Por Mariana Platas Morales, Carlos Larrinaga Portilla
e Ixchel Luna Baruch
Descritos como seres dotados de inteligencia superior y
raciocinio, los seres humanos presumimos ser la cúspide de la evolución, sin
embargo, ¿qué tan inteligentes son realmente quienes destruyen su propio hogar,
amenazando con ello toda forma de vida, incluyendo a su propia especie? Y en
este sentido conviene preguntar también: ¿En qué momento pasamos de ser un
mundo verde y vivo, a un mundo de plástico?
La respuesta proviene de la conexión entre modernidad y
liberalismo. Como es sabido, durante la modernidad surgió la idea de que
mediante la razón era posible dominar, someter y controlar la naturaleza. Esta
idea en conjunción con la exaltación del individualismo y de la competencia en
la batalla por la ganancia y la utilidad, fruto del liberalismo económico, nos
permite vislumbrar que desde ese entonces se ha ido gestado un terrible
escenario caracterizado por un incremento de escasez debido a la contaminación
y sus efectos sobre el clima y los ecosistemas.
Como sabemos, el liberalismo económico defiende que la economía se debe autorregular sin intervención del Estado, lo
que significa que será la propia ley de la oferta y la demanda la que encuentre
una solución igualitaria y armónica al crecimiento y desarrollo social. Fue en el
siglo XIX cuando este modelo comenzó a tomar fuerza como modelo económico y dio
origen al enorme monstruo del capitalismo como lo conocemos hoy.
En 1907
la mente brillante del químico belga-americano Leo
Baekeland creó la baquelita, el primer plástico fabricado, y con su enorme
éxito en 1909 se inició la industria del plástico. Sus ventajas respecto al vidrio son básicamente su menor precio y su
gran versatilidad de formas. Y para visibilizar la conexión de este acontecimiento
con el liberalismo económico, es preciso recordar que, de acuerdo a este modelo, el objetivo de
cualquier productor es reducir gastos y aumentar ingresos para tener un gran
beneficio.
Por ello, en la década de los cincuentas se partió de este principio
del liberalismo económico y se terminó convirtiendo el plástico en la
alternativa perfecta para un negocio altamente rentable. Desde ese entonces, la apertura y diversidad de mercados junto con la oferta y
demanda de productos elaborados en plástico, dieron lugar
a una sobreexplotación sin medida del medio ambiente
buscando satisfacer las exigencias del mercado.
Además, conviene recordar que en una sociedad liberal la demanda
aumenta, y que, por ello mismo, las grandes industrias deben buscar otras
fuentes de materias primas para solventar la producción, y esto es realmente
problemático, pues genera explotación de ecosistemas en otros países, así como
una excesiva contaminación.
No hay que dejar de lado que la contaminación es un subproducto indeseado
de la sobreproducción, Y al respecto es pertinente recordar que en 1950 se produjeron dos toneladas de plástico en el mundo y en
2015, 448 millones de toneladas. En referencia estos datos los investigadores
creen que, si se sigue produciendo plástico al ritmo actual, alrededor de
12.000 millones de toneladas de basura de plástico acabarán en los vertederos y
en nuestro entorno en 2050.
Consideramos que la razón instrumental en conjunción con el
mercado liberal cuyo fin absoluto es la creación de productos desechables para
así generar consumo continuo, nos han llevado al punto
grave en el que nos encontramos hoy; grandes sequías,
inundaciones, huracanes, extinción de especies y demás, son enormes indicadores
del daño que le hacemos a nuestro planeta y a su vez, a nosotros mismos.
Sin embargo, las preocupaciones sobre este asunto no han
faltado. Un mundo con serios problemas ambientales en aumento ha ocasionado el
surgimiento de un nuevo liberalismo: el “liberalismo verde”. El filósofo
político Marcel Wissenburg en 1998 argumentó que se debe rechazar la idea de
los derechos de propiedad absolutos y aceptar restricciones que limiten la
libertad de abusar de la naturaleza y los recursos naturales, otorgando prioridad
a la producción más eficiente, energías renovables, y estableciendo al mismo
tiempo frenos a la sobreproducción y la sobreexplotación de recursos.
Pero si partimos de lo evidente, de una sociedad individualista,
consumista y preocupada por la ganancia y la utilidad, nos preguntamos, no sin
una profunda preocupación ¿Qué tan grave debe ser la situación ambiental para
que tomemos cartas en el asunto desde hoy y no lo dejemos para mañana? Después
de todo, creemos que es preciso hacer un llamado urgente, pues por primera vez
en la historia estamos en riesgo todos y todos necesitamos intentar solucionar
este problema universal.
1 comentario:
Hablando de ecosistemas existe una teoría relacionada con la pandemia y la alteración de los ecosistemas
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