miércoles, 13 de noviembre de 2019

Cómo adopté a mi gato

Trabajos de los alumnos del Taller de Creación Literaria en la Secundaria General No. 4 David Alfaro Siqueiros.*


Por Shyzeth Aurora Cobos Delgado / 2° “D”

Un día lluvioso, mi madre y yo decidimos ir a comprar algunas cosas que necesitábamos en la casa. Al subir al carro me di cuenta que ya casi no estaba lloviendo. Mi madre entró al coche y comenzó a conducir durante el camino a la plaza comercial y la lluvia se puso más fuerte. Al instante se escuchó un maullido. Bajé la vista al suelo y vi una hermosa gatita, de pelaje gris con blanco, su nariz rosa y unos grandes ojos que de pronto me conquistaron.
Era una gatita muy hermosa, la cual no dejaba de maullar; ya que estaba lloviendo y lo más seguro es que no había tenido que comer la pobre. En ese momento, le dije a mi madre si podríamos llevárnosla. Ella se negó y así estuve por un largo rato, rogándole y rogándole a mi querida madre para que aceptara. Mi mamá cansada de mi insistencia, propuso un trato el cual consistía que nosotras íbamos a ir por las cosas que requeríamos y al terminar, regresaríamos. Si la gatita seguía ahí, nos la quedaríamos.
No me pareció buena idea dejar a la gatita con tal lluvia, pero no tuve otra opción, más que aceptar. Mi madre y yo fuimos a realizar las compras. En cada paso que daba me sentía desesperada y nerviosa. Intenté agarrar lo que necesitaba, íbamos más rápido pero me preocupaba que estuviera lloviendo bastante y la gatita podría enfermarse.
Después de un rato de mucha desesperación. Mi madre me comentó que podríamos ir a ver a la gatita. Al escuchar eso me llené de emoción. Al ir afuera de la plaza, vi a la gatita empapada, llorándoles a todas las personas que veía pasar. Desde ese instante, la cargué entre mis brazos y se volvió parte de nuestra familia.

La rata y el perro
Por Emilio de Jesús Téllez Lobato / 2° “D”

Estaba el perro sentado en el piso de la casa viendo hacia el frío exterior, harto de tener que obedecer a su amo y deseando ser libre. La rata se encontraba cansada de tener que buscar comida, mientras oía el desagradable ruido de las aguas negras corriendo por las alcantarillas. Pensaba en recibir cariño con la calidez de un hogar.
Un día como cualquier otro, el perro fue a tomar agua del inodoro y la rata salía del mismo. Se toparon y platicaron hasta desear tener uno la vida del otro, y viceversa.
Al día siguiente, su deseo de ambos se hizo realidad. En un principio se asombraron, pero a la vez se llenaron de felicidad. Por una parte, el perro se sintió libre, pero poco a poco le empezó a dar hambre, sintió frío. Al atravesar la calle, arriesgaba su vida ante tanto carro que pasaban. El perro se arrepintió, deseando su antigua vida. Por otra parte, la rata sació su hambre y sed, sin embargo odiaba seguir órdenes. Al igual que el perro se arrepintió.
Al otro día descubrieron que todo había sido un sueño. Los dos aprendieron a conformarse con lo que tenían.

Los hermanos huérfanos
Por Mariela Rivera Ortega / 2° “D”

Era un día muy bonito. Un lindo paisaje, en el cual el sol cubría el lago y los árboles. En sí, era un atardecer hermoso, en el que se encontraban unos hermanos huérfanos. En ese lugar había una cabaña en el abandono, ellos vivían ahí pobremente, por lo que sufrían mucho por el hambre.
De pronto el hermano mayor, llamado Edgar, de tan  sólo 12 años, decidió salir para buscar algo de comer para su pequeña hermana Camila, de apenas 8 años. Ambos ya no aguantaban más días solos y sin comer. Su hermano se fue a conseguir comida.
Al llegar Edgar por una aldea, observó unas grandes sandías. Edgar se robó algunas y un señor se dio cuenta. El niño se ocultó detrás de una casa. En eso escuchó que unos señores hablaban de ellos, pensaban separarlos y darles una mejor vida.
Edgar tiró las sandías y corrió a donde estaba su hermana Camila. Llegó a la cabaña, en la cual ellos vivían. Edgar entre llanto le comentó. Por lo que mejor huyeron. Cinco años después, los señores los encontraron y los asesinaron, ya que sus papás antes que los dejaran habían cometido un delito. Sin embargo, inocentemente ellos pagaron esa culpa que cometieron sus padres.

(*) Profr. Fernando Hernández Flores / Tepetototl / Asesor / Noviembre de 2019.

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