Raúl
Hernández Viveros
En
2004, el escritor italiano Claudio Magris obtuvo el Premio Príncipe de
Asturias, y pronosticó el derrumbe económico y moral de cualquier rincón de
Europa. Caso avizoró la crisis del neoliberalismo. Entonces expresó que:
“Estamos viviendo la transformación liberatoria y sobrecogedora de una época,
del mundo, de la realidad, quizás del hombre mismo. Estamos sentados en el
borde de un volcán y de todas partes llegan estruendos de guerra, de una guerra
que, como la metástasis de un cáncer, golpea ahora a una parte del mundo e
implica al mundo entero. Como triestino, provengo de Italia, pero también de un
poco de esa civilización centroeuropea, mitteleuropea, que intuyó, vivió y
representó anticipadamente esta conmoción, comparable en la historia sólo con
el final del mundo antiguo. Vivimos en una realidad que parece la descrita y
prevista por Musil; una realidad construida en el aire y sin cimientos, formada
por muchas copias de originales que se han perdido o quizás nunca hayan
existido, en donde los acontecimientos parecen Acciones Paralelas a otras que
sin embargo no suceden; en la que el individuo mismo se siente una pluralidad
centrífuga, un archipiélago desperdigado más que una unidad compacta. Hemos
entrado en la habitación de los botones de la fábrica de la vida y no sabemos
si nuestros bisnietos se parecerán a nosotros, ni cuánto, si tendrán nuestras
pasiones o serán casi otra especie.”
Y
sostuvo que: “La realidad es un estudio teatral que se desmonta continuamente y
nosotros nos movemos por él como Don Quijote por la Mancha; no hemos escrito Don
Quijote, sino todo lo más un Amadis de Gaula, y nuestro guardarropa anticuado
se llena de polvo y se deteriora en el traslado universal que se esta
produciendo, pero también esto contribuye a la gestación de una realidad que
cuesta imaginar. En su presente y su futuro -que en parte es ya nuestro
presente, pero que en parte es también para nosotros todavía futuro- Nietzsche
y Dostoievski vieron el advenimiento universal del nihilismo; mucho dependerá
si lo viviremos, como Nietzsche, como una liberación que festejar, o como
Dostoievski, como una enfermedad de la que curarse.”
Además,
Claudio Magris recurrió a la insistencia de reconocer su lugar de origen: “Un
triestino es especialmente proclive a ser un hombre sin atributos y a buscar en
la literatura la identidad de la que se siente incierto. El premio que se me
concede hoy subraya, generosamente, el fuerte sentido de Europa presente en lo
que escribo. He nacido y he vivido en una ciudad de frontera que, especialmente
en determinados años, era ella misma una frontera, es más, estaba constituida y
tejida por fronteras que la
cortaban
espiritualmente separándola de ella misma, la atravesaban como cicatrices sobre
el cuerpo de un individuo. Solo una Europa realmente unida puede hacer que las
fronteras entre sus naciones y culturas sean puentes que las unan y no barreras
que las separen.”
Al
mismo tiempo, reflexionó sobre: “La unidad europea no debe infundir temor. De
hecho, vivimos ya en una realidad que no es nacional, sino europea; esta unidad
europea de facto tendrá que convertirse cada vez más en una unidad
institucional, aunque el camino para llevarla a cabo esté plagado de
dificultades y de momentáneos retrasos. El amor por Europa no presupone ninguna
miope soberbia eurocéntrica: el centro del mundo hoy está en cualquier parte y
no tolera ningún inicuo dominio de una concreta parte del mundo. El humanismo
europeo es también batalla para esta par dignidad de cualquier provincia del
hombre, como la llama Canetti. En la vertiginosa transformación política, social,
cultural, la democracia a veces vacila; España, que en pocos años ha vivido una
increíble renovación, es un gran ejemplo de cómo la modernización puede y debe
significar incremento y victoria de la democracia. Europa no significa nivelar
las diferencias, sino formar un coro armonioso, en el que Oviedo no será menos
asturiana o Trieste menos triestina o italiana. La unidad no existe sin
diversidad y viceversa. Dante decía que había aprendido a amar Florencia a
fuerza de beber agua de su río Arno, pero añadía que nuestra patria es el
mundo, como para los peces el mar.”
Simultáneamente
llegó el derrumbe de la economía europea con el desastre experimentado en
Grecia, España y Portugal. En la península ibérica comenzaron las escenas del
terrible desempleo de varios millones de españoles. Por primera vez aparecieron
en las ciudades colas de personas en búsqueda de comida entre la basura.
También los niveles de corrupción de los partidos políticos brillaron en la
inmensidad de las riquezas derivadas del tráfico de influencias y negocios
entre familiares próximos a los funcionarios y hasta miembros de la familia
real. Después tuvieron que recurrir a los préstamos de bancos extranjeros.
Esta
situación se reflejó en Italia, y en nuestros días se experimenta en México.
Aunque hay que reconocer la existencia del estado de derecho que recientemente
pudo meter a la cárcel a decenas de políticos y funcionarios corruptos. Dentro
de este ambiente de corrupción, discursos y propaganda oficial sobre una
realidad que desconoce a casi 60 millones de pobres, la lectura de las obras de
Claudio Magris,
Representa
un alivio y un puñado de esperanza sobre las cosas que pueden cambiar para
mejorar la situación nacional.
Claudio
Magris en su libro Microcosmos, destaca el valor de: "Ser triestino,
vitalidad y melancolía, nostalgia de pureza que se da cuenta de todos los
compromisos que, aun cuando se muestra indulgente, no se olvida nunca de que
son tales y no intenta entender. Exigencia adolescente de una vida verdadera, conciencia
senil de una vida falsa; no queda sino la alegre fiesta del bar.” En otra de
sus obras ofrece la búsqueda de sus raíces: "El Danubio enfila las
ciudades como perlas, transcurre grande, y el viento de la noche pasa sobre los
cafés al aire libre como la respiración de una vieja Europa que tal vez se
encuentre ahora en los márgenes del mundo y no produzca, sino sólo consuma
historia. Budapest es la más hermosa ciudad del Danubio; una sabia autopuesta
en escena, como en Viena, pero con una robusta sustancia y una vitalidad
desconocidas en la rival austriaca. Si la Viena moderna imita el París del
barón Haussman, con sus grandes bulevares, Budapest imita a su vez este
urbanismo vienés de acarreo, es la mímesis de una mímesis; es posible también
que gracias a esto se asemeje a la poesía en su acepción platónica: su paisaje
sugiera, más que el arte, el sentido del arte. "
Desde
luego que la tradición de su lugar de origen, lo llena de orgullo porque en sus
calles y avenidas vivieron y escribieron sus obras Italo Svevo y James Joyce,
Claudio Magris nació en Trieste, 1939; en la Universidad de lugar de origen
impartió la cátedra de lengua alemana. Entre sus obras destacan: Utopía y
desencanto. Historias, esperanzas e ilusiones de la modernidad, 2004; Danubio,
Anagrama, 2004, Ítaca y más allá, 2007, Microcosmos, 2006, El infinito viajar,
2008, La historia no ha terminado, 2008 y Alfabetos, 2010. Premio Príncipe de
Asturias de las Letras 2004. Acaba de recibir el Premio FIL de Literatura en
Lenguas Romances, en Guadalajara
Durante
la lectura en italiano de su discurso, de la cual apareció su traducción en
pantallas gigantes, Claudio Magris reflexionó sobre el poderío de la
literatura. El autor de extraordinarios viajes por el tiempo y el espacio de la
imaginación, creador de una narrativa que oscila entre las memorias, libros de
viajes y lecturas de obras inmortales, expresó que: “La escritura es a la vez
un agente de aduana y un contrabandista; establece fronteras y las transgrede.
Se utilizan lápices, colores diferentes, para la escritura ético política y
para la propiamente literaria, de invención. Yo he escrito libros de fantasía,
de invención, pero también hace 47 años escribo para el Corriere della Sera,
frecuentemente sobre asuntos ético-políticos. Lo que da orden al mundo es la
sintaxis, y
las
dos escrituras, la ético-política y la fantástica-narrativa-teatral, tienen
sintaxis completamente distintas”.
Esta
lógica empatía entre la escritura estética frente a lo cotidiano de la
realidad. La diferencia abismal entre las profundidades del pensamiento y la
levedad de nuestros actos sencillos de seres humanos. El significativo acto de
armonizar las palabras que se dicen en voz alta frente al silencio de la
verdadera critica. Insistió en que los discursos llegan a perder el sentido de
lo que quieren escuchar las demás personas. “Las que se obsesionan con la
verdad y aquellas que pretenden reventar el mundo; está la escritura que nace
en la cabeza, en el conocimiento intelectual, y aquella que nace en la mano, en
la creatividad que ignora que el autor entiende menos su obra que los demás,
como me sucedió cuando hablaba con Singer y me daba cuenta de que yo entendía
más sus grandes obras, los relatos y parábolas que había escrito él y no yo.”
Claudio
Magris insistió en que: “Hay una escritura que informa sobre el mundo, que
detecta las necesidades y denuncia las injusticias; también la escritura que se
practica como ‘un buen combate’, para usar la expresión de San Pablo, en
defensa del ser humano, y hay la escritura que se ejerce con absoluta e
irresponsable libertad”.
Planteó
un poco la realidad de México: “después de este hecho terrible que acaba de
ocurrir, nos sentimos muy desanimados por un país que no logra controlar esa
violencia tan atroz. Pero se conoce muy poco de México en Italia. Una cosa es
el horror por ese episodio y otra es saber cuál es el alcance de la
delincuencia, las instituciones en las que pudo haberse infiltrado. No hay un
solo México”.
No
obstante hizo la pregunta: "¿Por qué se escribe? Por tantas razones: por
amor, por miedo, como protesta, para distraerse ante la imposibilidad de vivir,
para exorcisar un vacío, para buscarle un sentido a la vida. A veces para
establecer un orden, otras para deshacer un orden preestablecido; para defender
a alguien, para agredir a alguien. Para luchar contra el olvido, con el deseo
-tal vez patético pero grande y apasionado- de proteger, de salvar las cosas y
sobre todo los rostros amados, de la abrasión del tiempo, de la muerte.
Escribir es también un intento de construir un arca de Noé para salvar todo lo
que amamos, para salvar -deseo vano e imposible, quijotesco pero inextirpable-
cada vida".
En
entrevista con Pablo Ordaz, Claudio Magris definió que: “Para mí escribir sin
libertad, sería como ponerme un esmoquin o vestirme como un joven. No me
sentiría a gusto. Y hay que seguir la naturaleza de uno mismo. Siempre he
pensado que uno de los más grandes sacrificios de un cura no es tanto la
castidad, sino el deber de limitarse, de
no
poder decir lo que en realidad piensa. Y yo, si no puedo decir lo que pienso,
me siento fatal”. La visita del escritor y pensador italiano fue una aureola de
esperanza por su apasionada defensa de la literatura. Esencialmente por
recordarnos la separación entre el discurso oficial de palabras vacías sobre la
voz que pregonan ahora los olvidados de siempre delante del coro de alabanzas y
quimeras oficiales involucradas con la corrupción.
Por
lo cual, Raúl Padilla mencionó al “caso Ayotzinapa que tanto dolor e
indignación ha generado entre los mexicanos, dolor incluso más allá de nuestras
fronteras y que ha revelado lo gravemente que la nación y el Estado mexicano se
han visto afectados por el crimen organizado”. Y Rafael Tovar y de Teresa
destacó que: “Hoy en estos tiempos torales celebramos que la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara, siga siendo un foro de luz, un espacio
de libertad, de diálogo, de paz que nos permita reencontrar a través de la
cultura, como pedía Alfonso Reyes, nuestra unidad necesaria. Unidad que no
anula, que conserva, incluso alienta a la multiplicidad”. Y para salvarnos de
la crisis actual, sería suficiente construir nada más un barco de papel, con
nuestras protestas escritas con lápices de colores.