martes, 7 de julio de 2015

“LA EDUCACIÓN, LA PRÁCTICA DOCENTE Y LA PRÁCTICA ESTUDIANTIL EN EL TRÁNSITO A LA POSMODERNIDAD.

COMENTARIO A LA OBRA 
Silvia I. Ramírez Pitta

A continuación expreso mis comentarios a una obra cuya lectura resulta desde su inicio didáctica y sugestiva. Reynaldo Ceballos habla para los maestros y los alumnos con lenguaje apropiado, evitando caer en ese estilo farragoso y pesado que parece ser el sello de no pocos investigadores. Sin embargo no se sacrifican las citas necesarias a la mejor inteligencia de los temas.
A lo largo de la historia y hasta el presente, el ser humano se ha preocupado por la educación. Esta ha sido el reflejo de las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales de cada lugar y época. Para ubicarnos en el punto en el que actualmente nos encontramos, se dio un proceso histórico que recapitularemos siguiendo la exposición de nuestro autor. Durante la Edad Media, y hasta sus puntos de contacto con el nacimiento del mundo moderno, la escuela  occidental, tenía como común denominador un carácter teológico; el conocimiento estaba modulado entorno a la fe y a la iglesia, la vida misma estaba orientada a agradar a Dios; las ciencias se estancaron y se redujeron a conocimientos controlados.
Con la llegada del Renacimiento se presenta una profunda transformación ideológica, se dan cambios en todos los ámbitos de la vida y existe una nueva concepción de la realidad y del papel que el ser humano juega en ella; se crean escuelas especializadas en las diferentes artes; se desarrolla la ciencia, el hombre empieza a expresarse de múltiples formas. Surge el humanismo como movimiento intelectual, filosófico y cultural.
El pensamiento humanista favorecía el individualismo y todas las nuevas inquietudes. Es en el Renacimiento cuando inician los grandes avances científicos y tecnológicos que darán fisonomía a la modernidad.
La Revolución Francesa y el Impulso de la Revolución Industrial son entonces el portal de ingreso a la nueva era.
La Epoca Moderna marca su comienzo con la implementación de un método que da importancia a la observación, la experimentación y el pensamiento racional. Como referencia oficial René Descartes (1596-1650), es el primer filósofo moderno, una figura emblemática, (aunque bien es cierto que antes hubo pensadores que ya habían anticipado el mundo moderno). Para encontrar la verdad, escribe un libro denominado “El discurso del método”; ya no se trata de la verdad “revelada”, sino de aprender a pensar con una mente analítica, con un método. Existe un camino para alcanzar esa verdad y para ello hay que seguir ciertos pasos. Metha=fin odos=camino. En este libro queda asentada  la frase que resume su pensamiento: “Pienso, luego existo”. Es por todo lo anterior que se le considera el primer pensador moderno.
Con esta nueva filosofía, se viene abajo el mundo medieval y sus preceptos, se critica a la escolástica, se rechaza el principio de autoridad para aceptar únicamente el peso real de los argumentos. Y en el aspecto ético, se eleva la conciencia a un rango privilegiado. Ahora en lugar de obedecer lo que dice la autoridad, (heteronomía) se impone una actitud de autonomía; se apela a la conciencia personal, se acepta únicamente lo que se puede ver con la razón.
En síntesis, la modernidad trajo consigo una importante transformación: privilegia al individuo y a su conciencia; el hombre moderno es individualista, porque el capitalismo como  nuevo régimen económico fundado en el predominio del capital, reclama una ideología individualista. El capitalismo, se desarrolló gracias al maquinismo, a la revolución industrial, que trajo consigo la división del trabajo, mayor producción y el desarrollo de las economías nacionales. Las naciones que más rápidamente se desarrollaron fueron Inglaterra, Holanda, Francia y finalmente Alemania. No obstante, el capitalismo es según el autor, un sistema que debe moderarse, porque está basado en la obtención de ganancias y esto conlleva deformaciones inconciliables con la justicia y la igualdad, dos objetivos fundamentales de la tradición política del mundo occidental.
El capitalismo necesita gente activa, por ello, destaca el valor del individuo,  alienta y premia el espíritu emprendedor. Ese es justamente el espíritu del mundo capitalista. Con el capitalismo surge una economía monetaria basada en el comercio, el desarrollo de la banca y la producción manufacturera. También da lugar al nacimiento de una nueva clase social; la burguesía, que ahora participa activamente en las decisiones de gobierno y que está conformada por los nuevos ricos: comerciantes, banqueros, dueños de empresas…
Para el autor, con la modernidad llega el claro triunfo de la ciencia sobre la religión, un espíritu democrático llega en lugar de un gobierno de élites, la educación para las masas o educación popular, que los gobiernos impulsan para alcanzar el bienestar compartido. Las personas perciben el ideal del progreso indefinido que dará felicidad. Surge también el ateísmo al no poderse comprobar racionalmente la existencia de Dios; triunfa el individualismo sobre el espíritu comunitario, se crea una filosofía casi enferma con afán de ganancia y de ubicar la felicidad en un plano meramente terrenal. El capitalismo incentiva este tipo de iniciativas personales que en la Edad Media eran severamente criticadas. Se revela egoísta al dar como resultado una generación de masas carentes de aspiraciones trascendentales. En sus preceptos el protestantismo afirma que las personas que están bien con Dios, también serán gratificadas aquí en el mundo y por eso están destinadas a triunfar. Max Weber sostiene que el protestantismo, con esta visión teológica opuesta al catolicismo, se encuentra en la raíz misma de la consolidación del sistema capitalista.
Finalmente, viene el desencanto, porque la misma ciencia que prometía cosas fantásticas, trajo también con sus innovaciones bombas, armas, destrucción y muerte.
En la educación tampoco se lograron los objetivos, salvo en cierta medida, puesto que la educación depende del Estado y por lo tanto, es una educación enajenante, según destacan los teóricos de la corriente crítica.

¿Qué es la posmodernidad y cuáles son algunas propuestas pedagógicas alternativas  para esta época?
 La posmodernidad, nos explica nuestro autor, es la época que ha empezado al finalizar el mundo moderno. Se caracteriza porque hay múltiples ideas, mientras que en la edad media dominó una idea, la del cristianismo, la idea de Dios, la idea Teológica, que como vimos, después se ve suplantada por las ideas de la ciencia y el progreso, de la fe en el hombre, en sus capacidades creativas. Al final del mundo moderno viene el desencanto de la ciencia y una gran desilusión en todos los órdenes de la vida, sobre todo, porque ya no hay un referente religioso hacia lo Absoluto ; el hombre pierde de alguna manera su propio eje. Proliferan muchas religiones, muchas posturas, muchas doctrinas, pero la gente no cree en una idea en específico. No hay una idea dominante, se da un pluralismo que genera confusión.
¿Cuáles son las alternativas pedagógicas en la posmodernidad?    Esta pregunta se encuentra en el libro en comento y el autor nos ofrece su respuesta tomando como base el potencial de las Tecnologías de la Información y Comunicación TIC.
Existen muchas doctrinas, pero en realidad ahora se necesita  un nuevo pensamiento, una pedagogía crítica como la de Paulo Freire y otros pensadores como los de la Escuela de Frankfurt. Como su nombre lo indica, este nuevo pensamiento nos lleva a hacer las críticas de las posiciones ideológicas, sobre todo, de aquellas ideologías cuyo objetivo se centra en mantener enajenado al ser humano. La ideología neoliberal en esta época de consumismo, es el ejemplo más claro de ver al ser humano como un consumidor.
La pedagogía crítica le permite a la persona formarse como un ente consciente, con capacidad de discernir, con responsabilidad, no un  objeto para “amoldarse” al sistema.
El pensamiento crítico promueve el desarrollo con sentido humanista, con valores. Y en este punto habría que admitir que estamos viviendo una severa crisis. Necesitaríamos, ante todo rescatar esos valores para que el individuo sea educado como un ser responsable, no solo para alcanzar sus propios fines en la vida, sino para colaborar con la sociedad a la cual pertenece:  un individuo socialmente responsable. Para ello el Maestro Ceballos nos remite a la importancia de la formación política.
Ahora estamos en una etapa del capitalismo avanzado, que ya no es el liberalismo del siglo XIX , de ahí la denominación “Neoliberalismo” que, visto con toda objetividad, no es más que retroceder a los orígenes de un liberalismo “salvaje”; ahora nuevamente se están perdiendo los derechos laborales. A nivel mundial los Estados han ido perdiendo fuerza. El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, son los que dictan las políticas a los Estados nacionales.
Ante todo lo anteriormente expuesto, el ideal es, reiteramos, crear una cultura crítica y responsable. El estudiante debe formarse en una verdadera cultura digital, que es algo muy distinto de utilizar la tecnología. Podríamos decir que no solo tenga la capacidad casi automática para el uso, sino conciencia de un para qué. Saber valorar, usar los medios no solo al servicio personal, sino de la comunidad.
Tener la capacidad de discernir, ante la avalancha de información que se recibe  lo importante y lo irrelevante, lo necesario y lo inútil, lo positivo y lo dañino. Desde esta perspectiva, la cultura digital, con todas sus posibilidades tecnológicas, se integra al servicio de la educación multiplicando su eficacia. Es decir, cultura es aprender todas las posibilidades de la tecnología e integrarlas al servicio del modelo educativo, según los niveles y las modalidades.
La tecnología con su potencial incalculable, ha cambiado nuestra forma de percibir el mundo. La cultura integral va mucho más allá de apretar botones o de poseer las últimas tecnologías, que de poco sirven si no se sabe buscar, seleccionar y tomar distancia de lo que se recibe.
Lo importante es que la educación puede llegar ahora a las masas: educar a todo el pueblo, como era el ideal de los liberales, porque debemos recordar que hasta la edad media la educación era un privilegio de minorías. Ahora se vuelve democrática con bases científicas, se convierte en pública, laica y gratuita, todos los países fueron formados por una escuela nacional, aquí en México la primera gran reforma fue la promovida por Don Gabino Barreda, fundada en el ideal positivista de Augusto Comte.
El mundo moderno hizo grandes descubrimientos a favor y en contra del mismo ser humano. Pór ejemplo el uso de la pólvora para la guerra pero también descubrió la imprenta y los libros llegaron a generar una revolución ideológica. Se editaron millones de obras que se difundieron y provocaron en la gente una necesidad de aprender a leer.
La educación popular se basa en el supuesto de que al hacerse extensiva la educación y llegar a las masas, se genera progreso y las personas van a alcanzar la felicidad. Lamentablemente no ha sido tan simple, la realidad ha sido resistente al cambio.
Lo esencial de la crisis de la educación moderna, nos dice el autor, “es la desigualdad de su cobertura social, los deficientes índices de calidad, insuficientes apoyos materiales, edificios, mobiliario y recursos didácticos para los estudiantes por parte del sector oficial…”
En este periodo de frontera entre la modernidad y la posmodernidad, ¿qué podríamos decir de los países latinoamericanos y del caribe? Hablar de modernidad y posmodernidad realmente solo puede comprenderse en los países del  primer mundo, ¿cuál posmodernidad en un país que jamás alcanzó del todo la modernidad?
Ciertos ecos nos llegan pero solo es eso. Debemos aprender a construir el futuro según nuestra idiosincrasia y tradición, esa es la tesis que entiendo defiende el autor y que argumenta consistentemente.
¿Deben las sociedades latinoamericanas y caribeñas renunciar a la cultura moderna? No, no deben renunciar, pero deben defenderse de la “agresividad” de la cultura moderna; no deben renunciar porque ellas tienen  una tradición muy Rica. Tanto ellas como las culturas del continente en su parte latina y Portugal, procedemos de España y es justo aquí donde podemos hablar del gran tesoro de la cultura clásica que estas naciones nos legaron. La cultura moderna, por su parte, es eminentemente tecnológica y racionalista. Se trata entonces de encontrar un equilibrio entre las cosas positivas de la tradición y las cosas que pueda ofrecernos la cultura moderna.  Aunque quisiéramos renunciar a la modernidad, simplemente sucede, entra, permea nuestras vidas; volteamos y vemos una pantalla y dia a día una tecnología más avanzada. Nos invaden las computadoras, los teléfonos inteligentes con cada vez más funciones. La parte agradable de la modernidad es que nos ofrece una vida más cómoda, confortable en muchos sentidos, pero naturalmente no es privilegio de las masas. Algo debe quedar muy claro: Una cosa es el no renunciar y otra muy distinta esclavizarnos, algo que desafortunadamente está sucediéndole a las nuevas generaciones. Es el momento de hablar del necesario rescate de los valores de la cultura nacional, porque la modernidad ha arrasado con la familia, con las instituciones, con las tradiciones y con las lenguas vernáculas. Cosas valiosas y rescatables son: la familia, la tradición, el respeto a los semejantes, y como dice Reynaldo Ceballos: “el amor al terruño”. Con el uso de los celulares y los juegos cibernéticos los niños y jóvenes se sumergen en un mundo que ya no es el de las relaciones humanas, se ha perdido la capacidad de socializar, de humanizarnos. Es increíble ver que en un mismo espacio las personas no se hablan pero interactúan mediante sus celulares. Las investigaciones que antes obligaban a la lectura y a un trabajo de reflexión, crítica y síntesis se han convertido en collages que se obtienen por internet y que lo único que requieren es la habilidad manual de cortar y pegar la información de manera medianamente coherente. Pero en este punto, lo más lamentable es ver que ni siquiera en estas condiciones privilegiadas, muchos carecen de la capacidad de selección adecuada de los materiales, justamente por carecer del sentido crítico. Una característica que, según nuestro autor, como ya lo hemos venido diciendo , debe estar presente en la educación.
En mayor o menor grado los pueblos latinoamericanos y del caribe tenemos atrasos. Por eso en el siglo XIX el ideal era ingresar a la modernidad, adoptar las instituciones de la Europa occidental: democracia, liberalismo. En el tiempo presente debemos ir  más allá, salir del desencanto y encontrar nuevos objetivos.
Respondo a continuación a la invitación que el autor hace al autoanálisis: 
Tengo conciencia social porque la misma realidad me la impone: intento alcanzar una sensibilidad que me permita ser receptiva a los problemas de los demás. Veo la pobreza, la marginación,. La desigualdad, los grupos que no están integrados plenamente a la sociedad como los indígenas y los grupos marginados en las colonias pobres.
He vivido las diferencias de clase, de fortuna; las oportunidades no son iguales para todos. Pero decir que existe conciencia social en todos los habitantes de México, lamentablemente no es posible, pareciera que muchas personas viven ajenas a ella y no les interesa.
La educación crítica es justamente para despertar la conciencia del orden social en el cual vivimos,
Pienso que somos corresponsables de lo que está pasando; no podemos ni ponernos al margen ni evadir la realidad. Y esta conciencia no se adquiere de manera natural, debemos desarrollarla a partir de nuestros sentimientos naturales de solidaridad y fraternidad. Esa es la propuesta de Reynaldo Ceballos Hernández, coincidente con buena parte del magisterio de Veracruz, que espera un cambio. Eso funda una razonable esperanza.




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