sábado, 12 de noviembre de 2011

LA LECTURA COMO TERAPIA

Aurora Ruiz Vásquez Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios que con magnífica ironía, me dio a la vez los libros y la noche. Borges Mucho se ha comentado sobre el valor del libro, sus orígenes, precio y aprecio, su posible desaparición etc. Podemos hablar del valor de la lectura como terapia, así como se habla de la música y su influencia terapéutica para extraer emociones nocivas, o de la importancia curativa de la aromaterapia. Es verdad, cuando se lee se reflexiona sobre lo leído: se aprueba, se rechaza o se critica, de acuerdo con la experiencia o criterio del lector, al asimilar lo leído. Cuántas veces leemos mecánicamente sin entender, por falta de comprensión de nuestra parte, o por torpeza de quien escribe, que no es claro en su exposición; de cualquier forma, la maquinaria intelectual del que lee, se pone en marcha y lo absorbe la lectura. La lectura provoca una actividad intelectual intensa, que tiene bases neurológicas y ayuda en el aumento de la capacidad de razonamiento para formular el propio criterio y generar nuevas ideas, crear relaciones y de ser posible, llegar a la creación literaria en aquellos seres sensibles e imaginativos, que captan la belleza en las cosas y hechos más simples, manifestándose desde los más humildes artesanos de la pluma, hasta los artistas y los genios. ¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando leemos? Es el cerebro el órgano complejo que recibe y transmite información, por medio de impulsos nerviosos a todo el organismo y el asiento de los procesos mentales superiores y las habilidades del pensamiento como el análisis, síntesis, razonamiento verbal y matemático, el lenguaje; en general, todo proceso de pensamiento. El cerebro se encuentra en dinámica continua y se modifica. Las neuronas se generan entrelazándose en una red que al ser estimuladas crecen, se remodelan cuando aprendemos algo, las dendritas se multiplican, se enlazan, lo que implica que fortalezcan la corteza cerebral. Al aumentar las conexiones cerebrales las personas se vuelven más capaces. De otra manera, si no se usan se desechan. El crecimiento de las conexiones sigue a lo largo de la vida aún en la vejez, siempre y cuando se estimulen con ejercicios cognitivos y motores en forma permanente, entre ellos la lectura. Podemos nombrar ejemplos como el de la neuróloga Rita Levi Montosini quien afirma “El cuerpo se me arruga pero no el cerebro, la clave es mantenerse ocupado”, u otras personas que estudian una carrera con éxito, a una edad avanzada. El niño que no sabe leer, ya lo reclama por la propia curiosidad de saber qué significan esos signos que lo rodean por doquier y cuando, de acuerdo a sus posibilidades, descubre que ha podido interpretar lo que se dice en el papel, se transforma, lo hace fuerte al poseer esa arma poderosa que lo puede relacionar con los demás; se hace más autónomo, libre, amplía su horizonte, conoce el mundo físico y de los humanos en sus diversas acciones, pensamientos, estados de ánimo, fantasías, intensiones, esperanzas etc. y si lo que está escrito es poético, disfruta la belleza del lenguaje y sobreviene el gozo y la reflexión. La lectura de comprensión es básica y para ello se requiere conocer el significado de cada palabra y a la vez utilizarla, ampliando nuestro vocabulario. Rubén Darío decía: El libro es fuerza, es valor, es poder, es alimento, antorcha del pensamiento y manantial del amor. Por lo tanto, nuestro deber como padres y maestros, es facilitar la ejercitación de la imaginación creadora de los niños y jóvenes, así como inducirlos a la lectura y escritura creativas. No sabemos si algún día pueda surgir un escritor consagrado. La práctica de leer cuentos e historias a los niños hospitalizados con fines terapéuticos, se utilizaba desde el siglo XVII en Egipto, y también para la recuperación emocional de los soldados. La biblioterapia alude a una cura mediante la lectura como terapia clínica, aplicada a pacientes con problemas psicológicos con el fin de superarlos. Existen bibliotecólogos especializados que recomiendan las lecturas adecuadas para brindar apoyo y solaz esparcimiento, información y enriquecimiento espiritual que pueden ser aplicadas a personas enfermas, drogadictos, alcohólicos, damnificados por desastres naturales, o bien a los presos en las cárceles. Juan Villoro apunta en uno de sus ensayos el testimonio de Óscar Tulio Lizano quien agobiado por las enfermedades, estando prisionero, daba clases a imaginarios alumnos representados por cuatro estacas, valiéndole que un comandante sorprendido, le pasara unos libros los cuales le devolvieron la dignidad y llegó a afirmar: “La poesía me alimentó”. Asimismo, refuerza esta idea la opinión de George Steiner que dice: “Cuando el viento sopla a favor, la gente duerme la siesta. En los momentos de prueba y las horas bajas, busca el auxilio de un libro.” En los hospitales, en el exilio y en situaciones difíciles, la lectura de la Biblia o cualquier otro libro sirve de bálsamo y da fortaleza, nos puede poner a salvo de la depresión, disminuye la angustia y calma el dolor. No pocas veces, los escritores como Alejandro Dumas entre otros, hacen de sus personajes –Edmundo Dantés en Conde de Montecristo- seres que enfrentan los infiernos y angustias más amargos involucrándose en la lectura y escritura, en las condiciones precarias de la cárcel, sintiéndose entonces fuertes, capaces de soportarlo todo, sin contar el tiempo. Igualmente, puede citarse el caso de Miguel Hernández que escribe su mejor obra poética en el calabozo, durante la guerra civil española. También se dice que Dostoyevsky escribió Crimen y castigo en la cárcel. La lectura es un acto íntimo, es mi libro, puedo llevarlo a todas partes y refugiarme en él, para adentrarme en su lectura. Asumo las palabras de José Antonio Marina, cuando apunta que: “ El libro es un objeto bello, una propiedad maravillosa, a nuestro alcance siempre. La lectura es, en sí misma, un universo”. A la lectura, sobreviene la escritura, el deseo de expresar y compartir las vivencias personales, las fantasías, inspiraciones, opiniones y formas de apreciar la vida. En lo personal, tengo la experiencia viva de haberme refugiado en la lectura desde la muerte de mi esposo, y hasta la fecha, la he acogido con fervor, lamentándome no haberlo realizado con anterioridad. Tal vez no tuve oportunidad o no me daba un tiempo; porque para leer, se necesita tiempo, como para escuchar música. Además, he comprobado que atenúa mis dolores en la enfermedad. Tardíamente lo descubrí, y hoy, es mi actividad fundamental y favorita, ya que a mi avanzada edad se me dificulta cualquier otra. Leer me permite: estudiar, viajar, soñar, reflexionar, sentir el placer de aprender, reír… Contaré una anécdota personal que me convence de lo dicho hasta ahora: Curiosamente un día domingo, cuando todos duermen y descansan, me invadió el aburrimiento y sobrevino el dolor, me sentía agotada, con mucho malestar. Deprimida y triste me senté en mi sillón favorito cerca de la ventana para captar la luz del sol, y abrí el libro de Deepak Chopra Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo, -que pudo haber sido otro cualquiera- empecé a disfrutarlo, cuando me dí cuenta, ya la noche hacía su entrada y yo sufría una transformación. No me dolía absolutamente nada, sintiéndome en forma inexplicable: contenta, satisfecha y optimista. Desde luego, a esa lectura siguieron otras. Hoy ya no me aburro, soporto el dolor, me falta tiempo para realizar mis proyectos literarios y deseo continuar leyendo. He adquirido el hábito de la lectura con placer, ( cuentos, novelas, ensayos, crónicas, poesía…) y me identifico con escritores como: Dumas, Balzac, Flaubert, Neruda, García Márquez, Rulfo, Kafka, Pitol, y otros más. Me atrevo a decir como Saramago en sus primeros años, cuando comparaba los muchos libros con un bosque espeso donde no hay todavía preferencias, todos son bellos. Como terapia ocupacional, la lectura es magnífica; la mente permanece activa y posiblemente productiva, creadora haciendo trabajar a las neuronas del cerebro que se regeneran gracias a la neuroplasticidad. . La actividad y el esfuerzo mental pueden modelar la mente a cualquier edad, por lo que hay que incluir el ejercicio cognitivo en forma regular en nuestro estilo de vida. La lecto-escritura es una opción más para mejorar la salud. Un libro es el mejor compañero y amigo, que fiel nos seguirá en todas las etapas de la vida, sobre todo en la senectud, pero hay que saber seleccionarlo como a los amigos, pues están elaborados por el hombre que es imperfecto “Somos mitad basura y mitad hermosura” como ha dicho Eduardo Galeano y por lo tanto, existen también libros bellos y basura. ¡ Acojamos con amor la lectura de un libro y démonos el placer de aprender!.

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