martes, 5 de abril de 2011

La educación infantil ¿es un derecho o una necesidad?




Por: Carlos A. Vásquez Gándara y  Lourdes C. Moreno Salazar

Actualmente la educación de los niños es una necesidad y un derecho: primero debemos decir que es una necesidad porque en esta nueva era de la tecnología  está surgiendo una sociedad diferente y de la misma manera el sistema capitalista trae consigo la transformación en la economía, lo que a su vez afecta a la población menos favorecida, ya que las madres de familia ante la situación económica difícil que se vive en este momento se ven obligadas a trabajar, por- que el sustento familiar que aporta el padre de familia  no es suficiente, así es como surge la necesidad de ver quien cuidará a los hijos; segundo, en otras circunstancias hay padres que dejan a sus hijos encargados a familiares,  pero en ocasiones estos no prestan la atención adecuada a los menores, es por esto que el menor tiene derecho a que le den el cuidado debido y la atención que necesita para su desarrollo pleno y normal, ya que algunas personas tienen desconocimiento de los cuidados que requiere un niño en edad lactante y maternal, como ejemplo tenemos al niño que necesita que lo lleven al baño, al que necesita que le den de comer, etc., pueden ser muchos los factores que intervengan en estas situaciones que se dan en la vida diaria de las familias, donde hay niños que dependen del cuidado de otros.

Así es que por razones diversas en la sociedad, la primera infancia necesita ser atendida mientras los padres trabajan.

Es por ello que la educación infantil temprana tiene gran importancia, ya que su extensión es para las niñas y niños más pequeños, pero esta educación tiene un carácter asistencial, de tal manera que a través del cuidado o del juego, se hagan explícitas las intenciones educativas que promuevan las diferentes capacidades del ser humano.
Es un derecho de los niños, sobre todo de los niños de familias desfavorecidas que necesitan acceder a oportunidades que vayan más allá del juego, las vacunas y el vaso de leche; es decir, oportunidades para descubrir y desatar sus mejores posibilidades sin límites predecibles, libres de toda pretensión homogeneizadora, ciertamente bien intencionada pero restrictiva e injusta.

Ahora, replanteando la tarea del educador, ésta se hace más compleja. De los procedimientos lineales planificados y esquematizados, así como de las rutinas que son factibles en su aplicación, deberán dejarse a un lado las metodologías que han sido elaboradas de manera generalizada; por lo que deberá darse apertura a las ideas innovadoras en la implantación del aprendizaje creativo, a las actividades diversificadas ricas en repertorio, enfocadas a la estimulación temprana del niño en los procesos de aprendizaje que adquirirá en el futuro. Puesto que los niños tienen diferentes formas de aprender, su evolución de maduración varía entre unos y otros, así como también las metas de cada niño pueden variar y no necesariamente todos lograrán en la misma medida ni de la misma manera los objetivos planteados para el curso. Por lo que corresponde al rol del educador, el cual debe tener conocimiento de la diversidad de los niños, con distintas capacidades para el aprendizaje, éste deberá planificar su trabajo de acuerdo al ritmo de desarrollo de cada uno de los menores, hacia el estímulo de sus potencialidades y capacidades, para lograr el desarrollo de sus habilidades, físicas, intelectuales, afectivas, sociales y morales.
 
Si todos los niños tienen un potencial, con independencia de su condición étnica o social, necesitaremos identificarlo y, al mismo tiempo, darle oportunidades para que se desarrolle sin restricciones y se oriente a potenciar nuevos y distintos aprendizajes (Gardner, 1998).
También debemos tener en cuenta que los niños independientemente del contexto en que se encuentren, son capaces de desarrollar habilidades propias a sus necesidades; sin embargo, es un derecho que tengan acceso a una enseñanza formal de desarrollo infantil, en entornos diferentes al familiar, para garantizar el desarrollo de manera armónica y acorde con las propias necesidades infantiles. 

La educación infantil como un apoyo social a las prácticas educativas familiares.

 Hablar de educación infantil implica involucrar a los padres de familia y a la escuela, distinguiendo que el aprendizaje escolar es formal porque  permite desarrollos específicos, sobre todo en el aspecto simbólico. Los estudios sobre la lectura conjunta de libros,  como dice Bruner (1986, Vila, Cortés y Zanón, 1987), y el aprendizaje que se da en el contexto familiar son informales. Sirven para desarrollar el lenguaje, la narración y el diálogo, pero con ciertas limitantes, dependiendo del contexto social-familiar. De lo que resulta que ahora los padres tengan interés y preocupación por el desarrollo de capacidades y habilidades de sus hijos, ya que en muchas ocasiones muestran inseguridad en el cuidado que dan a sus hijos  y por esta razón creen importante la incorporación a edad temprana de los niños a la educación formal.

A esto debemos agregar que también hay padres que lo ven más como una necesidad de ayuda debido a que trabajan y porque no tienen el tiempo para cuidar y atender a sus hijos, ya que el trabajo que realizan les absorbe muchas horas. Así pues, son muy diversas las razones que tienen dichas familias favorecidas y desfavorecidas, para enviar a sus hijos a recibir educación infantil.
Es evidente que los problemas de las diferencias sociales afectan enormemente a las familias menos favorecidas, por eso es de gran importancia que estos niños asistan a recibir educación formal para el desarrollo de habilidades, para que en el momento en que pasen a un siguiente nivel de educación, no se vean con limitaciones en su aprendizaje que les provoquen problemas de personalidad, es decir, que los haga vulnerables al fracaso escolar, a la exclusión social y a la marginación.
Entonces, es por esta razón que la educación debe darse de verdad en un contexto de desarrollo que sea continuación del familiar, como bien lo dice Bronfenbrenner (1987), quien lo denomina mesosistema, y como también lo expresa Ignasi Vila (2000). En este sentido se hará evidente que el educador tendrá que involucrar a los padres en las actividades escolares de los menores para mantener una relación estrecha entre escuela y familia, como complementariedad de las actividades escolares y la casa, así el niño sabrá que los aprendizajes adquiridos en la escuela no deberán ser aislados sino para aplicarlos en su beneficio.
Hablemos ahora de esa complementariedad del contexto familiar y la escuela, puesto que en la familia se adquieren costumbres y hábitos que provienen de su pasado, es decir, se tienen prácticas que aplican en su vida diaria aunque no programadas, pero que están presentes y arraigadas. Obviamente al mandar a sus hijos a los centros educativos infantiles, éstos ya tienen  programas establecidos con fines específicos para el beneficio de los menores, que deberían ser acordes a los que la familia espera para sus hijos, pero en muchas ocasiones los padres lo que menos quieren es verse involucrados en la interacción del niño con la escuela, porque creen que son actividades complejas y sienten apatía por desagrado o falta de interés, que en realidad se consideraría por falta de conocimiento del proceso.
Es posible que los usuarios encuentren un centro educativo adecuado a sus necesidades, pero siempre tendrán que participar en la enseñanza de los niños, ya que uno de los objetivos planteados en todos los centros de educación infantil es  hacer partícipes a los padres en la formación de los niños.
Es importante hacer referencia a las prácticas de vida que la familia realiza diariamente como las costumbres que tiene sobre la alimentación, lo cual influye en los niños, ya que así los enseñan a comer sea o no correctamente, los hábitos de higiene que tienen con su persona como es el baño diario, el aseo de los dientes, vestirse, etc., asimismo los hábitos de limpieza en su hogar y entorno, todos estos aspectos que se refieren a la salud y a la formación del menor son un factor importante que se relacionará con los demás aspectos de la vida, así como en la formación integral, lo cual reflejará el niño y el joven en el futuro.
Finalmente, la familia es fundamental para la formación de los hijos, ya que es la parte que más influye en el crecimiento y el comportamiento de éstos, por lo tanto, la escuela se debería de encargar de influir en las prácticas inadecuadas que usan los niños, para que su crecimiento y desenvolvimiento pudiera mejorar su propia vida.
Bibliografía
Gardner, Howard, 1998, “Inteligencias múltiples. La teoría en la práctica”. 1ª edición. Barcelona. Paidos Iberica.
Ignasi Vila, 2000, “Aproximación a la educación Infantil: características e implicaciones educativas”, Organización de los Estados Iberoamericanos, Revista Iberoamericana de educación, número 22, Abril, Río de Janeiro.

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