Gilberto Nieto Aguilar
La humanidad se encuentra en la
actualidad obsesionada por las exigencias del mundo moderno y teme perder su
personalidad, impulsada a hacer sin
pensar. Embelesada por la vida material, su espíritu se detiene para buscar
una indagación personal respecto al mundo, la vida y su persona. Fue toda una
proeza pasar del mito a la filosofía, del pensamiento místico o mágico al
pensamiento racional. Los filósofos de la Grecia Clásica marcaron el inicio.
Hace muchos años, al terminar la
secundaria, compré un librito en edición económica titulado “Sócrates”. Quedé
fascinado después de leer esa pequeña apología, ese panegírico del personaje
defensor del pensamiento que busca la verdad, el bien, la virtud y la moral.
Personaje de la plaza pública, de las multitudes, no pregonaba verdades
irrefutables: dialogaba.
Sócrates nunca quiso escribir su
pensamiento. Pensaba que la idea quedaba atada, inflexible, dogmática. Prefirió
el diálogo en público y pasaba largas horas en el Ágora, los jardines de la
ciudad, los gimnasios, cuestionando a los ciudadanos atenienses, a todo aquel
que se atrevía a escucharlo o entrar en el debate de las ideas. No hay un
testimonio directo de él, pero sobrevivió en el tiempo gracias a Aristófanes,
Jenofonte y sobre todo Platón.
Platón, su discípulo, es el más
destacado difusor de sus ideas y de su método, que pone a prueba todos los
conocimientos –claros y latentes–, y la forma de razonar de su interlocutor. En
los Diálogos y la Apología de Sócrates, Platón nos entrega
testimonios importantes de gran calidad sobre la vida y pensamiento de
Sócrates, mezclado con sus propias contribuciones a la naturaleza de los temas.
Sócrates fue el primer filósofo
importante de la época ateniense y de la filosofía occidental, en donde el
hombre era su propio objeto de estudio. Con Anaxágoras termina el periodo
cosmológico al que pertenecieron Tales, Anaxímenes, Anaximandro, Xenófanes,
Heráclito, Parménides, Empédocles, Pitágoras, Leucipo (estudio preliminar de
“Platón. Diálogos”, Editorial Porrúa, 1978), entre otros que seguramente ha
leído o escuchado nombrar.
En los tiempos de este personaje
aparecen los sofistas, profesores elocuentes que recorren las grandes ciudades
enseñando ciencias y artes con fines prácticos. Cobran por sus servicios, por
lo que de ninguna manera Sócrates puede ser llamado sofista, puesto que él
predicaba sus enseñanzas y ayudaba a que afloraran los conocimientos más
recónditos sobre la naturaleza humana por el simple placer de buscar el saber.
Después de Sócrates la búsqueda
persistente del conocimiento se hizo escuela. Platón fue su alumno más
destacado y sus ideas sobre la moral, la educación y la búsqueda de la esencia
siguen vigentes como teoría del conocimiento o como guía en la búsqueda perenne
de la verdad etérea. Su alumno más destacado fue Aristóteles, quien habría de
dominar el mundo intelectual de la Edad
Platón ocupó el centro del mundo
intelectual y espiritual de Grecia, asimilado por la religión cristiana, vuelto
a parecer en el Renacimiento, la época de la Luces, el Idealismo alemán, el
pensamiento de los siglos XIX y XX. En su tiempo la Academia atrajo
poderosamente la atención como un lugar de diálogo para sabios y pensadores en
donde se compartían las ideas y concepciones del mundo y de la vida.
La creación de la Academia como
espacio para el diálogo y aprendizaje de saberes tuvo una gran trascendencia,
siendo considerada el inicio de la universidad europea ofreciendo un amplio
campo de estudio que, además de practicar el pensamiento, incluía astronomía,
biología, matemáticas, teoría política, filosofía, oratoria y continúa el
carácter antropológico de la filosofía socrática que hace al hombre su objeto
de estudio y conserva la fe en la razón y el convencimiento de que existe una
verdad universalmente válida.
Aristóteles, el alumno más
destacado de Platón, ha sido uno de los pensadores con mayor influencia entre
los filósofos de la antigüedad. La historia de la filosofía lo ha considerado
el autor enciclopédico más portentoso, el in
crescendo de los tres, que partiendo de Sócrates acumula sabiduría para
llegar a Platón y trascender a un Aristóteles que ordena, clasifica, analiza,
profundiza, sintetiza, crea, incrementa; alguien de quien se dice que logró
escribir más de ciento cincuenta tratados de los que por desgracia, sólo se
conserva una treintena.
En el siglo IV, desde la muerte de
Sócrates a la muerte de Aristóteles (399 a 322), se da un glorioso esplendor
del pensamiento humano, donde la filosofía adquiere una fisonomía sistemática y
se interesa por la existencia toda: el conocimiento de la naturaleza y el
conocimiento del hombre. Tres pensadores en esta época intentan explicar la
existencia a la luz de un concepto fundamental: en Demócrito la materia, en
Platón la Idea y en Aristóteles el principio de la evolución (entelequia).
De estas explicaciones parten las
tres concepciones fundamentales del mundo y de la vida y los tres sistemas
filosóficos clásicos: el materialismo,
el idealismo y el hilemorfismo (la teoría filosófica
ideada por Aristóteles y seguida por la mayoría de los escolásticos, según la
cual todo cuerpo se halla constituido por dos principios esenciales: la materia
y la forma).
Sócrates, Platón y Aristóteles
constituyen un eje de unión con los principios cotidianos de nuestro hacer, de
nuestro afán de existir, de nuestras faenas y quehaceres, donde destacan el
conocimiento de uno mismo, la búsqueda permanente de la verdad, la necesidad
del diálogo para entender la verdad social.
gilnieto2012@gmail.
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