viernes, 25 de junio de 2021

Un Mundo de Plástico

 


Por Mariana Platas Morales, Carlos Larrinaga Portilla e Ixchel Luna Baruch

 

Descritos como seres dotados de inteligencia superior y raciocinio, los seres humanos presumimos ser la cúspide de la evolución, sin embargo, ¿qué tan inteligentes son realmente quienes destruyen su propio hogar, amenazando con ello toda forma de vida, incluyendo a su propia especie? Y en este sentido conviene preguntar también: ¿En qué momento pasamos de ser un mundo verde y vivo, a un mundo de plástico?

 

La respuesta proviene de la conexión entre modernidad y liberalismo. Como es sabido, durante la modernidad surgió la idea de que mediante la razón era posible dominar, someter y controlar la naturaleza. Esta idea en conjunción con la exaltación del individualismo y de la competencia en la batalla por la ganancia y la utilidad, fruto del liberalismo económico, nos permite vislumbrar que desde ese entonces se ha ido gestado un terrible escenario caracterizado por un incremento de escasez debido a la contaminación y sus efectos sobre el clima y los ecosistemas.

 

Como sabemos, el liberalismo económico defiende que la economía se debe autorregular sin intervención del Estado, lo que significa que será la propia ley de la oferta y la demanda la que encuentre una solución igualitaria y armónica al crecimiento y desarrollo social. Fue en el siglo XIX cuando este modelo comenzó a tomar fuerza como modelo económico y dio origen al enorme monstruo del capitalismo como lo conocemos hoy.

 

En 1907 la mente brillante del químico belga-americano Leo Baekeland creó la baquelita, el primer plástico fabricado, y con su enorme éxito en 1909 se inició la industria del plástico. Sus ventajas respecto al vidrio son básicamente su menor precio y su gran versatilidad de formas. Y para visibilizar la conexión de este acontecimiento con el liberalismo económico, es preciso recordar que, de acuerdo a este modelo, el objetivo de cualquier productor es reducir gastos y aumentar ingresos para tener un gran beneficio.

 

Por ello, en la década de los cincuentas se partió de este principio del liberalismo económico y se terminó convirtiendo el plástico en la alternativa perfecta para un negocio altamente rentable. Desde ese entonces, la apertura y diversidad de mercados junto con la oferta y demanda de productos elaborados en plástico, dieron lugar a una sobreexplotación sin medida del medio ambiente buscando satisfacer las exigencias del mercado.

 

Además, conviene recordar que en una sociedad liberal la demanda aumenta, y que, por ello mismo, las grandes industrias deben buscar otras fuentes de materias primas para solventar la producción, y esto es realmente problemático, pues genera explotación de ecosistemas en otros países, así como una excesiva contaminación.

 

No hay que dejar de lado que la contaminación es un subproducto indeseado de la sobreproducción, Y al respecto es pertinente recordar que en 1950 se produjeron dos toneladas de plástico en el mundo y en 2015, 448 millones de toneladas. En referencia estos datos los investigadores creen que, si se sigue produciendo plástico al ritmo actual, alrededor de 12.000 millones de toneladas de basura de plástico acabarán en los vertederos y en nuestro entorno en 2050.

 

Consideramos que la razón instrumental en conjunción con el mercado liberal cuyo fin absoluto es la creación de productos desechables para así generar consumo continuo, nos han llevado al punto

grave en el que nos encontramos hoy; grandes sequías, inundaciones, huracanes, extinción de especies y demás, son enormes indicadores del daño que le hacemos a nuestro planeta y a su vez, a nosotros mismos.

 

Sin embargo, las preocupaciones sobre este asunto no han faltado. Un mundo con serios problemas ambientales en aumento ha ocasionado el surgimiento de un nuevo liberalismo: el “liberalismo verde”. El filósofo político Marcel Wissenburg en 1998 argumentó que se debe rechazar la idea de los derechos de propiedad absolutos y aceptar restricciones que limiten la libertad de abusar de la naturaleza y los recursos naturales, otorgando prioridad a la producción más eficiente, energías renovables, y estableciendo al mismo tiempo frenos a la sobreproducción y la sobreexplotación de recursos.

 

Pero si partimos de lo evidente, de una sociedad individualista, consumista y preocupada por la ganancia y la utilidad, nos preguntamos, no sin una profunda preocupación ¿Qué tan grave debe ser la situación ambiental para que tomemos cartas en el asunto desde hoy y no lo dejemos para mañana? Después de todo, creemos que es preciso hacer un llamado urgente, pues por primera vez en la historia estamos en riesgo todos y todos necesitamos intentar solucionar este problema universal.

 

La tradicion oral nahua, punto de partida de su historia

 

 

 

Por: Juan Martínez María

 

La expresión náhuatl define al hombre como “dueño de un rostro y de un corazón”, y estas características se han desarrollado a través de la historia del México antiguo hasta el presente en todas las facetas de su cultura, otorgándole un rostro y corazón propios caracterizado por el mundo de sus mitos y su cosmogonía.

 

El presente artículo alude a la importancia que tiene rescatar las diferentes facetas culturales que a lo largo de la historia le han otorgado identidad a nuestros pueblos indígenas, para conocer su pasado y así entender su presente, considerando dentro de ello su pensamiento religioso, su arte y educación, su concepción de la historia, su organización social y política. En el México antiguo Tlacaélel y Netzahualcóyotl fueron unos sabios tlamatinime, legaron al pueblo azteca una cultura basta y reformadora que cimentó el gran dominio cultural en sus territorios conquistados, estos antecedentes son base testimonial de una raza que llegó a ser tan fuerte en todos sus aspectos.  En el presente, somos los educadores quienes debemos de considerar la etnología como parte de nuestra formación y que en cierta forma permitirá integrarnos al mundo de la información de la tradición popular que existe en aquellos que han sobrevivido a los embates de la alienación y que son nuestros sabios huehuentzis o hueytatas (hombres viejos y sabios) que aún tienen mucho que legarnos de sus sabios saberes.

Uno de los fines educativos, es precisamente el rescate de la tradición oral de nuestros pueblos, como el redescubrimiento de sus raíces dentro una actividad pedagógica de investigación inculcada desde temprana edad en los educandos, partir con la promoción de la lectura basada en escritos que incluyan leyendas y tradiciones de cultura popular regional o nacional, y una vez abierto el interés en este ámbito proseguir con la investigación de las fuentes orales que existen en la comunidad.  Al realizarlo se constituyen espacios de placer y de convivencia, se fomenta la investigación, y se practica la redacción de textos con sentido antropológico.  A continuación, se presenta la parte I de un relato de nuestro informante Loreto Hernández de la localidad Sasaltitla, Chicontepec, Veracruz.

 

“Un día de tantos, soleado como nunca bajo los efectos de un calor agobiante, cansado de acarrear piedras del arroyo para construir el horno de la molienda de caña, presionado por mi padre porque ya la caña maduraba floreciendo como señal de corte, cuanto antes debía quedar el horno para la próxima molienda”

 

-“Se me hizo fácil faltar a los principios de respeto hacia lo hecho por nuestros antepasados dado que nuestros abuelos siempre nos inculcaron valorar las construcciones o montículos de tipo piramidal que yacen enterrados bajo tierra, simulando ser cerros pequeños en la parte plana o de vega donde solemos cultivar caña o maíz”

 

“Para ahorrar tiempo, tomé la piocha y empecé a escarbar la base de una de estas construcciones y encontré muchísima piedra, suficiente para concluir el horno de molienda”

 

En eso estaba cuando de pronto se vino un derrumbe de piedra y tierra y por poco muero aplastado, mis ojos no alcanzaban a mirar dentro de la nube de polvo y cuando por fin lo pude hacer, vi a una anciana vestida con una blusa de manta bordada en punto de cruz, sentada en una silla pequeña de palma y sin quitarme la vista de encima de manera furiosa me llamó por mi nombre y me dijo:

 

Tá Loreto, ashcana ti techtlepanita campa titztoque tojuanti,

¿ quenque ti xolequi ni nocha?

ashcuali tlen tichitocj,

nama tipia sampa ti cualtlalis nocha,

pampa tlan ash ticualtlalis,

ashcana huelis ti cochis,

hasta queme ti miquis.

 

Traducida al español, me dijo:

_Oye tu Loreto, tu no respetas aquí donde vivimos nosotros,

_¿Por qué destruiste mi casa?

_No es bueno lo que hiciste,

_Ahora tienes que volver a componer mi casa,

_Porque si no la compones,

_No podrás dormir,

_Hasta que te mueras.

 

En efecto, desde esa noche cada vez que pretendía dormir, veía en mis sueños a la anciana mirándome con furia diciéndome –“conponme mi casa Loreto” -- y así llegué a aguantar cuatro días sin dormir hasta que estuve a punto de volverme loco.

Visité a un curandero, le llevamos a la anciana su ofrenda y me dispuse a colocar piedra por piedra lo destruido hasta que terminé, solo así pude dormir ya en paz.

-- Esto que les cuento es cierto, aprendan a respetar estos lugares donde vivieron y siguen viviendo nuestros antepasados, ellos conviven con nosotros y nos protegen siempre y cuando no los molestemos.

 

correo supjuanmaria @gmail.com

 

 

 

 

 

 

Sujeto y poder, una concepción foucaultiana

 


Silvestre Manuel Hernández

Investigador independiente en

Ciencias Sociales y Humanidades

silmanhermor@hotmail.com

Objetivo

La finalidad de este trabajo es presentar una exégesis sobre el sujeto y el poder en Michel Foucault. Para ello, tendré en consideración sus obras L’archéologie du savoir, L’ordre du discours, El pensamiento del afuera y “El sujeto y el poder”, Sostendré la tesis de que en Foucault, disciplinas como la filosofía, la literatura, la historia, y manifestaciones humanas como la locura, la sexualidad, la medicina y los “espacios de racionalidad”, posibilitan las formaciones discursivas sobre el sujeto y el poder.

I. El sujeto

Antes de abordar el tema del sujeto, desde el poder, conviene hacer una precisión sobre el lenguaje, por el estrecho vínculo que guarda con el primero. Foucault no se olvida de la importancia que el lenguaje tiene en el siglo XX, ni de los aportes que el estructuralismo ha legado, respecto al avance procedimental que ya no depende de una entidad desde la cual se explique el texto, sino que ahora se parte de sus propias estructuras. Y reconoce un distanciamiento del lenguaje con respecto al “sujeto universal” de corte cartesiano, de ahí que exprese “el ser del lenguaje, no aparece por sí mismo más que en la desaparición del sujeto” (Foucault, 1997: 16). Es por ello que su reflexión sobre el sujeto parece sustentarse en una indagación sobre el ser del lenguaje. Prueba de lo anterior puede encontrarse en su estudio sobre la escritura de Maurice Blanchot, realizado en El pensamiento de afuera, donde argumenta sobre el lenguaje de “afuera”, constituido por palabras que se despliegan indefinidamente hasta conformar un lenguaje sobre afuera de todo lenguaje, carente de sujeto alguno, y distante de ese “Logos que es algo así como el acta de nacimiento de toda razón occidental” (Foucault, 1997:15). El filósofo francés señala: “[…] se sabía desde Mallarmé que la palabra es la inexistencia manifiesta de aquello que se designa; ahora se sabe que el ser del lenguaje es la visible desaparición de aquel que habla” (Foucault, 1997: 75). En este sentido, el pensador en ciernes se ciñe más a las estructuras desde las cuales “se habla”, que a ese sujeto con tintes de “conciencia soberana”, ya desvanecido en el ámbito del saber  occidental, el cual queda obnubilado por el lenguaje, donde “todo sujeto no representa más que un pliegue gramatical” (Foucault; 1997: 74).

      Al reflexionar sobre el sujeto, Foucault pretende crear una historia de los diferentes modos de subjetivización del ser humano en la cultura, para ello analiza la objetivización que transforma a los seres humanos en sujetos, siendo ejemplo de esto la ciencia, las prácticas divisorias, y el modo en que un ser humano se transforma a sí mismo en sujeto. Este proyecto está concebido desde una tesis fundamental: el sujeto se encuentra inmerso en relaciones de poder, poder que no detenta nadie y es como una red que cubre todos los espacios de acción del individuo y se bifurca en los “espacios de racionalidad”, en donde se construye la subjetividad de los sujetos.

      Para analizar esto, propone una ampliación de las dimensiones definitorias del poder, desde una “teoría” del mismo, partiendo de las necesidades conceptuales y del tipo de realidad correspondiente al sujeto, para constatar que el poder no sólo atañe a algo teórico, sino que está en la propia experiencia.  Por ello,  el poder necesita de mecanismos para propagarse y de una racionalidad política que de cierta forma lo “justifica”.

      Ahora bien, el vínculo entre racionalización y poder, en cuanto análisis, puede abordarse mejor desde racionalidades específicas: la locura, la enfermedad, la sexualidad, etc., es decir, desde campos particulares del saber. Y desde las formas de resistencia de los individuos contra la construcción de la subjetividad, como lo son las que cuestionan el estatus del individuo, donde se lucha contra el gobierno de la individualización; las que se oponen a los efectos del poder vinculados con el saber, luchan contra los privilegios del saber; las que preguntan por el ¿quiénes somos?, se oponen a la abstracción y la catalogación científica; todas ellas atacan una técnica, una forma de poder que designa la propia individualidad, que impone una ley de verdad, pues “Es una forma de poder que transforma a los individuos en sujetos”(Foucault, 1988: 231). Es pertinente remitir a la definición del sujeto elaborada por Foucault:

Hay dos significados de la palabra sujeto: sometido a otro a través del control y la dependencia, y sujeto atado a su propia identidad por la conciencia o el conocimiento de sí mismo. Ambos significados sugieren una forma de poder que subyuga y somete (Foucault, 1988: 231).

      Según su precisión, el filósofo francés considera tres tipos de lucha: las que se oponen a las formas de dominación (étnica, social, religiosa); las que denuncian las formas de explotación; las que combaten todo aquello que ata al individuo a sí mismo y de este modo lo somete a otros (luchas contra la sujeción, contra formas de subjetividad y sumisión). Las formas de sujeción están inmersas en los fenómenos sociales, económicos y políticos, y en los órganos institucionales como el Estado, que nace en el siglo XVI e incorpora la técnica del poder pastoral de origen cristiano—estratificado, irguiéndose en un poder individualizante y totalizador. Él busca que los individuos se integren, sometiendo su individualidad a un conjunto de mecanismos, fue así que desarrolló una “táctica” individualizadora, característica de una serie de poderes: el de la familia, de la medicina, de la psiquiatría, de la educación y de los empresarios. Concluye Foucault:

[…] el problema político, ético, social y filosófico de nuestros días no consiste en tratar de liberar al individuo del Estado, y de las instituciones del Estado, sino liberarnos del Estado y del tipo de individualización vinculada con él. Debemos fomentar nuevas formas de subjetividad mediante el rechazo del tipo de individualidad que se nos ha impuesto durante varios siglos (Foucault, 1988: 234 – 235).

      Esto amerita los siguientes comentarios. El poder se ejerce desde una relación de pareja, esto es, desde estructuras y mecanismos de uno sobre otro, y presupone una comunicación, es decir, un cuerpo verbal factible de interpretarse, de encontrarle una articulación significativa, aquí lo más importante es el grado de racionalización presente en el discurso. La acción del poder no se limita al Gobierno o a las Instituciones (con sus reglas, mecanismos y dispositivos para mantener a los individuos “sujetos”), sino que se conforma por la actuación de un sujeto sobre acciones posibles (sujetos actuantes), y se sustenta en la libertad, es decir, la libertad es la condición de posibilidad para la existencia del poder, y su arraigo se patentiza en el nexo social y en la generación de saber sobre los sujetos.

II. El poder

Foucault parte de un análisis tanto histórico como teórico en la historia del conocimiento, es decir, ve su continuidad en el mundo, el cual se presenta como un conjunto de discursos de los distintos saberes del hombre. Y encuentra que los cortes de los discursos, en la literatura, la política, la filosofía o la ciencia, son “categorías reflexivas, principios de clasificación, reglas normativas, tipos institucionalizados: son a su vez hechos de discursos que merecen ser analizados al lado de los otros” (Foucault, 1994: 33). En términos formales, Foucault tiene dos acepciones sobre el discurso, una corresponde a un marco estructural, lingüísticamente hablando, y otra se ciñe a una dilucidación sobre el ejercicio y propagación del poder.

     A su vez, en nuestro autor, la reconstrucción de un sistema de pensamiento depende de un conjunto definido de discursos, cuya finalidad es encontrar la “intención del sujeto parlante”, lo que ha querido decir con sus palabras, es decir, reconstruir un discurso a partir de su voz, de su irrupción histórica, del enunciado que acontece en su singularidad, pero que se conjunta con disciplinas o estrategias de poder.

       Para analizar el discurso, Foucault realiza una tipología del mismo, es decir, va hacia los procedimientos relativos de control, sumisión y de “regularidad”, que no tienen que ver con un significado último y sí con un revertimiento del pensamiento hacia los signos y estructuras de la lengua utilizada, y con la producción de sentido, con la interconexión de signos, aclara el filósofo: “Los discursos deben ser tratados como prácticas discontinuas que se cruzan, a veces se yuxtaponen, pero que también se ignoran o se excluyen” (Foucault, 1971: 55). Las reglas de formación de las formaciones discursivas aluden a las condiciones a las que están sometidas las elecciones temáticas o estratégicas. Éstas son temas o teorías posibilitadas por discursos que dan lugar a ciertas organizaciones de conceptos, a ciertos agrupamientos de objetos, y a un particular grupo de enunciados.

       En su caracterización hay un emparentamiento del discurso literario con el de otro orden del saber, en tanto que hay elementos regulativos internos y externos, posibilitando su circulación y, a la vez, distribuyendo a los sujetos que hablan en los diferentes tipos de discurso, adecuándolos de acuerdo con las categorías casi teleológicas de los distintos contenidos de los discursos.

       El poder, en tanto discurso, se compone de la prohibición, sexual o política; la razón, en oposición a la locura, y a la “voluntad de verdad” versus la verdad auténtica. Para responder a los juegos de limitación y exclusión que los mismos discursos conllevan, Foucault apela a una verdad ideal, a una racionalidad inmanente (como principio de desarrollo), y a una ética del conocimiento, entendiéndose éste como:

[…] relación estratégica que prepara la perspectiva desde la cual abordar teóricamente “el problema de la formación de determinados dominios de saber a partir de relaciones de fuerza y relaciones políticas en la sociedad” que “no serán un velo o un obstáculo para el sujeto de conocimiento y, en consecuencia, las relaciones de verdad” (Gabilondo, 1990: 150).

     El discurso, entendido como red verbal, es acontecimiento y porta una historia donde el sujeto se dispersa. No encierra una casualidad mecánica y su materialidad se plasma en el lenguaje que lo conforma, ya sea en cuanto texto literario, explicativo, referencial o denotativo, pero adquiere su real importancia cuando permite hablar de los sujetos, ya sea como seres subjetivizados o como partícipes de la propia raigambre del poder que en él subyace.

Conclusión

El juicio de valor que se extrae de las tesis de Foucault, atañe a una verdad subsumida al discurso, que es un discurso desde el poder, desde los “espacios de racionalidad” (escuela, familia, iglesia, instituciones, etc.) donde, a través de la enunciación, se va construyendo la subjetividad del sujeto, y por derivación lógica, esa “verdad” es histórica, como lo constata la historización del discurso y, por ende, del sujeto, realizada por éste filósofo.

    Las tesis sobre el discurso, y su interrelación con el sujeto, coinciden en que parten de una categoría (el sujeto) desde la cual parecería que “cobran sentido”, para luego diseminarlas en el espacio de la escritura y dar paso al lenguaje, ya sea como creador de formas verbales posibles de estudiarse dentro de una raigambre enunciativa, o como una función dentro de un discurso anegado de poder que individualiza y crea saber.

Bibliografía

Gabilondo, Ángel (1990), El discurso en acción. Foucault y una ontología del presente, Anthropos, Barcelona.

Foucault, Michel (1994), L’archéologie du savoir, Gallimard, Paris.

______ (1971), L’ordre du discours, Gallimard, Paris.

______ (1997), El pensamiento del afuera, trad. de Manuel Arranz Lázaro, Pre–Textos, Valencia.

_______ (1988), “El sujeto y el poder”, en Michel Foucault. Más allá del estructuralismo y la hermenéutica, Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow, Universidad Nacional Autónoma de México, México, pp. 227 – 244.

 

Paralelos de la historia

 


Gilberto Nieto Aguilar

Jesús Reyes Heroles fue un destacado jurista, historiador y eminente académico que incursionó exitosamente en la política mexicana. Nació en Tuxpam, Veracruz, y falleció poco antes de cumplir los 64 años. Inicia su militancia partidista en 1939, en el PRM que más tarde sería el PRI, del cual fue presidente de 1972 a 1975.

Una vez titulado por la UNAM en Derecho (1944) inicia su carrera en diversos puestos de elección y de gobierno muy largos de enumerar. Desde los años 60 y hasta su muerte fue un referente ideológico, para quien el Estado Mexicano debía quedar por encima de intereses, tintes políticos, partidismos, voluntades sexenales. Fue un político con ideas muy avanzadas para la época aciaga que le tocó vivir.

Participa en la reforma política de 1977 bajo el lema de que posición y oposición no son términos irreductibles e irreconciliables, sino complementarios. Con varios libros y artículos escritos, muere en 1985 siendo Secretario de Educación Pública. Es en esa primera parte de los años 80 que la presión norteamericana se deja sentir con fuerza sobre México por cuestiones de la democracia y el partido en el poder.

El modelo económico que después de la Segunda Guerra Mundial llamó tanto la atención en el extranjero, de pronto se desmoronó en la docena trágica. Ahora, con un sentido negativo, el tema presente era la represión, el autoritarismo y el partido único en el poder. En los Estados Unidos era ampliamente comentado por autores como Sol W. Sanders en “México: el caos en nuestra puerta”, Alan Riding en “Vecinos distantes” y muchos artículos de ellos mismos y de otros autores.

México es una frontera muy extensa con los vecinos del norte, por lo que consideraron la situación del país como un asunto de alta seguridad para ellos. La olla de presión tuvo que abrir la válvula y en 1986 se realiza la reforma llamada “renovación política nacional”. Se creó el Tribunal de lo Contencioso Electoral, se incrementó a 200 el número de diputaciones de representación proporcional para dar salida a las inquietudes de la oposición. Desde luego, se diseñó un mecanismo para que el partido mayoritario participara en el reparto y no perdiera su mayoría.

El Congreso que recibió a Salinas era muy diferente a los anteriores, pero al interior del poder, todo “estaba bajo control”. Años más tarde, en 1993, Salinas promueve la aprobación de reformas en materia electoral (parece que en este rubro nada nos acomoda), y se reformó históricamente el artículo 82 constitucional, que introducía la posibilidad de que un ciudadano mexicano por nacimiento pero hijo de padre o madre no mexicanos pudiera aspirar a la Presidencia de la República. Tal reforma entraría en vigor hasta el 31 de diciembre de 1999.

Un acuerdo de voluntades convertido en decreto y luego en Ley que hubiera favorecido a Reyes Heroles en su época, como muchas veces se comentó. Pero tal parece que fue hecha a la medida del entonces diputado federal por el tercer distrito de León y más tarde gobernador de Guanajuato, Vicente Fox Quezada, quien llegó a la presidencia con altas expectativas para la Nación y como un ejemplo para el mundo por la pacífica transición política. Aunque todo fue una vana ilusión.

gnietoa@hotmail.com

Los obispos muertos de Fernando Botero

 


 

Por Manuel Alexander Martínez Medina

 

Fernando Botero Angulo es un artista y escultor colombiano, nacido en Medellín el 19 de abril de 1932; gracias a su estilo propio, que también es conocido como «Boterismo», representa personas y figuras en un volumen grande y excesivo, su trabajo, puede personificar la crítica política, social o religiosa e inclusive hace referencia a grandesobras de épocas pasadas como lo son “ El matrimonio Arnolfini” de Jan van Eyck y “ La Gioconda” de Leonardo da Vinci, gracias a su forma tan peculiar, podemos identificar fácilmente sus trazos ya que sus obras destacan por la opulencia que tienen las figuras que representa, que rompen absolutamente con el canon impuesto por las escuelas griegas.

 

Entre sus obras más destacadas podemos encontrar:

 

• Bodegón con sandía

• La muerte de Pablo Escobar

• La cornada

• The dancers

• Mona Lisa a los 12 años

• Self-Portrait

 

En este texto, analizaremos una de sus obras con mayor impacto y repercusión que tuvo en su carrera artística las cual conocida como “Los obispos muertos”. Esta obra se caracteriza por presentar una montaña de cuerpos de sacerdotes que reposan plácidamente, como si hubieran cedido su poder; lo que Fernando pretende mostrar en este lienzo es que ironiza las jerarquías eclesiásticas que, tradicionalmente, han condicionado la idiosincrasia e identidad en su natal Colombia.

 

De esta obra, botero realiza dos versiones, la primera en 1958 y la segunda en 1965, plasma los obispos con sus trajes, mitras y báculos, dispuestos unos sobre otros a manera de un gran bodegón de frutas. La obra en general fue sumamente criticada por la iglesia siendo representada por sus trazos sumamente grotescos así como también, su crítica hacia la iglesia de aquella época llegando incluso a considerarse fea debido a estos aspectos; pero, a pesar de ser una obra polémica por la deformación de los cuerpos, la violencia de las pinceladas y la estridencia del color, se convirtió en el primer premio de pintura en el Salón de Artistas de ese año, consagrando a Botero como el máximo pintor colombiano con tan solo 26 años

de edad.

 

Cabe resaltar que lo anterior ocasionó que Botero generara un cambio de perspectiva para la estética porque él propuso abrir nuevos horizontes.  Un claro ejemplo de esto sería su percepción misma de sus obras, ya que Botero dijo que su pintura no se basaba en pintar a las personas “gordas”, a las frutas u objetos distintos, porque si de esto se tratara simplemente pintaría a las personas u objetos tal cual se presentan; Botero va más allá de lo que a primera vista parece. A él le gustó profundizar tanto en los seres y cosas de modo que incluso llegó a satirizar obras emblemáticas con el propósito de que estas tuvieran mayor repercusión e impacto en la sociedad.

 

Finalmente, considero a Botero como uno de los mayores exponentes artísticos de toda Latinoamérica en toda su historia, ya que rompe con los estigmas previamente planteados, con lo cual genera un mayor impacto en sus obras, y para mí lo más bello del arte es poder dejar huella y trascender. A partir de la obra de Botero, considero que podemos reconocer la importancia de visibilizar otras perspectivas, otras formas de creación frente al canon estético instituido. Esto es equivalente a abrir líneas de fuga donde parece que todo ya está dado y decidido. Y creo que seguir luchando por el reconocimiento del valor libertad en general y de la libertad de creación en particular, es muy necesaria en nuestros tiempos.

LA MONTAÑA MÁGICA DE JUAN

 


Carlos Bernal Romero

 

Me gustan los cuentos de hadas

Oído en Palacio Nacional

         En México hay muchos “Pueblos Mágicos” llamados así porque a pesar de la modernidad y el progreso conserva sus tradiciones y costumbres y está llena de leyendas que son muy atractivas para los turistas.

         Por lo general esteipo de poblados son lugares de pocos habitantes y bastante pequeños que nos hacen recordar los que escribía Gabriel García Márquez o los que había en muchas películas del Cine Mexicano de la Época de Oro

         En uno de estos pueblos vivía Lizete Valeria Hernández Bernal y a pesar de no tener muchas de las comodidades de las grandes ciudades como un cine; estaba rodeado de árboles; mucho campo y una gran montaña conocida como:

         “La Montaña Mágica de Juan”

         El pueblo que se encontraba en el Estado de Hidalgo y sus habitantes lo conocían como:

         “El Pueblo de las hadas”

         El viejo Juan como todos le decían de cariño era el guardián del cerro y le decía a todos los que lo quisieran escuchar que:

         “Está lleno de hadas, peces de colores, frutas deliciosas que no tienen nombre y de un ser bellísimo que irradia; Luz, tranquilidad, paz, amor, armonía y felicidad llamado Yuzuru”

         Lo escuchaban un rato y con atención unos cinco minutos y terminaban diciendo con cariño y respeto:

         “Está bien viejo Juan”

         Sólo Lizete Valeria sabía toda la verdad del “Viejo Juan” y además lo quería mucho; porque lo conocía desde que nació y se lo veía siempre que iba a la única primaria que había en el pueblo.

         De cuando en cuando “El Viejo” Juan le decía:

         -Niña deberías acompañarme a la Montaña Mágica para que comas las deliciosas frutas que se dan ahí; veas a los peces de colores y conozcas a Yuzuru que está casi tan bonita como tú

         Ella siempre le contestaba:

         -Algún día te acompañaré a visitarla Viejo Juan”

         El pueblo de las hadas se parecía mucho al que nos pintó Carlos Carrera en su obra maestra “La Mujer de Benjamín” (1991) porque sólo tenía:

         Una tienda, una escuela, la iglesia, la casa del cura y “un par” de calles y nada más”

         Nadie podía llegar a “La Montaña Mágica” sin que lo acompañara Juan, porque él era el único que sabía su ubicación exacta y sin su guía resultaba imposible llegar a ella.

         Únicamente Lizete Valeria Hernández Bernal  sabia que eso era imposible; por sólo Juan la podía ver; porque era un alma completamente pura, como la de un niño de cinco años.

         Porque junto a:

         Al ser mágico lleno de luz llamado Yuzuru, los peces de colores, las frutas deliciosas:

          La Montaña Mágica sólo existía en la mente del “Viejo Juan” porque era:

         “El Loquito del Pueblo”

La Casa de Las Lunas

22:00 – 23:00 p.m.

29/V/2021

El día del padre

 


Gilberto Nieto Aguilar

La tradición ha señalado a México como un país muy machista, fama que se acrecentó con el cine mexicano de los años 40 y 50. Sin embargo, el padre mexicano hoy vive una transición del padre tradicional, autoritario, que decía la última palabra en el hogar, a otro que participa e interviene no solo en el suministro económico sino también en el cuidado y bienestar de su familia, con lo que genera vínculos más profundos y afectivos con los hijos.

Hace seis o siete décadas el padre era un poco lejano de los asuntos internos del hogar, y la crianza de los niños recaía en la madre. Era muy común el padre desobligado que dejaba hijos sin atender. Los últimos cambios de rol en el ejercicio de la paternidad, tanto social como cultural, se originaron, en parte, por la incorporación de las mujeres al ámbito laboral, sin estar dedicadas de tiempo completo a la casa.

Con la globalización y la emisión de incontables leyes, Convenios, Cumbres y Conferencias Mundiales sobre la igualdad de las mujeres y los derechos de los niños, quedaron atrás los papeles de las sociedades patriarcales, donde predominaba el modelo autoritario del padre proveedor que delegaba en la madre el cuidado, crianza y educación de la descendencia. El padre es cabeza de familia, y responsable de los hijos e hijas en términos económicos y legales.

Aquel padre en extinción, se caracterizó por conservar ciertos valores en la familia (aunque muchas veces él no los cumplía), y practicaba en los hijos una educación rígida, poco flexible, con mucha disciplina altamente autoritaria. La madre respetaba las decisiones del padre aunque no fuesen justas. En pocos casos fue un padre tolerante y liberal, cariñoso y comprensivo.

Sobre la segunda mitad del siglo pasado, algunas cosas comenzaron a cambiar y los padres tuvieron que sufrir una revolución ideológica y de costumbres, un cambio de paradigma conforme lo que habían vivido como hijos. Es el espacio de los años sesenta, setenta y ochenta, en que se educó familiarmente con mayor flexibilidad y condescendencia.

Los hijos de estas décadas serán padres más conciliadores. Darán mayores libertades a los hijos y las parejas se integrarán buscando mayor armonía en las responsabilidades del hogar. Claro que todo esto son generalidades y supuestos, en virtud de que la sociedad mexicana es muy diversa, y bastantes regiones de nuestro territorio nacional conservan tradiciones ancestrales.

Con el nuevo milenio nos solo la televisión transmite nuevas ideas, como lo hizo en las últimas décadas del siglo pasado. Ahora llega el uso del Internet y más tarde de las redes sociales, lo que trae la revolución digital y la Era del Conocimiento. En países como el nuestro y la mayoría de los países latinoamericanos, conviven varias percepciones de vida al mismo tiempo.

Hoy los divorcios aumentan y es más difícil criar a los hijos. Los padres (y las madres) ven disminuida su autoridad moral y formal por los contextos y las disposiciones protectoras de menores. La educación familiar cambia y la sociedad digital y globalizada sufre de una enorme confusión de valores, por la facilidad con la que fluye la información que generalmente no se analiza ni se selecciona, y por lo tanto no se internaliza adecuadamente.

gnietoa@hotmail.com

miércoles, 16 de junio de 2021

La Patria Perdida

 




Por Raúl Hernández Viveros

 

 

 

 


Desde las páginas de la Historia de la literatura mexicana, de Julio Jiménez Rueda,[1] se consideraba a un conjunto de escritores nacionales como incomprendidos por no pertenecer a ningún grupo literario, y menos haber tenido recompensas, premios o reconocimientos nacionales. Desde el control estatal sobre los intelectuales cautivos por el sistema político autoritario hasta la manipulación de la historia de México. Los intelectuales orgánicos que descubrió Gramsci, intervienen en la cultura de forma contundente bajo a una sola dirección suprema. Imponen el predominio de su voluntad hacia las demás personas. Este autoritarismo penetra en todos los sectores sociales y cultuales. Por lo cual el proselitismo vacío se proyecta desde el partido de Estado delante de la libertad de expresión se impone un solo dogma, y los intelectuales expresan una posición plural frente al control de las ideas y el monopolio de la información.

          Después de la aparición del caudillismo institucional se llegó a escribir una historia oficial. En la cual siempre el triunfalismo de que “todo va bien”, la nación se planeó como “el cuerno de la abundancia”, y brotó la cultura  oficial.

Por la cual, el investigador literario colocó a Teodoro Torres, con su novela La Patria Perdida, a la cabeza de una lista de autores independientes y fuera de los espacios grupos literarios, que en ningún momento intentaron la búsqueda de la fama y tampoco participaron en certámenes de recompensas, atribuciones económicas, o premios otorgados por jurados amistosos y recomendados.

          Antonio Castro Leal, en el prólogo a La novela de la revolución mexicana[2], ni siquiera llegó a mencionar a Teodoro Torres por la aportación literaria de La Patria Perdida[3]. No obstante, en sus notas introductorias se definieron las características de esta narrativa, principalmente en sus reflejos autobiográficos, descripciones de cuadros y episodios que se desprendieron de algunos hechos acontecimientos y acciones de la lucha revolucionaria en México. Con esta base épica se describieron episodios nacionales bajo la confirmación del carácter mexicano; fue el examen de la conciencia y las bases para recrear el sentido de la patria, como una revelación de nuestras conquistas sociales frente a la supuesta e imaginada  redención del pueblo de México.

Sin embargo, también los vencidos, aquellos que fueron derrotados y expulsados del país, pudieron escribir sus crónicas y memorias durante el enfrentamiento con el exilio. La huida de México provocado por la llegada de los revolucionarios al poder, permitió que miles de familias emigraran hacia EEUU. Pocas obras literarias reflejaron las inquietudes y preocupaciones del éxodo hacia el enfrenamiento y descubrimiento de otros sentimientos lejos de las fronteras nacionales. Desarraigados abandonaron todo su pasado, y sintieron la nostalgia de la patria perdida, y el trasplante a otro territorio, la adopción de diferentes costumbres. Por supuesto intentaron el aprendizaje de otro idioma y el conocimiento de una  historia norteamericana.

Alfonso Junco;[4] escribió en su comentario: “En mi sentir, brillan en La patria perdida tres calidades que le dan rango definitivo. Primero, enfoca un tema grande, punzador y caliente de humanidad y mexicanidad, no tocado hasta entonces por ningún novelista nuestro: la expatriación. Y habla Teodoro de lo que vio con sus propios ojos, palpó con sus propias manos, lloró con su propio corazón. Y así, la novela no remeda la vida: ¡es vida!”

Teodoro Torres en su novela La Patria Perdida, pudo ofrecer la visión de los derrotados por la Revolución mexicana. En sus páginas no existieron las descripciones de combates sangrientos y batallas memorables. Tampoco existió la mínima referencia a las persecuciones o asesinatos políticos. Por lo cual, el autor mantuvo la originalidad de aproximarse a la verdadera creación literaria, en donde se permitió abrir y mostrar las heridas de los sentimientos, al mismo tiempo que recrear los conflictos humanos que mostraron la crisis existencial de su protagonista.

Al escritor Teodoro Torres no le importó el contenido de la esencia épica. En todo caso, a través de su escritura consignó destacar los rasgos de la afirmación nacionalista. Debido a su experiencia de haber logrado ver el bosque desde afuera, desde la lejanía de su lugar de origen, Teodoro Torres ofreció profundas reflexiones sobre la esencia del ser mexicano. Después de escapar de la derrota, fundó su propio y original espacio  en la hacienda Bellavista, en las cercanías de Kansas.

Durante el estallido de la Revolución Mexicana Luís se enfrentó como teniente de ingenieros, egresado del Colegio Militar con: “La sublevación de todo un pueblo contra el orden establecido, presenció horrores, injusticias, la resurrección de las viejas discordias y sintió el desconcierto de un creyente que ve caer en torno suyo las imágenes de los dioses que adoraba y juzgaba indestructibles”, (p.13). De todas maneras, el protagonista participó en el ejército federal durante cuatro años. Por lo cual con sus ahorros y herencia, pudo comprar tierras en el estado de Missouri en los límites de Kansas.

Fue como la creación de un paraíso terrenal, rodeado de familias de trabajadores mexicanos, sueño maravilloso que finalizó en el momento que un médico le diagnosticó tuberculosis a su esposa Ana María, frente a esta situación trágica renacieron los sentimientos por regresar a México. Entonces la enferma, le exigió prometerle: “que si muero no me dejarás en esta tierra que no ha sido mala con nosotros, pero que no es la mía” (p. 19). Después de varias recaídas Ana María fue trasladada a un hospital de la ciudad de Kansas, para confirmarse la noticia de su gravedad.

Al poco tiempo, Luís  la trasladó de regreso a Bellavista. Durante su enfrentamiento con la muerte, Ana María todavía recuperó fuerzas con la llegada del verano, y al poco tiempo coordinó las fiestas patrias que se organizaban cada año entre las familias mexicanas trabajadoras en Bellavista. Al poco tiempo, Ana María falleció, y fue sepultada en el cementerio memorial de Kansas. Por lo tanto, Luís decidió volver a México, en búsqueda de un lugar a donde imaginó llevar los restos de su esposa. Al llegar a San Antonio reconoció otra vez que: “A raíz del triunfo de la revolución constitucionalista y la disolución del ejército federal al que había pertenecido Luís, San Antonio fue un gran centro de refugiados. Millares y millares mexicanos que salieron de su país para ponerse a salvo de las represalias de un partido que se mostraba implacable con los vencidos, escogieron la ciudad tejana para vivir en ella. Sin saber por qué la consideraban el lugar indicado para reorganizarse y recuperar el poder perdido, para volver, en una contrarrevolución formidable a desalojar a quienes les habían echado. (p. 136).

El regreso hacia la patria resultó demasiado complicado porque en el consulado de México, Luís advirtió el rechazo por ser considerado con: “un aire de mártir y de héroe, de paladín de la buena causa, que iba a esperar el momento propicio para marchar con los suyos, a la gran batalla reaccionaria por la libertad y por la patria”, (P.  137).  Cuando Luís llegó a la frontera, en el instante de pisar tierra mexicana, sintió que el cielo estaba pintado de un verdadero y original color, transparente, y más hermoso que en Estados Unidos. Sin embargo el contraste con la vida de sus habitantes, le demostró la terrible realidad mexicana, de inmediato enseñándole el verdadero rostro de la pobreza, el atraso social y económico.

El viaje en tren de vuelta al territorio mexicano, significó como la devolución a un pasado inmovilizado por el abandono y marginación de sus habitantes, que al no encontrar un poco de bienestar sólo anhelaban escapar hacia el sueño americano. Luís hizo realidad el anhelo de volver a recorrer el lugar de sus orígenes en el estado de Michoacán, pero al descubrir las ruinas de su hacienda; decidió continuar hasta la ciudad de México. Por fortuna el paisaje mexicano impuso su belleza en el pensamiento del protagonista, y Teodoro Torres demostró en cada una de sus descripciones un inmenso amor a la tierra mexicana. En cambio, Luís el protagonista analizó los altos niveles de corrupción de los políticos y revolucionarios en el poder. En sus reflexiones sopesó la radiografía de la inseguridad y la violencia en México.

En la parte final de la novela La Patria Perdida, el personaje central  decidió alejarse lo más pronto posible de la pesadilla posrevolucionaria y de nuevo formó parte de las largas filas de mexicanos que prefirieron irse a radicar a Estados Unidos, lejos del desastre de México. Dentro de la riqueza del material anecdótico, el discurso narrativo obtuvo una fuerza profundamente reflexiva sobre datos autobiográficos, que alternaron los valores de esta novela que fue rescatada,[5] hace tres décadas.

Teodoro Torres demostró el sentido de la arquitectura novelística y el valor de expresar los sentimientos individuales y nacionales sobre la tragedia mexicana. Su ambicioso tema sobre la mexicanidad abrió las puertas de la trascendencia hacia lo contemporáneo, que es el estudio de los seres humanos a través de la observación literaria. En el  arte relacionado con los procedimientos de la memoria, La Patria Perdida constituyó una de las principales novelas mexicanas del siglo XX. Por medio de la evocación  literaria se llegó a la nostalgia del reencuentro con las raíces.

“Un galopar furioso de la raza, a través de aquellos montes que se veían al frente, un ir y venir de los hombres agitados a veces por el amor de la patria, y otras por las pasiones bastardas. Un eterno vivir en el torbellino que no dejaba medrar el árbol nacido de misteriosas y fuertes cimientes, en la infancia de este mundo nuevo…” (p.286), expuso nostálgicamente en dicha reflexión el autor.

La Patria Perdida filtró una parte de la condición humana que continúa hasta nuestros días, bajo una interesante actualidad. En su galería de personajes evocó los recuerdos de un exiliado que no tuvo otra posibilidad y actitud insobornable, más que la de volver hacia el paraíso inventado por sus sueños de grandeza. Al lado del hijo norteamericano adoptado, como el protagonista que se reintegra al progreso, la armonía, y la vida con los suyos en la hacienda de Bellavista, en Kansas. Sin olvidar aquellos fragmentos de una canción que se repitieron en sus oídos: “A los mexicanos/que se van al extranjero/a sufrir por hallar pan…”

Desde  entonces millones de mexicanos se trasladaron en búsqueda de mejores salarios en E.E.U.U., para aliviar la situación crítica de sus familiares en territorio mexicano. A partir de aquella etapa envían millones de dolares hacia su lugar de origen. Nada más en el 2020, llegaron más de 40,000 millones  de dolares para ayudar y promover un bienestar frente al aumento de la pobreza, el desempleo, y el descenso de la canasta básica que ahora ni siquiera para eso alcanza porque se necesitaria ganar 3 salarios mínímos para vivir mínimamente con dignidad. Todo esto se planteaba en la narrativa de Teodoro Torres en su novela La Patria Perdida, donde ya pronosticaba el abismo entre los pobres, la clase media baja y los políticos corruptos que tienen asegurado el porvenir de su parentela. Vale la pena recordar esta narrativa de un personaje que tuvo  que salir y escapar de México.


Emiliano Zapata | Mexican culture art, Mexican art, Aztec art



[1] Ediciones Botas, México, 1928

[2] Aguilar mexicana, México, 1960

[3] Ediciones Botas, México, 1935

[4] Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975.

 

[5] SEP-Cultura-premiá Editora, en 1982.