viernes, 11 de diciembre de 2015

Los oficios de la memoria:


Sólo recuerdos de Aurora Ruiz Vásquez

Carlos Rojas

Estamos hechos para el arte, estamos hecho para la memoria, estamos hechos para la poesía o, posiblemente, estamos hechos para el olvido.
Jorge Luis Borges
Al promediar el indisoluble vínculo entre realidad y ficción, el filólogo catalán Francisco Rico observó: “la literatura es un ir y venir entre la memoria y la historia”. Una vez leída Sólo recuerdos de Aurora Ruiz Vásquez, es posible llegar a pensar que la literatura es más bien ese ir y venir entre la imaginación y el recuerdo. A caballo entre lo colonial y lo moderno, la historia de esta novela nos abre las puertas hacia una Xalapa y hacia una Ciudad de México a principios de la década de los veinte, situada en un espacio narrativo específico: la casa de las hermanas Beristáin.  
La apuesta decidida por un lenguaje ágil y franco y la estructura de diálogo que evoca la familiaridad de la anécdota convergen en esta novela breve para crear atmósferas de un pasado a la vez histórico y cotidiano. Ya en su epistolario, Juan José Arreola recordaba el placer que se prodigaba Juan Rulfo al escuchar las historias que le narraba Sara, la esposa del gran juglar, mientras cocinaba en su pequeño departamento de la Ciudad de México. En esta novela, ese mismo gozo se produce a la hora de conocer una historia para ser leída en voz alta, una trama que reclama la palabra oral por expresarse en términos vívidos que le devuelven al recuerdo su actualidad.
Quien se acerque a esta novela advertirá asimismo el predominio de la visión femenina desplegado a lo largo del relato. Con personajes como las tías ricas, Julia, Cristina y Eva, seres entrañables por su recato y por la odisea que implica rebatirlo, encontrará el esbozo de un imaginario diseñado por la cultura mexicana para cifrar el significado de ser mujer. No se trata en lo absoluto de un relato costumbrista, a la manera decimonónica, en donde el narrador abría su tienda de enseres y moralinas. Todo lo contrario. Acudimos a una historia donde cada mujer encuentra sus maneras de sobrevivir a las formas sociales, a la tragicomedia de la vida cotidiana. Con un trabajo artificioso sobre el significado del pasado que sólo alcanza la literatura, Sólo recuerdos redondea escenarios antitéticos: tertulias y soledades, amores y odios.
Cada personaje presentado por Aurora Ruiz Vásquez expresa una posibilidad de sortear la memoria y enfrentar su propio tiempo. Son seres resueltos en el furor de una época de transición, donde las viejas costumbres dejaban de prevalecer y avizoraban otros sentidos. Siguiendo el enfrentamiento entre memoria y olvido, que la autora ha logrado entablar entre la vida y la muerte de sus personajes, podríamos encontrar en la novela un planteamiento que nos posiciona directamente con el tema de la identidad, con el condicionamiento impuesto por las maneras del deber ser que acorazan nuestras vidas y que cada personaje evade de su forma particular: algunos a través de una nueva vida, otros mediante el olvido y la muerte. Así pues, a todos los personajes de la familia Beristáin los une el desasosiego de una vida sin retorno. Son presas de un pasado a la vez idílico y dantesco, pues viven también el infierno de sus recuerdos en carne propia.
Tipología de la evocación, esta novela proyecta diversas maneras de urdir las texturas del tiempo: figura la idea de memoria que orquesta todo el relato, construida a partir del diálogo, la cual plantea a su vez la imagen de una historia vívida que paulatinamente va deteniendo el flujo del recuerdo hasta que éste se cristaliza en una imagen. Al construir la historia de Mary, hermana de la protagonista, se presenta un tratamiento de la recordación en donde la autora no deja cabo sueltos. Es decir, dentro de la trama, la historia de Mary se abre paso en una suerte de digresión, que es a la vez el motivo y detonante del viaje de Gloria, cuyo efecto final, para completar el relato, resuelve nuestra autora con un ficción breve y magistral, muy a la manera de los duelos en el Llano en llamas, donde nos quedamos ante la presencia de un rencor vivo, de un fuego fatuo, que es la manera visceral de la memoria. Aunque quizás el olvido, como lo expresó Borges, sea la única venganza y el único perdón.
Por ello tal vez no resulte inadecuado insistir en que más que con la memoria, este relato trabaja con el recuerdo, porque a través de éste los personajes tienen una posibilidad de agencia, de transformación, que es el caso cifrado con el personaje de Eva, quien encarna una de la historias más singulares dentro de la novela. Esta veta del relato, en donde el personaje femenino logra contrariar e imponerse por sobre las lógicas estereotípicas, ofrece una idea que trasciende el tema manido de la reivindicación femenina; expresa más bien que dicha reivindicación siempre ha existo, pero que es precisamente el discurso histórico quien no la hace figurar en el tiempo.
Al abocarse a la reconstrucción de una familia, Aurora Ruiz Vásquez ha dado también la oportunidad de pensar en nuestro propio pasado, de cuestionarlo y de entablar un diálogo. Pues visto en retrospectiva, comenzar a escarbar en nuestro pasado para lograr explicarnos también significa el reconocimiento de que nunca existe un origen remoto, sino varias raíces trenzadas por el tiempo.   
Uno de los aciertos literarios imposibles de soslayar en esta novela tiene que ver con el uso de la espacialidad. Si el relato no se hubiera titulado Sólo recuerdos, bien podría haber llevado el nombre de “En la casa”. La casa de las hermanas Beristáin es, por buscar símiles, un mundo al estilo fantástico de Alfonso Reyes, donde realidad y tiempo se encuentran fracturados y donde podemos percibir esa sensación de retrato en sepia que nos legó el siglo xix y que de alguna manera figura el claroscuro de su moralidad.
Poética de la memoria y a la vez del olvido, Sólo recuerdos es un retrato en el sentido moderno, donde la autora se encuentra proyectada a través de la autobiografía y donde la ciudad nos es ofrecida no desde su dimensión física sino temporal. La imagen de Xalapa configurada por Aurora Ruiz Vásquez es la de una ciudad que sólo podría ser despertada a través de la remembranza. Sólo Recuerdos nos retrata, así, una Xalapa y una Ciudad de México asolada por sus propios demonios, con sus propias formas de vivir y sus propias maneras de olvidar.
El lector que se acerque a esta novela encontrará por medio de la ficción una Xalapa que quizás adivine todavía en algunos rincones o en algunos gestos. Lejana ya en el tiempo y sólo presentida por la voz de Aurora Ruiz Vásquez, las páginas de esta novela constituyen su memorial.





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