
Por Raúl Hernández Viveros
Desde las páginas de la Historia de la literatura mexicana, de Julio Jiménez Rueda,[1] se consideraba
a un conjunto de escritores nacionales como incomprendidos por no pertenecer a ningún
grupo literario, y menos haber tenido recompensas,
premios o reconocimientos nacionales. Desde el control estatal sobre los intelectuales
cautivos por el sistema político autoritario hasta la manipulación de la
historia de México. Los intelectuales orgánicos que descubrió Gramsci,
intervienen en la cultura de forma contundente bajo a una sola dirección
suprema. Imponen el predominio de su voluntad hacia las demás personas. Este
autoritarismo penetra en todos los sectores sociales y cultuales. Por lo cual
el proselitismo vacío se proyecta desde el partido de Estado delante de la
libertad de expresión se impone un solo dogma, y los intelectuales expresan una
posición plural frente al control de las ideas y el monopolio de la
información.
Después
de la aparición del caudillismo institucional se llegó a escribir una historia
oficial. En la cual siempre el triunfalismo de que “todo va bien”, la nación se
planeó como “el cuerno de la abundancia”, y brotó la cultura oficial.
Por la cual, el investigador literario colocó a
Teodoro Torres, con su novela La Patria
Perdida, a la cabeza de una lista de autores independientes y fuera de los
espacios grupos literarios, que en ningún momento intentaron la búsqueda de la
fama y tampoco participaron en certámenes de recompensas, atribuciones
económicas, o premios otorgados por jurados amistosos y recomendados.
Antonio
Castro Leal, en el prólogo a La novela de
la revolución mexicana[2],
ni siquiera llegó a mencionar a Teodoro Torres por la aportación literaria de La Patria Perdida[3].
No obstante, en sus notas introductorias se definieron las características
de esta narrativa, principalmente en sus reflejos autobiográficos,
descripciones de cuadros y episodios que se desprendieron de algunos hechos
acontecimientos y acciones de la lucha revolucionaria en México. Con esta base
épica se describieron episodios nacionales bajo la confirmación del carácter
mexicano; fue el examen de la conciencia y las bases para recrear el sentido de
la patria, como una revelación de nuestras conquistas sociales frente a la
supuesta e imaginada redención del
pueblo de México.
Sin embargo, también los vencidos,
aquellos que fueron derrotados y expulsados del país, pudieron escribir sus
crónicas y memorias durante el enfrentamiento con el exilio. La huida de México
provocado por la llegada de los revolucionarios al poder, permitió que miles de
familias emigraran hacia EEUU. Pocas obras literarias reflejaron las
inquietudes y preocupaciones del éxodo hacia el enfrenamiento y descubrimiento
de otros sentimientos lejos de las fronteras nacionales. Desarraigados
abandonaron todo su pasado, y sintieron la nostalgia de la patria perdida, y el
trasplante a otro territorio, la adopción de diferentes costumbres. Por supuesto
intentaron el aprendizaje de otro idioma y el conocimiento de una historia norteamericana.
Alfonso Junco;[4]
escribió en su comentario: “En mi sentir, brillan en La patria perdida tres
calidades que le dan rango definitivo. Primero, enfoca un tema grande, punzador
y caliente de humanidad y mexicanidad, no tocado hasta entonces por ningún
novelista nuestro: la expatriación. Y habla Teodoro de lo que vio con sus
propios ojos, palpó con sus propias manos, lloró con su propio corazón. Y así,
la novela no remeda la vida: ¡es vida!”
Teodoro Torres en su novela La Patria Perdida, pudo ofrecer la
visión de los derrotados por la Revolución mexicana. En sus páginas no
existieron las descripciones de combates sangrientos y batallas memorables.
Tampoco existió la mínima referencia a las persecuciones o asesinatos
políticos. Por lo cual, el autor mantuvo la originalidad de aproximarse a la
verdadera creación literaria, en donde se permitió abrir y mostrar las heridas
de los sentimientos, al mismo tiempo que recrear los conflictos humanos que
mostraron la crisis existencial de su protagonista.
Al escritor Teodoro Torres no le importó
el contenido de la esencia épica. En todo caso, a través de su escritura
consignó destacar los rasgos de la afirmación nacionalista. Debido a su
experiencia de haber logrado ver el bosque desde afuera, desde la lejanía de su
lugar de origen, Teodoro Torres ofreció profundas reflexiones sobre la esencia
del ser mexicano. Después de escapar de la derrota, fundó su propio y original
espacio en la hacienda Bellavista, en
las cercanías de Kansas.
Durante el estallido de la
Revolución Mexicana Luís se enfrentó como teniente de ingenieros, egresado del
Colegio Militar con: “La sublevación de todo un pueblo contra el orden
establecido, presenció horrores, injusticias, la resurrección de las viejas
discordias y sintió el desconcierto de un creyente que ve caer en torno suyo
las imágenes de los dioses que adoraba y juzgaba indestructibles”, (p.13). De
todas maneras, el protagonista participó en el ejército federal durante cuatro
años. Por lo cual con sus ahorros y herencia, pudo comprar tierras en el estado
de Missouri en los límites de Kansas.
Fue como la creación de un paraíso
terrenal, rodeado de familias de trabajadores mexicanos, sueño maravilloso que
finalizó en el momento que un médico le diagnosticó tuberculosis a su esposa
Ana María, frente a esta situación trágica renacieron los sentimientos por
regresar a México. Entonces la enferma, le exigió prometerle: “que si muero no
me dejarás en esta tierra que no ha sido mala con nosotros, pero que no es la
mía” (p. 19). Después de varias recaídas Ana María fue trasladada a un hospital
de la ciudad de Kansas, para confirmarse la noticia de su gravedad.
Al poco tiempo, Luís la trasladó de regreso a Bellavista. Durante
su enfrentamiento con la muerte, Ana María todavía recuperó fuerzas con la
llegada del verano, y al poco tiempo coordinó las fiestas patrias que se
organizaban cada año entre las familias mexicanas trabajadoras en Bellavista.
Al poco tiempo, Ana María falleció, y fue sepultada en el cementerio memorial
de Kansas. Por lo tanto, Luís decidió volver a México, en búsqueda de un lugar
a donde imaginó llevar los restos de su esposa. Al llegar a San Antonio
reconoció otra vez que: “A raíz del triunfo de la revolución constitucionalista
y la disolución del ejército federal al que había pertenecido Luís, San Antonio
fue un gran centro de refugiados. Millares y millares mexicanos que salieron de
su país para ponerse a salvo de las represalias de un partido que se mostraba
implacable con los vencidos, escogieron la ciudad tejana para vivir en ella.
Sin saber por qué la consideraban el lugar indicado para reorganizarse y
recuperar el poder perdido, para volver, en una contrarrevolución formidable a
desalojar a quienes les habían echado. (p. 136).
El regreso hacia la patria resultó
demasiado complicado porque en el consulado de México, Luís advirtió el rechazo
por ser considerado con: “un aire de mártir y de héroe, de paladín de la buena
causa, que iba a esperar el momento propicio para marchar con los suyos, a la
gran batalla reaccionaria por la libertad y por la patria”, (P. 137).
Cuando Luís llegó a la frontera, en el instante de pisar tierra
mexicana, sintió que el cielo estaba pintado de un verdadero y original color,
transparente, y más hermoso que en Estados Unidos. Sin embargo el contraste con
la vida de sus habitantes, le demostró la terrible realidad mexicana, de
inmediato enseñándole el verdadero rostro de la pobreza, el atraso social y
económico.
El viaje en tren de vuelta al
territorio mexicano, significó como la devolución a un pasado inmovilizado por
el abandono y marginación de sus habitantes, que al no encontrar un poco de
bienestar sólo anhelaban escapar hacia el sueño americano. Luís hizo realidad
el anhelo de volver a recorrer el lugar de sus orígenes en el estado de
Michoacán, pero al descubrir las ruinas de su hacienda; decidió continuar hasta
la ciudad de México. Por fortuna el paisaje mexicano impuso su belleza en el
pensamiento del protagonista, y Teodoro Torres demostró en cada una de sus
descripciones un inmenso amor a la tierra mexicana. En cambio, Luís el
protagonista analizó los altos niveles de corrupción de los políticos y
revolucionarios en el poder. En sus reflexiones sopesó la radiografía de la
inseguridad y la violencia en México.
En la parte final de la novela La Patria Perdida, el personaje
central decidió alejarse lo más pronto
posible de la pesadilla posrevolucionaria y de nuevo formó parte de las largas
filas de mexicanos que prefirieron irse a radicar a Estados Unidos, lejos del
desastre de México. Dentro de la riqueza del material anecdótico, el discurso
narrativo obtuvo una fuerza profundamente reflexiva sobre datos
autobiográficos, que alternaron los valores de esta novela que fue rescatada,[5] hace
tres décadas.
Teodoro Torres demostró el sentido
de la arquitectura novelística y el valor de expresar los sentimientos
individuales y nacionales sobre la tragedia mexicana. Su ambicioso tema sobre
la mexicanidad abrió las puertas de la trascendencia hacia lo contemporáneo,
que es el estudio de los seres humanos a través de la observación literaria. En
el arte relacionado con los
procedimientos de la memoria, La Patria
Perdida constituyó una de las principales novelas mexicanas del siglo XX.
Por medio de la evocación literaria se
llegó a la nostalgia del reencuentro con las raíces.
“Un galopar furioso de la raza, a
través de aquellos montes que se veían al frente, un ir y venir de los hombres
agitados a veces por el amor de la patria, y otras por las pasiones bastardas.
Un eterno vivir en el torbellino que no dejaba medrar el árbol nacido de
misteriosas y fuertes cimientes, en la infancia de este mundo nuevo…” (p.286),
expuso nostálgicamente en dicha reflexión el autor.
La Patria Perdida filtró una parte de la condición humana que
continúa hasta nuestros días, bajo una interesante actualidad. En su galería de
personajes evocó los recuerdos de un exiliado que no tuvo otra posibilidad y
actitud insobornable, más que la de volver hacia el paraíso inventado por sus
sueños de grandeza. Al lado del hijo norteamericano adoptado, como el protagonista
que se reintegra al progreso, la armonía, y la vida con los suyos en la
hacienda de Bellavista, en Kansas. Sin olvidar aquellos fragmentos de una
canción que se repitieron en sus oídos: “A los mexicanos/que se van al
extranjero/a sufrir por hallar pan…”
Desde entonces millones de mexicanos se trasladaron en
búsqueda de mejores salarios en E.E.U.U., para aliviar la situación crítica de
sus familiares en territorio mexicano. A partir de aquella etapa envían
millones de dolares hacia su lugar de origen. Nada más en el 2020, llegaron más
de 40,000 millones de dolares para
ayudar y promover un bienestar frente al aumento de la pobreza, el desempleo, y
el descenso de la canasta básica que ahora ni siquiera para eso alcanza porque
se necesitaria ganar 3 salarios mínímos para vivir mínimamente con dignidad.
Todo esto se planteaba en la narrativa de Teodoro Torres en su novela La
Patria Perdida, donde ya pronosticaba el abismo entre los pobres, la clase
media baja y los políticos corruptos que tienen asegurado el porvenir de su
parentela. Vale la pena recordar esta narrativa de un personaje que tuvo que salir y escapar de México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario