miércoles, 9 de febrero de 2011

EN BUSCA DE UNA INTEGRACIÓN COGNITIVA


Por Samuel Nepomuceno Limón


La vida ofrece conocimientos

¿Qué tanto aprende en la vida una persona?, ¿de qué tamaño es su conocimiento?, ¿dónde y cómo aprendió tantas cosas? Estas son preguntas muy difíciles de contestar ya que cada ser humano se halla inmerso en distintas condiciones, de las que proceden o en las que se desarrollan sus aprendizajes. Prácticamente se aprende en cualquier lugar. Quizá debido a ello se considera como la ‘universidad de la vida’ a ese ámbito ajeno a la escuela que proporciona  tantas y variadas informaciones. En ocasiones, en la calle incluso pueden aprenderse cosas que se pensarían propias de la enseñanza en las aulas. Hace algunos años el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, CONACULTA,  reconoció que en décadas pasadas varias personas de medios sociales marginados decidieron aprender a leer1; su motivación era saber qué decían los personajes de las historietas en boga. En aquella época estaban de moda publicaciones periódicas como ‘Pepín’, ‘Confidencias’, ‘Memín Pinguín’, ‘La Familia Burrón’…, las que despertaban el interés del público en general por las historias que narraban o los servicios interpersonales que algunas ofrecían. Se supo de casos de parejas bien avenidas, cuyo origen se dio a través de la correspondencia y la intervención de la revista “Confidencias”. Más tarde, la gente tuvo la oportunidad de entrar en conocimiento con orientaciones de tipo familiar o de pareja con La Doctora Corazón, por ejemplo, y fueron varios quienes adquirieron educación sexual, no sólo información sobre la reproducción, en una publicación titulada ‘Luz’. Por otra vía, las radionovelas ofrecían al público situaciones con las cuales podía identificarse, y con ello entrar en contacto con expresiones y definiciones que los radioescuchas empezaron a utilizar en situaciones de su vida cotidiana. Desde tiempos más recientes, las telenovelas, el cine y, en cierto sector de la sociedad, la Internet, ofrecen ideas, palabras, inquietudes, informaciones varias que no poca gente llega a incluir en su vocabulario, o que van más allá, y las incorporan a su particular manera de interpretar y comprender el mundo. En el terreno político, Eduardo del Río –Rius–, y otros comentaristas han contribuido a formar ideas críticas en sus lectores. Para cierto sector de la sociedad, el terreno esotérico también mantiene su lugar. Al lado de toda esa oferta informativa igualmente se elevan voces críticas que apoyan o sancionan la veracidad o fundamentación de los contenidos de los medios informativos.
   Las canciones, al igual que la poesía, ofrecen a niños y adolescentes textos que bien pudieran ser escritos por ellos mismos, si tuviesen la capacidad de hacerlo, para describir o expresar sus inéditas emociones. Los escenarios, vestuarios, costumbres, paisajes, actitudes, personajes que muestran las cintas cinematográficas constituyen también fuentes de aprendizaje para sus espectadores. Igual la calle, los amigos, la gente que se frecuenta en la iglesia o el barrio conforman fuentes, en ocasiones, influyentes. En una época el teatro en Europa llegó a ser una opción didáctica que ofrecía diversos panoramas en donde se observaban diversas maneras de establecer relaciones humanas. En nuestro país, las radionovelas primero, las telenovelas después, han permitido a numerosos espectadores incrementar su vocabulario, reconocer emociones, identificarse con los personajes, ponderar reacciones emotivas, valorar actitudes y modos de actuar. Algo similar podría decirse del cine, que ofrece a los jóvenes de ambos sexos personajes de toda laya que en varias ocasiones son tomados como modelos de comportamiento, vocabulario, vestuario, actitudes. La imitación, que se presenta principalmente en los niños, deviene fuente de aprendizaje, situación en la que participan compañeros de escuela, padres, familiares y adultos en general con quienes tienen trato los pequeños. Una magnífica oportunidad de aprendizaje es la ofrecida por los juegos. Se juega a la casita, a los policías, a las guerras; en algunos pueblos, a las comiditas… Actividades que ponen en acción actividades simuladas, copiadas o imaginadas de otras que se dan, en algún lugar o momento de la realidad.
   El medio social, y con él el ambiente familiar, el barrio, la comunidad inmediata, todos, dejan sentir su envolvente influencia desde antes del nacimiento de sus integrantes. Podría decirse, con algunos autores, que la educación se absorbe del ambiente.
   Como puede observarse, las fuentes informativas informales son diversas, dada la facilidad con que los seres humanos emplean la expresión oral. Cuántos han aprendido cosas en el consultorio del médico, en la farmacia, en la plática con los amigos, a lo que se suma el cúmulo de informaciones que ofrecen los diversos medios masivos.
   Al lado de estos aprendizajes se producen los que se expresan en habilidades. Por lo que hace a este terreno, en el pasado varias personas tuvieron acceso a fuentes de autoempleo gracias al conocimiento obtenido en cursos por correspondencia cuya publicidad se daba en los forros de las revistas.

Los conocimientos son información

Por otra parte, al interior del aula, se dan múltiples casos en que muchos de los aprendizajes que los estudiantes utilizan en la solución de problemas de la vida cotidiana, e incluso pueden reflejarse en los exámenes, se deben a las influencias extraescolares. Las habilidades y conocimientos que se han adquirido fuera de las aulas pueden llegar a fusionarse, sobreponerse o contraponerse con los que proporciona la educación formal, como el caso de un adulto que es alfabetizado. El aprendizaje es un fenómeno global, complejo, que difícilmente podría atribuirse de modo exclusivo a la influencia que tiene lugar en el aula. Los conocimientos son información interiorizada en virtud de un proceso que tiene su sitio final en la memoria de mediano o de largo alcance.
   En el segundo trimestre de 2010 fue publicada en la prensa la historia de una niña de doce años que en Nueva York salvó a otra de morir asfixiada por un chicle que le obstruía la garganta2. Según la nota, realizó la maniobra de Heimlich y así logró expulsar lo que ahogaba a su compañera de curso. A preguntas de los adultos la pequeña respondió que eso se lo había enseñado Bob Esponja, un personaje de los dibujos animados. En otra ocasión la niña pequeña de un conocido mío, de unos cuantos años de edad, un día dijo orgullosa a su padre que ya sabía nadar. Ante la sorpresa y pregunta del adulto, contestó con toda seguridad: Tarzán me enseñó en la tele.
   En algún momento, los conocimientos poseídos son valorados externamente según ciertos criterios. Algunos conocimientos son considerados como verdaderos, valiosos, positivos, buenos; otros como falsos, perjudiciales, negativos, malos. Es la información la que se ve más afectada por dicha valoración, que en ocasiones es encajada en la calificación de falsa, dudosa o verdadera. Por su parte, las habilidades no poseen una carga ética intrínseca. Las habilidades ganadas podrían ser consideradas como positivas. Su presencia puede tomarse como una adquisición, una ganancia. Lo que les agrega o resta valor es la finalidad que se da a su empleo. Una habilidad manual sería, entonces, éticamente neutra considerada fuera de su contexto. El para qué se emplee va a depender de una actitud. Una consideración así se hace cuando se habla de la tecnología, que al mismo tiempo puede producir un medicamento para la recuperación de la salud o un arma pensada para liquidar seres humanos.

El saber común, el escolar y el científico

Cuando se juzgan los conocimientos a través de la oposición de unos con otros se da lugar a varias series de categorías. Por ejemplo, el saber adquirido en distintos escenarios de la vida es etiquetado como conocimiento informal, vulgar o común. El segundo de estos nombres es utilizado en ocasiones como peyorativo; en otros casos, sencillamente como un conocimiento acrítico.3 En este caso, la asignación de tales denominaciones hace referencia a formas de abordar o producir el conocimiento.
   Algunas personas interesadas en la educación tienden a oponer los conocimientos escolares a los adquiridos en otros ámbitos. Una de las razones es la escasa confiabilidad que puede otorgarse a lo aprendido de modo espontáneo, en el que se incluyen también diversas suposiciones, creencias, conjeturas… Con todo, en la calle no falta quien, al escuchar lo que otra persona se imagina con respecto de un acontecimiento, tome esa expresión como la información de un hecho, con lo cual, a su vez, está en posibilidades de comunicarlo como tal a otro sujeto. Además interviene la tendencia involuntaria de agregar datos a lo que se escucha cuando estos son trasmitidos en cadena de una persona a otra. La oposición entre ambas fuentes de conocimientos lleva a los críticos a descalificar las informaciones que se recogen en el ambiente.
   Como puede observarse, muchas de esas informaciones que se adquieren de manera informal no son verdades en el sentido de que lo que se afirma no se corresponde con la realidad.
   Tantas veces el docente detecte una barrera epistémica o un conflicto entre lo que está haciendo aprender y lo que ya sepan los escolares, sería conveniente ante todo que evite un ataque frontal a las creencias previas, máxime cuando este enfrentamiento esté acompañado de burla. En cambio, podría ofrecer su versión como una opción, junto con los argumentos que apoyan su propuesta. Así los estudiantes podrían seleccionar, empleando sus propios criterios, por la información que les resulte más convincente. En ocasiones, los conocimientos previos, cuando provienen de los padres, llevan consigo una carga de emotividad que no es pertinente afectar de manera brusca u ofensiva. Con los argumentos presentados, el alumno queda en libertad de aceptar o rechazar la información que le está siendo proporcionada, de creer en su posibilidad. De cualquier forma, dado el modo de operar de la escuela, la tomarán en consideración si prevén que el dato en cuestión pudiera formar parte de una evaluación en el futuro.
   En más de una ocasión se ha externado la opinión de que la televisión deshace por la tarde lo que con tanto esfuerzo intentó construir la escuela por la mañana. No son pocos quienes oponen la fuente educativa representada por la escuela a la influencia que con fines publicitarios constituyen los medios masivos de comunicación. En realidad, no sabemos si ambas son oponibles. La escuela tiene la posibilidad de brindar a sus estudiantes algunos elementos que les permitan seleccionar fuentes informativas o asumir actitudes aprendidas de manera positiva (aceptadas) o negativa (rechazadas) por la sociedad actual.
   No faltan opiniones de que el conocimiento ofrecido en las aulas debe sustituir al conocimiento “vulgar”. Una postura así eleva la altura de los muros virtuales que no pocas veces separan la escuela del ambiente en que se encuentra inmersa. Ello llevaría a pensar que ‘persona educada’ equivale a ‘persona informada’.
   Por su parte, el conocimiento científico busca conocer las causas explicativas de ciertos fenómenos, describir la realidad para entenderla. Al identificar el entramado de relaciones, el sujeto no verá a la realidad como opresora, sino susceptible de ser influida o transformada directamente, en algunos casos. Por ello, en la ciencia ha de asumirse una actitud crítica, de duda, sin intenciones, dogmas o intereses. 4

La escuela como escenario de integración, no de antagonismo de saberes

A pesar de suponerse que en el aula sólo se manejan conocimientos con fuente científica, habría que aceptar que también tienen presencia aquellos que han sido adquiridos de otra manera. El profesor puede estar seguro, en un momento dado, de ofrecer un saber fundamentado, de fuentes confiables. Al mismo tiempo, los escolares, conforme van recibiendo los nuevos datos que les son proporcionados han de mirarlos desde la perspectiva de lo que saben, de lo que creen, de lo que se están imaginando en ese preciso momento, de lo que les ofrece su experiencia personal o el contenido de las charlas de sus padres, amigos o vecinos. Difícilmente podría pensarse en una absorción de los datos tal como les son ofrecidos. Ello daría lugar a las formas más puras de memorización, del saber al pie de la letra. Toda comprensión presupone pasar por la permeabilidad de un saber preexistente. Una perspectiva tal nos lleva a aceptar que en los hechos, al interior del aula, no están presentes los conocimientos separados en las categorías que desde fuera son observadas. Así, no pueden ser oponibles unos datos con otros si el saber informal constituye parte del todo que es poseído por cada estudiante. Entonces, más que buscar una oposición, bien vale la pena aceptar una coexistencia cognitiva de unos con otros.
   Para sustituir el conocimiento común con el escolar tendría que darse primero una congruencia, en volumen y tópicos, del primero con el segundo, a fin de que uno pueda cubrir al otro. Pero ocurre que uno es mucho más amplio y general que el otro, por lo que una tarea suplantadora correría el riesgo de permanecer siempre insatisfecha. De ahí la conveniencia de dotar a los individuos de instrumentos que les permitan valorar lo que saben cuando deban echar mano de este saber, recuperándolo de la memoria, con objeto de someterlo a una cierta validación con la aplicación de algunos criterios de verificación. O cuando menos de proceder de una fuente más o menos confiable. Ello implicaría la necesidad de incluir alguna idea relativa a la confiabilidad de las fuentes informativas, las cuales podrían ser, en un momento dado, una información procedente de una obra escrita o de un autor reconocido, de una autoridad en la materia, de una persona reputada como conocedora o según los datos disponibles por recuperación o hallazgo puedan ser sometidos a una comprobación que se acerque a lo experimental o como producto de un acto de razonamiento. De ese modo, ya no habría que preocuparse tanto por la presencia amplia del saber común, pues sería potencialmente reductible a una especie de análisis de confiabilidad.
   ¿Hasta qué grado podría aspirar la escuela convertirse en una instancia que integre en los sujetos aprendizajes provenientes de diversos escenarios? Los estudiantes, cada año en mayor proporción, se encuentran sujetos a un bombardeo de tendencias de todo tipo, algunas de las cuales están diseñadas intencionalmente para influir en los hábitos de consumo de bienes y cultura de la población o de las actitudes a asumir. Un alumno de escuela de educación básica se halla inmerso en un ambiente cuyos elementos pugnan por ejercer una máxima influencia en él. Tales elementos estarían representados por la escuela misma, la televisión, la radio, el cine, la Internet, videos, juegos electrónicos, amigos, gente de la calle…, que parecen competir entre sí por obtener el predominio de su atención. Los cursos de ciencias sociales, a través de sus variadas asignaturas, pudieran ofrecer un espacio para la discusión acerca de tales influencias y sus efectos, de manera abierta, aprovechando la temática señalada por los programas de la materia. Durante 2011 en Francia va a experimentarse una apertura en la escuela secundaria en favor de un enfoque filosófico de los contenidos. Ello puede significar un escenario que dé lugar a la integración, en un análisis crítico, de las influencias ejercidas por las diversas fuentes culturales y sociales.
   En un medio más controlado, como el interior del aula, además de los contenidos, algo sobre lo que habría que trabajar son las actitudes de los estudiantes, a efecto de estimular las asertivas e intentar canalizar las negativas hacia el control de sus emociones de salida.
   Esta visión integradora agrega una nueva perspectiva a la función de la escuela, en especial la secundaria y niveles subsecuentes. En tal sentido, en las ocasiones que se presten para ello, habría que reconocer primero la existencia y fuerza de tales influencias. Después, tratar de influir en los sujetos para que adquieran el hábito de analizar y verificar en los momentos oportunos las informaciones que llegaran a interesarles. Desde este punto de mira, el docente no tendría que preocuparse por evitar la contaminación del conocimiento escolar con informaciones provenientes de fuentes de escasa o nula confiabilidad, pues los propios sujetos estarían capacitados para analizar críticamente los datos que el entorno les ofrece.
   La unidad integradora por excelencia se identifica así con el propio sujeto. Pero la escuela podría ofrecer la oportunidad de participar en tal integración de lo que se aprende realizando un análisis en el que intervengan los valores, haciendo conscientes los elementos que se aprenden, señalando carencias o incompletitudes5 que debieran ser subsanadas, etc. Las sesiones de trabajo de ciencias sociales serían un buen escenario para ello, a través del debate y la libre participación.

Lo deseable: la adquisición de hábitos de escrutinio

Lo anteriormente expuesto implica una práctica frecuente en el aula, mediante el empleo del razonamiento. Podría analizarse también lo imaginario, por ejemplo, lo relativo a los horóscopos, a la generación espontánea de plantas o animales, a la influencia de los deseos sobre el estado del tiempo… En todo caso, habría que entrenar para la búsqueda de una explicación razonable del fenómeno que intenta analizarse en una primera instancia. ¿Es razonable pensar que esa sea la causa?, ¿Habría alguna manera demostrable de ello?, ¿Habrá evidencias que apoyen tal forma de pensar?, podrían ser algunas de las interrogantes de escrutinio.
   Aquí entra el razonamiento lógico, el empleo de premisas, de las que ha de deducirse una conclusión. Habría que tener cuidado para descubrir falacias, en las que se manejan premisas verdaderas pero la conclusión que se presenta no es derivada de éstas. Tal tipo de razonamiento es empleado por publicistas y políticos. Un tratamiento similar podría darse a la información que manejan los medios masivos, especialmente la que se ofrece con la interpretación del periodista o el comentarista de televisión.
   De lograrse una forma de vida escolar integradora, el valor educativo de lo que se aprende en la escuela gana en calidad, en tanto que una revisión crítica constante pondría en actividad permanente el intelecto, así como los criterios a aplicar.


NOTAS:

1.      Ezequiel Maldonado. La historieta mexicana y la seducción de los inocentes, en Internet.
2.      El Universal, 23 de abril de 2010. México.
3.      Marcelo E, Albornoz. La educación como ciencia social y sus paradigmas de abordaje, en Internet.
4.      Ibídem.
5.      El término ‘incompletitud’ también es utilizado por John D. Barrow en Una teoría del Todo. Barcelona: Crítica, 1994.

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