sábado, 12 de noviembre de 2011

¿Qué es y para qué es la educación?

por Ana Lidia Martínez Martínez Tener presente durante las sesiones del módulo Teorías de la Educación en el Diplomado en Educación Superior de la Universidad Veracruzana, las interrogantes ¿qué es la educación? y ¿para qué es? sugirió en mi interior el intento por definirlas tomando en cuenta los elementos abordados. Quiero expresar que la realidad en la que me desempeño profesionalmente, por supuesto que permea la concepción que me mueve al definirla: como el proceso de enseñanza formal, sistemática hacia un alumno. Sin embargo, al escuchar que la educación es para ser mejores seres humanos, que se educa para formarse como tal, de inmediato me cautivó hacia confirmar mi tarea como lo más noble y distinguido que puede existir. ¿qué pasa en la práctica que se olvida el sentido de la educación?, ¿dónde quedan los postulados con los que nos formamos?, ¿acaso la acariciada búsqueda de desempeños deja de lado la formación del ser?. Disfruto creer que es posible mover a otros y a mi misma, desdeñando el escepticismo o superficialidad que prevalece en muchos ambientes escolares. Bien, lo que expresaré no es para los otros que observo, sino que quiero dirigirlo hacia mí como un ejercicio de reflexión-acción donde ponga en crisis mis propios paradigmas de concepción, de intervención, sobre la persona que soy y del ser humano que habita en mí y se define día a día. Durante la charla del Doctor Hernanz, pensé en lo mucho que necesitamos los involucrados de la educación en las escuelas, mantener la formación continua, la actualización permanente y la capacitación requerida para no perdernos en la rutina, en el quehacer docente orientado a evaluaciones sociales más que de aprendizaje. Para recordar el rumbo de nuestra labor. Pero ¿cuándo la educación se hace teórica? y, ¿cuándo la filosofía se hace práctica? De acuerdo a Ramos “los filósofos de la educación no nos han dado una cuenta clara de cómo su disciplina realmente se supone que trabaja: de los tipos de argumentos que ella usa, de la evidencia que ella toma para ser pertinente, sus pruebas para la verdad y falsedad, sus criterios para el éxito o el fracaso, el estatus de sus propias proposiciones y declaraciones, y su lógica interna en general Todo ello sirve de presupuesto también para el debate y la toma de partido en relación con lo que puede ofrecer esta disciplina y su grado de validez teórica y/o práctica” (Wilson, 2003, 282). Estoy convencida que en estos tiempos es cuando debemos enfatizar en formar mejor seres humanos, por lo que es cuando mejores docentes habrá que fortalecernos, viviendo mejor, moralmente hablando. En una comunidad que promueva lo mejor de cada uno. Que la sociedad devuelva al docente el reconocimiento a su labor. Y que los educadores nos profesionalicemos, respondiendo a una educación con calidad, dejando de lado prácticas empíricas, irresponsables, estúpidas (como Tonucci refiere) y fuera de todo sentido mismo no de educador sino de persona y ser humano caracterizado por el uso de razón. Desde esta visión práctica y por supuesto, posible se esperaría que las personas bien educadas hagan uso de sus conocimientos articulándolos para que tomen decisiones que contribuyan precisamente a una transformación hacia la calidad de vida. Es así que urge resignificar en la práctica docente aquellas categorías propias de paradigmas que nos condicionan a comportamientos irrelevantes, tales como: educación, inteligencia, rol docente, papel de los medios masivos de comunicación, alumno, aprendizaje, buena educación, inteligencia, evaluación, entre otros. Así como mover en términos de competencia, aquello que nos hace humanos, aquello que debería privilegiar nuestro actuar ¿por qué habría que insistir en ello, si damos por hecho que lo somos?, ¿lo somos?, cuando tenemos educadores que agreden a sus alumnos verbal y actitudinalmente, los discriminan, los condicionan y ridiculizan, a los que no les conceden expectativas sobre sus aprendizajes, sobre su vida escolar. Pero cómo hacer un alto, dejar el ensimismamiento, y cuestionarnos ¿quién soy?, ¿qué humano soy? Fernando Chamorro apunta que actualmente nos envuelve un tipo de dopaje del que es difícil sustraerse donde “la mejor información resulta ser aquella que incorpora al ser humano a la superficialidad del acontecimiento, que le pone en la primera fila de los hechos. No importa la calidad moral o ética de lo que ocurra. En ese contexto la sensación se impone a la reflexión” con ello definitivamente un importante número de docentes en este caso, se mueven desde sus saberes, en lo procedimental y en lo actitudinal, sobre el escándalo, el rumor, lo banal, las noticias amarillistas, por los usos y costumbres y lo socialmente aceptado. No debería ser una justificación describir cómo fenómenos económico-sociales como la globalización, predisponen a profesionales de la educación para la sobrevivencia en el mundo, un comportamiento en correspondencia. Comparto otro enunciado de Chamorro, al reconocer que en este océano de vicisitudes rescatamos de lo que nos ocupa “debemos enfrentar el reto de educar. Por ello es preciso recordar que la educación debe permitir al joven ingresar al mundo de la razón y por ella a la ciencia, a la tecnología y al trabajo, diciéndole al mismo tiempo que la mayoría de lo que se enseña es transitorio, que lo esencial será aprender a pensar y aprender a aprender por sí solos” Definitivamente, habrá que prepararse para lanzarnos en estas intervenciones. No todos estamos listos para gestionar un ambiente para el aprendizaje democrático, donde el pensamiento crítico, reflexivo prevalezca atento a una educación en valores, en solidaridad y respeto, practicando un pensamiento de cuidado. Estamos llenos de profesores confiados en su experiencia, en sus habilidades de improvisación y de ceguera intelectual, que minimizan con sus necedades cualquier intento para la construcción de propuestas de innovación, transformación y mejora de la educación que pide a gritos la sociedad del nuevo milenio. De tal modo que el mayor “reto que afrontamos es mantener la ética profesional, estar siempre listos y abiertos a cambios que puedan beneficiar la calidad, la eficiencia y efectividad de nuestro trabajo, con el mayor respeto hacia los usuarios y los colegas, y con memoria histórica para no tropezar con las mismas piedras”, en este fragmento de Margarita Almada queda manifiesto los ejes hacia dónde dirigir nuestras miradas sin pensar ni siquiera en discursos huecos, sino con toda la creencia de poder materializar un quehacer docente que establezca puentes entre lo que hace y lo que se espera que realice, en función de los objetivos educacionales contextualizados. Esto significa que habrá que confiar en nosotros mismos para construir en conjunto una sociedad educada, que se constituiría en una sociedad de conocimiento caracterizada por recuperar la información dada en los medios, para enriquecer su conocimiento y tomar las decisiones pertinentes a su propio desarrollo personal y colectivo. La coherencia, verdad, unidad, eficiencia y significado son los elementos que esperamos encontrar en el mundo; aunque se encuentran tan gastados o erosionados por grupos de poder enajenados y el sistema social, haciendo vivir o promoviendo que lo que vivimos es lo mejor, pues está pintada esa realidad por varias intencionalidades. ¿Cómo es que cada uno puede salirse de esa realidad, descentrarse y seguir siendo miembro privilegiando su pensamiento crítico, reflexivo?, ¿cómo es que la sociedad se perfecciona? El Doctor Hernanz comenta que “la educación no consiste en saber mucho, sino que tiene que ver con la capacidad de formarnos como mejores seres humanos”, lo que me lleva a confirmar la distancia abismal entre lo se practica y lo que se espera. Y como el hombre se define en sus acciones, estoy convencida de que aún nos falta muchísimo para construir una educación bajo esa visión. Seguramente hay grandes logros, hay cambios significativos pero en educación básica donde se espera que la persona tenga capacidades básicas de participación reflexiva, crítica, sea bien educada para con él, su entorno social y natural, pues hay grandes desafíos. Y en lo que corresponde a media superior y superior, de igual manera. Entiendo que la filosofía brinda el camino que no debo perder en mi actuar cotidiano, en mi ser, en mi pensar, incluso al cómo dar sentido a lo que siento, en cómo veo a los otros y cómo los entiendo, en cómo me veo a mí y cómo es que me conozco, me entiendo y me comprendo. En cómo me hago mejor ser humano día a día. En las decisiones que he tomado al ejercer mi libertad, me satisface la capacidad de respuesta manifestada. Sin embargo, me cuestiono en relación a la buena educación que poseo no necesariamente encauzada por el sistema educativo nacional sino en su mayor parte, por esa búsqueda insaciable de respuestas, de identificación de problemas y de formarme como mejor ser humano en mi realidad. Es una satisfacción enorme así como una afortunada oportunidad haber estado presente con Usted, Doctor Hernanz en algunas sesiones parte del módulo Teorías de la Educación en el Diplomado de Educación Superior en la Universidad Veracruzana. Me llevo un sin número de experiencias de aprendizaje para reflexionar y compromisos personales en cuanto a continuar en mi formación como mejor ser humano.

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