sábado, 31 de marzo de 2018

Sueños



A Mariana
Víctor Manuel Vásquez Gándara
A temprana hora Mariana se levantó, de prisa, no sin antes esmerar en su arreglo personal, característica femenina indiscutible. Se encaminó al centro laboral. Trabajaba en cafetería del centro histórico, elegida en recursos humanos del negocio debido a su alto coeficiente de inteligencia.
Ese lunes a pesar de iniciar la semana, sentía ligero cansancio, aunque el párroco de la iglesia había señalado el domingo anterior, por la mañana como principio semanal.
Ligero agotamiento poco percibido por ella misma le acompañaba, éste obedecía a sueño recurrente. Despierta en plena edad de las ilusiones soñaba en el príncipe azul, en concluir estudios universitarios y viajar a la paradisiaca Chiapas.
Karla su mejor amiga, confidente, desde San Cristóbal, constantemente le enviaba imágenes describiéndole lugares. Enfatizaba en riqueza cultural, su gente, tradiciones y el vasto territorio de vegetación, infinita magia objetivizada. Leyendas, arqueología y demás cada vez le cautivaban más.
Una de sus ilusiones precisamente había surgido en mensaje amistoso. Le mostraron fotografías del Cañón del sumidero, San Cristóbal de las Casas y la impresionante pirámide de Toniná o por qué no, conocer y dialogar con el subcomandante Marcos. Mariana como toda joven discordaba con sistema político prevaleciente.
Sin embargo en ultimas noches soñaba extraño, o por lo menos poco común. Miraba claramente a un hombre entrado en años. Pelo casi en su totalidad. Mariana no entendía palabras escuchadas, ni sabía a qué idioma correspondía. El señor con tipo de profesor, de portafolio extraía dos libros iguales extendiendo el brazo le ofrecía uno. Mariana sin comprender entendía que el libro era para ella.
El atractivo de Mariana le ganaba admiradores de todas edades. Lo mismo un joven que alguien de avanzada edad. Gracias a ello recibía propinas generosas. Poseía sonrisa cautivadora, mirada dulce y sencillez en su trato.
Aquel lunes atendió a dos clientes asiduos. Uno de ellos discretamente le miraba y al atenderles, bromas, piropos no faltaban. Su quehacer, responsabilidad minimizaban cualquier molestia.
Grande fue su sorpresa al retirarse aquellos clientes, dejando olvidado un libro. Encuadernado en pasta dura, papel muy delgado, sun duda viejo. Al hojearlo miró Editorial Progreso Rusia. Lo sorprendente fue encontrar en la camisa del libro la fotografía del autor, sintiendo un escalofrío recorrer su delicado cuerpo. Aparecía el hombre con el que últimamente soñaba. Autor de la obra Dos  capitanes. Editado en Rusia en el año de 1968, febrero, exactamente cincuenta años atrás.
La mañana transcurría. Atender diferentes mesas permitió tranquilizarle sin embargo sus pensamientos brotaban como fuga de agua sin control.
Al llegar a su hogar había decidido: Leer las 550 paginas y desentrañar mensaje de Kaverin.

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