Carlos Aguilar Muñoz
EL PRECEPTISTA O DIDACTA
En la imprenta del Gobierno del Estado de Veracruz, se
imprimió, en 1904, la primera parte de sus Lecciones
de Literatura (Estilo y
composición), dedicadas a alumnos
del Colegio Preparatorio de Xalapa, en donde, como en Orizaba, profesó literatura por varios
años. La segunda parte no llegó a imprimirse. El maestro dictaba los apuntes en
clase. Dicha segunda parte se denomina Retórica y Poética.
La obra, como el mismo Delgado lo hace constar en el prólogo,
no es del todo original. "Tiene mucho de Lefranc", nos dice, hasta el
grado de haberla traducido (frecuentemente) con fidelidad minuciosa".
Pese a la honradez del autor, hay en la obra mucho de
cosecha propia y, desde luego, el
mayor elogio que puede hacerse que en ella revela su calidad de esteta crítico, porque siendo como era férvido orador de lo
clásico, y, enemigo, por tanto, del decadentismo no tiene empacho en decirnos:
"Además, -debemos decirlo- los autores de esas obras, en su mayor parte andan mal informados, tal vez ayunos en cuanto se refiere a los procedimientos del arte contemporáneo, maravillas en sus aciertos, y digno
de interés hasta en sus mayores extravíos".
Al hablar de que a muchos causará extrañeza que haya dado poco
lugar a los clásicos españoles de los siglos XVI y XVII, también nos dice:.. Esto quedará explicado más
adelante, al tratar de la forma del éstilo. Nos limitaremos a
decir que cada época tiene el suyo y que actualmente el estilo de aquellos
célebres ingenios resulta para
los estudiantes, penoso, cansado y casi siempre oscuro. Las lenguas se modifican y se
perfeccionan y si bien es cierto que pierden mucho de su carácter nacional y castizo, ganan, y no
poco, en flexibilidad, soltura y eufonía. Digámoslo con el
respeto que nos inspiran tales ingenios: cuántos escritores contemporáneos de
tantos como al presente abundan en España, escriben mejor que muchos antiguos,
cuya autoridad invocamos a cada instante".
Ponderación de crítico y de esteta que, enamorado de
la belleza, la confiesa donde existe.
Tiene, además, las Lecciones
de Literatura, el mérito de su nacionalismo,
por la abundancia de citas y de ejemplos de escritores mexicanos y como es
lógico, con predilección veracruzanos, a cuyo Estado llama "benemérito
de las letras nacionales".
Todo ello revela que Delgado tenía dotes de preceptista y
depurado gusto estético, y la elección de trozos literarios de diversos
autores que como ejemplos ilustran la teoría del texto, no pudo haberlo hecho a
menos de estar poseído de esas dotes.
Si por didacta entendemos al autor de textos de las
diversas disciplinas de la inteligencia, cabe analizar aquí su Geografía Histórica
que tampoco es original, ya que en ella, más que en la Literatura , se nota el
acopio de material extraño, como el mismo Delgado lo hace notar.
Esta cátedra la impartía, en Orizaba, en el Colegio
Preparatorio del que, como es sabido, llegó a ser profesor y rector. Amena e
interesante no prestó gran contingente al desarrollo intelectual de los
educandos.
Naturalmente, adunada a sus dotes de preceptista,
andaba su dote de educador o maestro, sobre todo en su cátedra de Literatura, y
sólo la frivolidad de la juventud o la carencia de vocación literaria, pudieron
contrarrestar, en ocasiones, el mérito de esa labor educativa.
"Delgado tenía vocación de maestro. Entraba en
camaradería franca con el discípulo y hacía sugestiva y atrayente su clase,
entre otras causas, amén de su cultura literaria, por su don supremo de conversador.
Infundía el amor a las letras, porque él, como sacerdote de la belleza,
oficiaba en sus aras con devoción y fervor. Tenía gran cariño por sus
discípulos que le seguían fuera de las horas de clase. Cuando murió, buena
parte de esos discípulos estuvo en su lecho de enfermo velándolo por varias
noches, y en los instantes de su muerte, esa juventud gallarda en su sinceridad
y en sus sentimientos, lloró con amargura la ausencia del maestro; y hoy
todavía, a una distancia de muchos años, aquellos corazones ayer juveniles,
humedecidos en lágrimas los ojos, bajo el peso doliente de los años, cubierta
la cabeza de canas y surcado de arrugas el rostro, vienen a confesar el credo
del maestro; su fe en el amor y su fe en el arte.
EL ORADOR
¿Cabe analizar a Delgado como orador? Fueron pocos sus
discursos, alocuciones y brindis. Los pronunciados en las distribuciones de
premios a los alumnos del Colegio Preparatorio de Orizaba; en la segunda
exposición de flores y pájaros, en Coyoacán; en la presentación de José Segarra
y Joaquín Juliá, en el Teatro Llave de Orizaba; en la colocación de la primera
piedra del monumento al caritativo cura párroco don José Nicolás del Llano y
alguno otro más, no lo acreditan como orador.
No podemos hablar del pronunciado
en la .velada literaria organizada en Puebla para celebrar la erección de la Universidad pontificia,
porque ha sido imposible localizarlo y lo desconocemos por completo.
Por otra parte, Delgado
no improvisaba sus discursos. No era orador de palabra hablada (el verdadero
orador), sino de palabra
escrita. Carecía de las dotes físicas del
orador, sobre todo de voz que era "tarda y opaca" 1
Orador sin voz no es orador. La voz, en la oratoria, es de mágica virtud que
puede un discurso carecer galas literarias y si la voz es cálida,
emotiva, de fácil dicción, si la tonalidad responde al movimiento de las pasiones, el orador
conquista al auditorio.
Pero, ni literariamente
esos discursos y alocuciones nos muestran al
orador. Maestro de Delgado, el sabio jurisconsulto: don Silvestre Moreno Cora,
adolecía, a si mismo, del gravísimo defecto de una voz, sin
registros, uniforme, monótona, apagada, y, sin
embargo, en sus discursos hallamos más pensamientos elevados y más altos conceptos filosóficos.
Hasta aquí creeríamos,
por lo dicho que Delgado no fue orador, pero llega el 8 de julio de 1905. La Sociedad Sánchez Oropeza organiza una velada memorable, para otorgar los
premios a los vencedores en justa literaria que convocó para conmemorar el
tercer centenario secular de la publicación del Quijote, y en esa noche inmortal, Rafael Delgado deleita al audito
con un magistral discurso que lo inmortaliza como orador. Con donosura de
estilo, en forma lana y castiza, en períodos, ora
rotundos, ora alados; señor de la sintaxis; en frase de soltura sin igual,
escribió Delgado tan bellísimo discurso, acaso como el del P. Mir en su recepción de la Academia Española
de la Lengua.
Este
solo discurso bastaría a Delgado, si careciera de otra obra, para abrir las
puertas de la Academia
al donoso escritor, galano prosista y
paladín del casticismo en tierras de habla española.
Novelista
de primera línea, inicia su discurso con acertada definición de la novela, para
pasearnos después, en marcha triunfal, por los fértiles dominios de la misma.
Qué
atinadas observaciones acerca de los atributos de todo novelista; qué bucear en
las profundidades de su propia alma de artista, para darnos la fórmula secreta
y del consejo estético.
Aprovecha
también la oportunidad para sintetizar, de mano maestra, la historia de la
poesía lírica castellana, demostrándonos nos con el ejemplo, la verdad de sus
aseveraciones y de su calidad de crítico. Después nos lleva por el campo de la
novela, deteniéndose, con deleite, en la inmortal, el Quijote, del que nos dice
en uno de sus más a brillantes párrafos: "No sólo celebramos el Quijote
por sus bellezas de invención, reflejo de todo un pueblo, patentes para el
vulgo, sino por otras recónditas, arcanas, a escondidas, y como en reserva para
lectores refinados y exquisitos. En ellas está el alma de Cervantes; su
concepto de la vida; su amor a la verdad y a la justicia; sus ideas acerca del
hombre y de sus cosas; su queja triste y dolorosa, mal disimulada por la
sonrisa; su lamentación regocijada y satírica, la de un espíritu supremo
lastimado y ofendido, que perdona, pero que encuentra en la burla inofensiva
consuelo bien bienhechor; su honrada protesta contra dolos e injusticias y el
culto fervoroso a cuanto exalta y dignifica a los hombres”.
Y
todos los altos conceptos y los profundos conocimientos literarios y
científicos y dotes críticas que campean en el discurso, envueltos en el manto
maravilloso de un estilo elegante, sobrio, rico en matices, ático, alado,
impregnado de difícil facilidad.
Con
suprema emotividad de artista, el alma cristiana de Delgado vibró a gran altura,
abrazada, por simpatía, al alma pura de Cervantes y dejó a la posteridad una
pieza oratoria aun no apreciada en su verdadero valor, que lo inmortaliza en
los dominios de la oratoria.
EL CRÍTICO
La
crítica literaria, en la historia de nuestras letras, ha tenido poco
desarrollo, sobre todo en el siglo pasado, no siendo, sino hasta muy
recientemente cuando ha prosperado con Alfonso Reyes, los hermanos Alfonso y
Gabriel Méndez Plancarte, Carlos González Peña, Julio Jiménez Rueda, Francisco
Monterde, Antonio Castro Leal, Agustín Yáñez, José Luís Martínez y otros.
Rafael
Delgado ni se dedicó a la crítica literaria, ni presumió de ello; pero evidentemente
que tiene algunos estudios en que analizó el valor estético de la obra de
algunos escritores, y por ello merece análisis.
Sus
conversaciones literarias nos dan, a conocer a los siguientes autores: Gustavo
A. Bécquer, Gaspar Núñez de Arce; Leopardi, Alfonso de Lamartine, José Joaquín
Pesado, José Zorrilla, Manuel Eduardo de Gorostiza.
No
pueden considerarse estas conversaciones literarias como obra de crítica, si no
más bien catalogarlas en el estudio del orador, porque aun cuando con el
modesto nombre de conversaciones, están escritas en el, tono de verdaderos
discursos, campeando en ellas, como en toda la obra de Delgado, los primores
del estilo y la donosura y gallardía de la frase castiza y elegante.
Pero,
a pesar de ello, Delgado revela dotes de crítico.
Después
de las galas oratorias, de períodos fáciles y bellos, aparece la observación
aguda del crítico. Así, nos dice, en el estudio o conversación sobre Bécquer:
"No pueden comprenderse las Rimas sin estudiar antes las Leyendas. Bécquer
tenía una de las más valiosas cualidades del talento: la de saber callar; y hay
que buscar en sus escritos de prosista la clave para penetrar todo el sentido
de sus versos".
Y
termina analizando la obra del sevillano, en estos términos: "En suma,
podemos decir que Bécquer es un poeta de altísima inspiración, de singular,
talento y de alma delicada y tierna; rico en gracia, en colorido, en intención
y en" trascendencia como prosista y un gran poeta lírico, de una
subjetividad tan verdadera y humana, que sus cantos hallan siempre un eco en
todos los corazones; una gloria de la cual su el patria con justos motivos se
muestra orgullosa, uno de los poetas que mejor han correspondido a su nación y
a su siglo, y un la genio digno de eterna memoria de los hombres”.
El
mismo procedimiento y la misma agudeza en las conversaciones sobre Núñez de
Arce, Leopardi, Gorostiza, Zorrilla, en que Delgado luce, además, los profundos
conocimientos que tenía de las literaturas griega, latina e italiana. Su
disertación sobre Hamlet es muy bella y atinada. No fué un ingenio dedicado a
la crítica literaria, pero sí un artista
con depurado gusto estético y sólida y recia que lo capacitaron para emitir juicios
serios y atinados.
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