Mario
Jesús Hernández Pérez
En
la actualidad el mundo se encuentra sumergido en una grave crisis, que es
resultado de la transición que la sociedad está viviendo en el paso de la
posmodernidad a la hipermodernidad, un cambio paradigmático que no es aceptado
por muchas sociedades, que ven su desarrollo acotado a los remanentes que la modernidad aportó al
mundo durante el siglo XX, y que ellos en la primera década del siglo XXI
todavía tienen como parte importante de sus componentes.
Pero
obviamente que estos cambios impactan directamente en todos los rincones del
orbe, de distintas maneras porque los intereses de los países poderosos, del
capital, y de los organismos internacionales como el Banco Mundial y la OCDE, que mueven los hilos de todos los aspectos
económicos, políticos y sociales del planeta, ellos así lo determinan y los
países sólo se sujetan a sus lineamientos.
Obviamente
que la posmodernidad pareciera que se consolidó después de las grandes
revoluciones del orbe durante el siglo XIX y el siglo XX, y las revoluciones
son violentas, implican ganar o perder, todo o nada, la posmodernidad, buscó
cambiar estos procesos y buscó consensos, pero ¿qué revolución no es violenta?
Quizá
es posible identificar revoluciones no violentas, como la de Mahatma Gandhi en
la India, o hablar actualmente que estamos en aras de la revolución
tecnológica, de la revolución del conocimiento con nuevos paradigmas, e incluso
se ha dicho que hay una revolución educativa, pero sinceramente, una verdadera
revolución implica un cambio de estructuras y esto no se consigue de manera
pacífica, es un movimiento violento, como asegura Krishnamurti: la violencia es
rebeldía que implica una mera reacción sin entendimiento contra el orden
establecido, y por lo tanto, cierto es
que las revoluciones llevan a la violencia en contra del Estado predominante.
En
algunos casos como el de nuestro país, encontramos que en los albores de la
modernidad tuvo la necesidad de llevar a cabo una revolución social, sea dicho
de manera directa, una revuelta social y política donde a través de las armas,
los grupos de la burguesía tomaron las
armas contra los que ostentaban el poder político y económico de México en ese
momento, y en aras de consolidar una nación democrática, liberal, incluyente,
que consolidara el desarrollo que hasta ese momento tenía, generó un cambio
social importante, y que ahora a pasado a ser sólo una fecha en el calendario
con una conmemoración gris y sin un sentido revolucionario, porque la
posmodernidad exige nuevos conceptos y los gobiernos lo aceptan sin menoscabo.
Pero
al parecer esa rebeldía sin orden de la que nos habla Krishnamurti, cuando se
sale totalmente de lo establecido genera anarquía, que puede conducir al caos, al
descontrol, generando así un desorden político, un conflicto institucional o
una crisis social.
La
anarquía es por lo tanto paradójica, porque parece que no lleva una línea
establecida, un ideario político o una tendencia definida, pero al generar el
caos, sí tiene perfectamente establecido lo que quiere alcanzar, sobre todo
cuando se trata de asuntos políticos contra el Estado, en una situación de
descontrol, en la que el Estado se debilita y ya no puede ejercer el monopolio
del uso de la fuerza, es posible entonces que esa anarquía busque enarbolar la
bandera de la revolución.
El
anarquismo como corriente está totalmente definida, se define como una doctrina
política que pretende la desaparición del Estado y de sus organismos e
instituciones representativas y defiende la libertad del individuo por encima
de cualquier autoridad. Esta corriente se expandió en la segunda mitad del
siglo XIX y sostiene que mediante la abolición de la autoridad se puede crear
una autoridad justa, basada en la bondad innata del hombre y su voluntad de
cooperar pacíficamente con el resto de la sociedad.
Sin
embargo, en nuestro país debido a los acontecimientos derivados del asunto de
Ayotzinapa, se ha visto la aparición de grupos que se autodenominan
“anarquistas”, pero será ¿qué sus fundamentos doctrinarios buscan un cambio
estructural de las condiciones actuales del gobierno mexicano? La respuesta de
las autoridades nos hablan de vandalismo como la premisa principal de ese
movimiento, pero obviamente que toda manifestación fuera de los parámetros de
gobernabilidad del sistema, estarán siempre fuera de la ley, y pueden
considerarse entonces como actos vandálicos.
Pero
deberíamos preguntarnos ¿a qué intereses sirven estos grupos?, ¿son en verdad
anarquistas que buscan un cambio estructural del sistema mexicano a través de
la violencia?, o ¿son grupos que solamente buscan desvirtuar la movilización de
la sociedad civil?
Quizás
son más las preguntas que las respuestas, pero de algo si debemos estar
seguros, las condiciones de nuestro país ya no son las mismas de hace algunos
años; la transición hacia la hipermodernidad lleva visos de modificaciones en
una sociedad que actúa, que es activa, que es informada. Por lo tanto, el
tiempo y la historia darán la razón: ¿revolución, anarquismo o vandalismo?
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y sugerencias: mariojesushp@gmail.com
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