miércoles, 1 de enero de 2020

¿El otro mundo existe cuando no lo miro?

Pensamiento Político
Universos Para-lelos: o el principio de incertidumbre de la física aplicado a la política. ¿El mundo existe cuando no lo miro?

Juan Fernando Romero Fuentes
A Sandra Barba: “Podemos vivir con personajes de ficción que desmenuzan sus  acciones y teorizan sobre su experiencia”. 
El reputado diputado Miriam y Nometoques, fue nominado para el premio de la Transexualidad Universal por su defensa de la ley pro-prostitución de cualquier género, cuyas bases jurídicas, extraconstitucionales y metafísicas, demuestran con nívea claridad el ser y el no ser del transgénero impúdico como bien público lúdico y púbico.
El abuso en el manoseo de las redes produjo, no obstante, serias críticas del sector tradicional representado por las hermanas cuasidescalzas de la caridad ambigua, quienes manifestaron estrepitosamente, estridentemente y peatonalmente, no sólo su espanto, sino el horror de su escrutinio ante la falta de lineamientos esclarecidos en los argumentos metasíquicos presentados por el reputado diputado, y pusieron en zona de duda anversa y reversa –y como cuestionamiento de orden transpeninsular- tanto su reputación como su diputación, que de pronto multiplicose-en-redes-al-masivo público asombrado, atónito y tanto repentinamente escéptico, como sorpresivamente lleno-de-una-intención-concepción-profusa-difusa-confusa, perversa y agresiva en grado pederasta.   
El debate entonces se desplegó a la multitud reticular  Canettiana, en tres órdenes del pensamiento curricular:  1) el que da vueltas sobre sí mismo y no se encuentra; 2) el que arguye que toda verdad universal  por su casa empieza, y 3) el que manifiesta de origen -es decir, como ¡Big Bang!- una conceptualización cosmogónica basada en la constante cosmológica de Einstein, que acerca los hoyos negros a los hoyos blancos, vistos desde luego, desde una perspectiva astronómica cuántica y multiversada que puede ser cercada por un interés manifiesto en la diversidad racial y radial, con mayor acento en la psiqué.
Esta gama de pensamiento exhibe un horizonte que va más allá de la moral sádica o masoquista y lo acerca a su extremo opuesto, el masoquismo sádico -que estuvo sustentado aristocráticamente por los seguidores de otro marqués, el de Argens, donde “los personajes interrumpen las escenas sexuales con tratados verbales  sobre la filosofía mecanicista y sus bondades para el orden político y social”- lo cual condujo a los ponentes a exponer sus dudas hamletianas arriba señaladas con una falta absoluta de pudor -por ejemplo, cuando el democrático Niuton especuló en forma de sutiles anisotropías, que “el desacoplamiento de una fuerza implicaría la transición de un universo más simétrico a otro menos simétrico”- lo que espantó aún a las mentes más lúcidas ahí semi-presentes (sobre todo al escuchar la dicotomía entre materia oscura y energía oscura), que creían haber superado los tabúes medioevales del siglo XXI y subsecuentes.
Se recurrió entonces, por necesidad argumentativa, por supuesto a Shakespeare y Vargas Dulché, a Kant y a Laplace (rememorando su famoso debate), a Aristóteles y a Aristófanes, a Calígula y a Camus, a Homero y al remero de junto, a la teología bispartiana y trifásica, a la teoría de cuerdas (que no cuerdos), a la teoría de la relatividad especial y general  y su confusión con los universos cerrados y los avances en la dimensión plurisexual de la astronomía moderna, que nos pueden llevar de la mano a la fusión termonuclear en un parpadeo, o viceversamente, a la fisión esporádica en un papeleo inútil, pero premiado por la economía crematística que nos rige, y nos lleva y nos trae del paraíso de la ingenuidad y la ignorancia, a sus espejos, cómo alguien de manera oportuna citó a Oscar Lewis, digo, recitó a Mark Twain (y a Swift), perdón, incitó a Lewis Carrol, y sus maravillas.
En este orden y su pluralidad mayéutica mayestática de la incredulidad, la mismísima jueza y partera ahí presente (alguien en la multitud con un dejo de Sócrates que apenas asomaba, gritó: ¡mamá!), dio a luz a dos conceptos gemelos opuestos que no fueron concebidos de la misma forma y gestados por el mismo progenitor: el yingying y el yangyang, cuya sabia unión postuló la sabia socrática, en medio de un mar de aplausos omnisaturados por la viva voz del paradiputado y prosenador arriba multicitado, lo cual, él, ufano y satisfecho -cuasi hemipléjico, no obstante-, repitió-a-voz-en-cuello-lleno-de-dignidad-y-suficiencia: ¡¡lo cual significa el símbolo y simboliza la significación de la política, nuestra madre!! ¡¡nuestra madre!! 
¡Mar de aplausos de-foqueanos y fukanos (de Foucault)! Más detalles sobre este épico debate del sig-i-lo en la próxima entrega …
Xalapa, Ver. diciembre 2019




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