martes, 10 de septiembre de 2013

Temas y autores Los entretelones de la masculinidad


Silvestre Manuel Hernández
Investigador de Ciencias Sociales y Humanidades.
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Ciudad de México.
silmanhermor@hotmail.com

El acceso al conocimiento, racional y emocional, tiene dos vías, tanto para entenderse como para comprenderse; a la primera corresponde la producción material y simbólica generada por un individuo o grupo de sujetos, el o los autor(es) de tales o cuales temas; la segunda está representada por el sentir directo del autor o de los autores, al hablar de este o aquel tema. Es así como se forja un medio palpable que conjunta las dos aristas: la entrevista, el vehículo idóneo para difundir y sintetizar microcosmos del saber, la creencia y el vivir, de todo aquello que interesa o afecta al ser humano.
    En este sentido, la sección Temas y Autores tiene como objetivo presentar la(s) voz(ces) de quien(es) ha(n) forjado un conocimiento específico sobre algún tema nodal de la cultura, o quien tiene algo fundamental que compartir de todo aquello que enriquece nuestro paso por el mundo, donde los temas y los autores podemos ser cada uno de nosotros, dependiendo del valor y la dignidad con que afrontemos la existencia.
   Vaya, pues, mi agradecimiento a todos aquellos que nos brinden su tiempo, su palabra y su saber.
Los entretelones de la masculinidad
Tengo el enorme gusto de iniciar esta sección con el Doctor Rafael Montesinos Carrera, Sociólogo, Maestro en Política Internacional, Doctor en Ciencias Antropológicas, Profesor–Investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, de la Ciudad de México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II. Especialista en cuestiones de género y masculinidad. Coordinador del Observatorio Nacional sobre Violencia entre Hombres y Mujeres (ONAVIHOMU).
Silvestre Manuel Hernández (SMH). Si tomamos en cuenta la historia de la cultura en el Siglo XX, en la década de los setenta hay un auge de los estudios de género. Qué me puedes decir al respecto, antes de entrar a la masculinidad; qué auge tiene y cómo se pueden validar, metodológicamente, los estudios de la masculinidad.
Rafael Montesinos (RM). Bueno, es una pregunta compleja; es muy compleja la pregunta; pero, la primera parte. A mí me queda la impresión, igual y no acierto con precisión en cuanto a la valoración que voy a hacer; pero me da la impresión, y es natural, que la cantidad de publicaciones respecto a los estudios de género, que hoy se pueden considerar como tal, como los antecedentes de los estudios de género, creo yo que no habría muchos. Definitivamente está la referencia obligada al trabajo de Simone de Beauvoir,[1] que es de antes de los años sesenta y que es algo así como la autoridad máxima. Como si Simone de Beauvoir ocupara la posición de una patrona de la gran tribu,[2] que se agrupa en torno a lo que hoy se conoce como estudios de la mujer o, ya incorporados los estudios de la masculinidad, como estudios de género.
     Entonces, a través, o a partir del impacto que tiene el movimiento feminista, sobretodo en Norte América y Europa, es como empieza a incrementarse las publicaciones, las revistas especializadas, las revistas de difusión sobre temas de estudios de la mujer. Así, entra de lleno en la actualidad, pero de eso han corrido sesenta años. Tiene como una suerte de paso, de proceso natural. Y, evidentemente, en ese gran conjunto de publicaciones hay de todo. Tenemos los trabajos académicos que presumen seriedad, por el carácter institucional que tienen; por eso eligen, en sentido estricto, una cuestión académica; necesitan estar en el corazón de la comunidad intelectual. Pero también, como es un tema de mucha importancia para la vida cotidiana, no tiene que ver, solamente, con la cuestión de la generación de conocimiento, donde está una pequeña élite de especialistas, que son aquellos que aprueban, que siguen y que intercambian. Sino que, finalmente, se va constituyendo en un producto que poco a poco, y mediante una red mucho más compleja, que está más allá de los propios especialistas, ese conocimiento va bajando de nivel, de un lenguaje y de un tratamiento estrictamente académico, a un manejo de carácter editorialista. Y, desde luego, en ese periodismo se encontrarán calidades, como en todas partes. Es decir, un periodismo serio, o el trabajo que sigue las pautas de las modas.
   Como podemos observar, si se prende el radio, que también es periodismo, hay una buena parte de programas que están tratando cuestiones que antes se conocían con el mote de “cosas de mujeres”, “lo que las mujeres callamos”. Y a veces, uno mismo, como académico, tiende a despreciar todos aquellos productos que no provienen del quehacer de la investigación. Y no me da la impresión que sea necesariamente así; o sea, hay cosas buenas y hay cosas malas dentro del trabajo académico, y hay cosas buenas y hay cosas malas dentro del trabajo del periodismo de difusión cultural.
    Hay un programa que para mí es muy significativo y tiene una larga trayectoria, y que ha resistido a los embates de las burocracias en turno; el programa de Diálogos, Diálogos en confianza, que ha sufrido una serie de cambios pero, curiosamente, ese tipo de periodismo, muy serio, le ha valido al Canal Once premios internacionales. Hay otros programas, pero ese le ha generado bastantes éxitos. Al respecto, si uno se da cuenta, la experiencia acumulada por el equipo que está detrás de la emisión, aunque no sea su propósito, ya no invita a feministas radicales, sean académicas o no. Porque en lugar de ampliar la discusión, de abrir horizontes que permitan enriquecer esta visión, al nivel de difusión, lo que hacen es generar un choque con la propuesta. Ahí está ese programa, el cual, yo creo, puede enseñarle mucho a los académicos. Es un programa de difusión cultural que, en mi opinión, tiene muchísimo que enseñar a los académicos; sobre todo a aquellas especialistas en estudios de género, radicales, que siguen sesgadas, al mantener esa visión exclusiva del hombre como victimario de la mujer.
SMH. La doctora Graciela Hierro, todos sabemos quién es, los que conocemos un poco de estudios de género; dentro de sus Seminarios, nos hablaba de ponernos los lentes del feminismo, y decía que siempre había una posición ética y política en cualquier tipo de estudios de este rango.[3] ¿Cómo podríamos traspasar esto, pasándolo al plano de las investigaciones sobre la masculinidad. Habría que ponerse, como investigadores o simples lectores de procesos genéricos, los lentes de la masculinidad,[4] para ver si ha habido un cambio en los comportamientos sociales, tanto para hombres como para mujeres?
RM. Tuve la oportunidad de conocer a la profesora Graciela Hierro, porque finalmente somos de la misma Casa. Como estudiante nunca me dio clases, pero es una profesora que tuvo la autoridad moral, por la posición que jugaba, como una de las personas que más promovía los estudios de la mujer.
     Pero, habría que establecer varias cuestiones, algo que no se ha discutido y es un tema demasiado escabroso. Discutido, no quiero decir que no se haya manifestado, en el sentido de afirmar, tajantemente, como lo hace el radicalismo, de que aquí no se asienta un movimiento feminista. Seguramente me equivoco, pero no creo que haya existido, como tal, un movimiento feminista. Definitivamente, si hubo algo, nada que se pudiera aproximar a lo que se estaba haciendo en Europa o los Estados Unidos. Me refiero a ese gran impacto, de una movilización de gran magnitud que tuviera un impacto no solamente en los medios de comunicación y lo que ello implica, sino que se observara, precisamente, como todo movimiento, esa cualidad de constituirse, finalmente, en una fuerza política que se hace escuchar por la fuerza de la política, por la fuerza de la manifestación, por la fuerza de la energía que presume exactamente ese adjetivo con el que nos referimos a los fenómenos sociales: que es movimiento, un movimiento social. Entonces, a mí me da la impresión de que no hay los antecedentes.
     Esto que tú me comentas. Aunque la doctora ya era una persona de edad. Esto que tú me comentas no es de los sesenta o de los setenta. Seguramente, la doctora Hierro esto lo estaba diciendo por ahí de los ochenta o los noventa, pero digamos que es en los ochenta.
    Y sí, a nivel internacional ya han corrido prácticamente treinta años de trabajo. Un trabajo que, cuando decimos movimiento social, movimiento político que tiene un impacto, desde luego, en todos los ámbitos de la vida social, de la política, de la economía, y en la cultura, desde luego. Y, precisamente por ello, filósofos como Ágnes Héller,[5] quien tiene un artículo poco conocido, donde dice que si habría que hacer una revisión de los movimientos culturales más importantes del siglo XX, ella decía que el movimiento más importante era el feminista, porque era el único que se mantenía; pero, sobre todo, era el que había generado, realmente, una revolución cultural que se traduce en una revolución, en una transformación radical de la reconciliación de la vida cotidiana, en la forma de relacionarte con los otros; de la mujer con el otro y al interior de las mujeres. Y eso sigue en proceso, esa parte sigue en un proceso que se vive de manera diferente en el primer mundo y en el tercer mundo, no es una cuestión de imperialismo intelectual. Cuando yo planteo esta diferencia, tiene que ver, exactamente, que el decir primer mundo no es evocar la cuestión de la riqueza o de la pobreza de uno, sino la construcción de instituciones que realmente sean, al menos, la prueba del esfuerzo de la humanidad, de la sociedad occidental por ceñirse a los principios que nos heredó la Ilustración: libertad, igualdad, justicia, solidaridad. En ese sentido, es un estado de derecho real. Y el que quede en el tercer mundo, está en el papel, para llegar a la práctica, de ese estado de derecho, que se oye muy bonito, que es una clonación, que es una copia. Es una reproducción tercermundista, tropical, totonaca de esos modelos; pues, no tienen la repercusión que se quisiera. Por eso Bobbio, en Filosofía política, señala la importancia de reconocer el peso, el significado político que tiene el impacto del movimiento feminista, al haber propiciado que los especialistas reconozcan que, finalmente, en lo político, lo personal es político; es decir, que lo privado es político.
     Asimismo, esa frontera que tenemos nosotros como referente, como premisa en la discusión de la ciencia política, del espacio privado y del espacio público, que está en el origen de la génesis de las sociedades occidentales, ya con el paso de la modernidad occidental, esa frontera se cebó. Lo privado se vuelve político, lo personal es político, lo de las mujeres se vuelve político, y todo se enmarca, en mi opinión, en lo que sería el complejo proceso de construir sociedades realmente democráticas.
    Ahí creo que sí hay un abuso, en el sentido de un fundamentalismo de las posiciones de las feministas radicales, de no reconocer sus propios errores. Es decir, como que tenemos una suerte de retroceso; si a principios de los años noventa se resaltaba el hecho de que hoy, en las ciencias sociales, ya se reconocía el término de género como término sociológico, politológico de clase social, era tan importante, siempre lo ha sido. No tenía la categoría, no tenía el reconocimiento, pero se fue construyendo poco a poco. Entonces, todo lo que inevitablemente tengo que resumir, nos habla de un proceso muy complejo, al grado que todavía, en el primer mundo, se está construyendo y se sigue poniendo el dedo en la llaga de la desigualdad. Con este movimiento se ha tenido que transformar el estado de derecho, ha tenido que modernizarse, y ser acorde con las prácticas sociales que fueron rompiendo con lo que podemos denominar la tradición, fundada exactamente en una figura de la masculinidad patriarcal y todo lo que ello implica,[6] es decir, esa conjunción entre alguien que domina y alguien que acepta la posición y por tanto se somete, si se quiere, sin generar un conflicto, al menos visible.
     Las cosas se han transformado, se ha transformado la sociedad en todos los sentidos, cada espacio de la sociedad occidental ha tenido una transformación. Por esto, que ya no es nuevo, que es la presencia de la mujer en todos los niveles de la sociedad. Entonces, si esto lo queremos comparar con los estudios de la masculinidad, hay un problema que tiene que ver con el hecho de determinar si hay un movimiento de la masculinidad o no lo hay, si no hay movimiento, no hay tal. Hay autores que piensan, o que han planteado que sí ha habido movimientos de la masculinidad, pero no confundir masculinidad con homosexualidad.[7] Es un movimiento que está rechazando el modelo anterior, el modelo hegemónico, el modelo tradicional, y que está intentando construir un nuevo proyecto, una nueva identidad o nuevas identidades masculinas que sean la manifestación o la concreción de ese rechazo simbólico.
    Yo, en México, definitivamente, no creo que haya un movimiento, independientemente de que si está o no está, trabaja para promover nuevas formas de identidad claramente distanciadas de esta identidad patológica, de esta identidad que es nociva tanto para los hombres como para las mujeres. En este sentido, yo digo que no ha habido un movimiento de la masculinidad: no hay hombres que salgan a la calle, que tengan esa presencia física. Es decir, la política clásica de salir a la plaza, de apropiarte de la calle, de moverte, de crear, de ver, de percibir la energía que implica la reunión de hombres, de personas, de individuos que están demandando “equis” sobre cualquier situación: para mí no existe, no existe el movimiento. Para empezar, la cuestión está en ubicar qué es lo que pasa en términos de avance, y ahí, entonces, no se avanza de cero. Esto es, el auge de los estudios de la masculinidad, no de la homosexualidad, insisto, calculo que inician en los ochenta, con los clásicos, Kaufman;[8] y, evidentemente, no se parte de cero, no se tienen que pelear políticamente por ganar derechos, sino es una suerte, en el terreno de lo político, recordando lo que planteaba Hierro, de sumarte en esa forma de concebir la vida política, económica y cotidiana por la que te quieres mover. Aprovechar todo ese impulso, toda esa transformación, todo ese impacto, pero no empezar de cero, no tiene sentido empezar de cero. La cuestión, y esto, evidentemente es polémico, pero finalmente es mi posición; la cuestión es cómo te colocas estudiando estudios de género, cuando ya la mayor parte de la tinta arrojada por cinco décadas, cuando menos, de estudios sobre la mujer, te han dado detalles, close up, matices, que te permiten reconocer esa forma deleznable de conducta nociva, en el terreno político, en el terreno emocional, que es la exclusión de la mujer.
     Entonces, retomas aquella experiencia, insisto. No creo que, hacer un estudio del arte de todos los estudios de la mujer sería realmente terrible, porque habría que ver muchas cosas que en realidad no tienen la calidad ni la importancia, no sirven para nada. Hay que reconocer, en ese sentido, las obras claves, tenerlas muy presentes en términos de la construcción, pero también, estamos en un  momento donde ya no se puede reproducir ese perfil, que es el inicio y abrió otros parámetros, no es aquel fundamentalismo. Hoy reconoce uno el fundamentalismo en algunas posiciones de algunas feministas, y hay otras feministas que no son fundamentalistas, que están abiertas a la crítica, que están siempre atentas a lo que pasa en las ciencias sociales; mientras que las fundamentalistas ya ni se preocupan por leer otros autores, para ellas, ya no hay necesidad de las ciencias sociales, es como si pensaran, si uno se dejara influenciar por ellas, uno podría decir que, apoyándose en esos postulados, entonces ya no es necesaria la psicología ni la sociología, ni la teoría política ni nada. Pero esto es un error, porque te resta la posibilidad de ampliar, de hacer más potente el ente con el que intentas analizar el objeto de estudio, te limita, te obliga a tener una posición política; y es aquí donde la política hace daño, lo político y lo ideológico dañan el avance del conocimiento científico.
     A lo mejor estamos, todavía, en una discusión muy clásica donde podríamos extrapolar lo que decía Durkheim respecto al investigador y al objeto de estudio:[9] el estar distante, frío; y Marx diciéndote no, si tú eres parte de esto; serían los dos polos. Pero yo lo que creo, como mi posición, es que no me gusta el planteamiento de Durkheim, pero sí hay que reconocer que una posición política, ideológica, de entrada, puede dañar la percepción, la riqueza, la complejidad de tu propuesta. En realidad, para poder llegar a esa situación la política debe de quedar afuera. Hemos criticado a Durkheim y, llegando a esto, lo mejor es hacer un alto.
     En lo que yo trabajo, procuro estar actual en lo que sucede en el mundo de las ciencias sociales y, por mi formación profesional, sociólogo, política internacional, antropología, psicología, estoy atento en ver qué sale de interesante para leerlo, para saber; cómo explico, cómo aprovecho eso y que me permita construir, avanzar en la búsqueda de mi estudio.[10] Yo estoy en esa posición; el problema son los grupos, y aquí ya me refiero, particularmente, a México, el grupo que presume tener la autoridad moral para hacer los estudios de la masculinidad, no tiene una posición crítica de lo que hace, ni de lo que ha hecho, ni de lo que implica mantener una posición de fundamentalismo dentro de los estudios de género: no tienen posibilidad.
Bibliografía fundamental del entrevistado
Bourdieu, Pierre, Alfonso Hernández y Rafael Montesinos, La masculinidad. Aspectos sociales y culturales, ABYA–YALA, Ecuador, 1998.
Montesinos, Rafael, Las rutas de la masculinidad. Ensayos sobre el cambio cultural y el mundo moderno, Gedisa, Barcelona, 2002.
_____ (Coord.), Masculinidades emergentes, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa / Miguel Ángel Porrúa, México, 2005.
_____ (Coord.), Perfiles de la masculinidad, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa / Plaza y Valdés, México, 2007.
_____ El mito del amor y la crisis de pareja, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, México, 2010.
Montesinos, Rafael y Rosalía Carrillo Meraz, Al borde de los géneros. Masculinidad y violencia entre hombres y mujeres, Académica Española, Alemania, 2012.
Algunos de sus artículos son:
Montesinos, Rafael, “Vida cotidiana, familia y masculinidad”, en Sociológica, No. 31, Universidad Autónoma Metropolitana–Azcapotzalco, México, 1996, pp. 183 – 203.
Montesinos, Rafael y Griselda Martínez V., “Erotismo y violencia simbólica: un ensayo sobre el proceso civilizatorio”, en IZTAPALAPA, No. 47, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa, México, 1999, pp. 249 – 269.
Montesinos, Rafael, “La difícil construcción de la identidad masculina al inicio del siglo”, en Casa del Tiempo, No. 66–67, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2004, pp. 9 – 17.
____, “¿Dilemas de la masculinidad? O ¿Dilema de la identidad?”, en Topodrilo, No. 4–5, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa, México, 2008, pp. 65 – 72.
____, “Instantáneas del 68”, en Topodrilo, No. 8, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa, México, 2008, pp. 77 – 78.
____, “Violencia doméstica. La historia de Lucy”, en Topodrilo, No. 10, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa, México, 2009, pp. 40 – 47.
____, “Historia de vida de Carlos: trabajo, educación y género”, en Topodrilo, No. 11, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa, México, 2009, pp. 69 – 73.
Montesinos, Rafael y Rosalía Carrillo, “Feminidades y masculinidades del cambio cultural de fin y principio de siglo”, en El Cotidiano, No. 160, Universidad Autónoma Metropolitana–Azcapotzalco, México, 2012, pp. 5 – 14.





[1] Véase, El segundo sexo, Tomo I, Los hechos y los mitos; Tomo II, La experiencia vivida, trad. de Pablo Palant, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1975.
[2]  La filósofa francesa desarrolla una formulación sobre el género, al plantear que las características humanas consideradas como femeninas, son adquiridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse naturalmente de su sexo. Así, afirma: “No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad  la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y en castrado al que se califica como femenino. Sólo la mediación de un ajeno puede constituir a un individuo en un otro”, Ibidem, p. 13.
[3]  Unas de las obras más importantes de Graciela Hierro son: Ética de la libertad, Torres Asociados, México, 1993; Ética y feminismo, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1998; De la domesticación a la educación de las mexicanas, Torres Asociados, México, 1998; Gracias a la vida, DEMAC, México, 2000.
[4]  Los estudios sobre la masculinidad, iniciados en la década de los noventa del siglo pasado, nacen como una respuesta a las investigaciones sobre el género, enfocadas en las distintas cuestiones de la mujer: su lugar dentro de la sociedad, la cultura, la historia, la familia; la subordinación de su ser y hacer ante el hombre y ante los esquemas patriarcales, su limitación o negación del uso del poder, su “representatividad” en cuanto a ser depositarias del capital simbólico, así como las variantes de estas formulaciones falonarcisistas.
[5]  Véase “Existencialismo, alienación, postmodernismo: los movimientos culturales como vehículo de cambio en la configuración de la vida cotidiana, en Ágnes Héller y Férenc Féher, Políticas de la postmodernidad. Ensayos de crítica cultural, Península, Barcelona, 1989.
[6]  Vale la pena anotar lo que señalan Leonardo Boff y Rose Marie Muraro: “como categoría de análisis el patriarcado no puede ser entendido únicamente como dominación binaria macho–hembra, sino, más bien, como una compleja estructura piramidal de dominación y jerarquización, estructura estratificada por género, raza, clase, religión y tras formas de dominación de una parte sobre la otra”. Véase su libro Femenino y masculino. Una nueva conciencia para el encuentro de las diferencias, Trotta, Madrid, 2004, p. 46.
[7]  Los objetivos conceptuales de los estudios de la masculinidad, son dar cuenta de los aspectos de la estructura social que han impulsado el surgimiento de una masculinidad desapegada de la restricción convencional del machismo, más acorde con los vuelcos de la realidad. Hecho que implica una manera distinta de asumirse como hombre, y resignificar el esquema mental de acuerdo con el vínculo con el otro (otra), que el trato común exige.
[8] Véase Michael Kaufman, Hombres, placer, poder y cambio, CIPAF, Santo Domingo, 1989.
[9]  Véase, Las reglas del método sociológico, La Pléyade, Buenos Aires, 1985.
[10] Una de las investigaciones de Montesinos es la cuestión del género, tomando como eje la transformación que produce la emergencia de nuevas identidades femeninas y el efecto que eso tiene sobre la redefinición de la(s) identidad(es) masculina(s) que se debate entre un modelo tradicional y otro que todavía, a pesar de cuatro décadas de cambio cultural, no termina por definirse. Esto se da desde los innegables cambios y transformaciones de cada ámbito de la realidad social, y con base en la incertidumbre de los imaginarios que han guiado a Occidente. Por eso, la masculinidad aparece como algo fronterizo o tangente en los cambios culturales, pues es un fenómeno en proceso que ha ayudado a transformar las concepciones respecto al modelo tradicional de la masculinidad, pero no ha conformado un corpus teórico–conceptual definitorio de su acción y axiología reales. Véase su libro Masculinidades emergentes, Universidad Autónoma Metropolitana, Izpalapala / Miguel Ángel Porrúa, México, 2005.

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