martes, 10 de septiembre de 2013

ALGO MÁS QUE UNA CARTA A MI HIJO


José Romeo Cuervo Téllez

Querido hijo:

Prometí escribirte una carta cuando alcanzaras tu mayoría de edad. Es ésta, sé que la esperas con interés porque intuyes que algo muy importante y significativo puedo decirte con ese motivo y creo que tienes razón, escucha:
Eres ya un joven, has arribado a la edad hermosa de la vida, en la que las emociones y sensaciones más intensas, y los más altos ideales se manifiestan plenamente, todo lo cual le da sentido positivo a nuestro vivir. Sin embargo, es conveniente tomar en cuenta que el ser joven, implica también asumir múltiples responsabilidades ciudadanas y hacer frente a diversas situaciones complejas propias de la edad, “problemas de juventud” que es necesario superar.
Mira y escucha bien, la juventud es la edad del constante peligro y del continuo riesgo, porque es la edad de la audacia, del arrojo y de la valentía. Afrontar estas situaciones es in imperativo natural del hombre, pero ¡cuidado! Tendrás que ser previsor y precavido, has de escuchar consejo y orientación, deberás contar con información suficiente y atender referencias de experiencia, a fin de que tus ímpetus juveniles no te impulsen a realizar acciones irracionales, a los vicios y en los casos extremos, a la autodestrucción necia y a la aniquilación.
Tú sabes bien –lo hemos comentado- que vivimos tiempos muy difíciles y de gran contrariedad. Nos ha tocado vivir el apogeo de una época de proliferación y exaltación de las cosas materiales, pero de clara mengua y escasez de valores morales y espirituales. Un pensador ha expresado: “la sociedad moderna ya no piensa, compra” Sí, la actual sociedad es consumista y hedonista y se afana por “tener” y por “placer”, desatendiendo su SER y su VALER, qué pena… más a pesar de todo no cabe la desesperanza. Por otra parte, ¡qué dicha tan grande, qué divino tesoro encierra la juventud! Y en esta virtud yo te aconsejaría que vivieras tu vida de joven plenamente, que la disfrutaras intensamente y a cambio, sólo te pediría que no olvidaras jamás que la hermosa vida de juventud no es la única y total razón de nuestro existir, sino que es tan sólo una etapa en la dimensión existencial humana; y en este sentido, es también oportunidad magnífica para el conocimiento general de las cosas y la toma de conciencia de nuestra realidad social, tan necesaria para la afirmación del criterio propio, con el que debemos asumir y cumplir nuestras ineludibles responsabilidades de adultos.
Oye bien y trata de comprender lo que ahora te digo:
He podido observar en tu comportamiento algunos rasgos de generosidad, de inteligencia y de carácter, todo lo cual se abona a favor de tu responsabilidad; pero debo ser sincero y decirte que también he observado indolencia, descuido y confusión en tus actos, juicios y apreciaciones, que dejan mucho que desear, pues deberían ser más positivas.
Por lo anteriormente expuesto y por muchísimo más, quisiera entrañable hijo mío, que a manera de señalamiento de un rumbo en tu vida, tomaras en consideración lo siguiente:
Que trates –por encima de toda necesidad material- de enaltecer y fortalecer tu espíritu, viviendo en y para los valores morales supremos. Son éstos: la libertad, el amor, la verdad, la justicia y el bien; que acendres tu patriotismo en el mejor sentido del término, conociendo a fondo el sentido y el valor de la mexicanidad, ello te hará sentir orgulloso de tu identidad nacional y al mismo tiempo corresponsable ante el destino de México y del Mundo. Que procures honrar y respetar siempre a tus mayores y a tus buenos maestros; éstos (son pocos) en lo general son sembradores de IDEALES, trata de ser consecuente con sus enseñanzas; que seas siempre leal con tus amigos; que nunca desdeñes a los humildes ni abuses de los débiles; antes bien, en lo posible deberás defenderlos y protegerlos; que trabajes sin cesar, con rectitud y sentido de responsabilidad; que no ensucies ni dañes tu cuerpo, que embellezcas tu alma; que seas siempre veraz contigo mismo y con tus semejantes y no olvides jamás que no debes apartar de tu mente la idea de superación y perfección humana, tanto en lo personal como en lo social, agradeciendo a Dios y a la vida lo mucho que te ha dado.
Cualesquiera que sean tus ideales, siempre que sean dignos, nobles y generosos trata de alcanzarlos; si lo logras, aleja de ti toda soberbia y prepotencia y llegarás a SER alguien; pero si así no fuera, de cualquier manera el esfuerzo en sí mismo será significativo y valioso. Recuerda en este punto la expresión atribuida al gran genio Leonardo Da Vinci: “quiere lo que puedes y puede lo que quieres”. Piensa también que nuestros mejores afanes han de consistir, no trato en llegar a tener y en poder, sino en SER y en VALER. Si vales no vivirás en vano y ganarás reconocimiento y estimación;


tal vez despiertes la envidia, o la incomodidad de algunos, pero eso no deberá importarte; caminarás tranquilo, seguro y a gusto contigo mismo, pues sabrás que eres útil a los demás, sentirás que eres justo y tendrás por ello satisfacciones, alegría en tu corazón y la paz de Dios en ti.
Es claro hijo querido, que para alcanzar tales alturas se requiere de un gran corazón para amar el bien y arrostrar las dificultades que ello implica; además de mucha disciplina para templar el carácter y así poder enfrentar para vencer tanto los pequeños como los grandes obstáculos. Se necesita valor… Sí, aquí y ahora recuerdo una frase que en una carta me escribió tu tío, mi apreciado y siempre recordado hermano Rolando (q.e.p.d.) cuando yo era estudiante de preparatoria, que dice así: “los valientes ocupan los obstáculos como peldaños para escalar”. Cabe pues la reflexión y la acción en consecuencia.
Finalmente, quiero decirte conforme a mi concepción de las cosas, que todo  cuanto puedas realizar en tu vida, en congruencia con estos lineamientos, estará constituyendo de alguna manera, la realización de la más eminente y por ende, más difícil de todas las profesiones: la de ser HOMBRE.
Recibe un fuerte y cálido abrazo de tu padre.


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