sábado, 31 de marzo de 2018

Sócrates, Platón y Aristóteles



Gilberto Nieto Aguilar
La humanidad se encuentra en la actualidad obsesionada por las exigencias del mundo moderno y teme perder su personalidad, impulsada a hacer sin pensar. Embelesada por la vida material, su espíritu se detiene para buscar una indagación personal respecto al mundo, la vida y su persona. Fue toda una proeza pasar del mito a la filosofía, del pensamiento místico o mágico al pensamiento racional. Los filósofos de la Grecia Clásica marcaron el inicio.
Hace muchos años, al terminar la secundaria, compré un librito en edición económica titulado “Sócrates”. Quedé fascinado después de leer esa pequeña apología, ese panegírico del personaje defensor del pensamiento que busca la verdad, el bien, la virtud y la moral. Personaje de la plaza pública, de las multitudes, no pregonaba verdades irrefutables: dialogaba.
Sócrates nunca quiso escribir su pensamiento. Pensaba que la idea quedaba atada, inflexible, dogmática. Prefirió el diálogo en público y pasaba largas horas en el Ágora, los jardines de la ciudad, los gimnasios, cuestionando a los ciudadanos atenienses, a todo aquel que se atrevía a escucharlo o entrar en el debate de las ideas. No hay un testimonio directo de él, pero sobrevivió en el tiempo gracias a Aristófanes, Jenofonte y sobre todo Platón. 
Platón, su discípulo, es el más destacado difusor de sus ideas y de su método, que pone a prueba todos los conocimientos –claros y latentes–, y la forma de razonar de su interlocutor. En los Diálogos y la Apología de Sócrates, Platón nos entrega testimonios importantes de gran calidad sobre la vida y pensamiento de Sócrates, mezclado con sus propias contribuciones a la naturaleza de los temas.
Sócrates fue el primer filósofo importante de la época ateniense y de la filosofía occidental, en donde el hombre era su propio objeto de estudio. Con Anaxágoras termina el periodo cosmológico al que pertenecieron Tales, Anaxímenes, Anaximandro, Xenófanes, Heráclito, Parménides, Empédocles, Pitágoras, Leucipo (estudio preliminar de “Platón. Diálogos”, Editorial Porrúa, 1978), entre otros que seguramente ha leído o escuchado nombrar. 
En los tiempos de este personaje aparecen los sofistas, profesores elocuentes que recorren las grandes ciudades enseñando ciencias y artes con fines prácticos. Cobran por sus servicios, por lo que de ninguna manera Sócrates puede ser llamado sofista, puesto que él predicaba sus enseñanzas y ayudaba a que afloraran los conocimientos más recónditos sobre la naturaleza humana por el simple placer de buscar el saber.
Después de Sócrates la búsqueda persistente del conocimiento se hizo escuela. Platón fue su alumno más destacado y sus ideas sobre la moral, la educación y la búsqueda de la esencia siguen vigentes como teoría del conocimiento o como guía en la búsqueda perenne de la verdad etérea. Su alumno más destacado fue Aristóteles, quien habría de dominar el mundo intelectual de la Edad
Platón ocupó el centro del mundo intelectual y espiritual de Grecia, asimilado por la religión cristiana, vuelto a parecer en el Renacimiento, la época de la Luces, el Idealismo alemán, el pensamiento de los siglos XIX y XX. En su tiempo la Academia atrajo poderosamente la atención como un lugar de diálogo para sabios y pensadores en donde se compartían las ideas y concepciones del mundo y de la vida.
La creación de la Academia como espacio para el diálogo y aprendizaje de saberes tuvo una gran trascendencia, siendo considerada el inicio de la universidad europea ofreciendo un amplio campo de estudio que, además de practicar el pensamiento, incluía astronomía, biología, matemáticas, teoría política, filosofía, oratoria y continúa el carácter antropológico de la filosofía socrática que hace al hombre su objeto de estudio y conserva la fe en la razón y el convencimiento de que existe una verdad universalmente válida.
Aristóteles, el alumno más destacado de Platón, ha sido uno de los pensadores con mayor influencia entre los filósofos de la antigüedad. La historia de la filosofía lo ha considerado el autor enciclopédico más portentoso, el in crescendo de los tres, que partiendo de Sócrates acumula sabiduría para llegar a Platón y trascender a un Aristóteles que ordena, clasifica, analiza, profundiza, sintetiza, crea, incrementa; alguien de quien se dice que logró escribir más de ciento cincuenta tratados de los que por desgracia, sólo se conserva una treintena.
En el siglo IV, desde la muerte de Sócrates a la muerte de Aristóteles (399 a 322), se da un glorioso esplendor del pensamiento humano, donde la filosofía adquiere una fisonomía sistemática y se interesa por la existencia toda: el conocimiento de la naturaleza y el conocimiento del hombre. Tres pensadores en esta época intentan explicar la existencia a la luz de un concepto fundamental: en Demócrito la materia, en Platón la Idea y en Aristóteles el principio de la evolución (entelequia).
De estas explicaciones parten las tres concepciones fundamentales del mundo y de la vida y los tres sistemas filosóficos clásicos: el materialismo, el idealismo y el hilemorfismo (la teoría filosófica ideada por Aristóteles y seguida por la mayoría de los escolásticos, según la cual todo cuerpo se halla constituido por dos principios esenciales: la materia y la forma).
Sócrates, Platón y Aristóteles constituyen un eje de unión con los principios cotidianos de nuestro hacer, de nuestro afán de existir, de nuestras faenas y quehaceres, donde destacan el conocimiento de uno mismo, la búsqueda permanente de la verdad, la necesidad del diálogo para entender la verdad social.
gilnieto2012@gmail.

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