Gilberto
Nieto López
Quizá un título tan simple como éste no refleje un
gran atractivo intelectual a los ojos del lector; pero sí representa un gran
aprendizaje en mi vida, que con gusto quiero compartir con quien le dedique
tiempo a desentrañar mis grafías. TIC,
“allá” y cuadro son tres palabras que entre sí carecen de relación pero que,
envueltos en extranjerismo, definen diversos momentos históricos de mi juventud.
CUADRO: recuerdo que estaba sentado,
trabajando en mi pupitre en aquellos días largos y calurosos de mayo en secundaria.
Días en que el sol duraba una eternidad y la noche tan sólo unos instantes. La
actividad que realizaba ese día en la clase de Lengua Extranjera (inglés),
impartida por la excelente Mtra. Gabriela González Rosas, consistía en llenar
un cuestionario sobre expectativas de vida.
Mi grupo de amigos y yo nos pusimos a trabajar
compitiendo para ser el primero en terminar. Tal vez la premura de ese momento,
o la falta de juicio que profesaba el alumno de secundaria en aquellos días,
hizo que respondiera la última pregunta –que hablaba de mis expectativas– de la
siguiente manera: “quiero salir en el [] de honor”. Ese pictograma que
representaba un cuadro provocó la molestia y regaño público (pero con
gentileza) de mi profesora.
Ese hecho me llevó al primer aprendizaje. A partir de
ese momento nunca volví a contraer ninguna palabra del idioma español.
“ALLÁ”: con el ímpetu de los últimos años
de la adolescencia, años de arrebato en que el mundo es casi tan pequeño como
un balón de fútbol, comencé a estudiar el idioma japonés a la par de una
ingeniería. El J-Pop, la literatura samurái y los grandes avances tecnológicos ponían
a Japón como el lugar de culto personal mientras recibía la cátedra de un
admirable maestro llamado Mitsuru Kurosaki.
Mientras los cielos de invierno daban paso a la calma
renovadora de primavera, yo aprendía el hiragana (silabario japonés) arriba de
un transporte público camino a la facultad de humanidades de la Universidad Veracruzana.
Cuando llegó el día del primer examen, que constaba de una parte en japonés
(conocimiento) y otra en español (expectativas de vida), me sentía confiado por
todas esas horas de estudio; pero al revisar mi resultado me llevé el segundo
balde de agua fría. La sección de conocimientos había sido un éxito, pero en
las expectativas estaba subrayado en rojo, corregida y encerrada en un círculo la
última palabra de la siguiente frase “[…] cuando termine la ingeniería quiero
ir para haya”. Así que, colmado de una inmensa vergüenza al haber sido
corregido por alguien cuyo idioma no era nativo, oculté para siempre ese examen.
Ese hecho me llevó al segundo aprendizaje. A partir de
ese momento nunca volví a mostrar un texto sin antes revisar la ortografía.
TIC: con las ganas de cierta madurez
comencé a estudiar un postgrado. Así que comencé a redactar mi proyecto de
investigación, inmerso en el fascinante mundo de la indagación de fenómenos
sociales, descripción detallada de hechos y las observaciones implacables de un
aparente sustento epistemológico que el grado filosófico me brindaba.
Cuando mi tutora la Dra. Florence Grenat, una
extraordinaria persona nativa de Francia, revisaba mi tesis me preguntó: “¿Por
qué escribes TIC’s con apóstrofe si es anglosajona? Además, creo que no se
escriben en plural las siglas en español […]”. Ahora un balde con “glace”
(hielo en francés) nuevamente me volvía diminuto en el gigantesco asiento donde
estaba.
Ese hecho me llevó al tercer aprendizaje. A partir de
ese momento, y cada vez que dudo sobre el significado, indago el origen de las
palabras.
Fue así como TIC,
“allá” y cuadro simbolizan un aprendizaje útil en mi vida. Un ejemplo de
cómo debemos apreciar, escribir y respetar nuestro idioma español, así como lo
hacen personas que no lo hablan de forma natural.
Con tantos instrumentos a nuestra disposición como las
aplicaciones de un Smartphone, las herramientas de un procesador de texto o un
simple diccionario, debemos tratar de darle la importancia y la formalidad a
nuestro idioma porque –debido a su condición de lengua viva– nuestras próximas
generaciones pueden degradarlo con cosas tan simples como escribir mal un SMS,
contraer palabras en el mensajero instantáneo o simplemente enviando un correo
electrónico.
gnietol@hotmail.com
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