Por
Paulina García Barna Hernández y Silvana Herrera Martínez
Desde nuestros
antepasados hasta hoy, los seres humanos hemos aprovechado lo que nos ofrece la
naturaleza para sobrevivir. Indudablemente, el ser humano siempre ha pensado en
dejar huellas. Sin embargo, resulta problemático este modo de proceder cuando
se concluye que todo lo que tenemos alrededor podemos dominarlo, controlarlo y
someterlo. Al actuar de esta manera, se suele olvidar que los seres humanos no
somos la única especie en el planeta y que, por tanto, debemos aprender no sólo
a no considerarnos dueños de todo lo que existe, sino a coexistir con los demás
seres vivos de la Tierra.
El
objetivo de esta pequeña reflexión es evidenciar, criticar y cuestionar los
planteamientos de la modernidad en su versión humanista y liberal, así como
visibilizar la repercusión que sobre el medio ambiente tienen estas ideas. De
paso, queremos sugerir volver la mirada a determinados valores sociales.
El dejar
una huella siempre ha sido uno de los objetivos del ser humano; cambiar,
revolucionar, producir y dejar nuevos conocimientos a través del tiempo. Sin
embargo, actualmente se están dejando huellas devastadoras en el medio
ambiente; se están explotando los recursos naturales sin ningún cuidado. Pero esto
inicia en una época: la modernidad. En épocas pasadas no se veía este impacto
negativo en la naturaleza; los pueblos originarios en el México antiguo, por
ejemplo, tenían rituales que pretendían la conservación de la madre naturaleza
ya que formaba parte de sus creencias. Sin embargo, desde la modernidad hasta
la fecha, y sobre todo por el desarrollo científico y tecnológico contemporáneo,
se perdió esto y se vive tratando de seguirle el paso a los nuevos productos
tecnológicos.
Desde la
modernidad, lo que más ha importado es la eficacia, el rendimiento y el
beneficio. Son factores que aparte de darle ganancia a una empresa productora,
también le dan poder y un gran sentimiento de superioridad y seguridad por
sobre todas las cosas. Quizá por ello mismo, podemos decir que se han
descuidado algunos valores fundamentales, tales como la justicia, la equidad y
la igualdad.
Desde el
humanismo renacentista se ha establecido como centro y medida de todas las
cosas al hombre, y esto, cabe destacar, ha generado la exaltación del mismo por
sobre todas las cosas. Esta proclamación, juntamente con el liberalismo
económico ha contribuido a la exaltación de la individualidad y al consecuente
rechazo de los valores comunitarios. Esto es evidente cuando nos percatamos de
que los individuos y sus grandes compañías han acaparado los recursos naturales
porque la competencia lo exige y porque se piensa en el propio beneficio,
generando con ello mucha desigualdad.
Respecto
al liberalismo, queremos decir que es cierto que implica libertad, pero también
beneficio y crecimiento propio. Y ante esto, sugerimos problematizar lo
anterior preguntando: ¿hasta dónde esa libertad proclamada beneficia realmente
a todos y promueve equidad?
Desde el
punto de vista de la política liberal se sugiere darle importancia al ciudadano
antes que al soberano; respetar derechos de los individuos y evidenciar que el
Estado solo los preserva. Esta visión nos parece acertada ya que no marca
distinción entre los seres humanos a partir del nacimiento, sino que resalta
que solo por el hecho de nacer tenemos los mismos derechos, además, la división
de poderes pretende evitar el dominio de una sola persona. Sin embargo, queremos
decir que entre estos derechos es necesario insistir en que también tenemos
derecho a un medio ambiente adecuado para nuestro desarrollo y bienestar. Decimos
que insistimos en la necesidad de este derecho porque en la actualidad en
nombre de la individualidad y la libertad se utilizan los recursos naturales para
la conveniencia de empresas o corporaciones específicas, perjudicando con ello
a la naturaleza y a todos los seres vivos. En este sentido, nos parece
pertinente afirmar que tenemos el derecho a la vida, a la propia conservación,
pero ¿eso implica violar y sobreponer nuestros derechos sobre todo lo viviente?
En nuestra opinión, esto no es así.
Para
continuar con nuestros comentarios sobre el liberalismo, esta vez en su aspecto
económico, sabemos que se parte del supuesto de que hay una libre competencia
entre individuos. Sin embargo, en el plano de lo concreto, lo cierto es que nunca
se toma en cuenta que no todos pueden participar en el juego, y de ser así, no
todos empiezan del mismo lugar. En términos generales, podemos decir que el
liberalismo económico tampoco genera equidad, sino desigualdad de oportunidades
para los individuos.
Desde
nuestro punto de vista, consideramos que es necesario proclamar la libertad, es
decir, proteger y mantener las libertades individuales, furto del liberalismo,
pero también es necesario considerar que se requiere volver a situar en el
centro de atención el valor de la colectividad y el necesario cuidado del medio
ambiente.
A partir
de un pensar en la modernidad (razón instrumental) y en el liberalismo
económico (exaltación de la competencia), consideramos que es importante
visibilizar que éstos han generado repercusiones negativas no sólo en el plano
social, sino en el medio ambiente. El comercio excesivo de recursos naturales,
como combustibles y productos forestales, mineros y pesqueros, ejemplifica
esto. Es verdad que tales recursos son fundamentales para la vida humana, pero
cuando se trata de considerar su agoptabilidad, esto no se ha tomado muy en
serio. En efecto, debido a la desigualitaria distribución de recursos en todo
el mundo, muchos países toman el papel de exportar o importar recursos dejando
de lado el daño que producen. El “libre acceso” (fundamento del liberalismo) a
los recursos naturales, trae consecuencias para la naturaleza, ya que los
recursos se extraen sin consideración y sin reglas de protección.
Después
de lo anteriormente mencionado, queremos concluir que los conceptos de modernidad
(razón instrumental) y liberalismo económico han generado consecuencias
negativas en la sociedad y en el medio ambiente. La exaltación de la razón
instrumental se ha convertido en una forma de hacer uso de la razón con fines profundamente
economicistas, rentistas y alienantes, basándose en el desarrollo
científico-tecnológico. Ante esta situación muy propia de la modernidad, pero
muy latente hasta la fecha, consideramos que es necesario volver la mirada a
valores tales como la equidad y la justicia, pero también es necesario hacer un
llamado para que se adquiera conciencia de las consecuencias que sobre nuestro
entorno natural genera la competencia y la acumulación de capital.
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