lunes, 4 de julio de 2011

Lo que la historia no cuenta

Un humanista de pensamiento, palabra y obra… Gilberto Bosques Saldívar

Por Dante Octavio Hernández Guzmán
Muchos le dicen "el Schindler mexicano" porque durante la Segunda Guerra Mundial, como cónsul general de México en Francia de 1939 a 1944, ayudó a huir de la amenaza franquista y nazi a unos 40 mil refugiados españoles republicanos, judíos franceses, libaneses y otros perseguidos, entre ellos líderes políticos europeos de oposición y miembros de la resistencia antifascista, ofreciéndoles residencia y nacionalidad mexicana.
Gilberto Bosques Saldívar, nació el 20 de julio de 1892 en Chiautla de Tapia, Puebla, México, y murió el 4 de julio de 1995, a los 102 años de edad, en la Ciudad de México, a escasos días de su aniversario 103. Fue revolucionario, profesor, periodista, político y diplomático mexicano1.
Revisando su vida política, en la época de la presidencia de Lázaro Cárdenas contendió en las elecciones al gobierno de su estado, pero por manipulación de Maximino Ávila Camacho, perdió. Por esa época, Cárdenas desde un inicio se opuso al fascismo de España, pero no se limitó a ello, el gobierno mexicano protestó también por el ataque de Italia a Abisinia, y en la Liga de las Naciones fue el único país del mundo2 junto con la URSS que condenó la anexión de Austria por Hitler3. A pesar de haber logrado una gran imagen por su postura a favor de los judíos perseguidos y de las manifestaciones antifascistas del partido oficial, el PRM de los años de 1938-40, México tuvo poca actuación favorable a los desesperanzados judíos que veían en América el lugar del término de su égira. Tras la derrota de la República Española, el gobierno cardenista ofreció asilo y ciudadanía a todos los refugiados españoles que lo solicitaron4, menciona Katz que: “Para un país pobre como México, esto fue una empresa gigantesca, ya que más de doscientos mil españoles habían cruzado la frontera de Francia… y estaban… internados en condiciones terribles en campos cercados con alambradas y guardias armados. El embajador mexicano en Francia, encontró condiciones “horrorosas” cuando visitó el campo de Argelès. Muchos de los españoles se veían forzados a dormir en colchones de paja “infestados de pulgas y piojos”.”. El embajador que a la sazón era Luis I. Rodríguez, menciona en su libro5 que: “La mayoría de los internados tienen por todo traje y equipo lo que tenían sobre ellos al llegar a Francia hace cerca de dos años… Las pulgas abundan y las ratas (que a veces sirven de alimento) son numerosas…”. México logró traer algunos miles de españoles –entre ellos a los famosos niños de Morelia- antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, lo que hizo casi imposible el traslado masivo de judíos y españoles a México, los que bien pudieron llegar lo efectuaron en forma individual y muy esporádicamente. Al ser derrotada la república francesa por Alemania y surgir el gobierno filofascista de Vichy, la esperanza de los refugiados en Francia se perdió. El Mariscal Pétain, a todos los austriacos y alemanes refugiados, así como aquellos españoles considerados perniciosos, los recluyó como extranjeros enemigos en diversos campos de concentración como La Vernet y Gurs, recrudeciéndose también las condiciones que tenían los españoles. Gracias a las acciones del boicot6 de parte de Gran Bretaña y EUA en contra de México, sin quererlo ni desearlo Cárdenas se vio en la necesidad de hacer un acuerdo con Alemania e Italia para vender petróleo, lo que favoreció a la intención de seguir ayudando a los refugiados españoles. El Ministro de Relaciones exteriores de Alemania Ribbentropp, gestionó con Franco la salida de los refugiados excepto 800 que estaban en la lista negra del gobierno filofascista de España que no deberían salir por ningún motivo de Francia. Ribbentropp llamó al embajador de México en Alemania Juan F. Azcárate para informarle que aceptaba la propuesta siempre y cuando le presentara el gobierno mexicano la lista de los que saldrían para ser aprobada por él. El siguiente paso fue la entrevista que tuvo el embajador de México en Francia Luis I. Rodríguez con el mariscal Pétain, quien después de una larga plática accedió a permitir la salida de los refugiados en las condiciones que marcó el canciller alemán, pero al final de la entrevista sarcásticamente comentó al embajador Rodríguez: “mucho corazón y escasa experiencia” a lo que le contestó Rodríguez: “Ahora, si cabe una pregunta, señor Mariscal: ¿qué problema puede plantearse cuando mi patria quiere servir con toda lealtad a Francia, deseosa de aligerar la pesada carga que soporta sobre sus espaldas, emigrando al mayor número de refugiados hispanos?”- a lo que respondió Pétain: “ninguno”7. Gracias a su talento diplomático el embajador Rodríguez logró firmar un acuerdo con el gobierno de Vichy en el que los refugiados españoles en la Francia no ocupada quedaban bajo la protección del consulado mexicano.
Al poco tiempo expiró el mandato del Lázaro Cárdenas y por tanto el embajador y casi todos sus funcionarios renunciaron a sus cargos, quedando la embajada de México en Francia en manos de su cónsul general que era nuestro personaje Gilberto Bosques Saldívar. Hombre probo que había participado desde la época de Aquiles Serdán, viejo revolucionario que luchó en las fuerzas de Venustiano Carranza, diputado a la Convención Constituyente en 1916 y organizador de uno de los primeros congresos educativos emanados de la Revolución, en síntesis, representaba a la fuerza revolucionaria radical que emanó del nuevo gobierno revolucionario y su postura radical dentro del partido oficial lo puso en contra de los intereses del hombre más fuerte de su estado, poderoso cacique y conservador Maximino Ávila Camacho, quien en el proceso electoral para la gubernatura de Puebla controló las elecciones y le quitó el triunfo a Bosques Saldívar y para desgracia de Bosques, aquél era hombre cercano y con intereses con Cárdenas, por lo que no obtuvo el apoyo presidencial a pesar de su actitud y participación ideológica similar a la idiosincrasia Cardenista.
Para dirimir problemas Bosques había solicitado al presidente Cárdenas ser enviado a Francia y llega a París como cónsul general, al quedar solo y encargado de la embajada, decide tras la ocupación alemana de París cambiar la sede del consulado a Marsella, en esta ciudad se enfrenta a la situación de miles de refugiados que se habían concentrado en ella con la esperanza de poder emigrar. Difícil situación para Bosques, ya que la deportación a los campos de concentración era grande y los que se encontraban en Francia aún se enfrentaban a una actitud más endurecida del gobierno de Vichy. Por otra parte, su situación ante el gobierno de México era endeble, el nuevo presidente Manuel Ávila Camacho, aunque respetaba la disposición de Cárdenas con relación a los refugiados no tenía compromiso con ello, sumado a que el secretario de gobernación Miguel Alemán Valdés tenía aversión a los radicales y además, era susceptible a los consejos de su amante Hilda Krueger, condesa alemana que formaba parte de la inteligencia alemana en México8. Sin apoyo real del gobierno mexicano se dedicó a enviar cartas al gobierno de Pétain diciendo que los españoles refugiados en Francia eran ahora residentes en México, por lo que miles fueron liberados de los campos de internación franceses, muchos pasaron a la clandestinidad y participaron algunos en la resistencia francesa pero otros acudieron al consulado mexicano a pedir ayuda, para ello, Bosques había rentado dos castillos donde daba alimento y protección a los españoles “e incluso entrenamiento financiados por el gobierno mexicano”9. Bosques dio asilo y protección a todos aquellos españoles que se acercaban a él, incluyendo a los que habían sido miembros de las Brigadas Internacionales que lucharon por la República Española y que ningún país los quería por comunistas, radicales y sediciosos, incluso Stalin mandó al gulag a rusos que habían participado en las brigadas. La salida de los refugiados fue todo un reto para Bosques pero logró sacar varios miles haciendo una ruta de las colonias francesas en África –principalmente Casablanca- hacia la Martinica y de allí a México. A pesar de las políticas restrictivas impuestas por Alemán con relación a los judíos, Bosques se excedió en sus funciones extendiendo innumerables visas y salvando a miles de judíos de los campos de exterminio.
Su primera preocupación fue defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada, pero pronto protegió también a otros grupos. Apoyó a libaneses con pasaporte mexicano y a refugiados españoles que buscaban huir de los nazis. De hecho, se cree que fue él quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles.
No existía en esos años álgidos en Europa, el menor asomo de solidaridad o compasión, cada uno marchaba de conformidad con sus propios intereses y temores, en ese inter luchó con todas sus fuerzas para que las autoridades respetaran el local de los albergues. Él mismo fue rehén de Hitler, puesto que lo encarcelaron al romperse las relaciones de México con Alemania. Esta situación de dificultades la vivió con toda su familia durante más de un año…
Desde Marsella el embajador mexicano también tuvo que hacer frente al hostigamiento de las autoridades francesas, al espionaje de la Gestapo, del gobierno de Franco y de la representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio de la delegación mexicana.
El cónsul no quedó satisfecho, sin embargo, y amplió su apoyo a los refugiados antinazis y antifascistas. Al concedérseles visas mexicanas, las autoridades francesas los dejaban salir del país porque consideraban que ya no serían un problema político para ellas. Más complicado fue el caso de los judíos. El consulado ocultó, documentó y les dio visas a numerosos judíos, pero era mucho más difícil sacarlos de Francia.
Finalmente México rompió las relaciones diplomáticas con el Gobierno de Vichy. Gilberto Bosques presentó la nota de ruptura. Poco después el consulado fue tomado por tropas de la Gestapo alemana, que confiscaron ilegalmente el dinero que la oficina mantenía para su operación. Bosques, su familia (su esposa María Luisa Manjarrez y sus tres hijos: Laura María, María Teresa y Gilberto Froylán; entonces de 17, 16 y 14 años, respectivamente) y el personal del consulado, 43 personas en total, fueron trasladados hasta la comunidad de Amélie-les-Bains. Después, violando las normas diplomáticas, se les llevó a Alemania, al pueblo Bad Godesberg, y se les recluyó en un “hotel prisión”. Allí destacó la actitud de Bosques ante un funcionario alemán:
“Le manifesté que todo el personal mexicano se sometería al reglamento que acababa de leernos, porque México estaba en guerra con Alemania y por ello éramos prisioneros de guerra. Que podía estar seguro de que no pediríamos ninguna excepción, ninguna gracia sobre esas disposiciones, pero que tampoco aceptaríamos ningún trato vejatorio, como acostumbraban ellos con los prisioneros”10.
Bosques llegaría a organizar conferencias e incluso una ceremonia del Grito de Independencia el 15 de septiembre durante su detención. Después de poco más de un año, los mexicanos de Bad Godesberg serían canjeados por prisioneros alemanes. Bosques regresó a México en abril de 1944. Miles de refugiados españoles lo esperaban en la estación de ferrocarril de Buenavista en la capital para recibirlo.
Dentro de los miles que salvó destacan algunos nombres: María Zambrano, Carl Aylwin, Manuel Altolaguirre, Wolfgang Paalen, Max Aub, Marietta Blau, Egon Erwin Kisch, Ernst Röemer y Walter Gruen, entre otros.
La labor de Bosques continuó a favor de los refugiados españoles, ya que en 1945, al ser nombrado embajador de México en Portugal, continuó ayudando a quienes escapaban del régimen de Franco para llegar a nuestro país. Tuvo una larga y fructífera carrera diplomática, siendo embajador en Cuba le tocó la transición de 1953 hasta 1964 en que vivió el triunfo de la revolución cubana. Posterior a la guerra había sido nombrado ministro de México en Finlandia y Suecia.
En artículo que escribió Elenita Poniatowska11 con motivo del cumplimiento de 98 años de vida de Bosques, mencionó: “la Francia de Vichy era todo menos hospitalaria”.
Retomando un artículo de Casa del Tiempo12, menciona también que: “Las razzias casi cotidianas eran comunes y corrientes en la Francia de Pétain, y ya no se diga en la Alemania de Hitler. Les tenían echado el ojo a determinados intelectuales a los que la Gestapo no dejaba tranquilos. Aprehenderlos, deportarlos y exterminarlos en los campos de concentración en Alemania era una sola acción. A través de una fuga organizada por el yugoslavo Ludomir Illitch pudimos después salvarle la vida a Franz Dahlen, el conocido escritor alemán, al alto poeta Rodolfo Leonard y a muchos otros que gracias a Illitch el yugoslavo, lograron escapar de la cárcel de castigo en Francia llamada Castres, una fortaleza a la que no entraba ni el cura. Años más tarde, el yugoslavo Ludomir Illtich vino a Estocolmo a conocerme; él era embajador de su país y yo del mío; era un hombre muy simpático, representante como yo en Noruega, después vino como embajador de Yugoslavia a México y volvimos a encontrarnos con mucho gusto. Todas estas salvaciones de vidas son el resultado de la presión diplomática que ejerció México”.
“En La Reynarde y sus cuatro torres almenadas, su construcción medieval, sus campos de trigo y sus jardines verdes de hortalizas, Bosques intentó que los refugiados encontraran consuelo y un ámbito de amistad además de ropa limpia, sábanas blancas, una cama, buena comida y esparcimiento”. Para distraer a los refugiados organizó funciones de teatro. Entre 3 mil y 4 mil refugiados asistían a las funciones de teatro que se daban y casi todos querían quedarse a vivir en el enorme castillo de La Reynarde por la buena calidad de vida. “Allí sí dejaban de comer coles, papas y rutabagas (unos como camotes)”. Del exilio muy pocos salen adelante, se necesita tiempo. Alfonso Taracena cuenta que los refugiados españoles no eran bienvenidos; venían a desplazar a los mexicanos. ¿Para que quería México a esta caterva de comunistas? Lo más grave es que el pasaje en barco ya no lo pagaba el gobierno de México por lo que muchas familias y muchas esposas lograron viajar sólo años más tarde, a pesar de la resistencia que opusieron algunos mexicanos por la introducción al país de tantos españoles.
Siguiendo el artículo de Elenita Poniatowska acerca de Gilberto Bosques expresó: “En el castillo de Montgrand, como había mucho espacio tuvimos vacas verdaderas que daban buena leche para todos los niños refugiados de todas las edades. Con los franceses, hicimos queso y crema. También hubo la misma actividad cultural pero como había muchos niños, pusimos campos de recreo, una escuela y un cuerpo médico de pediatras capacitados, además de educación física y mental; un costurero, gimnasia, juegos de pelota, charadas, adivinanzas, funciones de teatro infantiles a base de títeres; la dirección de salud estaba a cargo del doctor Luis Lara Pardo cuya entrega no tuvo límites”.
“Ampliamos la atención médica a otros refugiados, no sólo los de nuestros castillos, sino a los de los campos de concentración y a aquellos que vivían en pensiones y hotelitos. Nosotros pagábamos todo: hotel, pensión, manutención, atención médica y medicinas”.
“El dinero venía de México aunque también recibimos algunos donativos. Muchos niños en los campos estaban en condiciones lamentables y creamos en los Pirineos una casa de recuperación para ellos. Los cuáqueros dieron todo el personal médico, las enfermeras y los empleados administrativos, México puso los gastos de sostenimiento, y muy pronto esa casa en las montañas tuvo a más de 80 niños, muchos de ellos huérfanos de guerra. Nunca olvidaré a un niño que recogimos con los pies congelados”.
A pesar de la deuda eterna que tiene el mundo con el Maestro Gilberto Bosques Saldívar, él obtuvo en su vida muy pocos reconocimientos:
• El 4 de junio de 2003 el gobierno austriaco impuso a una de sus calles, en el Distrito 22 de Viena, llamado Donaustadt o Ciudad del Danubio, el nombre de Paseo Gilberto Bosques, avenida que hace esquina con la calle Leonard Bernstein. De esta manera, el gobierno de Austria quiso honrar la memoria de un ilustre diplomático mexicano, quien ayudó durante la segunda guerra mundial a salvar a muchos austriacos del poder nazi13.
• La autoridad mundial para la memoria de los héroes y mártires del Holocausto lo consideró “justo entre las naciones”, y le dedicó un árbol que honra su memoria en compañía de quienes salvaron vidas inocentes durante ese periodo de la historia.
• Su nombre se encuentra grabado en los muros del recinto del Congreso del estado de Puebla, México, desde el año 200014.
Pero el mejor regalo fue lo que mencionó un refugiado español: “la República española tiene una deuda de honor con Gilberto Bosques, el nuevo Don Quijote con sangre mexicana y alma española”15.
Falta mucho por conocer de este valioso mexicano que en los últimos años, a raíz de la película de la vida de un hombre de negocios alemán, algunos le han nombrado: el Oscar Schindler mexicano16. Pero no se compara el número de rescatados por Schindler17 con los más de 40,000 de Bosques.
1.- Wikipedia
2.- Véase: Friedrich Katz, Nuevos ensayos mexicanos, Edit. ERA, México, 2006. pp. 409-422.
3.- Véase: Marcos Kaplan, México frente al Anschlus, Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 1998.
4.- Katz, p. 413.
5.- La protección de los refugiados españoles, julio a diciembre de 1940, El Colegio de México, 2000. pp. 453-454.
6.- Las compañías afectadas por la Expropiación Petrolera decretada por el gobierno de Cárdenas organizaron un boicot internacional a las ventas del petróleo mexicano con ayuda de sus gobiernos (Gran Bretaña y EUA), por lo que los únicos países que estaban dispuestos a comprar el petróleo a México eran los del eje Roma-Tokio-Berlín.
7.- Katz, pp. 416-417.
8.- Katz, p. 418
9.- Idem.
10.- Véase: Gilberto Bosques Historia oral de la diplomacia Mexicana, Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 1988.
11.- Entrevista publicada en la Jornada en 1991 efectuada por Elena Poniatowska en dos partes. Muchos datos de esta entrevista los tomó de la Revista Casa del Tiempo, julio-agosto de 2003.
12.- Revista Casa del Tiempo, julio-agosto de 2003.
13.- Idem.
14.- El Heraldo de Puebla, 12 de julio de 2010.
15.- Carta de Juan Vicente citada por Katz, p. 422.
16.- Revista Piensa, Gilberto Bosques: el Oscar Schindler mexicano Artículo de Arturo Aguilar 19/05/2010.
17.- Oscar Schindler era un hombre de negocios alemán que gracias a su fábrica salvó más de mil 200 vidas durante el holocausto. Los sucesos, (aunque no muy precisos en el filme según historiadores) se conocen mundialmente por la adaptación cinematográfica de Steven Spielberg: La Lista de Schindler.

1 comentario:

L. de Guereñu Polán dijo...

¿Sabes de alguna fotografía del castillo de Montgrand? Gracias.