miércoles, 23 de febrero de 2022

Javier Ortiz, el hombre sabio de Altotonga

 


Por Fernando Hernández Flores / Tepetototl*

 

Iba caminando por la calle Juárez y posteriormente subí por Clavijero. A unos cuantos metros de distancia logré ver a mi amigo. Aceleré los pasos.

-       ¡Maestro Javier! ¡Javier! (Le hablé un poco fuerte pero con respeto).

 

Él se detuvo y nos fuimos a tomar un café cerca de su casa. Fue de las pocas veces que degustaríamos un café veracruzano distanciados del pleno centro histórico de la ciudad. Sostenía con su brazo derecho, dos libros. Quizás los acababa de comprar o lo más seguro es que lo estaba leyendo. De esos libros que no son fáciles de localizar en las librerías de Xalapa, Javier siempre muy culto y muy humano. En sus ensayos académicos siempre había citas de los escritores con los que convivía y debatía a través de las letras. A Ortiz Aguilar lo podías leer en la Revista Cultural Tlanestli o en el espacio periodístico de la Academia Mexicana de Educación Sección Veracruz, de la cual fue presidente y miembro distinguido.

 

Javier me permitió aprender de él. No me dio clases en la Universidad Pedagógica Nacional, pero se llevaba con la mayoría de los que fueron mis asesores. En ciertos momentos, me comentó sobre Altotonga y Lupe, aquel magnificó ensayo que escribió su amigo cercano Carlo Antonio Castro. Entre su amplio conocimiento, su ingenio, su sarcasmo y las bromas que no podían faltar, pasábamos las horas charlando con el buen Javier Ortiz Aguilar. Desde la Coordinación de Unidades de la UPN coordinó proyectos académicos que le encomendaban los directores de esta honorable institución formadora de maestros como fueron: Miguel León Díaz del Guante, Ventura Peña Bello, Javier Novelo Gamboa, entre otros.

 

Después de alejarme del aula como alumno, Javier me invitó a escribir en el espacio de la Academia y de la UPN. Hasta nos poníamos de acuerdo, quien participaría una semana y quien en la próxima. Yo sabía en determinados momentos si desde alguna unidad de la UPN habían enviado un artículo para su análisis y su publicación. Estar cerca de Javier era tener que acelerar la mente y prender todas las  antenas posibles.

 

En otros momentos, me citaba en Humanidades para tomarnos un café o desayunar juntos, y platicar incansablemente. Así fui frecuentando a la Universidad Veracruzana, de la cual he tomado cursos, talleres y distintos diplomados. Hasta me siento parte de esta gran institución.

 

De Javier Ortiz, Javier Novelo, Reynaldo Ceballos, Víctor Vázquez y Alberto Ruíz Quiroz fui su aprendiz en la Academia Mexicana de la Educación y en la UPN, de la cual no soy miembro pero si fui un asiduo asistente de sus actividades académicas que realizaban constantemente, en aquellos ayeres que no se olvidan. Pasaron los años y Javier se jubiló de las Universidades a las cuales les entregó parte de su vida. Fue un filósofo de la historia, fue un apasionado de las letras. Tenía conocimiento de distintos temas, hablaba de todo y estaba bien informado.

 

Javier emprendió el vuelo de las águilas, regresó a su origen pero esparció una semilla especial que seguirá dando frutos más allá de las fronteras. Cuando el amigo Javier por cuestiones de salud decidió dejar el cigarro, lo hizo; cuando Javier decidió dejar el vino, lo hizo. Javier fue un gran escritor que vivió su vida de manera tal, que en ningún instante perdió su esencia, su raíz, porque eso lo hizo ser un hombre verdadero.

 

Ese día del café, platicamos sobre el libro “Andanzas Interculturales de Tepetototl” de mi autoría, que había presentado junto con Víctor Vázquez y Lizardo Enríquez, en aquel febrero del año 2020 en las instalaciones del Colegio Preparatorio, gracias al apoyo del cronista de la ciudad, Vicente Espino-Jara y del Colectivo Café Literario que dirige el poeta Luis G. Mendoza.

-       En unas próximas ediciones, voy a realizarle algunas modificaciones al libro (le comenté).

-       Veo que has crecido, vas madurando (mencionó).

Javier nos deja sus enseñanzas extra escolares. Javier Ortíz, es el hombre sabio de Altotonga. La ciudad de Xalapa lo recibió con sus brazos y desde esta histórica ciudad se le despide, a quien ha dado un paso más, hacia la trascendencia y la inmortalidad. Descanse en paz, Javier Ortiz Aguilar.

 

(*) Escritor veracruzano de un rincón del Totonacapan.

Correo: venandiz@hotmail.com Twitter: @tepetototl

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