Por
Fernando Hernández Flores
TEPETOTOTL
La
revolución agraria que emprendió Emiliano Zapata inició desde su pueblo natal
Anenecuilco, Morelos. Desde niño y en su juventud le atrajeron los caballos, el
idioma náhuatl y la charrería. Su espíritu guerrero lo afianzó y fortaleció al
convivir con las mujeres y los hombres trabajadores del campo. Allá en la
siembra del maíz y en las juntas donde asistió Zapata como representante de la
defensa de las tierras de su pueblo. El movimiento que inició Pancho Villa en
el norte, tiene cierta similitud, uno que otro personaje han dicho que es el
Robín Hood de los mexicanos, el que le quita a los ricos para darles a los más
pobres. Por eso, cuando sus nombres fueron creciendo de estado a estado hasta
ser escuchados en el territorio mexicano, ambos decidieron reunirse y uno de
ellos quiso sentir el poder al sentarse en la silla presidencial.
Cuentan
los abuelos que ellos ni se enteraron que hubo una revolución mexicana. Quizá
tengan razón porque no había medios electrónicos avanzados, ni televisores en
los hogares de las familias rurales de aquellos tiempos. Si el perro ladraba es
que por ahí acababa de pasar un fuereño. Si de momento llegaba un grupo de
señores con sus fusiles y entraban como locos en los hogares, saqueando los
alimentos de las familias que con mucho esfuerzo lograban producir en las
tierras, eran motivo de espanto y más peligroso si se llevaban a las mujeres y
a los hombres, o los mataban o se los llevaban en la bola. Mucha injusticia y
pobreza, marginación y hambruna por aquellos años.
El 6 de
enero del año de 1915 se proclamó la Ley Agraria, en Veracruz por Venustiano
Carranza. En 1917, se reformó la constitución política siendo la más
actualizada y re evolucionada de aquella época, este acontecimiento también
sucedió en el estado de Veracruz, siendo gobernador Cándido Aguilar, yerno de
Carranza. En el artículo 27 se planteaban los derechos de los campesinos para
recibir tierras. Esos documentos legislativos fue el sostén jurídico de los
mexicanos, sobre todos de las mujeres y hombres del campo y pueblos indígenas.
Sin embargo, no contaban con abogados, por lo que surgieron los defensores de
las tierras, líderes naturales de cada región.
Quisieron
callar a Zapata y a Villa asesinándolos, pero encendieron más la llama de la
revolución agraria. Infinidad de héroes anónimos participaron en estos
movimientos de defensas de las tierras. Algunos lograron ver su sueño realizado
al constituirse legalmente su ejido o pequeña propiedad, otros lamentablemente
no vieron, pero los que cosecharon fueron sus hijos y sus nietos el esfuerzo de
ese gran trabajo a favor de las causas justas. Por la década de los treintas se
veía rolar el dinero, sobre todo en tiempos de cosechas de determinados
productos.
Con el
pasar de los años, la lucha agraria sigue y hay muchos pendientes por resolver.
Los ideales zapatistas, villistas y flores magonistas están vigentes, el país
requiere un relanzamiento para el crecimiento de la productividad, la
revaloración de lo que se produce en el campo y el fortaleciendo de la
soberanía alimentaria. Estamos en riesgo cada día más al haber hambruna,
escases en la economía y pobreza extrema.
(*)
Escritor veracruzano de un rincón del Totonacapan.
Correo: venandiz@hotmail.com Twitter
@tepetototl
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