Francisco
R. Vargas
Hemos logrado hacer
un florilegio, durante los años de búsqueda de las obras de Delgado, que incluye
noventa y un poemas originales y cinco traducciones.
Existen
perdidas diez y siete poesías más, cuyos nombres conocemos, así como la fecha
de su factura: A Cenobio Paniagua (10 de agosto de 1873), A Hidalgo
(15-1X¬1873), Al Citlaltépetl (II de 1875), Primavera del alma (IV-1878),
Discreción (4-XII- (1878), La
Mariposa (24-VUI-1878), Amor ===== (V-1879), A 1a Patria (15-1X,
1879), Invitación al Baile (1881), La
Siesta (VIII-1882), Décima (Dic. de 1886), Poesía (12 de
octubre de 1892), A la señora Pazos de Lezama (1896), A Federico Alatorre
(1913), La Civilización,
A Isabel, EI Cohete (Soneto).
El
estudio de lo conocido, nos permite decir que el aeda cordobés dio a sus
rimas características idénticas a las de
la prosa; fue sencilla y gallarda, grácil y elegante, por su cultura vasta,
basada principalmente en sus conocimientos sobre la literatura del siglo de oro
español, fue impecable en la forma y exacto en la idea, en cuanto a la veracidad
y con relación al molde en el cual encajarlo; el desarrollo fue de acierto
envidiable y la vestidura elegante y justa. Y muchos de sus poemas, sobre todo
las odas, tuvieron la sonoridad de los cantores italianos, que a orgullo habrían
tenido calzarlas con su firma.
El
estilo en lo general, de pureza y conclusión esmerada permite que el poema deje
en el espíritu, de quien lo oye lo lee, sabor de vino añejo, sensación de
grandeza y de altura, serenidad y profundidad de pensamiento y satisfacción y
deleite completo.
Qué
enorme placer se guarda en el alma y cuánto
paladea el gusto artístico escuchar' al
aedo cuando canta "A la
Raza Latina" diciendo:
"Si alguien pregona gárrulo
que vives en la escoria,
y que tus pueblos débiles,
mueren sin fe ni gloria,
bajo la clave férrea
del anglo y del sajón;
responderé que armígera
el orbe recorriste,
y cuando entre los límites
de Europa no cupiste,
un mundo nuevo -América-
puso a tus pies Colón!
Con
seguridad envidiable versifica el poeta y da gallardía a su verso; esa
gallardía que es menester cuando la raza es el motivo del canto; gallardía que
ha de dar al, poeta épico, empuje necesario para encumbrarle y apartarle de la
sima del ridículo.
El
narrador de hazañas aparece después, de que entierra en la tumba de sus recuerdos el amor añorado y que le llenó de
infortunios, aquel amor que hizo brotar llanto de sangre a los diez y siete años
de edad; publica su poema "Gil Pérez" en el que se vuelve a notar la
difícil facilidad en la versificación y la atinada elección del tema, que traen remembranzas de trovadores antiguos
y sabor de romancero español:
"No
lejos de Valdemosa
En
lo alto de una montaña,
se
eleva feudal castillo
de
la llanura atalaya:
............................
y
no falta exclamación valiente, precisa.
de
alguien que sabe morir por su rey,
por
su dama y por su -honor:
“¡adelante
mi mesnada
que
no morir es deshonra!"
Y
después de ese citado poema nos regala con "Una Venganza Sacrílega",
leyenda brillante, amena, delicada, atrevida, sangrienta, vengativa y
medieval:-
............................
“En tu mansión feudal tras alto muro,
sin testigo y con dolo, a puñaladas
muerte le diste tú... cuentas te pido!
Señor de Valdemar, llegó tu hora
Dios tus años contó y han terminado…'"
También
se distingue cuando a través de consejos a su tutoreada pinta la filosofía de
la vida, adornando su relato con un fondo de descripciones excelentes:
.........................................
ella empieza a vivir y nada sabe!
él sabe todo y a olvidarlo empieza!
.........................................
.........................................
Por las llanuras y en las verdes lomas
blanqueaba risueño caserío
como nívea bandada de palomas,
posadas en las márgenes del río".
Y
enamorado de los clásicos en quienes abrevó su sed de cultura, aparece el poeta
bucólico, lleno de gracia, que con sencillez luminosa deja para su pensamiento
triste un ropaje galano y adecuado:
"Y: el campanil de rústico santuario
con plañidera voz tocaba a muerto.
Sorprende
y agrada en este poema delicado la facilidad asombrosa de su diálogo.
Y ya es necesario
advertir en el poeta veracruzano su enorme facultad descriptiva, aunada a su
peculiar y elegante manera de manejar el epíteto, aunque a veces abuse de él y
recargue en mucho su dicción.
Y
acaso nació la necesidad de vestir el vocablo por usar, de la contemplación de
esta rincón paradisíaco del Estado de Veracruz, donde corrieron sus años mozos,
la naturaleza en esta feraz tierra también pide adjetivos porque los necesita:
el árbol que crece en la vega o en la montaña no puede ostentarse solo y
atalado; ha menester el adorno lujurioso de la exúbera selva; en su copa se
adorna con el canto de las avecillas enamoradas; en sus horquetas prenden las
triadas, multiformes florecillas, se enrosca en el tronco y ramas como una
guirnalda abajo un aleteo de mariposas alfombra con sus policromías la tierra
bienhechora lugar. ¡Qué riqueza de epítetos ha colocado Natura en el cuadro que
se contempla! y Delgado fue un enamorado de lo que veía y contemplaba y, por
ende, hubo de vestir el sustantivo con la galanura que el adjetivo que le daba.
Y
estos cuadros, en miniatura, supo engarzarlos con maestría, en sólo catorce renglones
o en pequeños poemitas incluirlos en sus obras de largo metraje; poemitas, pero
que podían ser separados y tener vida propia; sin desdoro alguno.
Como
prueba de lo asentado ahí están todos sus sonetos de los alrededores de Orizaba.
Y el dedicado a Xalapa, y como ejemplo de los incluidos en poemas grandes, esta
muestra delicada y galana:
"El sosiega la furia de los mares,
la leve bruma del torrente trisa,
y hace cantar a la nocturna brisa
un idilio de amor en los palmares.
El cuida de la endeble trepadora
que al viejo tronco del saúz se agarra,
da luz a la lucerna voladora,
miel a la abeja y canto a la cigarra;
grana a la mies que en el feraz planío
en olas de oro se revuelve inquieta,
desata el arroyuelo para el río,
y corona la mística violeta
con brillante diadema de rocío".
Y
vaya otra pequeña cuarteta, que es todo un grandioso poemita:
"Junto al raudal que le besaba al paso,
soberbio de su agreste gallardía,
un lirio de los valles entreabría
su corola magnífica de raso",
Con
cuadros deliciosos nos regala cuando se acerca a la naturaleza y es el epíteto belleza
de colorido y luz en su obra pictórica;
"Vellón de armiño donde
amor anida,
cesto
de lisco, colombina pluma,
en tu
collado tu beldad se esfuma
mientras
menos visible más querida.
De níveo razo y de crespón vestida,
-velo nupcial a tu esplendor
de bruma-
eres flor de la niebla, flor
de espuma,
por el viento del trópico
mecida.
Brillas en la serena
lontananza
con prestigiosa irradiación
suprema,
de fuegos en munífico
derroche;
y saga de ilusiones y añoranza,
pareces en la sombra una
diadema
caída de la frente de la
noche".
(A Xalapa)
Y para cerrar con broche de oro vaya el delicadísimo
soneto intitulado "En las Montañas de Tlilapan":
"Todo lo enerva la pesada siesta,
en el maizal el céfiro reposa;
y busca la cerúlea mariposa
el húmedo frescor de la floresta
al terminar la campesina siesta
que en contorno cien pueblos
alboroza en pintoresca procesión piadosa
sube la gente la empinada cuesta.
Cesa el petardo de atronar el viento,
acalla el campanario su alegría,
en el fondo del valle soñoliento,
y repitiendo va la serranía
el son del tamboril pausado y lento,
y el llorar de la triste chirimía".
En este soneto clásico y elegante está encerrada la
poesía de Rafael Delgado; en él se encuentran todas las cualidades del aedo, en
el que se hallarán todas las características de su numen y de su facultad pictórica
y descriptiva.