Gilberto Nieto Aguilar
Todo pueblo que alcanza
un cierto grado de desarrollo se halla naturalmente inclinado a fortalecer la
educación, principio mediante el cual la comunidad humana conserva, trasmite y
mejora su peculiaridad física y espiritual. Con el cambio que se promueve desde
la educación, se supone que se amplían las expectativas de los individuos. «El
hombre sólo puede propagar y conservar su forma de existencia social y
espiritual mediante las fuerzas por las cuales las ha creado, es decir,
mediante la voluntad consciente y la razón...» Jaeger Werner, “Paideia:
los ideales de la cultura griega”,
libro primero, F.C.E., MÉXICO, 2001.
La búsqueda, análisis y sistematización de fuentes, ya
sean primarias o secundarias para el estudio de la educación griega en la época
clásica, ha revelado un amplio repertorio de trabajos de considerable
antigüedad, a través de los cuales se puede intentar una aproximación y
comprensión de las líneas fundamentales del pensamiento pedagógico griego y de
las principales ideas y acciones en materia educativa. (David Espinosa, “La
educación griega y sus fuentes”, UNED, Madrid, 2007).
Sin hacer menos el pensamiento presocrático o a los
contemporáneos de Platón y Aristóteles, que seguramente aportaron mucho al
respecto, quiero destacar algunas ideas del sentido educativo de estos tres
personajes clásicos de la filosofía occidental, sin ahondar por obviedad de
espacio. Por ejemplo, Sócrates y la mayéutica. Muchos afirman que fueron los
primeros tanteos de lo que hoy llamamos constructivismo, basada en preguntas y
respuestas para descubrir e interiorizar las ideas a partir de saberes previos en
la construcción del conocimiento.
Con la ironía, Sócrates estableció una posición
ficticia para provocar contradicciones y llegar a una verdad buscada. Marcela
Ragni (monografías.com) asegura en un
artículo sobre el constructivismo, que Vigostky se basó en Sócrates para su
formación inicial. No lo sé. Pero el debate de las ideas, la discusión como
estrategia en busca del conocimiento y la importancia del entorno social
interactivo, fueron sus fundamentos.
Sócrates fue un infatigable cuestionador de los hechos
y forjador de sí mismo como discípulo de la verdad. Esto es un gran aporte a la
pedagogía. Toda una filosofía de vida admirable y modelable en un docente. Fundamental
en la filosofía de la educación de Sócrates –comenta David Hothersall,
“Historia de la psicología”, MacGraw Hill, 1977, p. 24)– fue su postura de que
la verdad no puede ser definida por una verdad absoluta (la del mentor), sino
que descansa escondida en cada mente.
El filósofo hace una serie de preguntas tendientes a
conducir al alumno ocasional hacia una verdad (tema o conocimiento esperado)
cuidando los fallos lógicos que pudieran surgir en los razonamientos. Un
ejemplo a propósito lo encontramos en el diálogo “Menón o de la Virtud”
(“Platón. Diálogos”, Editorial Porrúa, 1978, p. 216). En este diálogo Sócrates
induce al esclavo de Menón, Anito –más tarde su acusador–, al descubrimiento
del teorema de Pitágoras. Sócrates le dice a Menón: «observa ahora cómo,
partiendo de esta duda, va a descubrir la cosa indagando conmigo; aunque yo no
haré más que interrogarle, sin enseñarle nada».
Le hace una serie de preguntas al sirviente acerca de
las figuras geométricas que va trazando en la arena. Aunque en un principio
parece no entender, finalmente termina por comprender la relación entre las
figuras. En este ejercicio pretende probar que el conocimiento es una presencia
interna, una reminiscencia que el razonamiento saca a flote, como el principio
básico de su teoría del conocimiento.
«El que ignora tiene, por lo tanto, en sí mismo,
opiniones verdaderas relativas a lo mismo que ignora», le dice Sócrates a Menón
(Ibíd.). La paciencia y la atención concentrada en su ocasional alumno, lo
llevan a razonar con él y finalmente a enseñar, porque la meta es lograr que el
estudiante razone, derive principios generales y los aplique en situaciones
nuevas. Walter L. Arias G. (https://www.xing.com/communities/) y José Muñoz
Delgado en “El esclavo de Menón”,
hacen una relación detallada de la parte pedagógica de este famoso
diálogo.
De acuerdo a la concepción griega ser sabio, más que
un saber, más que el manejo de información y datos, significa orientarse en el
mundo de los seres humanos, distinguir entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo
injusto. Por eso la sensatez, la prudencia, la buena actitud, la práctica de
valores y la reflexión, constituyen en el sabio griego un modelo de vida que les
convierte en una fuente de enseñanza y de ejemplo para las personas de su
época.
Platón mostró una gran preocupación y un profundo
interés por la educación. Sus ideas sobre el tema lo llevaron a la creación de
la Academia, donde estudiaban e investigaban diferentes temas como la ética, la
lógica y la física, entre otras, que con el tiempo se fueron separando en
disciplinas independientes. De Sócrates toma la retórica y la dialéctica,
además de ser el principal divulgador de su pensamiento.
Para este notable filósofo –y parece que también para
Sócrates– el conocimiento es la clave para poder separar el bien del mal y
acercarse a la virtud. Por eso Platón daba tanta importancia a la educación de
hombres y mujeres y de manera especial para los más jóvenes, niños y niñas, sin
discriminación. Durante el proceso educativo se adquieren las habilidades y
conocimientos suficientes para tomar conciencia sobre la existencia del mundo
inteligible y el desarrollo de las aptitudes físicas, por lo que propuso que
los niños comenzaran su educación desde los cinco años. Para conseguir la
armonía y la justicia, es necesaria una educación gimnástica y musical para la
formación del alma.
Dentro de las principales obras de Platón destacan la
teoría de las formas o de las ideas, teoría de la ética, sus esbozos de
psicología, el concepto de Estado en La República y Las Leyes. Adquirir la luz
del conocimiento nos permite salir de la ignorancia y comprender la vida, su
sentido y el papel que jugamos en ella. Nos permite ascender hacia el
conocimiento verdadero quizá a través del sufrimiento y la confusión al
enfrentarse al mundo superficial y sensible (Gonzalo Gutiérrez Nagel, CIDE,
Santiago, 2000).
Aristóteles presenta a Sócrates como el descubridor del
concepto, del razonamiento inductivo y de las definiciones universales. La forma de divulgar sus pensamientos fue muy similar
a la de Platón, es decir, por medio de diálogos y razonamientos. Quizá lo
convierte en el más importante de estos tres filósofos, el hecho de que
profundizó sus reflexiones de manera extendida y variada, aun cuando inicia
desde las enseñanzas de Sócrates y Platón.
A pesar del apego a
sus maestros, en muchos de sus pensamientos difiere de las ideas planteadas por
ellos. Alumno
y maestro en la Academia de Platón, al cabo del tiempo regresó a Atenas y fundó
su propia escuela a la que llamó Liceo. Mientras enseñaba a sus discípulos
solía pasear por los jardines, explicando sus reflexiones, pensamientos y
principios, a través de los cuales interpretaba los sucesos que existen en la
vida cotidiana.
Aristóteles nos enseñó a pensar. La educación que
practicó no fue una mera instrucción, un listado de temas, conceptos, datos y
nombres de cosas o personas. La educación que promueve busca un objetivo:
pensar. Y que este pensamiento sea libre. Esa libertad es considerada por
Aristóteles una condición para la realización del ser humano, un ingrediente
esencial de la vida que singulariza a nuestra especie y se traduce en el deseo
de conocer y simbolizar.
Fue reconocido durante siglos como el filósofo por
excelencia; pero también, en honor a la verdad, pudo ser denominado el
científico por excelencia. «Por erróneas que fueran a veces las respuestas
dadas a sus propias interrogantes (la teoría geocéntrica o la tesis de la
inmutabilidad de las especies, por ejemplo), la humanidad estará siempre
agradecida a Aristóteles por haber planteado tales cuestionamientos y por su
actitud consistente en practicar las disciplinas científicas para, tras ello,
extraer las implicaciones filosóficas de las mismas. (Víctor Gómez Pin, “Aristóteles
nos enseñó a pensar”, 2016).
Solía afirmar que la educación nunca termina pues es
un proceso de perfeccionamiento y, por lo tanto, dicho proceso dura toda la
vida de la persona. Muchos son los productos de su pensamiento que abarcó estudios de la naturaleza, física, metafísica, ética,
política, lógica, matemáticas, biología, retórica, poética, entre otras
cuestiones que resultaron fundamentales en la evolución del pensamiento humano
posterior.
gilnieto2012@gmail.com
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