lunes, 4 de julio de 2011

Memorias Poéticas

de Reinaldo Escobar Ladrón de Guevara

Por Benito Carmona Grajales*


Allá en las primeras estribaciones de la sierra de Chiconquiaco, entre la ensoñación de la niebla, o bien, acariciada por los rayos del sol, después de un breve zigzaguear entre laderas y bosques, aparece Naolinco. Afable como la mayoría de los pueblos veracruzanos, nos recibe con las aguas cantarinas de sus arroyuelos y con el colorido de sus calles. Naolinco de Victoria, la tierra que ha producido artistas, lo mismo que paisajes y artesanos de la piel.

Ahí, el artífice de la palabra, el poeta Reinaldo Escobar Ladrón de Guevara, tenía que hacer honor a su apellido robándole inspiración al bosque, a los cerros y cascadas; a los sembradíos, a las callejuelas y a las calzadas. Así, ya repletos sus canastos de metáforas y versos, lanzó su canto, cual sembrador, a los surcos del espacio y del tiempo.

La cascada, eternizada en las rocas del barranco, aún canturrea las estrofas de su canción y la siguen escuchando los enamorados que, embelesados, adormecen o encienden sus pasiones al ritmo del viento y del paisaje.

Reinaldo ama a su madre como todo buen hijo; pero no todos los hijos, como él, le cantan su amor en una sinfonía de ausencias. Le canta a su padre, a su terruño; a su Naolinco y a su Veracruz; a la mujer, lo mismo que en lo más excelso del amor como en lo más doloroso del abandono, en la bruma y el desencanto.

Le canta a todo, porque su espíritu sensible se inflama ante el primer soplo de la belleza, de la paz y la armonía.

Cómo me hubiera llenado de regocijo estrechar la mano de aquel amigo y poeta, para tener el privilegio de haber convivido con el caballero de la expresión. Claro, este sentimiento podría entenderse como un sueño o como una ilusión; sin embargo, existe una verdad que la siguen cantando las musas allá en el Parnaso en el mismo Olimpo: el poeta nunca muere. Está aquí recobrándole vida a sus versos. Aquí debe estar para desojar sus rimas y lanzarlas al viento. El poeta está en cualquiera de las voces humanas que lo recrean y si no, como las fecundas semillas, esperando las primeras gotas de la lluvia para reverdecer al campo.

Ahí yace la magia de las letras, la magia de las palabras… Ese es precisamente el valor de este libro: Memorias poéticas, porque aquí yacen los pensamientos, los sentimientos, la pasión; la expresión de alegría o el lamento de Reinaldo Escobar Ladrón de Guevara.

Amigos míos, cuando tengan este libro en sus manos, léanlo, porque al recorrer sus miradas sobre las páginas, éstas serán la lluvia que hará reverdecer el surco de los versos. Ese es el verdadero encuentro del lector con el poeta. La lectura los hermana, porque el poeta ahí está, no ha muerto; y ahí sigue la fuerza de sus palabras burilando las ideas.

Al ir al encuentro de las páginas del libro Memorias poéticas, del poeta naolinqueño, podremos percibir aún viva su pasión, sus amores, sus desencantos. Vamos a degustar con él una copa repleta de sentimientos y podremos estrechar su mano amiga, compartiendo el ritmo, la belleza, la ensoñación, la bondad y la melodía. Él será con nosotros como un padre, como un hermano, como un hijo o como un amante, porque él lo fue todo, en su canto, en su voz en su poesía.

El poeta está aquí entre nosotros. Nunca se ha ido. Aquí están su calor y su palabra; porque él vive en el tiempo infinito de sus poemas o meciéndose en el misterioso ritmo del silencio.

La voz del poeta la podremos sentir en cada estrofa, en la sencillez de cada uno de nuestros corazones o en el vibrar de las cuerdas de cada melodía. Sigue aquí compartiendo de sus vivencias y desea que este encuentro literario nos deje lo que tanto anhela la humanidad: un remanso de paz, de fraternidad y de alegría.

*En la presentación del libro que lleva ese título, la cual se realizó en el Ágora de la Ciudad de Xalapa, el 21 de junio de 2011.

No hay comentarios: