miércoles, 6 de junio de 2018

Sol índigo



Manuel Gámez Fernández

El ave

Recuerda siempre
Que un ave sin nombre
Sin rumbo y sin destino
Aletea en lo profundo del corazón
Y hace que tiemblen las marismas del ser
Y te provoca soledad en los ojos.

Las causas de la arena

La arena se escurría sobre sí misma
Temblaba con el beso ligero de los vientos
Se estremecía
Y a través de la bruma marina
Soltaba sus destellos de luz propia
Sus perlas de luz sonriente
Su multitud de suspiros y de anhelos.

Quien toca su tibio cuerpo
Quien golpea su mejilla en su costado
Quien se amolda como en un barro suave y vibrante a ella
A sus deseos
Queda allí por siempre poseído
Porque la arena es toda piel seductora
Toda es su consistencia de sueños
Como si fuera una mirada de amor detenida en el tiempo.

Los arrecifes de roca negra encendieron sus faros
De día y de noche
Y desde allí gozaron las suaves formas
Que tomó la arena
Y el amoroso abrazo de las olas.

Libre, la arena se desplaza
Sobre su propia forma suave y redonda
Se mueve cadenciosa
Como estirando sus miembros y su espalda quemada
Y se mete en el agua voluptuosa y alegre
Retoza con cada ola
Forma remolinos de lucecitas doradas
Que en el fondo del mar reposan
Como estrellas en un cielo azul y verde
Que es también el origen de los sueños.

Todos los secretos allí se esconden
Porque en la arena están todos los lenguajes
Y el inicio de todos los deseos.

La arena atardecida se enrojece y entibia
Se estremece con el vaivén del oleaje
Y estira voluptuosa sus miembros blancos y sensibles
Se desvanece en el abrazo taciturno
Que la rodea en su cintura sin fin
E inicia su vuelo estelar de cara al cielo
Con los labios abiertos.

La arena anochecida
Lloviznada de estrellas
Cada noche se vuelve una alfombra de sueños
Se transforma en un pétalo inmenso
Y se mete en los templos sin fin de los caracoles
Y resbala en las nervaduras suaves de las conchas marinas.

La arena amanecida
Abre sus pétalos frescos
Mira la aurora que resplandece
Y enciende el cielo
Las nubes espumosas
Los lienzos azulosos del paisaje
Pintados en el cenit
De un nuevo impredecible amanecer
Que le da su aroma sedoso y fresco
Su aliento de cascada transparente.

Así la arena hace y deshace su cuerpo
Cuando el viento sin cesar lo besa y lo moldea
O el mar lleno de manos que palpan sus íntimos secretos
La hacen una ilusión inalcanzable
Un enigma sin solución
Una blanda marea sin límites
Un fulgor de tonalidades en perpetuo cambio
Una mirada que es toda ternura inaprensible
Y solo queda en el recuerdo de un ave
Que es el alma de los niños
Y de un poeta que canta solitario
Su poema en la playa.

HAIKUS

Regando el mar con tu mirada
Se creó la aurora
Musitó la luna: hasta mañana.
O
Pido una sola palabra
Reflejo de tu voz
Y tu mirada.
O
Los años alimentan sueños
Pasan aves volando
El tiempo no camina.
O
En el fondo del alma un deseo
Los árboles se mecen cantan
Rocío de la mañana en los labios.
O
Más tu caminar me admira
Sobre un filo la vida continúa
Tu sonrisa maravillosa suena.
O
Sin más explicación
Mirándote ahora
Desde el corazón.
O
Aurora boreal
Acuarela celeste
Tu recuerdo.


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