Gilberto Nieto Aguilar
“La educación es el arma más poderosa que puedes
usar para cambiar el mundo” Nelson Mandela
La situación difícil que se vivía en el país
empeoró durante la Revolución Mexicana, una época de caos, cuartelazos y sin
sentidos que colocó a la población civil en la angustia por alcanzar la
tranquilidad, el sosiego, la estabilidad, de entre las ruinas legales,
políticas y sociales en que había caído la nación. Dice Luis González, en El
liberalismo triunfante, que de 1867 a 1910 se derramó mucho menos sangre que en
el periodo anterior que va de 1810 a 1866, y el posterior, de 1911 a 1930.
En 1921 se modifica el Artículo tercero de la nueva
Constitución de 1917, y se funda la Secretaría de Educación Pública. En 1925 se
crean las escuelas secundarias generales. Con la Constitución de 1917 inicia un
nuevo capítulo de instituciones que no se consolidaría hasta el arribo de
Lázaro Cárdenas a la Presidencia de la república. En 1934 se estableció por
primera vez en el texto constitucional una política de estado al darle un
carácter socialista a la educación y obligar a las escuelas particulares a
seguir los programas oficiales.
En el mundo había una gran polémica por el
socialismo, en pro y en contra. México recibía estas inquietudes de diferentes
fuentes, lo que produjo gran confusión y una reforma utópica en nuestro régimen
educativo (J. Sotelo Inclán, 1982). Al existir la ausencia de una doctrina
educativa de la Revolución, “la educación socialista” fue el estribillo
(Villalpando Nava, 2009).
Después de 1940 se trató de administrar la gran
creación política de Cárdenas, pues parecía que ya no había mucho nuevo por
hacer. Se conformó el corporativismo, el poder estaba en manos del presidente,
un partido político oficial fuerte, la oposición controlada. Mediar diferencias
entre los líderes, administrar el crecimiento económico propiciado por la
posguerra, es lo que define al México de 1940 a 1970 (Schettino, 2016).
Nutrieron el pensamiento pedagógico Lauro Aguirre, Antonio Caso, Alfonso Reyes,
José Vasconcelos, Rafael Ramírez, Torres Bodet y varios más.
Después de la aparente tranquilidad social y
económica en un sistema institucionalmente autoritario, ocurren las violentas
escenas de 1968 y 1971. La aceptación de una práctica relativamente anodina o
inoperante, inevitablemente conducirá a la legitimación de prácticas sumamente
indeseables. La UNAM y el Politécnico eran un semillero de inquietudes
marxistas y leninistas que, al entrar los
egresados profesionistas en el mercado laboral,
olvidaban las ideologías de la juventud y se incorporaban a la vida
institucional o al trabajo profesional libre. Pocos seguían cultivando sus
apegos ideológicos juveniles.
El Plan Nacional de Once Años (1960-1970), bajo la
dirección de Torres Bodet, pretendió unificar la educación elemental. En el
siglo pasado, México había dejado pasar el ferrocarril de la Revolución
Industrial con todas las funestas consecuencias de atraso que trajo consigo.
Las luchas internas de más de cien años lo dejaron agotado, y el General
Cárdenas logró establecer un clima de estabilidad política y social que
acompañó al “milagro mexicano”.
El Plan de Once Años intentó enfrentar los
problemas de la explosión demográfica, las diferencias socioeconómicas y llevar
la educación primaria a las regiones más apartadas. López Mateos envió la
iniciativa de ley para constituirlo. Además, creó la Comisión Nacional de los
Libros de Texto Gratuito, un paso fenomenal para abatir el analfabetismo que
sufría más del 50 por ciento de la población adulta.
Después de este plan de largo aliento, entre 1970 y
1993 fueron y vinieron varios intentos vanos de reforma educativa. Los
beneficios de la supuesta Revolución no llegaban a las mayorías. El esquema del
“desarrollo estabilizador” perdió su encanto y se disolvió en inflación y mayor
desigualdad en el ingreso. El Estado Benefactor cedió el paso a las políticas
neoliberales. La diferencia entre el gasto público y la recaudación creció
notoriamente, igual que la deuda pública externa. La inflación se volvió una
pesadilla. Muchas regiones vivían en la pobreza y la miseria. No había
oportunidades de progreso, y se percibía un abandono de la política económica,
social y educativa. Los gobernantes lucraban y amasaban grandes fortunas junto
con sus allegados.
Con asesoría de la UNESCO, Carlos Salinas de
Gortari impulsa la Modernización Educativa y publica el documento “Hacia un
nuevo modelo pedagógico”, con la pretensión de evitar el sexenalismo y los
cambios educativos sin evaluación de resultados. En 1992-1993 se firma el
Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación, se reforma el Artículo
3º Constitucional, se crea la Ley General de educación e inicia la descentralización
educativa. La primaria y la secundaria son incorporadas a la educación básica
obligatoria y más adelante se incorporará a los Jardines de Niños.
Desde 1990, con la Declaración Mundial sobre
Educación para Todos y su marco de acción, la UNESCO ha sido un fuerte
referente internacional para lograr la satisfacción de las necesidades básicas
de aprendizaje. Nuevas metodologías invaden el mundo escolar y se inicia una
campaña –a todas luces infructuosa– para
cambiar los paradigmas tradicionales y expositivos.
En mayo de 1994 se formalizó el ingreso de México a la OCDE y desde 2000 se ha
dado seguimiento al programa de evaluación internacional PISA en seis
evaluaciones, con malos resultados.
En esta década de los noventa, la Unesco encargó
material de divulgación sobre ideas de vanguardia educativa para apoyar el
despegue que se pretendía a nivel mundial. Integró una Comisión Internacional
sobre la Educación para el siglo XXI presidida por Jacques Delors que se
convirtió en el libro “La educación encierra un tesoro” (los 4 pilares).
Solicitó a Edgar Morin la expresión de sus ideas y publicó “Los siete saberes
necesarios para la educación del futuro” y más tarde, en 2002, junto a Ciurana
y Motta, “Educar en la era planetaria”.
gilnieto2012@gmail.co
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