miércoles, 8 de febrero de 2012

REFUGIO DEL EXTRAÑO

Aurora Ruiz Vásquez No sé cómo me llamo, me dicen Ben y acudo cuando me gritan y me ordenan que desaparezca. Mis hermanos me temen, no me respetan aún siendo el mayor, pues dicen que cuando me encolerizo me transformo en una fiera, un monstruo y corren a esconderse, o me apedrean. Mi padre es un tirano, sumido en su embriaguez, al que poco veo, sólo cuando me azota por haber derramado la sopa, y eso que no como en el comedor con toda la familia. En sus ojos de fuego demuestra que estorbo. Me tratan como a un extraño por que soy diferente. Los vecinos se me quedan viendo, sin hablar y me rehúyen, murmuran, considerándome idiota o loco. Mi madre es la única que me quiere, aunque no lo demuestra por temor, pero yo lo sé, tal vez esconda algún pecadillo de juventud porque siempre está triste. Al fondo de la casa, hay unos cuartos oscuros vacíos, sin puertas ni ventanas, llenos únicamente de polvo, telarañas y ratones. Dan hacia la vereda que conduce al centro del pueblo. Allí me refugio en soledad todo el tiempo y respiro la paz, entre escombros y cachivaches viejos –con razón los llaman los cuartos de los espantos. (Pienso… pero ¿puedo pensar?); todo olvido al momento, las imágenes se borran y confunden, mis palabras salen atropelladas con voz ronca, los movimientos son toscos e incontrolables y mis facciones diferentes; además, soy feo, me siento feo e inútil, sin embargo, soy superior, único, algo me distingue de mis hermanos a los que no comprendo, por lo que los evito, y me paso las horas platicando con el sol, las estrellas y una voz que me sale de dentro y es mi amiga –el otro y lo otro– reímos juntos a carcajadas, paseamos por las noches cuando escapamos de mi cárcel sin rejas, jugamos a las escondidas, cazamos ratones, y soñamos con nuestra riqueza, mientras todos duermen. Ellos me tildan de parásito, demente pisoteándome sin piedad, pero ya verán, que algún día me liberaré, correré a otros mundos y los veré como hormigas venenosas, entonces gozaré de mi superioridad que me distingue y enorgullece como ser humano diferente, distinto, que no hace mal a nadie. Por lo pronto, seguiré mi vida solitaria en el laberinto de cuartos sucios que me cobijan, y donde se incuban sentimientos de odio hacia todos; ya los astros se encargarán de vengar mi soledad y sensibilizar los corazones de los que se creen perfectos. Por lo pronto, me complace correr, jugar, trepar a los árboles aún con dificultad y desde arriba, reír a carcajadas del mundo. que me distingue como ser despreciable sin que tenga culpa alguna. El energúmeno de mi padre gozaría si yo desapareciera, pero aunque estoy enfermo, el médico dice que viviré muchos años, los suficientes para enterrar a todos, nunca se sabe…,sin embargo, me siento cansado y desearía dormir, dormir para siempre. Una noche fría, _el padre de Ben completamente ebrio_, tropezó con su hijo entre la maleza del patio de la casa y éste lo ayudó a llegar a sus habitaciones colocándolo en la cama y regresó a trepar a su árbol preferido, que estaba frente a los cuartos; allí le gustaba agazaparse horas enteras como las gallinas que buscan una rama para dormir, El sueño lo venció y cayó al suelo entre las piedras que le hirieron la cabeza y un fierro puntiagudo como espada filosa, se le clavó en el pecho; empezó a sangrar en forma abundante, hasta quedar inconciente. Así pasó toda la noche y Ben fue encontrado al amanecer, enroscado como un gato, ya sin vida, con inexpresión en el rostro.

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