David García Colín*
Sindicalista del SUTIEMS
“Demetrio Vallejo era un hombre sencillísimo; era un
hombre de pueblo, un obrero, tenía facilidad de palabra, pero no pretendía
utilizar palabras complicadas, hablaba con palabras llanas, lo entendían
perfectamente sus compañeros, bondadosísimo y de un valor a toda prueba, sin
hacer alarde de ese valor, con ideas clarísimas de lo que quería”.
(Testimonio sobre Vallejo)
“Decía que un luchador siempre lo era, aun en las
condiciones más adversas.
(Poniatowska en referencia al temple de Demetrio
Vallejo)
La huelga ferrocarrilera de 1958-59 representa un
punto de referencia obligada para todo sindicalista y revolucionario que quiera
sacar las lecciones de una de las batallas más importantes en la historia del
sindicalismo independiente y democrático. Esto es así porque desde el
rompimiento del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrilero de la República
Mexicana (STFRM) con la CTM en 1947, hasta el encarcelamiento de Demetrio
Vallejo y Valentín Campa en 1959, se concentran toda una serie de batallas que
involucran la lucha por aumento de salarios, el intento de democratizar el
sindicato, la necesidad de la unidad sindical, la huelga y, sobre todo, uno de
los intentos más importantes del proletariado mexicano por quebrar el charrismo
sindical -espina dorsal del régimen-; así como la respuesta brutal de gobierno
y la utilización de tácticas que recuerdan tanto al golpe al SME y a la
ofensiva contra los sindicatos (Mineros, Aviación, etc.). En estas batallas la
figura de Demetrio Vallejo resalta con especial relieve. Un revolucionario cuya
trayectoria ocupa más de medio siglo de lucha de clases en nuestro país.
Tratemos pues de analizar la figura de este personaje y, sobre todo, las
lecciones de esta heroica batalla.
Demetrio Vallejo Martínez nació en el poblado “El
Espinal” del estado de Oaxaca, cercano a Matías Romero, un 6 de noviembre de
1910, el año de la revolución mexicana. Vallejo pertenecía a una familia pobre
indígena que hablaba zapoteco, tuvo que trabajar desde pequeño por lo que no
llegó más allá del tercer año de primaria. Comenzó de niño trabajando de
“chicharo” en la estación de tren, lo cual le permitió, a los 18 años, trabajar
para el ferrocarril del istmo. En esta labor entró en contacto con un comunista
del poblado de Jesús Carraza quien estaba comprometido en la lucha contra los
caciques de la zona, en una de estas reuniones clandestinas fue invitado por
una activista comunista, Consuelo Uranga, a integrarse al Partido Comunista, se
afilió a los 24 años. Aunque su formación política no era, en aquella época,
muy sólida (se inspiró en los insípidos artículos del stalinista Lombardo
Toledano) era un lector voraz de novelas y, sobre todo -a diferencia del
Lombardo Toledano- un verdadero revolucionario. En 1936 forma en Oaxaca la
Federación de Trabajadores del Istmo.
“Ya como activista del PCM, Vallejo fue comisionado
a Puerto México (Coatzacoalcos), en donde empezó a organizar a los trabajadores
de las fábricas de refrescos, de las empresas hieleras y de la construcción,
con los que llegó a formar un combativo Comité Regional del PCM. Dicho comité
se convirtió en el motor de la constitución de la Federación de Trabajadores
del Sur de Veracruz, en la que participaron todas las secciones petroleras del
sur, prácticamente todos los sindicatos de Coatzacoalcos, Minatitlán, Agua
Dulce, Las Choapas, Acayucan y del propio Jesús Carranza” (Hernández Jiménez,
José Luis, Demetrio Vallejo, Fundación Cultural y del Arte, A.C. de los
Trabajadores de Pascual, p. 129).
La política sectaria del PCM primero, y la
oportunista “Frente Populista” después, no sólo destruyó lo hecho por
luchadores comunistas como Vallejo sino que fue la causa de oleadas de
expulsiones, de comunistas verdaderos, entre las que se encontrará Demetrio
Vallejo y Valentín Campa (quien no resistió más someterse a la burocracia no
obstante todos sus intentos de hacerlo). Vallejo fue expulsado en 1945 sin
ningún tipo de proceso o explicación. Ello no impidió que Vallejo continuara
con su labor de organización obrera, funda el Partido Obrero Campesino de México
(POCM) junto con otros expulsado del PCM como Valentín Campa, Miguel Ángel
Velasco, Miguel Aroche Parra, Alberto Lumbreras. Posteriormente se convertirá
en dirigente sindical, cabeza de la insurgencia obrera de finales de los años
50.
Su figura como delegado sindical de la sección 13 de
Oaxaca será central en la insurgencia obrera. La cresta de la ola de lucha
sindical que encabezará Demetrio Vallejo hunde sus raíces en las batallas
contra la inflación y contra el charrismo sindical de los años 40. Si bien
durante el llamado “Milagro Mexicano” (que se extiende desde los años 40 hasta
la década del 70 del siglo pasado) la economía creció un 6%, también el poder
de compra de la clase trabajadora fue carcomido por la inflación desatada y la
devaluación del peso. Las contradicciones se acumulaban explosivamente en tanto
el control sofocante de la CTM impedía, incluso, la lucha económica, razón de
ser fundamental de los sindicatos. Estas contradicción se expresó en el gremio
ferrocarrilero el cual fundó el primer sindicato de la historia de nuestro país
(“La Federación de Empleados y Obreros de la Compañía de Tranvías, fundado el 7
de octubre 1914), inspirando la fundación del SME poco tiempo después y que a
diferencia de aquel no se sumó a la filas de la CTM. Éste, desde la salida de
los comunistas en 1936, se convirtió en el principal instrumento de control
obrero por parte del gobierno. Las presiones en algunos de los sindicatos
afiliados se expresaron en la salida de los ferrocarrileros de la CTM en 1947 seguidos
por los telefonistas, los trabajadores de aviación y los del cemento formando
la Central Única de Trabajadores (CUT). Esta central se convierte en una
amenaza para la hegemonía del régimen hacia los sindicatos cuando la CUT lanza
una campaña contra la carestía de la vida. El gobierno aplica un golpe de mano
tan representativo que de éste heredamos los infames términos “charrazo” y
“charrismo” sindical. Serviría de modelo para el golpe al SME y al sindicato
minero. El gobierno monta el escenario para un golpe utilizando al Secretario
General del sindicato minero: Juan Díaz de León quien era conocido como el
charro por su peculiar manera de vestir. Se trataba del “Alejandro Muñoz” de
aquellos tiempos o mejor dicho el tutor de éste. Díaz de León abre las puertas
a la intervención sindical del gobierno mediante una demanda penal en la PGR
por desfalco a los dirigentes nacionales Valentín Campa (viejo militante del
PCM) y Luis Gómez. El sindicato
destituye al traidor y el ejército utiliza este hecho para tomar las oficinas
del sindicato imponiendo al charro y encarcelando a Campa y a Gómez.
Como en el caso reciente del SME y de Mexicana de
Aviación, este golpe sindical era el preámbulo para atentar contra los derechos
laborales. Así el sucesor de Díaz de León, David Vargas, acuerda con el
gobierno en 1957 modificar el Contrato Colectivo de Trabaja (CCT). Con ello
comienza la siguiente etapa de la lucha sindical: la huelga. Los trabajadores
realizan una asamblea y el gobierno vuelve a tomar los locales centrales del
sindicato. Los trabajadores responden con el “tortuguismo” que prácticamente
significó la paralización del servicio. La movilización da resultados
agridulces. Se logra un 7% de aumento salarial pero el gobierno despide a 59
trabajadores. Sin embargo los triunfos obtenidos impulsan a un sector de los
ferrocarrileros a dar el siguiente paso en su lucha: la dura batalla por la
democratización del sindicato, la insurgencia sindical frente a los charros. En
noviembre de 1957 la sección 15, desafiando a la dirección charra, decide
luchar por aumento salarial. La iniciativa es contagiosa y los trabajadores se
sublevan frente a los charros la sección 27 de Torreón y todas las secciones de
Veracruz: acuerdan demandar un aumento de 350 pesos y el 2 de mayo de 1958 conforman la Gran
Comisión Pro- aumento de salario, en ella estaba el futuro Secretario General
del sindicato: Demetrio Vallejo Martínez -como representante de la sección
13 de Matías Romero de Oaxaca- que encabeza
la Gran Comisión la cual impulsa el famoso “Plan del Sureste” que llama a la
insurgencia sindical.
Los charros maniobran tratando de contener la
insurrección pidiendo un aumento salarial diferente al exigido por las bases
(de tan sólo 200 pesos) y desconociendo a la Comisión. Los trabajadores no se
amedrentan y destituyen a todos los charros de los comités ejecutivos locales.
La peor pesadilla para los charros había llegado: la democracia sindical.
El 26 de julio los ferrocarrileros comienzan los
paros escalonados, el movimiento es contagioso arrastrando no sólo a las
secciones de Monterrey, del Valle de México, de Guanajuato; sino, incluso
recibiendo la solidaridad del SME, el movimiento revolucionario del magisterio
y las secciones 34 y 35 del sindicato petrolero. Para inicios de julio el
movimiento es tan incontenible que ya había destituido a los 22 de los 29
charros afines a la dirección. El gobierno interviene para salvar la cabeza de
su agente al Secretario General Samuel Ortega que apenas se sostenía sobre sus
hombros. A estas alturas la lucha contra la insurgencia sindical se convertía
en una cuestión de Estado, tal como lo afirma José Revueltas: “la política de
impedir la independencia de la clase obrera constituye una cuestión de
principios por cuya prosecución no está dispuesto a reparar en ningún medio ni
a renunciar en ningún caso” (Revueltas, José, “Enseñanzas de una derrota”, en
Escritos Políticos II. Obras Completas 13, ERA, México, 1984, p. 94). El
gobierno cede con un aumento salarial de 215 pesos para 58 mil trabajadores y
100 para otros 8 mil, a cambio pretende conservar a la dirección charra
sustituyendo a Ortega por Salvador Quesada otro incondicional del gobierno.
Los trabajadores no aceptan la maniobra y convocan a
una Convención en la que destituyen a todos los charros y eligen como
Secretario General al indomable Vallejo. Se movilizan mediante paros
escalonados a finales de julio para que su dirigencia fuera reconocida. El
latigazo de la reacción impulsa a los ferrocarrileros a la huelga nacional: los
charros acusan de despojo a la dirección ferrocarrilera, el ejército toma todas
las cedes sindicales; frente a esto los trabajadores se lanzan a huelga general
el 3 de agosto de 1958. Ni la detención de Vallejo contiene la huelga la cual
se extiende hasta el 6 de agosto. El gobierno se ve obligado a liberar a los
presos y fijar nuevas elecciones en las cuales la planilla de Vallejo aplasta a
los charros por 59,759 votos contra unos ridículos 9 votos para los charros.
El gobierno responderá ante la humillación, prepara
la contraofensiva con una táctica bien conocida que ha repetido en diversas
oportunidades: lanza una histérica campaña de linchamiento mediático e impulsa
la división interna del sindicato. No sólo se trata de la amenaza de que los
trabajadores pierdan un instrumento efectivo para las luchas salariales; lo que
es más peligroso, se trata de una amenaza para el regreso del control
corporativo, dando una lección para el conjunto de la clase obrera del país y
perdiendo una potencial fuente de insurrección en el contexto de la revolución
cubana. La histeria macartista se contagia al régimen mexicano por las mismas
razones: el mantenimiento del status quo.
El gobierno no puede permitir que el “foco de
infección” encabezada por el “charro rojo” -como le llamaban los medios de
comunicación a Vallejo- se extienda, así que lanza una campaña de casería de
brujas hacia las corrientes democráticas dentro de los sindicatos: el SME,
magisterio, telefonistas, petroleros… ninguno se salva de las purgas. El
gobierno esperaba que los ferrocarrileros se lanzaran a una acción frontal en
un marco de aislamiento para proceder al aplastamiento. La huelga del 25 de
marzo de 1959 es aprovechada por el gobierno para ello. El gobierno despide a 9
mil trabajadores y encarcela a 10 mil, incluido Vallejo, detenido el 28 de
marzo de 1959. Campa será detenido en mayo de 1960. Vallejo permanecerá
encarcelado 11 años 4 meses y un día. En la cárcel lee a Marx y a Gramsci,
incluso encabezará una huelga de hambre. Será liberado gracias a otro movimiento
social como aquellos con los que siempre estuvo comprometido: la masiva lucha
estudiantil de 1968.
Su encarcelamiento de 11 años no impidió a Vallejo
continuar como luchador por el socialismo una vez que el movimiento lo sacó de
la cárcel. Junto con líderes campesinos y obreros funda, en 1974, el Partido
Mexicano de los Trabajadores (PMT). Como asesor político juega un papel
importante en la dirección de la lucha de los trabajadores de la Pascual y en
la conformación de la Cooperativa Pascual. En 1983 es expulsado del PMT – se
opone a su política reformista y al oportunismo de gente como Carlos Fuentes- y
funda el Partido Socialista Unido de México (PSUM). Llega a ser diputado
federal en 1985. Fallece el 25 de diciembre de 1985. Su vida fue siempre la de
un heroico y abnegado luchador por la democracia y la independencia sindicales;
impulsor de algunas de las huelgas más importantes de la historia obrera en
nuestro país, de la unidad sindical en la acción y luchador por el socialismo.
Es sin duda posible encontrar este y aquel error, es posible señalar, por
ejemplo, las limitaciones del cooperativismo si éste no tiene como objetivo la
nacionalización bajo control obrero; quizás Vallejo cometió el error de no
haber conformado una corriente socialista consistente más allá de su influencia
como histórico luchador y activista; pero sin duda alguna la figura de Demetrio
Vallejo estará siempre en la memoria de todos aquellos que luchamos por los
derechos sindicales y por el socialismo. El mejor legado será la liquidación
del régimen, del sistema capitalista contra el cual se enfrentó. Ante ello la
unidad en la lucha de los sindicatos, la lucha contra el charrismo, la huelga
general, la conformación de corrientes socialistas, la extensión del movimiento
siguen estando a la orden del día.
Bibliografía:
Carr, Barry; La izquierda socialista a través del
siglo XX, Era, México, 1996.
Colmenares, I; Gallo, M; Gonzales, Francisco;
Hernández, L. compiladorres, Cien años de lucha de clases en México
(1876-1976), Tomo II, Ediciones Quinto Sol, 1985.
Revueltas, José, Enseñanzas de una derrota, en
Escritos Políticos II. Obras Completas 13, ERA, México, 1984, p. 94.
Rivera Rubén, Independencia y revolución, doscientos
años de lucha de clases, Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, México,
2010.
Hernández Jiménez, José Luis, Demetrio Vallejo,
Fundación Cultural y del Arte, A.C. de los Trabajadores de Pascual.
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