Por Lisardo Enríquez L.
El porfirismo representaba en las últimas décadas del siglo XIX y en los inicios del siglo XX, la negación de un pasado de gloria que habían dejado los liberales de la Reforma, y antes los grandes libertadores de la independencia. El régimen porfirista veía a México como un país poderoso, pero lo creía posible justificando los privilegios de los ricos, dando prerrogativas al capital extranjero, y aplicando una política autoritaria y dictatorial que, según su punto de vista, anulara el desorden que se había vivido durante más de medio siglo. De esa manera, lo que ocurrió en la realidad es que se suprimieron las libertades y los derechos de la mayor parte de la población y, como en cualquier dictadura, lo que prevaleció fue un autoritarismo atroz, como lo relata en toda su crudeza el periodista norteamericano John Kenneth Turner en su libro México Bárbaro.
Aparte de pocos y grandes terratenientes, la dictadura creó una burguesía que fue, a su vez, el sostén de esa misma dictadura. Pero este régimen no fue capaz de crear una clase media ni urbana ni rural, ni una industria nacional. Las empresas y el comercio estaban principalmente en manos de extranjeros. Un dato concreto de cómo estaban las condiciones económicas en aquella época, revela por qué se empezó a generalizar aún más el descontento en el país en esas fechas: La tasa de crecimiento en la producción de la industria entre 1900 y 1910 bajó de manera drástica en relación con la que correspondió al decenio 1890-1900. Es decir, la economía vino a menos haciéndose más grave la pobreza, las libertades se suprimieron y sólo se hacía presente la fuerza del poder político y militar.
El Estado democrático desapareció y se sustituyó por el poder absoluto, dictatorial y personalista del Gral. Porfirio Díaz. Los derechos y libertades se volvieron efectivos solamente para el pequeño grupo de allegados a él, y como consecuencia también desapareció el sufragio universal. El pueblo fue anulado de la vida política.
Uno de los primeros señalamientos sobre lo falso de esa estructura de privilegios, fueron las ideas de Wistano Luis Orozco, abogado jalisciense, quien en 1895, con las armas del conocimiento jurídico, abrió las posibilidades para el desarrollo del pensamiento de oposición, al poner en evidencia que la propiedad de grandes extensiones de tierra no estaba fincada en el esfuerzo de quienes la detentaban, sino en la miseria de todos los demás.
Es así como se inicia el Movimiento Precursor de la Revolución Mexicana, considerando a éste como la totalidad de antecedentes de carácter político de la Revolución, que incluye huelgas, manifestaciones, rebeliones y levantamientos armados que comenzaron cuando se fundó el Club Liberal “Ponciano Arriaga”, en 1900, y llegaron hasta el inicio de la Revolución propiamente dicha en 1910. Estamos hablando de diez años de intensa labor organizativa y de actividad política en la que hubo amenazas, encarcelamientos, asesinatos y destierros. En esta labor precursora desempeñaron un papel principal los intelectuales de la clase media, entre ellos muchos periodistas, y algunos que pertenecían a un estrato de la clase acomodada.
Con el manifiesto que publicó Camilo Arriaga el 30 de agosto de 1900, convocando a la organización de los liberales y denunciando el resurgimiento del clericalismo, se desencadenó una respuesta en trece estados de la República y en el Distrito Federal, en donde se organizaron aproximadamente cincuenta clubes liberales. Entre los principales estados donde prendió esta iniciativa estaban: San Luis Potosí (de donde era Arriaga, así como otros liberales muy importantes que después se radicalizaron y colaboraron en el Partido Liberal con Ricardo Flores Magón), Hidalgo, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Durango, Zacatecas, Nuevo León, Michoacán, Puebla y Veracruz.
Coincidiendo con el aniversario de la promulgación de la Constitución de 1857, el 5 de febrero de 1901 se inició el Primer Congreso Liberal en el Teatro de la Paz de San Luis Potosí, con una duración de seis días y la asistencia de más de cincuenta delegados, donde tuvieron una participación destacada Camilo Arriaga, Juan Sarabia, Antonio Díaz Soto y Gama y Ricardo Flores Magón, a quienes se les reconoció como figuras centrales del Congreso y de esta organización liberal. Flores Magón dijo en ese Congreso: “¡La administración de Porfirio Díaz es una madriguera de ladrones!” Al principio los delegados rechazaron estas palabras, pero él las repitió dos y tres veces con fuerza y convicción, hasta que le aplaudieron respaldando esa posición. Había temor de que el Congreso pudiera ser disuelto, porque afuera del teatro estaban las tropas federales. Por fortuna eso no ocurrió, pero después fueron clausurados por el ejército o la policía los clubes liberales, en por lo menos la mitad de los estados donde se habían creado.
Las mujeres tuvieron una participación fundamental, el 15 de junio de 1901, Juana B. Gutiérrez de Mendoza y la Profesora Elisa Acuña fundaron el semanario Vésper, que se caracterizaba por ser antiporfirista. Es importante citar a Antonio Díaz Soto y Gama, quien el 18 de julio de 1901, en Pinos, Zacatecas dijo en un discurso refiriéndose a Porfirio Díaz: “Caudillo que traiciona a la democracia. . . que no tiene un átomo de demócrata, ni la más leve tintura de estadista, ni conoce el respeto a la ley”. Por este discurso Porfirio Díaz mandó a que lo secuestraran y lo enviaran después a la cárcel de Belén de la ciudad de México. Cuando vino la Revolución, Díaz Soto y Gama se sumó a las filas del zapatismo. El 4 de noviembre de ese mismo año, 1901, el Club Liberal “Ponciano Arriaga” publicó un manifiesto en el que se habló por primera vez del problema agrario y de la necesidad de una reforma social.
Durante la mayor parte del año 1902, los principales dirigentes del movimiento liberal estuvieron en la cárcel. Lo anterior tuvo un efecto contrario al que se pudiera esperar al privar a los hombres de su libertad, hicieron que sus ideas se radicalizaran. De esa manera, el 23 de febrero de 1903, el Club Liberal “Ponciano Arriaga” publicó otro manifiesto en el que acusaba a la dictadura de dejar “al pueblo en la más triste orfandad política, sin una garantía que lo proteja, sin una libertad que lo eleve, sin un derecho que lo dignifique”. Unos días después, en otro manifiesto, éste del día 27 del mismo mes y del mismo año, decía: El Club “Ponciano Arriaga”. . . de pie sobre todas las miserias y sobre todos los personalismos, os convoca hoy ante el ara del deber a luchar por la regeneración de la patria.
Los años de 1904 a 1906 fueron de exilio para estos luchadores sociales que se instalaron en diversos lugares de los Estados Unidos de Norteamérica, de manera itinerante, debido a que eran perseguidos. A fines del mes de septiembre de 1905, en el exilio, se instaló en San Luis Missouri la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, que fue el eje de todos los movimientos de lucha revolucionaria que durante esos años se realizaron en México. No obstante que el gobierno de Porfirio Díaz tenía prohibidas las huelgas, se hicieron un total de 250 en esa época. Entre el 1 y el 3 de junio de 1906 tuvo lugar la huelga de Cananea. Y el día 1 de julio de ese año, 1906, se publicó el Programa del Partido Liberal Mexicano, en el periódico Regeneración, que con ese motivo tuvo un tiraje de 250,000 ejemplares. El mismo Programa se imprimió en 500 mil pliegos más que se distribuyeron en nuestro país y en otros países del mundo.
El Programa contenía un apartado sobre Capital y Trabajo, en el que se estipulaba establecer la jornada máxima de trabajo de 8 horas, que se estableciera un salario mínimo, que se pagara con dinero en efectivo y no de otra forma, que se suprimieran las tiendas de raya, que se prohibiera el trabajo de niños menores de catorce años, que hubiera indemnización por accidentes y se garantizaran condiciones higiénicas y de salud en el trabajo.
La difusión del Programa, la penetración del periódico Regeneración y la huelga de los mineros de Cananea, Sonora, propiciaron en los últimos meses de 1906 la adhesión y simpatía de muchos trabajadores al Partido Liberal Mexicano dirigido por Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Enrique Flores Magón, Librado Rivera y Manuel Sarabia.
De esta manera, grupos de revolucionarios afines al Partido Liberal llevaron a cabo dos levantamientos locales en el año de 1906. El primero el 26 de septiembre, en el que tomaron la plaza principal de Jiménez, Coahuila, y cortaron las líneas telefónicas, siendo dispersados después por las tropas federales. El segundo fue en el sur de Veracruz, del 30 de septiembre al 3 de octubre, donde se levantaron en armas más de mil hombres, trescientos de los cuales fueron comandados en Acayucan por Hilario C. Salas, quien anteriormente había trabajado como obrero textil en la región de Orizaba.
Para el mes de noviembre de ese mismo año, 1906, los patronos de la industria textil redujeron los salarios de los trabajadores, ya de por sí muy mermados, como lo estaban las condiciones generales de su trabajo, en las cuales no tenían garantías de ningún tipo, por la connivencia que había entre empresarios y gobierno. Ello hizo que los obreros de Puebla y Tlaxcala se fueran a la huelga el 4 de diciembre. La reacción de los trabajadores de la industria textil de la región de Orizaba fue apoyar a sus compañeros enviándoles ayuda en tanto se mantenía la huelga, lo que propició que los patronos cerraran las fábricas en la región de Orizaba, buscando con ello dejar a todos sin recursos para sobrevivir.
Ante esta situación, los representantes de los trabajadores tomaron el recurso de entrevistarse en la Ciudad de México con el propio Presidente de la República, solicitándole su apoyo para que interviniera en la solución de sus justas demandas. Como consecuencia de esa entrevista, el Presidente emitió un laudo el 4 de enero de 1907, en el que se mencionaban unos puntos que aparentemente favorecían a los obreros, pero en donde lo más determinante era que no se permitirían más huelgas, que se les vigilaría y que los trabajadores de Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Jalisco, Querétaro y Distrito Federal, debían regresar a sus labores a partir del 7 de enero.
Los obreros de las fábricas de la región se reunieron en la Ciudad de Orizaba y ahí escucharon cuál era la resolución del Presidente de la República. En los trabajadores había desesperación por no tener lo indispensable para comer. Ya habían empeñado lo poco que tenían, y sus familias sentían angustia por no poder satisfacer sus necesidades más elementales. Por otra parte, había surgido en ellos una toma de conciencia, producto de la propia necesidad y del trabajo político que ya se había extendido, mediante el cual se daban cuenta claramente que eran explotados. Cuando el dirigente José Morales terminó de leer el documento, los presentes quedaron en un largo silencio. Después comenzó a sentirse que había descontento, y entre la multitud una voz que sentenciaba no aceptar esa determinación, exclamando: ¡Primero mártires que esclavos! Era el primer anuncio de lo que sería al día siguiente la rebelión. Lo que se deriva de esta lectura, es que tenía que haber sacrificio en toda la extensión de la palabra y, efectivamente, vinieron los mártires, los mártires del 7 de enero de 1907 en Río Blanco, Nogales y Santa Rosa.
El Gran Círculo de Obreros Libres, creado en el mes de junio de 1906, desempeñó un papel fundamental en la politización de los trabajadores de la industria textil de la región de Orizaba. En esta labor fueron pioneros José Neira, amigo cercano de Camilo Arriaga, fundador del Club Liberal “Ponciano Arriaga”, y Juan Olivar, quienes eran delegados del Partido Liberal Mexicano.
En 1908 hubo nuevos levantamientos. El primero fue el 24 de junio en Viesca, al sur de Coahuila, donde rebeldes al grito de “¡Viva la Revolución!”, “¡Viva el Partido Liberal!”, asaltaron las oficinas del gobierno municipal, la casa del jefe político y la sucursal del Banco de Nuevo León, y tuvieron el control del pueblo por uno o dos días. El segundo fue en Las Vacas, también del estado de Coahuila, donde otro grupo de rebeldes del Partido Liberal Mexicano atacó la guarnición militar el 26 de junio de ese año. En esa misma fecha hubo otro contingente rebelde que apareció en Casas Grandes y luego marchó a Palomas, en donde el 30 de junio y el 1 de julio se enfrentó a tiros con los soldados de la guarnición de ese lugar. Otros levantamientos tuvieron lugar en Los Hornos, Matamoros, y en la Sierra de Jimulco, del estado de Coahuila.
Es este un recuento muy rápido de la lucha llamada movimiento precursor de la Revolución Mexicana, en el que hubo coraje, idealismo, entrega y decisión. Cuando nuestros contemporáneos dicen: “Pues ahora estamos igual o peor que cuando la época de Porfirio Díaz”, lo que no dicen es que ninguno de nosotros tiene las agallas que tuvieron aquellos hombres y aquellas mujeres que dieron todo, incluso su sangre, por ver a la patria liberada del yugo de la tiranía.
La Constitución Política que se puso en vigor en 1917, el mayor triunfo de la Revolución Mexicana a favor del pueblo, pudo rescatar mucho de lo que se propuso en el Programa del Partido Liberal Mexicano. Ahí están las ideas, la lucha y la sangre derramada por los mártires del movimiento precursor.
Bibliografía.
Cockcroft, James D., Precursores intelectuales de la revolución mexicana, Siglo XXI Editores, Vigesimoquinta edición en español, México, 2005.
Córdoba, Arnaldo, La ideología de la Revolución Mexicana, la formación del nuevo régimen, Ediciones Era, 24ª. Reimpresión, México, 2007.