lunes, 17 de septiembre de 2018

Memorial de Tlatelolco



Rosario Castellanos.

La oscuridad engendra violencia
Y la violencia pide oscuridad
Para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la
noche para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino solo su efecto de relámpago.

¿Y esa luz, breve y lívida, quién? ¿Quién es el
que mata?
¿Quiénes son los que agonizan, losd que mueran
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos para siempre, de
espanto?

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente,
nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
Dieron como noticia principal
El estado del tiempo.
Y en la televisión, en el radio, en el cine
no hubo cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete)

No busques lo que no hay: huellas, cadáveres
Que todo se le ha  dado como ofrenda a una
Diosa,
a la devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en
Actas.
Más he aquí que toso una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.

Recuerdo, recordamos.
Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros

          


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