martes, 10 de septiembre de 2013

Editorial


El bien común


La problemática suscitada con relación a la Reforma Educativa ha tomado rumbos inesperados. Los legisladores no calcularon el grado de inconformidad que se generaría. Aquí hay un hecho incontrovertible: el descontento del profesorado ha encontrado solidaridad.
Al parecer el origen de la comprensión del problema es la escasa información que posee la sociedad y un numeroso grupo del gremio magisterial. Aunado a lo anterior grupos políticos han aprovechado para azuzar al profesorado.
Son evidentes las canonjías de las que goza el magisterio, cedidas a través del sindicalismo con fines electorales. De igual manera la pérdida parcial de la rectoría del Sistema Educativo Nacional, reconocida por el propio Estado, pero también lo es el impacto social como consecuencia de la baja calidad de la educación.
Ante esta problemática –que de paso se constituye un distractor para dar paso a las reformas energéticas, hacendaria, seguridad nacional y demás- no se visualiza una pronta alternativa de solución porque ninguna de las partes desea ceder: líderes sindicales han perdido no sólo su liderazgo sino autoridad, amén de gozar de escasa credibilidad, ya bastante deteriorada tiempos atrás.
Es deseable, prevalezca el estado de derecho permeado por la justicia, en la que cada una de las partes reconozca que el bien común está por encima de todo interés individual o de grupo. Pero este ideal se logrará en la medida que se instituya un verdadero diálogo, donde las partes estén convencidas que sólo cediendo, sus intereses particulares, ya sean hegemónicos o laborales, se puede construir el camino para construir una patria para todos.


Benito Pérez Galdós un republicano vigente



Olga Fernández Alejandre*

      Que mejor comenzar el año haciendo mención a uno de los mejores escritores que han dado las letras españolas. Me refiero a don Benito Pérez Galdós. Novelista, dramaturgo, periodista y político, un quehacer que compaginó acertadamente.
      De él, se ha dicho que es un gran reformador de la novela española, del naturalismo y del romanticismo. Sus novelas tienen verdaderos tintes realistas, sin embargo están llenas de ternura y como si de una pintura se tratase, su pincel da pocos trazos pero llenos de matices. Por el largo sendero de sus escritos más de ocho mil figuras de caracteres diferentes se apoderan de la escena, en una caravana interminable de detalles inherentes al temperamento humano.
      También se asegura: Es el segundo novelista después del ilustre Cervantes y uno de los más grandes novelistas europeos. Comparable a Dickens, Balzac o Dostoievski. Siendo traducido a un sinnúmero de idiomas.
      Es un narrador omnisciente, sobre todo siente la responsabilidad y el compromiso del problema social español. Por consiguiente es escrupuloso, minucioso y muy cuidadoso en los diálogos de la lengua castellana con sabor castizo; tiene una gran virtud; elige los nombres de sus personajes de acuerdo al modo de ser de cada uno.
      Se afirma que se asemeja a Cervantes en compartir una vida común y corriente (aparentemente) además, los dos fueron muy fecundos. Hicieron ambos; personajes de invención, de verdadera fábula, haciéndolos tan reales y verosímiles que se puede decir con seguridad son personajes de carne y hueso.
      Este genio de las letras españolas nació en la isla las Palmas de Gran Canaria un 10 de mayo de 1843. Fue un niño callado, introvertido y muy observador. De pequeño asiste a un colegio inglés donde aprende a dialogar, pero sobretodo se planta en él, la semilla liberal. Su padre teniente coronel siempre le contaba sobre la guerra de independencia contra los franceses.
      Al cumplir los diecinueve años parte para el continente, al llegar a Cádiz toma un tren que lo llevará hasta Madrid. Se inscribe en la facultad de Derecho de la Universidad Central. Como las clases le aburren no asiste a ellas, pero un día descubre el ateneo de la calle Montera y se pone a leer en su biblioteca, alternando tertulias con los amigos, idas al teatro y a la ópera. Sus padres preocupados porque no iba a la escuela, lo amonestan y el para calmarlos encuentra un empleo en el periódico La Ilustración de Madrid y en La Nación, donde comienza a escribir sus artículos. Era de complexión delgada, alto, ojos negros, una gran cabellera y un copioso bigote.
      En 1867 viaja a París y visita la Exposición Universal, ahí descubre a Balzac, lectura que lo marcaría para siempre, y junto con Dickens y Cervantes formarían su proposición literaria.
      Escribe La Fontana de Oro siendo su primera novela, y queda convencido que el ser escritor es su vocación. Como nadie le quiere editar su libro se asocia con una imprenta, pero el ser autor y editor desgraciadamente, lo dejan en la ruina. El socio pretendió apoderarse de los derechos de autor de varias de sus trabajos y tuvo un largo y costoso proceso para rescatar sus obras.
      Ramón Pérez Ayala afirmaba: En una ocasión su editor Gabino Pérez quiso comprarle los derechos literarios de las dos primeras series de los “Episodios Nacionales” por mil quinientas pesetas, una fortuna en ese entonces. Don Benito replicó: “Don Gabino, ¿vendería usted a su hijo?
      En 1870 publica la novela La Sombra en la revista de “España”, en episodios. Hay quien dice que fue su primera obra, anterior a la Fontana de Oro.
      En 1871 conoce a un viejo de apellido Galán, había sido grumete del barco “Santísima Trinidad” y fue testigo del combate de Trafalgar. Le contó varios sucesos de ésta batalla, que le sirvieron a Benito junto con los relatos de su padre, como punto de partida para escribir los “Episodios Nacionales”.
      Recibió varios reconocimientos a lo largo de su vida. En 1870 fue nombrado Caballero de la Orden de Isabel la Católica. Y en 1876 recibe la Cruz de la Orden de Carlos III.
      En 1885, lo eligen diputado, tiempo después junto con un gallego apellidado Iglesias pronto dirigen el partido social-republicano. Durante estos años le toca vivir las revueltas, motines, manifestaciones, encarcelamientos y hasta fusilamientos. Incluso el atentado que sufrió el rey Alfonso el día de su boda.
      Posteriormente se trasladan a Madrid, sus hermanas María y Carmen, viuda, con su hijo José y comienza una nueva etapa. De su vida amorosa poco se sabe ya que fue muy discreto; destaca la escritora Emilia Pardo Bazán con la que tuvo un romance de casi 20 años. De uno de sus amoríos, le quedó María, una hija natural. Incluso en sus Memorias de un Desmemoriado, (autobiografía) casi no toca el tema.
      El 7 de febrero de 1897 ingresa a la Real Academia Española de la lengua. Su discurso de ingreso se llamó “La sociedad presente como materia novelable”. En ese mismo mes el 21 contestaría el discurso de ingreso de José María de Pereda uno de sus más queridos amigos.
      En 1901 estrena la obra teatral “Electra”, al decir de los críticos de aquella época cuando cayó el telón en el quinto acto, los asistentes le dieron tal ovación, cimbrando el teatro; de tal modo que él tuvo que salir, ¡dieciséis veces! A invitación del respetable público.
      La obra por donde quiera que se le mire es de corte anticlerical y a partir de su estreno motivó muchas manifestaciones en contra de la iglesia en todo el país.
      Los católicos trataron de boicotearla; sin embargo esto sirvió para aumentar su fama ya que en Madrid se representó más de cien veces, en provincia más de quinientas y lo increíble se llevó a París y a Roma cosechando los mismos triunfos que en España e inmediatamente se tradujo a varios idiomas.
      Muchas de sus novelas fueron adaptaciones para el teatro. Según nos dice, José Luís García Fernández: “El mérito teatral de Galdós está más en lo sicológico que en la tramoya”. Las más conocidas son: Electra, Las de San Quintín, Mariucha, El Abuelo, Casandra, Doña Perfecta, La Loca de la Casa, por supuesto se acortó porque era muy extensa.
      Por esas fechas ya le habían practicado dos operaciones en los ojos por cataratas, que no tuvieron éxito quedando totalmente ciego.
      Muy enfermo asistió a la inauguración de un busto que le hicieron en el parque del retiro el 19 de enero de 1919, durante toda la ceremonia preguntaba si no había asistido el rey, hasta que alguien le contestó: ¡Don Benito que cosas pregunta usted sabiéndose profundamente republicano! Lo tuvieron que izar pues quiso tocar su efigie con las manos. Ciego como estaba comentó: ¡Se parece mucho a mí! Llorando de emoción.
      El 4 de enero de 1920, se extinguió un genio de las letras de habla hispana, acompañado de sus familiares. Al mismo tiempo, lo flanqueaban sus protagonistas a los que dio una verdadera existencia en sus creaciones literarias, ahí, a sus pies se encontraba doña Perfecta, erecta, firme y con el gesto adusto, figura que sacó en parte de su madre por su intransigencia, Marianela, la pobre ciega, Benigna la bondadosa, el abuelo, el usurero Torquemada. Igualmente Fortunata, Jacinta y Juanito Santa Cruz, en fin tantos y tantos personajes, que dieron fuerza a sus magníficos escritos.
      Su entierro reunió a la más alta sociedad española, intelectuales, políticos, familiares y un grupo numerosísimo de obreros y obreras, ellas portando su mantón de Manila para las grandes ocasiones, pusieron una nota de calidez, y de salero en uno de los entierros más concurridos de que se tiene memoria. Según los periódicos de la época más de treinta mil personas acudieron a su entierro; en los balcones y terrazas se amontonaban las personas para verlo pasar.
      Su obra “Los episodios Nacionales” es la crónica de la España del siglo XIX. El país palpita con gran fuerza en sus escritos aunque a veces parezcan descuidados, son maravillosamente animados. Es una obra formidable, donde la acción va unida a sucesos históricos en forma cronológica.
      La primera serie (su protagonista Gabriel Araceli) (1873-1875) trata de la guerra de la independencia. La segunda (1875-1879) describe las luchas entre liberales y absolutistas. (Su personaje principal es el liberal Salvador Monsalud). Tras un silencio de veinte años vuelve a escribir la tercera parte (1898-1909). Aquí relata la primera guerra Carlista. La cuarta (1902-1907) se desarrolla durante la revolución de 1848 y la caída de Isabel II. La quinta parte (1907-1912) queda incompleta.
      La imponente obra constituye una de las más importantes de la literatura española de todos los tiempos y desempeña un efecto bastante considerable en el camino de la novela histórica Española. Aquí se percibe la evolución épica desde la primera serie, hasta una dolorosa incredulidad, y la intolerancia de la política, como el trastorno social de los subsiguientes volúmenes.
      En cambio en sus novelas su creación es genealógica. Las narraciones de la primera etapa representan caracteres mucho más intolerantes, verticales y rígidos. Él poco a poco fue dejándose seducir por sus personajes, ya que esto contribuye a escudriñar en la vida y en la psique de cada uno de sus protagonistas e influenciado en gran parte por el método francés del naturalismo. Por supuesto lo lleva de la mano hacia un realismo más humano, siendo algunas de las características de las narraciones galdocianas.
      Logra su madurez de escritor con “Doña Perfecta” en ella manifiesta la intolerancia de ideas alrededor de un pueblo (Orvajosa) varado en un mundo tradicional, cerrado e inmovilizado en el tiempo, poniendo de manifiesto el fanatismo.
      Era sabido su postura anticlerical que se ve reflejada en esta novela, como también en Electra, Misericordia, Nazarín, Gloria, la Familia de León Roch, Ángel Guerra, etcétera. El afirmaba: “Los curas, nunca se refugian en las enseñanzas de San Francisco de Asís y prefieren el poder y el dinero”. Tronaba contra ellos diciendo: “Ellos saben arrimarse al sol que más calienta siempre al lado de los ricos y subiendo al carro de los vencedores”. Por estas y otras razones desde muy joven se hizo anticlerical.
A todas estas se les llaman novelas de tesis es decir sus opiniones son antirreligiosas y en ellas descubre la hipocresía de una religión intolerante contra la corriente liberal. Conforme a sus puntos de vista.
      Así mismo hay que destacar Miau. Retrata la vida de un ex funcionario de Hacienda; queda despedido, siempre esperando que lo vuelvan a llamar. Aquí enfatiza la esperanza por un lado y por el otro la insensibilidad e inconciencia de su familia.
      También destacan La Desheredada, La Incógnita, Tormento y la de Bringas, Torquemada en la cruz, Torquemada en el Purgatorio, La Razón de la sin Razón, Realidad, etcétera.
      En 1904 se le otorga el premio Nobel a José Echegaray; a decir de muchos conocedores, a Galdós se lo escamotearon vilmente, por sus ataques a la iglesia y por su filiación socialista.
      Su obra maestra “Fortunata y Jacinta” es tan extensa como “La Guerra y la Paz” de Tolstoi. Narra los destinos de cuatro personajes (1886-1887) .Se asegura que es más realista que el propio autor ruso o Balzac. Y como Dickens, detesta el esnobismo de la clase media y su temor a la pobreza. Esta novela no solo es un relato de adulterio de finales del siglo XIX, sino también las ideas tanto sociales como políticas que pululaban en los cafés de aquella época. Al mismo tiempo se recrea en las relaciones humanas, el odio, el amor, la mujer y el sexo. En la novela manifiesta todo en forma coloquial y quizá abusando de algunas expresiones. Sin embargo representa la cumbre del realismo.
      Valle-Inclán le puso el apodo de “garbancero”, lejos de humillarlo fue prácticamente un halago, ya que Galdós pese a sus diálogos de la realidad cotidiana y castiza bastante vulgar de la clase baja, para asombro de sus detractores fue; cuidadoso y culto como pocos.
Tenía la costumbre de recorrer España con boletos de tercera clase en el ferrocarril y hospedarse en posadas de mala muerte. Lo mismo, le encantaba recorrer los barrios bajos y las calles populosas para oír como hablaba el pueblo y como se comportaba (a esto se debe el apodo) pues la gente humilde solo comía un puchero de garbanzos.
      Galdós manifestaba una sensibilidad excepcional para el lenguaje vulgar. Pío Baroja decía de él: “Sabía hacer hablar al pueblo”.
      A la par, algunas de sus novelas fueron llevadas al cine con gran éxito como: Doña perfecta, Nazarín, el Abuelo, Tristana, Viridiana basada en la novela Halma, la Loca de la Casa, Misericordia, Marianela, etcétera.
      Benito es uno de los autores más fértiles de las letras españolas y sus escritos a pesar de que siempre fueron polémicos y al decir de algunos, tener fallas de composición, constituyen una monumental obra literaria.
      Germán Gullón en su obra “Benito Pérez Galdós, un Clásico Moderno”, expresa: “Galdós no es nuestro Balzac o el Dickens nacional. Su madurez y maestría lo sitúan junto a Gustave Flaubert o Henrry James, como ellos es un escritor moderno y no un simple narrador decimonónico, o un representante de su clase. Galdós es mucho más: Un clásico moderno”.
      Este extraordinario autor nos legó cuarenta y seis volúmenes de los “Episodios Nacionales”, treinta y cuatro novelas, veintidós obras para teatro, la Sombra en episodios. Además artículos periodísticos e incluso traducciones, pues hablaba perfectamente francés e inglés, también la obra inconclusa Anton Ceballos que más tarde la terminarían los hermanos Álvarez Quintero.
      Resumiendo Benito Pérez Galdós transmitió a los escritores, específicamente a los novelistas de habla hispana algo muy primordial; la aproximación a la existencia.

titama43@hotmail.com
                                                                                                                                                   *colaboradora


La nación inventada


Raúl Hernández Viveros

Del interesante ensayo “México 2010: un bicentenario de 189 años y un emperador que vive en Australia”, de Leonel Antonio de la Cuesta[1], se desprende la siguiente opinión: “El Virreinato de la Nueva España, nombre colonial de México, estaba habitado antes y ahora por españoles (peninsulares y canarios), criollos (hijos de los españoles nacidos en el Nuevo Mundo), indígenas, los primitivos habitantes de esas tierras y mestizos frutos de la mezcla de esas razas; también había negros, producto de la esclavitud africana, pero no eran muchos. Los criollos controlaban parte de la riqueza pero tenían un gran resentimiento pues, como dijo un testigo desinteresado, el Barón Alexander von Humboldt, el Gobierno colonial "concede los empleos importantes exclusivamente a los nacidos en España", o sea, que esos puestos importantes "están casi vedados a los nacidos del país, por más que estos se distingan en saber y en cualidades morales". Así había sido desde el advenimiento de la Casa de Borbón en España (1704) y fue precisamente por hechos acaecidos en España que esta situación hizo crisis.”
            Antes de la Independencia, la Nueva España destacaba por su inmenso potencial económico que hizo resplandecer la aparición de productos nacionales en el mercado europeo. Gracias a los monopolios familiares de los pocos dueños en el sector minero, agrícola, textil, que controlaban  la mano de obra casi regalada. Los herederos de los conquistadores consideraban a los grupos indígenas como parte de sus riquezas y fortunas. Es suficiente mencionar que de cada diez mexicanos ocho eran indígenas.
Durante este periodo de la historia de México se consolidó la transformación de los medios de producción y surgieron las posibilidades de ingresar a la competencia comercial internacional. El historiador Silvio Zavala[2], dio a conocer que:  “Medía Nueva España en 1804, 85 144 leguas cuadradas; su población era de 5 764700 habitantes o sea, 71 3/8  por legua cuadrada; en las Provincias Internas; norte del país, la densidad disminuía en relación con la de la meseta productora de cereales; las costas insalubres tampoco competían con ésta. Los europeos no excedían de 80.000; los criollos de 1000 000; había 2 000000 de indios; 2 685 000 mestizos; mulatos y castas en general y menos de 10 000 negros. La desigualdad de las fortunas sorprendía a los viajeros: lujosos carruajes junto a hombres desnudos y hambrientos.
            La desunión era general: los españoles del consulado escribían que los criollos eran irreligiosos, hipócritas, dilapidadores, “nación enervada y holgazana”, los indios tan brutos como al principio”, las castas “tienen sus mismos vicios”. El criollo Mier equiparaba a los españoles de la Colonia, por sus injurias, con beduinos o malcriados hotentotes y afirmaba que no conocían más letras que las de cambio.
            El clero constaba de 9 a 10,000 individuos y con sus criados llegaba la cifra de 15 000, Humboldt predijo que la población crecería cuando se neutralizaran las epidemias y carestías del maíz y las ínfimas clases de los habitantes mejorarían en bienestar industria y comodidad.”
            Leonel Antonio de la Cuesta también se refiere a la penetración ideológica que planteó la Revolución francesa. Destaca que: “Antes de tratar este asunto, es menester recordar que a partir del siglo XVIII se habían difundido por el Nuevo Mundo las ideas políticas de la Ilustración francesa y que en México como en el resto del continente americano las élites criollas se identificaron mayoritariamente con el ideario de Libertad, Igualdad y Fraternidad de los franceses. Esta ideología se propagó en buena medida a través de la Masonería y otras sociedades secretas. La Iglesia condenó desde muy temprano las ideas de los filósofos galos (Voltaire, Diderot, D'Alanbert, etc.), pero ello no fue óbice para que muchos sacerdotes abrazaran el credo revolucionario por el que después perderían sus tonsuradas cabezas durante la Revolución francesa de 1789 y sus secuelas.”[3]
Desde luego las observaciones de Alexander von Humboldt marcaron y señalaron la idiosincrasia de la renovada forma del ser mexicano que nació con la Independencia. Aquella masa de enardecidos indios que creyeron en las proclamas de reivindicación propuestas por el cura Hidalgo. La utopía de que iban a ser tomados en cuenta por la fantasía de que por decreto se abolía la esclavitud y el pago de tributos. Sin embargo, la mayoría de los habitantes ni siquiera eran tomados en cuenta en las decisiones de la cúpula paternalista. Desde la alturas se discriminaba  por el color de la piel, la manera de comportarse, y principalmente por la supuesta ignorancia de no saber el idioma de los conquistadores.
Roger Bartra recapacitó sobre nuestra existencia histórica: “¿Qué futuro puede tener un país cuando su conciencia nacional parece naufragar trágicamente en las aguas agitadas del progreso y la modernización? ¿Qué escudo podrá proteger a la nación contra sus propios hijos, una prole de mestizos emotivos, groseros, holgazanes e indisciplinados?  Es necesario integrar a esta rijosa prole de pelados en la cultura nacional, de la misma forma en que fueron incinerados los restos del pasado indígena para que renacieran en el mito unificador del campesino melancólico. Igualmente el nuevo Prometeo que la revolución ha convocado –el mestizo cósmico, el proletario como embrión del hombre nuevo- va  quedar reducido a la imagen  patética del pelado. El indio agachado no tiene futuro, pero tiene pasado; el nuevo héroe no tiene pasado pero tampoco tiene futura. La mitología nacionalista lo ha castrado: ése es el precio que tiene que pagar el proletariado para entrar a formar parte de la cultura nacional”.[4]      
Durante la lucha por la Independencia, un enorme sector de la población indígena luchó con palos, arcos, y lanzaderas de  piedras. Fue la carne de cañón que se sacrificó ante la simulación y el engaño de los discursos oficiales. Como parte de la continuación del colonialismo impuesto por la Conquista española, los grupos indígenas pagaron con sus cuotas de sacrificio y muerte. Con la participación de la mayoría de los grupos indígenas se logró la separación con el reino de España. Aquellas masas de campesinos miserables, marginados y desposeídos de sus tierras, significaron el sueño de ser respetados en sus comunidades, y ofrendaron sus vidas por un poco de bienestar y seguridad social.
Enrique Semo destacó la importancia de la actividad capitalista: “En México, durante el periodo de transición en el siglo XIX, predominó, tanto en la agricultura como en la industria, la vía reaccionaria del desarrollo del capitalismo. Los primeros intentos de industrialización fueron promovidos por el capital comercial íntimamente ligado al viejo régimen. En este último tercio del siglo pasado, el desarrollo de los ferrocarriles, la minería, la industria de energéticos y parte de la industria del consumo estaban en manos de consorcios internacionales. La hacienda semifeudal inició su metamorfosis capitalista, sin la transformación radical de las relaciones de producción. Las revoluciones de Independencia y Reforma aceleraron el proceso por medio de la liquidación de los textos de despotismo tributario y el poder corporativo de la iglesia, así como por la consolidación del Estado nacional. Sin embargo no fueron suficientes para alterar la vía del desarrollo”.[5]
Luis Villoro, en uno de los trabajos de investigación trascendentales sobre la Independencia, advirtió que: “El 1808 señala el primer intento del criollo por volver a lo genuino, camino del origen. Pues tal le parece que al retroceder en el tiempo desciende también hacia el fundamento. El inicio histórico de la Nueva España, ¿no es acaso también su principio constitutivo? La doble acepción de “principio”, se confunde: es a la vez fundamento primero de la sociedad y comienzo de su vida histórica. Ahondar en el pasado es sólo una vía para alcanzar las bases en que descansa la sociedad y que permanecen ocultas. La marcha hacia el origen se reviste entonces de una templada añoranza por el pasado sepulto bajo el tiempo, definitivamente perdido, quizás; suave nostalgia de lo incorrupto y prístino, como la que a veces  hace volver la mirada hacia la niñez perdida, hacia el amor primero. ¿Podrá acaso retornar aquel día en que todo era auténtico y llano? ¡Quién pudiera hacer a un lado para siempre lo accesorio, arrancar las escorias que consigo trae el tiempo y revivir la ingenuidad primera!
El letrado, desplazado de un mundo que no halla acomodo, emprende el camino de retorno hacia una patria imaginaría. Su melancolía de hombre sin hogar lo impele a buscar la sociedad aquella en que había un sitio señalado para él y que le ha sido arrebatada. Así, la situación social en que se encuentra constituye el punto de partida de una actitud que marcará con su sello toda la revolución de Independencia. Con su aparición, la paradoja de todo movimiento revolucionario comienza: las proposiciones del partido criollo, que representan la posición más progresista del momento, implican, a la vez; un movimiento de retorno”[6].
La intención de no haber podido reconocer los usos y costumbres, los derechos y culturas indígenas permitieron que la aparición de un: “nuevo sistema se inicia con el ajuste de la economía precapitalista de los vencidos a un nuevo tipo de economía de los conquistadores que consistía en una mezcla del esclavismo y del feudalismo decadente en España, orientada a un capitalismo mercantilista que fue el nuevo proceso económico que de desarrollo dentro de la etapa colonial.
            Poco después de terminada la Conquista, los vencedores concedieron a los indios una categoría elemental de menores y les dieron el derecho a los beneficios del bautismo y la catequización.[7]
Lucio Mendieta y Núñez, escribió que: “Los indios y las castas consideraban a los españoles como la causa de su miseria; por eso la guerra de Independencia encontró en la población rural su mayor contingente; esa guerra fue hecha por los indios labriegos, guerra de odio en la que lucharon dos elementos: el de españoles opresores y el de indios oprimidos. Las masas de indios no combatieron por ideales de independencia y democracia que estaban muy por encima de su mentalidad; la de Independencia fue una guerra en cuyo fondo se agitó indudablemente el problema agrario para entonces ya perfectamente definido en la vida nacional.”
En referencia al contenido social en que se encontraba el problema agrario como una de las causas de la guerra de Independencia. También en sus estudios realizó un profundo examen sobre el papel de la Iglesia Católica. Por ejemplo: “La propiedad eclesiástica favoreció también en gran parte la decadencia de la pequeña propiedad agraria de los indios, por cuanto amortizaba fuertes capitales y sustraía del comercio grandes extensiones de tierra. Además de los despojos de que fueron víctimas, se deshicieron voluntariamente de muchas de sus propiedades en favor de la Iglesia mediante donaciones y testamentos. La Iglesia era, en la Nueva España propietaria de innumerables haciendas y ranchos que explotaba para beneficio del culto y acrecentamiento de sus riquezas.” [8] 
De igual forma, el cura Hidalgo contaba alrededor de la iglesia que le correspondía. Con sus respectivas hectáreas, en donde los indios asignados trabajaban en el cultivo y  en las cosechas. La hacienda reflejaba la esclavitud en que eran sometidas las comunidades indígenas. La imagen de esta lucha  entre los criollos con los españoles, mantuvo la estructura feudal. Entre los voraces litigios por el apoderamiento de las tierras de los grupos indígenas, destacó el enfrentamiento entre hacendados por las riquezas coloniales. Las comunidades indígenas, a pesar  de la persecución  sojuzgamiento y el despojo se concentraron en sus usos, costumbres  y amor por la tierra.
Gustavo Esteva estableció que: “En 1810, el año de la revolución de independencia las comunidades indígenas habían logrado salvaguardar para su propia explotación, aunque sometidos a la dominación “desde afuera”, alrededor de 18 millones de hectáreas. En diez mil ranchos y grandes explotaciones que ocupaban 70 millones de hectáreas, una parte importante de los trabajadores que en ellas prestaban sus servicios mantenía una organización comunitaria. Se declaraban baldías  alrededor de cien millones de hectáreas. El peón de la hacienda, que tenía las desventajas del esclavo y las del trabajador asalariado, buscaba aun supervivencia y desarrollo en la estructura social de su comunidad. Y esta se mantenía en lucha en lucha constante”.[9]
Como ya se mencionó, los indios respaldaron el movimiento que iniciaron los criollos, a pesar de sus diferencias y visiones del mundo. Frente al autoritarismo de los españoles de sangre original, los criollos de padres españoles pero nacidos en la Nueva España, permanecieron rechazados por la alta cúpula del poder institucional. Los grupos indígenas lograron sobrevivir ante las constantes amenazas provocadas por el repudio de la discriminación. Constantemente fueron objeto del despojo de sus territorios, la esclavitud, etnocidio, el genocidio y dominio político y religioso durante tres siglos, luego de la Conquista. 
            De acuerdo al Derecho Romano, las nuevas regiones conquistadas eran sometidas a estas leyes que consideraban a los bárbaros sólo como esclavos. Al mismo tiempo, mediante la cruz y la espada, la religión católica participó en este proceso dogmático para intentar borrar el pensamiento prehispánico que hasta la fecha continúa presente con la transmisión oral de nuestros mitos y leyendas. De esta manera se impuso la religión católica en el territorio de Mesoamérica. Al grado que Francisco de Vitoria justificó el exterminio de los infieles bárbaros del Nuevo Mundo, como: “matanzas y tormentos de inocentes, raptos de doncellas, estupros de matronas, despojo de templos…”[10]
            Sin embargo, los frailes que encabezaron la evangelización del Nuevo Mundo, trajeron en sus estudios, perfectamente analizada la propuesta de Santo Tomas, relacionada con el estudio del  hilemorfismo[11]. A partir del concepto de ley eterna, a la que se considera como  “la razón de la sabiduría divina en tanto que rectora de todos los actos y movimientos”. Desde el estudio de la propuesta ordenadora de Heráclito, que había intuido en la naturaleza (Logos), y de la que los estoicos habían hecho fundamento de su filosofía. De este modo, la concepción teleológica aristotélica,  según la cual todos los seres tienden por naturaleza a un  fin que les es propio,  obtiene en el universo regido por la ley eterna divina su definitivo fundamento. Todo este conocimiento fue razonado por el cura Hidalgo.
La ley eterna divina tuvo concreción en la ley natural, que regía el movimiento de los seres hacia su fin natural. Los seres irracionales no eran conscientes de tal ley natural: se dejaban guiar por ella de manera directa y necesaria. Los escolásticos llegaron a la conclusión de que Dios hubo creado seres con entendimiento y voluntad, seres humanos dotados de razón y libre albedrío. Estas leyes que el hombre descubría analizando su propia naturaleza constituyó lo que Santo Tomas denominó la ley moral natural. “Ha de hacerse el bien y evitarse el mal”,  de este principio derivaron las siguientes premisas: “Todo aquello a lo cual el hombre se encuentra naturalmente inclinado, la razón lo considera naturalmente bueno”, y “el orden de los preceptos de la ley natural sigue el orden de las inclinaciones naturales”. Los  seres humanos  lograron deducir racionalmente el contenido de la ley natural analizando las tendencias esenciales de la naturaleza humana en  tres niveles: sustancia, animal, y racional.
Descubrieron la tendencia natural al conocimiento y a vivir en sociedad. También de la tendencia al conocimiento a la verdad se plantearon normas relacionadas con aquel tipo de actividades humanas. Para Santo Tomás, la ley positiva desembocó en una prolongación de la ley natural. Bajo esta teoría, los frailes intentaron un poco proteger a las comunidades indígenas, de la voracidad de los españoles y criollos, que se consideraban los verdaderos dueños del naciente Estado mexicano. En este sistema los indios sólo desempeñaron el papel de sus esclavos, que aportaron la fuerza humana motriz como mano de obra de los esclavos.
Por tanto, los criollos sintieron el peso de la discriminación, y fueron rechazados por las autoridades enviadas por la Nueva España. Comenzaron a tomar conciencia y renegaron de los españoles, denunciaron su opresión política y la explotación a los americanos como los criollos se asumieron, evitaron reconocer la condición de esclavos en que vivían los grupos indígenas quienes eran los dueños originarios de los territorios ocupados por los extranjeros españoles, criollos y luego también por los mestizos. Miguel Hidalgo y Costilla exigió a los criollos insurgentes que se respetara la propiedad incluso de los españoles, y no se opusieran a la revolución de Independencia, pero nunca  se restituyeron las tierras y territorios a sus dueños originarios, las comunidades indígenas. 
A pesar del intento de prohibir la esclavitud y la entrega de tributos, en las proclamas del “Despertador Americano” de Hidalgo, se presenta el proyecto político en el que los criollos reclamaron para sí el control del gobierno, la economía nacional y la titularidad de la soberanía nacional, pues se reivindicaron como el pueblo americano. En la tarea política de definir y pactar el Proyecto de Nación y de todo asunto de gobierno futuro los indios fueron ignorados, como si no existieran. Insurgentes e independentistas concibieron -cada quien a su modo- y finalmente pactaron un proyecto de Nación étnicamente Única en la cual los Pueblos, Tribus y Naciones fueron disueltos oficialmente.
La destrucción del mito del cura Hidalgo quedó plasmada en su juicio de excomulgación  y condena de ser fusilado. Los soldados del pelotón tuvieron el temor de cometer pecado mortal si le disparaban al corazón o a la cabeza. Al final del fusilamiento, permanece hasta nuestros días la imagen trágica de su  agonía. Un testigo presencial, Juan Vicente García describió que el general Nemesio Salcedo le ordenó a un indio tarahumara: “Corta la cabeza de ese reo”. Por lo que en su presencia y con un sable muy filoso de un solo tajo la separó del tronco; visto lo cual por aquel jefe, le dio al bárbaro ejecutor 25 pesos de gala. Este hecho fue referido por su padre, el historiador Luis Pérez Verdía.[12] 
José María Morelos, continúo la lucha de Independencia, que aceptaba el sojuzgamiento de: “Que la Religión Católica sea la única, sin tolerancia de otra. Que todos sus Ministros se sustenten de todos y solos los Diezmos y Primicias, y el Pueblo no tenga que pagar más obvenciones que las de su devoción y ofrenda. Que el Dogma sea sostenido por la Jerarquía de la Iglesia, que son el Papa, los Obispos y los Curas, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó”. Lo cual ahondó mucho más el abismo entre los grupos indígenas y los nuevos administradores de la riqueza y el poder. Se intentó otra vez destruir la memoria indígena.
Los liberales y conservadores, criollos y mestizos, emprendieron la tarea de construir sus instituciones y sus leyes, simularon copiar las constituciones de Cádiz y la de Estados Unidos de Norteamérica, con la idea de que México era una sociedad de una sola etnia, de una sola cultura, de una sola lengua y de una sola religión. La gran diversidad cultural y étnica que componía el 80 % de la población nacional y que era indígena fue simplemente ignorada. La fatalidad histórica de las comunidades indígenas fue la de haber derramado su sangre sólo para fincar el Estado de sus nuevos opresores.
Dieron inicio los conflictos entre liberales y conservadores, era una disputa por la Nación, por el control del Estado para favorecer un sistema de acumulación de capital. Pero para unos y otros políticos, los Pueblos indios eran considerados solo como un activo económico muy poco diferente de las bestias de carga, a pesar de que la esclavitud se había abolido por decreto del presidente Vicente Guerrero el 15 de septiembre del año 1829.
Con los criollos nació el Don Nadie, que definió Luis Villoro, y Octavio Paz aseguró posteriormente que era de: “padre español de Ninguno, posee don, vientre, honra, cuenta en el banco y habla con voz fuerte y segura. Don Nadie llena al mundo con su vacía y vocifera presencia”.[13] El reconocimiento a la imposición de una ideología, el dogma católico. La realidad de no reconocer los orígenes de las culturas y lenguas indígenas. El sometimiento a la ignominia de no pensar más allá de los dogmas religiosos. El repudio a todo lo que pudiera estar relacionado con las raíces indígenas. Los hijos y nietos de la Malinche rechazaron a la figura paternal, e inventaron la utopía y la ideología de un Estado-Nación, Octavio Paz señaló que: “nuestra historia como nación independiente contribuiría también a perpetuar y  hacer más neta esta psicología servil”[14].    
El fracaso y mentira de la Independencia radicó en que no se intentó la descolonización de México. El proyecto político y cultural se encuadró bajo la propuesta de la civilización occidental católica que centró todo su poderío en la destrucción de Mesoamérica. La fantasía de la separación con la Madre Patria, llevó únicamente a la paranoia de pasar a la tutela desconocida entonces del abandono por parte de una madrastra denominada Iglesia Católica. Al analizar esta parte de la historia de México, Maximiliano se refirió a que: “Los indios son la mejor gente del país; los malos son lo que se llaman decentes, los clérigos y los frailes”, según lo destacó Guillermo Bonfil Batalla[15],  y dio a conocer que a partir de la intervención francesa se: “Crea una comisión mixta”, (de mexicanos  europeos) para estudiar las condiciones de la vida de los indios. No pasa nada. La emperatriz decreta la abolición de los castigos corporales en las haciendas, reduce la jornada de trabajo y establece límites a la servidumbre por deudas. Tampoco pasa nada”.
Hay que destacar las reflexiones sobre la propuesta de los indios de México, en la actualidad: “La Nación mexicana (desde su fundación en 1824), nació con una sola religión: la católica, un solo lenguaje: el español, una sola cultura: la española criolla y una sola autoridad y ley: la constitucional y liberal. Nuestra espiritualidad volvía a considerarse cosa del demonio y no sería tolerable; A partir de ahora si queríamos participar en la vida de la nación debíamos hablar en español; nuestra cultura sería considerada durante décadas como salvaje, inferior y retrógrada y un obstáculo para la prosperidad por lo que debía desaparecer; nuestra organización política tradicional y sus prácticas de gobierno, administración y justicia autónoma fueron consideradas ilegales.
Al imponerse el modelo de Nación Única y Estado Republicano y luego ser reafirmado por el Constituyente de 1917, se decidió al mismo tiempo que los Pueblos, Tribus y Naciones indias deberían dejar de existir al menos legalmente. Consecuentemente la relación política histórica que impuso el Estado mexicano a los Pueblos indígenas fue de segregación étnica y de dominio político.
Los constituyentes de 1824 y de 1910 no sólo no consideraron la construcción de una Nación pluricultural como éramos en la realidad, sino que ahora debíamos dejar de ser indígenas para ser verdaderos mexicanos. Ahora quedábamos en el total desamparo. El nuevo Estado mexicano se anexó todos los territorios indígenas existentes en el que fue el “virreinato llamado antes Nueva España, el que se decía capitanía general de Yucatán, el de las comandancias llamadas antes de provincias internas de Oriente, y Occidente, y el de la baja y alta California con los terrenos anexos e islas adyacentes en ambos mares”. Pero cuando México perdió casi la mitad de su territorio con la guerra que culminó en los Tratados de Guadalupe Hidalgo de 1848, los intelectuales liberales y algunos conservadores como José María Roa Barcena protestaron por la pérdida de territorio pero nadie lamentó la división de los territorios ancestrales de nuestros Tribus y Naciones indígenas del Norte.”[16]
Con la distorsión de la realidad se logró inventar a un ser originario descendiente de las civilizaciones de Mesoamérica y del Occidente católico. De un fanatismo se impuso otro igual de terrible con su santa inquisición, llamado Santo oficio, y sus verdades absolutas. Se construyó el edificio imaginario de un pervertido nacionalismo. La mitología de héroes casi sacralizados como lo hicieron los antepasados prehispánicos, mediante los dibujos de los tlacuilos, o a través de las imponentes esculturas. Algo idéntico a los artistas griegos y romanos que realizaron sus obras magnas, en donde narraron sus episodios históricos. 
También con el cura Hidalgo se hizo la figura protagonista de las estatuas oficiales, y se inventaron retratos. Lo mismo sucedió con la imagen de la Virgen de Guadalupe que utilizó como estandarte al frente del movimiento de Independencia. Aquella belleza que se cantaban los conquistadores al llegar al Nuevo Mundo: “Crieme en aldea, / híceme morena: / si en villa me criara / más bonica fuera / Morena me llaman… Yo blanca nací. / el sol del enverano, / ne hizo a mi ansí. / estribillo: / morenica, graciosica, / morenica y graciosita / y mavromatiani[17]
Y Hernán Cortés portaba una pintura en su escapulario debajo de su armadura para combatir a los infieles. La imagen morena que fue una versión mariana del santuario está en la villa y puebla de Guadalupe, (Cáceres), España, y representó la inspiración de los conquistadores del Nuevo Mundo.




[1] “Otro Lunes”, Revista Hispanoamericana de Cultura, Número quince, noviembre 2010. Año cuatro. (http://www.otrolunes.com/)
[2] Apuntes de historia nacional,  (1808-1974),  Sep, 1981, México.
[3] Artículo Citado
[4] Roger Bartra, La jaula de la melancolía, Grijalbo, 1987, México
[5] Seis aspectos del México real, Universidad Veracruzana, México, 1979.
[6] Luis Villoro, El proceso ideológico de la revolución de independencia, FCE, México, 2008. 
[7] Ricardo Pozas, Isabel H. de Pozas, Los indios en las clases sociales de México, Siglo Veintiuno, México, 1971.
[8] Lucio Mendieta y Núñez El problema agrario de México,  Editorial Porrúa, México, 1971.
[9] Gustavo Esteva, La batalla en el México rural, Siglo Veintiuno editores, México, 1982.    
[10] Francisco de Vitoria, Relecciones del Estado, de los indios, y del derecho de la guerra, Porrúa, México, 2007.
[11] Teoría filosófica ideada por Aristóteles y seguida por la mayoría de los escolásticos, según la cual todo cuerpo se halla constituido por dos principios esenciales, que son la materia y la forma relacionada con el derecho divino
[12] Compendio de la historia de México, Librería española de Garnier Hermanos, París, 1892. 
[13] El laberinto de la soledad, FCE, México 1959
[14] El laberinto de la soledad, FCE, México 1959.
[15] México profundo, Grijalbo, México, 1994. 
[16] Proyecto Indígena de Nación, Septiembre, México, 2010
[17] Julio Rodríguez Puértolas, Poesía crítica y satírica del siglo XV, Castalia, Madrid, 1981. 

MONÓLOGO


David Nepomuceno Limón

Querido diario: disculpa que nuevamente inicie mi escrito recordando a mi abuelo. ¿Por qué tenía que ser así? Siempre me dio la impresión de que nunca tomó la vida en serio. Hacía de la fantasía una empatía con su mundo. Siempre buscaba el momento o la palabra indicada para hacer una broma. La gente ya se había acostumbrado y lo soportaba porque era el dueño del almacén donde el pueblo se surtía de todo.
   No sé si la vida lo inspiró o el abuelo pensó a conciencia en la broma maestra, el toque final, como el último signo de puntuación con el que terminaba su liviana vida, aunque regularmente su existencia fue una intensa lucha de supervivencia.
   Recuerdo cuando llamó a mi padre, a mis tíos y todos sus nietos. Estando en cama sonreía a todos nosotros. No sé si por la inercia de lo que siempre fue o para disimular lo grave de su enfermedad. Sabía que estaba a punto de dar el paso decisivo, sin entristecerse.
   Sólo en el momento en que llamó a mi primo Ángel, el mayor de los nietos, lo vi serio, sin sonreír. Parecía otra persona. Le dijo que tomara una servilleta de papel, de las que se encontraban junto a su medicina. Le pidió que se acercara a él para ayudarlo a escribir algo en la frágil superficie. Acto seguido la dobló y solicitó que la pusiera en la caja fuerte, que estaba abierta, y cerrara ésta.
   A pesar de que su carácter se mantuvo en lo picaresco, creo que utilizó su razonamiento para ser un vencedor. La responsabilidad dentro de su vida se encontraba siempre en la periferia de sus bromas.
   Con su típica sonrisa nos dijo que su abogado tenía la clave de la caja fuerte, para conocer las indicaciones que estaban escritas en la servilleta, y así saber el sitio donde se hallaba el testamento. La caja fuerte se abriría un año después de su muerte.
   Comprende, querido diario, la incertidumbre que he soportado tanto tiempo, esperando el momento indicado, después de que el abuelo se fue piadosamente por el exceso de haber vivido en libertad. A pesar de sus bromas, todavía cosechaba gratitud después de su partida.
   Nunca olvidaré la mañana calurosa de aquel lunes, en que el verano nos gratificaba con su clima. El abogado llegó puntual para abrir la caja fuerte. Ante toda la familia entregó la servilleta doblada a mi padre, por ser el hijo mayor de mi abuelo.
   Los datos estaban ahí, en la servilleta, mista que permanecía vigilada por todos los presentes, los que, por su nerviosismo, nada podía librarlos de su propia duda.
   El papel doblado había sido depositado en la mesa de centro, listo para revelar el secreto guardado durante un año.
   La atención se desvió cuando llegó la tía Lucrecia, estornudando por el resfriado que estaba padeciendo. Escandalosamente saludaba a todos, pero a nadie en especial. Tomó la servilleta de la mesa y se sonó la nariz.
   Todos quedaron inmóviles.
   Mucho de lo que fue se había perdido. Ahora quizá también veíamos una broma que gastó el abuelo desde la eternidad.
   Se propuso hacer un sorteo para saber quién sería el afortunado a quien tocaba desdoblar la servilleta. Toda la familia protestó y exigió que fuera la tía acatarrada la que se encargara de la tarea.
   Múltiples fueron los gestos de repulsión, y otros tantos los arqueos abdominales. Era una acción que a todos nos hacía perder la cabeza. Por fin, la servilleta quedó extendida.
   No había apunte alguno. Sólo lo que la tía había dejado en ella. Ninguno de los presentes sabía qué hacer o qué decir.
   ¿Dónde habrá quedado ese infeliz testamento?, se escuchó como una sentencia que a su vez se convertía en el lado pecador de una inocente pregunta. Todo mundo hablaba y discutía con ligeras expresiones altisonantes hacia el abuelo.
   El abogado se acercó a mi padre y le indicó que lo siguiera. Fueron a la caja fuerte, con objeto de buscar entre los documentos alguna pista. Y la encontraron, escondida. Era otra servilleta doblada que decía: “Felicidades, veo que son inteligentes. Ahora busquen entre las cosas y libros de mis nietos.”
   Mis primos protestaron porque iban a violar su privacidad. Pero era un paso más para llegar a lo definitivo. Por lo tanto, a nadie le importaron las protestas.
   Todo el día fue de búsqueda. Mis primas y tías lloraban ante lo que su sucedía. Agotadas las lágrimas, se unieron al proceso de búsqueda.
   Mi padre y mis tíos ya estaban rendidos cuando la tía Lucrecia nos llamó al comedor. La mayoría comía en silencio, con un dejo de incomodidad y molestia. Movían sus tenedores como si quisieran triturar al abuelo, que en paz descanse. Se inhalaba la presencia de una desesperante inquietud.
   Ha transcurrido un mes y las cosas siguen igual, querido diario. No sé qué vaya a suceder más adelante. Las ilusiones siguen guiando los pasos de la gente. Por lo pronto, me despido de ti. Tú ya sabes que estoy escribiendo en tu última página. Agradezco de corazón al abuelo que te hizo cubrir con un forro de piel.
   Te doy las gracias porque guardarás mis ideas e inquietudes de varios años. Ha sido el primer diario de mi vida, y estoy segura de que serás el único. ¡Gracias!


La joven Micaela cerró su diario con cuidado, satisfecha de haberlo terminado. Lo estudió como lo hizo la primera vez. Era un libro de muchas hojas, tamaño carta, cuidadosamente encuadernado. Quiso conocer el color original de las pastas y con cuidado le quitó el forro. Empezaron a caer al suelo varias hojas impresas. Mientras las leía, sus ojos se iban desorbitando. Era ése el momento final de tanto dolor de cabeza. Micaela sólo exclamó:
―¡Papá! ¡Papáaa!


El amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas



Alberto Rafael León Ramos

Suena la música…
Dos almas que en el mundo
había unido Dios
dos almas que se amaban 
eso éramos tú y yo.

Por la sangrante herida
de nuestro inmenso amor
nos dábamos la vida
como jamás se dio.

Un día en el camino
que cruzaban nuestras almas
surgió una sombra de odio 
que nos aparto a los dos.

Y desde aquel instante 
mejor fuera morir
ni cerca ni distante 
podremos ya vivir.
 “El amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas” Fueron las palabras de Adriana Marcela. Otra vez he despertado porque en mis sueños ha estado ella. Se me aparece como el fantasma de Canterville, siempre en las más abigarradas situaciones. Y hoy la he soñado metida en un problema muy ridículo, pues, le acusaban de robarse un teléfono. Estaba ella tomando un helando con un amigo, su celular sonaba, le avisaban que tenía que devolver el teléfono, se espantaba y decía que no había problema, de pronto llegaba una chica, al parecer yo acompaña a la que reclamaba en cuestión el objeto, nos mirábamos pero ella asustada solo entregaba el teléfono, yo al saber quién era ella trataba de preguntarle, pero en ese momento mi sueño me arrastraba a otro lado instantáneamente y me iba sin poder hacerle ninguna pregunta. Hago el esfuerzo por saber qué le pasa, de entender mi sueño pero no puedo porque siempre me despierta el ladrido de mi perro en el patio que insistentemente ladra esforzándose que no pueda continuar mi sueño. Me despierto alterado y ella es lo único que se me viene a la mente. ¡Adriana Marcela! ¡Adriana Marcela!
-          ¿Estarás bien? … Me pregunto como tonto porqué  me preocupas todavía toda tú.
-          -Todo fue un mal sueño (me digo a mí mismo y viendo al gato que ha entrado por la ventana que  me mira fijamente como pensando ¿qué le pasa a éste loco?, ¡bueno ya dame de comer!
Me quedo tirado en la cama otros  7.37 minutos. Trato de pensar en mis actividades diarias que necesito hacer: el ejercicio, tomar la medicina para la diabetes, salir a pasear  a los perros, ordenar la casa, lavar la ropa, llevar el carro a la verificación, escribir. Son tantas cosas que  necesito ordenar mi agenda pero insistentemente ese pensamiento me asalta de nuevo ¿pensará en mí? ¿Cómo estará? ¿Qué hará? Y entonces vuelvo a pensar en ella; mi mente vuela al pasado recordando cómo era cuando estábamos juntos. Si quererlo la música ya suena en la computadora; boleros cubanos para excitar más a la memoria.
Recuerdo cuando nos conocimos, el día estaba lluvioso como esos típicos días jalapeños. El chipi chipi estaba cubriendo la ciudad y en la escuela las clases habían comenzado ya así que el alboroto de la facultad  parecía un hormiguero, como dice mi abuelita , puesto que cada persona se dedicaba a su vida.  Ella estaba  reunida en la salida con un par de amigos fumando un delicado cigarro ya que el tiempo lo ameritaba. Me acerqué y vi a varias personas, pero de momento me llamó la atención su desnudez, no física, sino de alma porque se notaba que no había malicia en ella, parecía tan simple y  despreocupada. Su mirada fue de alegría al presentarme como lo hice, parece que le causó gracia como les hable a todos; recuerdo que la palabrita “suave y tropical” se quedó para siempre  en su mente y después me confesaste que te parecí “un buen tipo”.  Con el paso del tiempo así como de la insistencia de mi parte  salimos varias veces a hacer lo típico de las personas que se están conociendo, tomar el café (en el Calí), al cine ( Aula Clavijero), a platicar por el parque ( los Berros y Tecajetes) para conocer más del uno sobre el otro. Recuerdo muy bien una cosa que nunca se me va olvidar: tu aversión por todas las frutas y verduras. Al salir uno de esos  días del parque Tecajetes te ofrecí unas uvas que traía en mi maleta,  puesto que siempre traigo algo como snack, dicen los gringos, antes de comer en punto a las 2 pm.  Extendí  la fruta para dártela pero tú me la rechazaste como si fuera el peor de las comidas  diciendo ¡ggggrrr iuuu… mejor invítame unas papitas! A lo cual quedé atónito; te confieso que después de ese día tu desnudez, como ya dije de alma,  sinceridad , tono de hablar y carácter me enamoraron. No quiero cansar al lector contando lo bueno y maravillosa que eres porque eso solamente nos compete a los dos, ni tampoco contar los buenos tiempos de nuestra vida junto –ya hay demasiadas buenas novelas sobre eso-, también hubo malos ratos, así que creo que estos últimos son la razón por la cual siempre apareces en mi sueños.
Nos divorciamos ¿recuerdas esa parte?  A mí me duele tanto porque pensaba que después de esperar en la vida, viendo pasar mujeres que no me llamaban la atención en lo más mínimo – hago notar al lector que sí conocí diversas mujeres pero no había llegado el tipo de mujer que es ella, desnuda de alma- por fin había encontrado a mi <mujer que vuela>; como en el poema de Oliverio Girondo[1]. El día en el juzgado, todos estábamos muy callados esperando que nos llamaran para firmar el papelito que disolvería el matrimonio que habíamos contraído un año y dos meses antes, ¿las razones?  Aun no lo sé de cierto aunque tengo que confesar  amable lector, que el malo en éste cuento soy yo (siempre tiene que haber una parte buena y una  mala). El comportamiento no fue el más adecuado al de un hombre que es casado, también sé que influyó mucho el que hubiésemos perdido a nuestro hijo nonato.
 Un buen día me mandaste un mensaje diciéndome “estoy en el hospital, me sentí mal, tenía un dolor en el vientre y mis papas me trajeron… tengo miedo, parece que estoy embarazada”.  Al recibir el mensaje –sin antes abrirlo viendo solamente el remitente- en el celular  pensé que era otro de esos que se envían los enamorados por fuerza de la costumbre diciendo que se quieren y que le desea un bonito día, pero ese día fue diferente, al terminar de leerlo me quedé preocupado, pensé por un momento ¿está en el hospital? No creo sea grave, tal vez comió algo que le hizo daño, pero después reflexionando pensé “está embarazada” “tiene miedo” oía tu voz en mi cabeza repitiendo esas palabras. ¡Ahora sí  que se verá de qué cuero estamos hechos! Terminé mi clase de inglés que tomaba en ese entonces, agarre el celular te marqué pero no hubo respuesta. En la tarde acudí a mis otras clases. Volví a llamar viendo que no respondías volví a insistir con mensajes, llamadas otra vez, buzón de voz, a lo cual empezó a preocuparme tu ausencia.
Las mismas pregunta me hacia  
-¿qué le pasará?
-¿estará bien?
 Saliendo de clases te fui a buscar a tu casa en Coatepec,  no vi luces ni nada pero no me atreví a tocar, me fui a la clínica que está ahí pero no estabas, me acorde que el hospital más grande estaba en Xalapa – ya antes habías acudido a citas- en la zona UV, fui ahí al seguro, te busqué en urgencias, pregunté tu nombre, me dijeron que habías llegado de emergencia porque habías tenido un embarazo ectópico ¿qué es eso?, dije para mí adentros tratando de no pensar en lo peor. Así que te habían operado y al parecer estabas bien. Ya era de noche, como las 11:30 pm sino mal recuerdo, así que las visitas ya no estaban permitidas, me las arreglé para decirle al guardia que necesitaba hablarte pero se negó rotundamente, además no podía pasar a la sala donde estabas, pero lo que logré es le hablará a quien te cuidaba -tu madre- para que me informara de tu situación, así lo hizo. Ella bajo del ascensor, salió con un aire de cansancio y frustración, su cara cambio al verme ahí a esas horas, pues no pensaba encontrarse conmigo, le pregunte de tu salud y con aire frio y parco me informo: “tuvo un embarazo ectópico, le quitaron una trompa  de Falopio”, sentí que el alma se me congelaba pero después sólo conseguí decir…”estoy muy preocupado” tartamudeando, a lo cual solamente tu madre me dijo “vete, no puedes estar aquí ya luego podrás hablar con ella”. Ese noche fue la peor que tuve que pasar en mucho tiempo, después de la muerte de mi padre acaecida dos años atrás.
Después de eso pasaron varios meses para vernos, hablar y contarnos que había pasado realmente. Tu no eras la misma, tu voz, tu cara, tu carácter había cambiado totalmente parecía que ya no eras la mujer que conocí antes, ahora estabas triste, aburrida, muy seria conmigo y rechazabas mis abrazos así como los besos que antes adorabas,  cuando me decías: “pachurro, eres muy calientito, ¡me gusta abrazarte!” ¿qué había pasado? ¡será que se te metió un mal espíritu en aquel hospital! O ¡será que la perdida de nuestro hijo te afecto tanto que sólo me podías ver como el responsable de todo lo que te había pasado! Lo que recuerdo es que te pregunté si estábamos bien, te dije que íbamos a seguir adelante y que este obstáculo  lo superaríamos juntos. Pero me respondiste:
-Ya no podemos estar juntos. No podemos. 
-¿Pero cómo no? ¿por qué?
-Tú tienes cosas que hacer, metas proyectos, yo terminar mi carrera, somos incompatibles
-¿No me quieres? ¿qué te pasa pachurra? ¡yo te quiero!
- El amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas
Ahí sentí, como se dice, un golpe de realidad.  “El amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas” “El  amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas” “El amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas” “El amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas” “El amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas” “El amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas”
Golpe de realidad. Golpe de realidad.
Y aquí sigo tomando un café por la mañana con unas galletas chokis, esas de colores que tanto adoras tratando de entender mis sueños tan raros. Tratando de entender todo. Me consuelo al pensar que sólo sean sueños, que mi subconsciente me traicioné, no quiero pensar que realmente ella esté mal yo sé que tiene demasiada suerte.  Pero será que ¡¿el amor a veces no es suficiente para que dos personas estén juntas?!  Termina la canción. Se acaba mi café  así como mis ideas, dejo de escribir.




[1] Oliverio Girondo tiene un poema que empieza “No sé me importa un pito”… para que entiendas de lo que te hablo cuando digo del tipo de mujer  que es ella.