José Arturo Hernández Ruiz
Nuestros padres, Rubén y Aurora, heredaron de nuestros abuelos, el amor
y la pasión por el trabajo. El profesor José P. Ruiz y el ingeniero agrónomo
Arturo C. Hernández, con sus trayectorias en favor de la enseñanza y la
delimitación de parcelas en favor de las comunidades, sembraron la semilla en
Aurora y Rubén, quienes también se dedicaron en cuerpo y alma a la educación y
a la agrimensura.
A nosotros, desde pequeños nos llamaban maestros e ingenieros, parecía
que nuestra carrera estaba predeterminada. Mi padre me decía que un ingeniero
civil podía trabajar en muchas ramas, que si no había trabajo en una, habría en
otra, que era una carrera muy amplia; a mis hermanas les decía que no obstante
que en el futuro tendrían marido, ellas tenían que estudiar bastante para ser
como su mamá. Mi padre nos alentó al estudio, toda la vida nos decía que
cumpliéramos con los deberes escolares, que no tuviéramos miedo a los exámenes,
que si teníamos dudas, le preguntáramos a mi mamá, que para eso era maestra,
pues "ella sabía de todo".
Mi mamá me ayudaba todas las noches a pasar en limpio los apuntes de la
primaria, pues en los años 50 no existían los libros de texto oficiales y la
maestra dictaba. Yo escribía muy rápido, tanto que después no entendía mi
propia letra manuscrita; nunca pude mejorar mi caligrafía. Al pasar en limpio,
dejaba el vacío de palabras inentendibles para ser llenado posteriormente.
Cuando entré a la secundaria, mi padre me enseñó la letra "de molde",
aprendí a hacerla casi como dibujo y así aprendí a dibujar.
Me tocó acompañar a mi padre al campo. Íbamos a caballo, cargando un
libro enorme de tablas de logaritmos y funciones trigonométricas junto con un
morral con tortas y un calabazo con agua. Lo acompañé a medir terrenos, a comer
y dormir en el campo, a calcular poligonales y a sudar bonito trabajando bajo
los rayos del sol.
Tantos años de sembrar en nosotros la responsabilidad por el estudio y
por alcanzar las metas en pos de los títulos de maestros e ingenieros, hicieron
que se lograran los sueños superando todas las adversidades.
Durante mis estudios en la carrera de ingeniería, encontré en el
significado de la palabra ingeniero algo que me hizo reflexionar. En la
facultad, mis maestros eran ingenieros, pasantes o profesores, ya que en los
años 70 no se exigía un grado superior para dar clases en la Universidad. Yo
veía en los tableros de la escuela, los nombres y títulos de los maestros: Ing,
Pte, Prof. y pensaba "¿cuándo podré anteponer la abreviatura Ing. a mi
nombre?”. A la casa llegaban personas buscando a mi padre diciendo "¿está
el ingeniero?". Cuando yo estaba por salir de la facultad, mis hermanas decían "cuando
vengan a preguntar por el ingeniero, vamos a decir ¿cuál de los dos?”.
Verdaderamente, era un orgullo ser ingeniero. Con el paso del tiempo, mis
hermanos se recibieron de ingeniería naval e ingeniería eléctrica. Mis hermanas
lograron sus títulos de maestras, algunas de "doble plaza", como
decía mi padre. Mi hermana menor se recibió de química.
Posteriormente ingresé como maestro a la universidad. Tuve el privilegio
de practicar las ingenierías civil y estructural, además de contribuir a la
formación de nuevos ingenieros, por lo cual me siento orgulloso de pertenecer a
esta gran familia de maestros e ingenieros.
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