es de las brujas. Se ve o se veían, anteriormente, luces que se hacían grandes y se hacían pequeñas. No me tocó vivir esa experiencia, de ver las bolas de fuego que chocaban unas con otras, se hacen grandes se hacen pequeñas. Dice la gente que son brujas. Bueno… Creo que sí es cierto, porque cuando a nosotros nos toca ver esa bola de fuego, nosotros vimos el cuerpo de un guajolote con cara de humano. No pudimos distinguir, a ciencia cierta, qué rasgos tenía, porque… Con la impresión de que nosotros éramos pequeños y vemos ese animal, nos espantamos pero sí, alcanzamos a ver perfecto que tenía cara de hombre y cuerpo de guajolote. Es lo que la gente nos dice que son las brujas. Y es cierto, porque a mí también, con mi hijo, me pasó, lo vivimos. Teniéndolo abrazado nosotros, nos lo sacan, nos lo jalan de los brazos de mi esposa e intentan llevárselo. Entonces… Por eso sí creo en la leyenda de la bruja, porque nos ha tocado verlo, nos ha tocado vivirlo también.
    Ahora hablemos de los muertos, porque tenemos, al pie del Cerro, el panteón municipal del pueblo, y hay muchas leyendas sobre él.[2] Han encontrado tumbas abiertas, las cuales, al otro día, viene gente o los familiares y la tumba sigue igual, idéntica. No nos explicamos cómo es que dicen que arden los panteones, nadie se explica cómo es eso. Bueno, hay gente que por curiosidad ha venido a ver si es cierto o no es cierto, pero las personas que han pasado a tales horas de la noche… Nos dicen, es que yo vi que tal panteón estaba ardiendo. Un campo santo estaba encendido, pero con unas llamaradas gigantes, el fuego era tan grande que se alumbraban los demás panteones y todas las tumbas. Bueno, eso también lo cuentan muchos habitantes de aquí del pueblo, gente grande y gente joven todavía, que les ha tocado esa fortuna o esa desfortuna de vivirlo. Pero… La vida sigue…
    Otro de los sucesos de nuestro entorno es que sale el charro, el Charro Negro. Es un hombre que aparece montado en un caballo y… Dicen que sí golpea a la gente. Ha habido seres a los que ha golpeado, los ha arrastrado ese charro. Eso se mienta en las leyendas anteriores. Te puedo decir que ha sido de cincuenta, sesenta años atrás, cuando todavía no estaba bien poblado el pueblo, cuando sólo había una o dos casitas por las esquinas. De entonces es cuando narran del charro. Bueno, aquí se conocía como la leyenda del Charro Negro. Pero llegan a la conclusión de que igual, era el Diablo, quien se manifiesta en varios personajes, por decirlo así: el charro que “hemos visto”, el hombre que a mí me tocó ver.
    Me ha tocado también cuando, en una ocasión, traje a mis hijos a hacer deporte. Dejo a mis hijos y empiezo a correr y… De repente, me percato que no hay nadie, nadie. Y empieza a llorar un niño; un niño con mucha desesperación empieza a llorar. Entonces, en ese momento agarro a mis hijos de la mano y lo que hacemos es bajar corriendo. Después, le empiezo a contar a mi familia, a mis conocidos, vecinos… Y lo que me dicen es que era el Diablo. Y… Tú sabes que está ahí, que sigue viviendo ahí.
SMH. Juan Carlos, nos podrías regalar otras historias donde el protagonista es el Cerro del Elefante.[3]
JCP. Con gusto, otra de las leyendas que se cuentan… Es que dentro del Elefante se encuentra un lago enorme, con mucha riqueza. Se dice que al interior del Cerro hay una serpiente que cuida los tesoros el pueblo. A ciencia cierta, pues no se sabe si esté esa serpiente. Sólo son las cosas que la gente nos ha transmitido… Pues, yo creo que sí es cierto, porque… Bueno, hay señores grandes que se han ido y que nos han transmitido esas leyendas a nosotros, de que hay mucha riqueza adentro del Cerro, pero que solamente se podría ver cada año, porque sólo cada año se abre la puerta hacia ese lago… Ya que dicen que se encuentran muchos metales preciosos como oro, jade. Que hay bastantes cosas de plata, que nada más brillan. La gente dice que es plata. No podemos asegurar si es plata o no es plata, pero… Las personas hablan de que hay oro, plata, jade, no sé… Se encuentran otro tipo de cosas que nunca nos lo dijeron… Solamente otras… Vasijas que pueden ser de oro, o podrían ser monedas, podrían ser coronas, porque recuerdo que un tío mío me comentó que sí había coronas y que podían ser de esa serpiente. 
   Si algunos no lo saben, Tlapacoya significa “lugar donde se lava”, eso viene del nahual. Porque aquí, anteriormente, el Cerro nos daba mucha agua, había ojos de agua y el pie del Elefante nacía: eso sí es verídico, que el agua brotaba al pie del Cerro. De hecho, a la orilla todavía se encuentran caracoles de mar, se encontraban muchas tortugas; por eso, allí en el pueblo de Ayotla se le llama ciudad de tortugas, porque al pie del cerro se encontraban muchas tortugas, caracoles de mar, arena de mar, piedras de río. Entonces, también se cuenta que el Cerro es una parte del mar. El Cerro es una parte del mar… Yo creo que a la mejor sí, porque hay bastante agua, tenemos agua, el agua es totalmente limpia, clara. Lo relacionamos con los caracoles de mar, tortugas, piedras de río. Digo, si estamos en una zona donde no hay ríos, de dónde salen piedras de río, arena de río, caracoles, tortugas. Y algo que también nos ha impresionado a nosotros, que no nos explicamos de dónde sale tanta arena de mar. No nos explicamos de dónde viene esa arena o quién viene y la deposita, porque para traer tanta arena aquí, sería imposible… Y, bueno, eso también es “acervo” del pueblo.
SMH. Juan Carlos, todos los pueblos tienen como centro o cabecera una iglesia. El recinto de Tlapacoya no puede ser la excepción, y a su alrededor ha de haber narraciones y relatos ¿tienes alguno que nos puedas compartir?
JCP. Sí, claro que sí. Por ejemplo, una de las leyendas que se cuenta es que… Bueno, nosotros aquí, en la fiesta del pueblo, veneramos a la Virgen que se llama Santa María Magdalena, es el día 22 de julio. Cada año se le festeja el cumpleaños a la Virgen, con música, cohetes, danzas; esa es una de las tradiciones de aquí, de Tlapacoya… Y el relato dice que hay un santo que viene a visitar a nuestra Patrona Santa María Magdalena, hasta aquí, a la iglesia de nuestro pueblo. Este santo se llama Santiago, Señor Santiago, se encuentra en Chalco, también Estado de México. Y… Cuenta la leyenda que se abre la puerta de la iglesia… Y quien era el sacristán de hace años, de aquí, de la iglesia, tuvo la fortuna de ver cómo entraba el caballo, de ver cómo se bajaba el santo y subía a nuestra Patrona Santa María Magdalena al caballo y se iba. Dice el sacristán que era un ejemplar grande, blanco. Subía a nuestra Virgen y se la llevaba… Él decía que la llevaba a pasear, que la llevaba de visita al pueblo de este santo, que se llama Santiago Apóstol, y está allá en Chalco. Y platicaba que antes del amanecer, a las seis de la mañana, volvían a abrir la puerta de la iglesia, entraba el caballo, bajaba a nuestra Patrona, la dejaba… Y se veía cómo se iba otra vez en el animal. Y… Bueno, esa es una de las leyendas más bonitas que tenemos aquí en nuestro pueblo, debida a la persona que tuvo la fortuna de verlo y transmitirlo a muchas generaciones, donde el relato ha  pasado de unos a otros, y hasta la fecha lo tenemos latente, todavía. Y sí, es una de las historias más bonitas para mí, en lo personal, de lo que se cuenta de la iglesia de nuestro pueblo.[4]
SMH. Con respecto a sus calles, qué nos cuentas.
JCP. Las calles de aquí de nuestro pueblo, son un tanto espacios que están en el olvido, pero que tienen, de cierta manera, también una leyenda que contar.
    Por ejemplo, la calle del Chabacano, donde se ve y se escucha cómo pasa un  perro negro bastante grande. Este perro solamente se esconde de la luz, pues nada más se le ha visto en calles o en callejones donde está totalmente oscuro. Este perro… Ha habido gente, de aquí del pueblo, que ha sido atacada, que la ha golpeado, incluso al otro día amanecen rasguñados. Y de estas personas decimos que “tienen un  mal aire”, que se tienen que “limpiar”, que deben ir a la iglesia para que el padre les eche agua bendita… Y, es una de las leyendas que también tiene Tlapacoya.
    Algo más, es que anda por todas las calles el Charro Negro, al cual mucha gente lo ha visto, y, hasta ahorita, que yo sepa, a nadie ha atacado, simplemente es la impresión de ver a ese caballote y al hombre que anda vestido de charro. Hasta se oye cómo pasa a todo galope. Y la gente que ha tenido la fortuna o la desfortuna de verlo, dice que es algo feo, algo impresionante, porque el caballo no camina, no va sobre la tierra: va flotando en el aire, y aún así, se oye el sonido.
    Aquí también tenemos a la Llorona que, como sabemos, existe en todos lados de nuestro país. Me ha tocado la fortuna de escucharla, no de verla. Es una mujer que pasa gritando a ciertas horas de la madrugada: cuando ella llora, todo se queda en silencio, los perros se callan, después de que suelta el lamento, los animales empiezan a ladrar como si tuvieran miedo, y después emiten un aullido, todos los perros comienzan a gemir como si algo pasara, como si se espantaran, como si tuvieran miedo… Esa es la leyenda de la Llorona.
SMH. Juan Carlos, tu, como padre de familia, como habitante de Tlapacoya, con una experiencia de vida compartida ¿cuál crees que sea la importancia de transmitir mitos, leyendas? Sean del dominio popular, sean de alguna parte de nuestros pueblos, de nuestra república mexicana ¿qué importancia encuentras, por ejemplo, en el caso que se las transmitas a tus hijos?
JCP. Bueno, lo importante aquí es que ellos también conozcan y sepan qué puede pasarles a ellos, porque si nosotros no les contamos que hay leyendas o lo que nos ha pasado y hemos escuchado, sería como ocultarles algo, y lo bonito es que ellos también lo sepan y se vayan cultivando respecto a las narraciones de nuestro pueblo. Porque muchas veces hemos nacido en un lugar, y no sabemos qué pasó, por qué, quién lo contó. Simplemente vivimos en la penumbra: no sé nada. Yo creo que es bueno transmitirlo a nuestros hijos, a los demás familiares, a la gente que nos viene a visitar, para que se lleven un bonito recuerdo, para que sepan un poco de historia de aquí del pueblo de Tlapacoya, del Cerro, del Panteón, de la Iglesia…
SMH. Juan Carlos, un gusto, gracias por compartirnos esta experiencia de vida. Nos has regalado parte de lo que viviste desde niño, lo que tus padres te contaron, lo que has experimentado aquí en la Pirámide, en el Cerro. Juan Carlos, un placer, gracias.
JCP. Gracias a ustedes (se refiere a Leny Andrade Villa, quien realizó la grabación, y a SMH). Y gracias a la revista en donde están trabajando, por ser partícipes de nuestro pueblo. Es un gusto haberlos tenido aquí, en las faldas del Cerro, de nuestra Pirámide.
SMH. Para Tlanestli, es un gusto, es un honor haber contado con Juan Carlos. Gracias, hasta pronto.
Recomendación bibliográfica
González Obregón, Luis, “Leyendas de las calles de México”, en Antonio Castro Leal, La novela del México Colonial, Tomo II, Aguilar, México, 1991.
Moreno–Ruiz, José Luis (recop.), Las flores blancas. Cuentos y leyendas de México, Ediciones Altea, Madrid, 1985.
Valle–Arizpe, Artemio de, Sala de Tapices, Editorial Patria, México, 1957.

Nota sobre Tlapacoya

El pueblo de Tlapacoya se localiza al oriente de la Ciudad de México, a 28 km., en el Municipio de Ixtapaluca, Estado de México, en la ribera de lo que fue en lago de Chalco. Está al pie del Cerro del Elefante. Se habla de que hasta principios del siglo XX, en ocasiones, era tal la cantidad de agua que lo rodeaba, que parecía una isla o una península. Tlapacoya significa “lugar donde se lava”.
    Tiene una zona arqueológica, perteneciente al periodo Preclásico o Formativo. El auge del sitio fue en el Preclásico Tardío; sin embargo, existen asentamientos que corresponden a la época olmeca en la fase Manantial, hacia el año 1400 a. C. Según las exploraciones de los especialistas, existen vestigios de más de 24000 años, así como una variedad de piezas de gran valor.




[1]  Por cuestiones estilísticas, he cambiado algunas palabras y expresiones del entrevistado, sin que esto haya alterado el sentido del relato.
[2]  Según el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, Espasa–Calpe, Madrid, 1992. Leyenda viene del latín legenda, n. pl. del gerundio de legére, leer. Que significa leer // Obra que se lee // Historia o relación de la vida de uno o más santos // Relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos // Composición poética de alguna extensión en que se narra un suceso de esta clase.
    Desde luego, lo que la tradición popular entiende por leyenda, comulga y trasciende estas definiciones.
[3]  Desde cierta concepción mítica: “El simbolismo de este animal tiene cierta complejidad y determinaciones secundarias de carácter mítico. En el sentido más amplio y universal, es un símbolo de la fuerza y de la potencia de la libido. En la tradición de la India, los elefantes son las cariátides del universo. En las procesiones, son la montura de los reyes. Es muy interesante que, por su forma redondeada y su color gris blanquecino, se consideren símbolo de las nubes. Por los cauces del pensamiento mágico, de esto se sigue la creencia en que el elefante puede producir nubes y de ahí la mítica suposición de la existencia de elefantes alados. La línea elefante–cima de monte–nube, establece un eje del universo. Probable derivación de estos conceptos de clara impronta primitiva, es el uso del elefante en la Edad Media como emblema de la sabiduría, de la templanza, de la eternidad e incluso de la piedad”. Véase Juan Eduardo Cirlot, Diccionario de símbolos, Ediciones Siruela, Barcelona, 2010.
[4] . La catedral de Chalco tiene por Patrón al Señor Santiago, es un santo milagroso, pero muy castigador. Se caracteriza por su rico atavío; el día de su fiesta es el 25 de julio. Cuentan que hace muchos años, unos ladrones del lugar le robaron sus espuelas de plata. El santo se enojó muchísimo y… En esa época, las lluvias se intensificaron más de lo normal; de día y de noche llovía sin parar, los habitantes lloraban porque todas sus casas se inundaron y, como se encuentran, geográficamente, en un lugar hundido, la pasaron muy mal porque el nivel del agua se incrementó rápidamente. La gente de Chalco pensaba que era un castigo del Patrono, porque le habían robado sus espuelas. Por su parte, los ladrones las vendieron en el pueblo vecino… Y fue hasta que las recuperaron y se las devolvieron Santiago Apóstol, que dejó de llover.

1 comentario:

Unknown dijo...

Interesante entrevista, llena de enigmas, fantasía e historia, mi interés es sobre el origen del cerro del Elefante desde un punto de vista geológico pues en efecto es intrigante y personalmente parai el saber cómo se formó y otros datos referentes a su geología, visite de paso el pueblo de Tlapacoyan hace más de 10 años y me pareció interesante conocer su iglesia que solo vi de paso por fuera, e viatv las famosas bolas de fuego que a veces se ven por ese cerro sin saber que son en realidad, hace mucha falta espacios como este para conocer y divulgar lugares, historias y personages de México, felicidades por su trabajo.