José Romeo Cuervo Téllez
Querido hijo:
Prometí escribirte una carta cuando alcanzaras tu mayoría de edad. Es
ésta, sé que la esperas con interés porque intuyes que algo muy importante y
significativo puedo decirte con ese motivo y creo que tienes razón, escucha:
Eres ya un joven, has arribado a la edad hermosa de la vida, en la que
las emociones y sensaciones más intensas, y los más altos ideales se
manifiestan plenamente, todo lo cual le da sentido positivo a nuestro vivir.
Sin embargo, es conveniente tomar en cuenta que el ser joven, implica también
asumir múltiples responsabilidades ciudadanas y hacer frente a diversas
situaciones complejas propias de la edad, “problemas de juventud” que es
necesario superar.
Mira y escucha bien, la juventud es la edad del constante peligro y del
continuo riesgo, porque es la edad de la audacia, del arrojo y de la valentía.
Afrontar estas situaciones es in imperativo natural del hombre, pero ¡cuidado!
Tendrás que ser previsor y precavido, has de escuchar consejo y orientación,
deberás contar con información suficiente y atender referencias de experiencia,
a fin de que tus ímpetus juveniles no te impulsen a realizar acciones
irracionales, a los vicios y en los casos extremos, a la autodestrucción necia
y a la aniquilación.
Tú sabes bien –lo hemos comentado- que vivimos tiempos muy difíciles y
de gran contrariedad. Nos ha tocado vivir el apogeo de una época de
proliferación y exaltación de las cosas materiales, pero de clara mengua y
escasez de valores morales y espirituales. Un pensador ha expresado: “la
sociedad moderna ya no piensa, compra” Sí, la actual sociedad es consumista y
hedonista y se afana por “tener” y por “placer”, desatendiendo su SER y su
VALER, qué pena… más a pesar de todo no cabe la desesperanza. Por otra parte,
¡qué dicha tan grande, qué divino tesoro encierra la juventud! Y en esta virtud
yo te aconsejaría que vivieras tu vida de joven plenamente, que la disfrutaras
intensamente y a cambio, sólo te pediría que no olvidaras jamás que la hermosa
vida de juventud no es la única y total razón de nuestro existir, sino que es
tan sólo una etapa en la dimensión existencial humana; y en este sentido, es
también oportunidad magnífica para el conocimiento general de las cosas y la
toma de conciencia de nuestra realidad social, tan necesaria para la afirmación
del criterio propio, con el que debemos asumir y cumplir nuestras ineludibles
responsabilidades de adultos.
Oye bien y trata de comprender lo que ahora te digo:
He podido observar en tu comportamiento algunos rasgos de generosidad,
de inteligencia y de carácter, todo lo cual se abona a favor de tu
responsabilidad; pero debo ser sincero y decirte que también he observado
indolencia, descuido y confusión en tus actos, juicios y apreciaciones, que
dejan mucho que desear, pues deberían ser más positivas.
Por lo anteriormente expuesto y por muchísimo más, quisiera entrañable
hijo mío, que a manera de señalamiento de un rumbo en tu vida, tomaras en
consideración lo siguiente:
Que trates –por encima de toda necesidad material- de enaltecer y
fortalecer tu espíritu, viviendo en y para los valores morales supremos. Son
éstos: la libertad, el amor, la verdad, la justicia y el bien; que acendres tu
patriotismo en el mejor sentido del término, conociendo a fondo el sentido y el
valor de la mexicanidad, ello te hará sentir orgulloso de tu identidad nacional
y al mismo tiempo corresponsable ante el destino de México y del Mundo. Que
procures honrar y respetar siempre a tus mayores y a tus buenos maestros; éstos
(son pocos) en lo general son sembradores de IDEALES, trata de ser consecuente
con sus enseñanzas; que seas siempre leal con tus amigos; que nunca desdeñes a
los humildes ni abuses de los débiles; antes bien, en lo posible deberás
defenderlos y protegerlos; que trabajes sin cesar, con rectitud y sentido de
responsabilidad; que no ensucies ni dañes tu cuerpo, que embellezcas tu alma;
que seas siempre veraz contigo mismo y con tus semejantes y no olvides jamás
que no debes apartar de tu mente la idea de superación y perfección humana,
tanto en lo personal como en lo social, agradeciendo a Dios y a la vida lo
mucho que te ha dado.
Cualesquiera que sean tus ideales, siempre que sean dignos, nobles y
generosos trata de alcanzarlos; si lo logras, aleja de ti toda soberbia y
prepotencia y llegarás a SER alguien; pero si así no fuera, de cualquier manera
el esfuerzo en sí mismo será significativo y valioso. Recuerda en este punto la
expresión atribuida al gran genio Leonardo Da Vinci: “quiere lo que puedes y
puede lo que quieres”. Piensa también que nuestros mejores afanes han de
consistir, no trato en llegar a tener y en poder, sino en SER y en VALER. Si
vales no vivirás en vano y ganarás reconocimiento y estimación;
tal vez despiertes la envidia, o la incomodidad de algunos, pero eso no deberá importarte; caminarás tranquilo, seguro y a gusto contigo mismo, pues sabrás que eres útil a los demás, sentirás que eres justo y tendrás por ello satisfacciones, alegría en tu corazón y la paz de Dios en ti.
Es claro hijo querido, que para alcanzar tales alturas se requiere de un
gran corazón para amar el bien y arrostrar las dificultades que ello implica;
además de mucha disciplina para templar el carácter y así poder enfrentar para
vencer tanto los pequeños como los grandes obstáculos. Se necesita valor… Sí,
aquí y ahora recuerdo una frase que en una carta me escribió tu tío, mi
apreciado y siempre recordado hermano Rolando (q.e.p.d.) cuando yo era
estudiante de preparatoria, que dice así: “los valientes ocupan los obstáculos
como peldaños para escalar”. Cabe pues la reflexión y la acción en
consecuencia.
Finalmente, quiero decirte conforme a mi concepción de las cosas, que
todo cuanto puedas realizar en tu vida,
en congruencia con estos lineamientos, estará constituyendo de alguna manera,
la realización de la más eminente y por ende, más difícil de todas las
profesiones: la de ser HOMBRE.
Recibe un fuerte y cálido abrazo de
tu padre.
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