jueves, 15 de enero de 2015

El esbozo de los recuerdos

Raúl Hernández Viveros

Cuando un escritor obtiene el Premio Nobel de Literatura también consigue en primer lugar alejarse un poco del olvido, y volver  otra vez el reconocimiento internacional. El reciente caso del francés Patrick Modiano lo comprueba con su larga trayectoria que trascendió desde la entrega  del Premio Goncourt 1978 que se le concedió a su novela: Las calles de las bodegas oscuras, y dio a conocer la editorial Monte Ávila al mismo tiempo en Venezuela y España, a principios de los años ochenta del siglo pasado.
Además Monte Ávila Editores ya había publicado su novela Villatriste. La mencionada Las calles de las bodegas oscuras fue dedicada a su padre Rudy, por Patrick Modiano, ahora Premio Nobel 2014. Durante estos meses en la editorial  Anagrama, Jorge Herralde se propuso reeditar la mayoría de sus novelas que se consuman por los lectores interesados en dichas aportaciones narrativas. Aunque se debe reconocer y destacar que Patrick Modiano recurre constantemente a recordarnos su admiración por la literatura policiaca.
Desde La calle de las bodegas oscuras planteó la estructura del misterio de buscar la identidad perdida y olvidada en los recuerdos de cosas, que a veces no intentamos enfrentar y menos resolver. Responder a las interrogantes de la realidad sobre nuestros pasos en el mundo: ¿que somos, qué hicimos o propusimos con nuestras vidas? Tal vez permanezcan las fotografías de aquel niño, adolescente y hombre que fuimos, o bien en la etapa final de las caricaturas grotescas; imágenes de la vejez.
En el trabajo de investigación sobre una biografía permanecen los datos hechos y aportaciones de cada persona. Es la carrera que se emprende al comenzar nuestra propia y única biografía; cuando las neuronas elaboran la captación de las imágenes de los sentidos. El desarrollo de la construcción de la memoria personal que se vincula con la colectiva, permite la recopilación de sentimientos, valores, los cuales  desembocan en la actitud de tomar decisiones frente a los problemas individuales y sociales. Desde la niñez y juventud armamos nuestro banco de datos, acontecimientos y retratos de nuestras vidas; la descripción de los semejantes que acompañaron la evolución de nuestras vidas, a pesar de que muchas se consideran vacías.
Durante el proceso de la creación literaria se recurre al estudio de diversos y plurales puntos de vista del narrador. En Francia se revisó la estructura de la nueva novela, la antinovela y el relato de la objetividad. Los antecedentes continúan en el modelo  de Alain Robbe-Grillet, con su novela La doble muerte del profesor Dupont, en donde se recurrió a la intriga policiaca pero con recursos enriquecedores sobre hechos aparentemente ínfimos y banales, bajo la excesiva persecución de la escritura, y siempre en una atmósfera misteriosa. Dentro de un tiempo circular se anotan pasajes existenciales a lo largo de itinerarios y recorridos donde el tiempo no existe, semejante a mirarse en un espejo y descubrir los reflejos que acontecen como punto de partida de una historia demasiado personal. También en las anotaciones que se hacen en un diario de campo, y particularmente en el de cada uno de nosotros.
Con el transcurrir del tiempo, dentro de los infinitos espacios y en la evolución de los avances de la causalidad,   Patrick Modiano elabora su literaria lineal que abarca el espacio de la memoria, en forma esencial, sin dejar resquicios del pasado llega hasta el presente inmortal. Con técnica precisa y exacta en sus dos chipi  recorre sus rincones, calles y avenidas de París: exactamente como los realizó magistralmente James Joyce sobre Dublin, en la novela Ulises.
Patrick Modiano  observa su mundo y sus personajes desde el balcón, la terraza o las ventanas de un edificio en cualquier calle de París, igual que Margarite Duran en su sentencia: “No es más que esto: no es más que la vida”. Sin duda alguna en la novela Un pedigrí, Anagrama, con dos ediciones, una en noviembre de 2007 y otra de octubre de 2014, abrió las puertas de su formación como escritor que tuvo que padecer la marginación y el aislamiento de la postguerra en Francia. Gracias a la escritura pudo sobrevivir, o crear y consolidar si obra narrativa. De su madre escribió: “Nunca pude hacerle confidencias ni pedirle ayuda alguna. A veces como un perro sin pedigrí y muy dejado de Dios, siento pueril tentación de escribir negro sobre blanco…”        

La biografía de un escritor

A través de la lectura de cada capítulo de la novela Un Pedigrí, Patrick Modiano se propuso revelar los profundos secretos de su vida en los internados, a donde su padre lo envió para dejar en manos de otras personas su educación o formación frente a la vida. Afuera y alejado del cariño también de su madre quien siempre andaba en giras como actriz, porque participaba en varias obras de teatro, y nunca tuvo ni tampoco buscó los consejos maternos.
Aunque en los colegios de internos comenzó a conquistar y dominar el territorio de la lectura. Entre la soledad de aquellos viejos edificios o casa de alojamiento o en la suciedad de los camastros mal olientes y con las sábanas sucias que no se cambiaban durante varias semanas, Patrick Modiano  se entregó a la disciplina de hacer tareas y lecturas religiosas encargadas por los mentores vigilantes. Por suerte, siempre pudo ubicar los espacios de las bibliotecas, y en los días libres iba a cualquier ciudad a investigar los pocos negocios con mesas de libros usados.
Constantemente acudía los domingos a descubrir tesoros bibliográficos y al mismo tiempo que se entregaba a la curiosidad de revisar páginas culturales de revistas y periódicos. O bien se las ingeniaba para adquirir ejemplares de Les Lettres françaises y Les Nouvelles littéraires. “Los leo de cabo a rabo. Todos esos semanarios se amontonan en mi mesilla de noche. Recreo después de comer, durante el que oía el transistor. A lo lejos, detrás de los árboles los quejidos del aserradero. Días interminables de lluvia bajo los soportales del patio”, anotaba casi en forma de un diario personal cada uno de sus recuerdos de aquella lejana juventud.
En otras líneas, Patrick Modiano a manera de sincera confesión aclaraba: “escribo estás páginas como se levanta acta o como un currícula vitae a título documental y seguramente para liquidar de una vez una vida que no era la mía. Sólo es una simple y fina capa de hechos y gestos”. Con toda la intención  de definir la claridad de su escritura mediante la objetividad y la fuerza expresiva por demostrar la pasión y amor hacia la creación literaria.
Se  retrotrae entro del espacio de la imaginación en búsqueda e los días infantiles hasta llegar a los descubrimientos de la adolescencia. Al evocar las imágenes del pasado intentó rendir homenaje a Marcel Proust, porque a su manera emprendió el enfrentamiento con “À la recherche du temps pardu” todo con bastante claridad que ofrece el manejo perfecto de la escritura, por la cual las palabras  toman vida delante de los lectores que tienen la posibilidad de recorrer algunos alrededores de París; barrios, pueblos y ciudades de las regiones francesas, y retratar personajes familiares y rostros que nunca dejará de olvidar.
“Por lo visto, quieren alejarme de París. En septiembre de 1960 me matricularon en el Colegio Saint Joseph de Thônes, en las montañas de Alta Saboya”; vivió Patrick Modiano casi su juventud ingresado en diferentes internados, abandonado por sus padres que lo visitaban nada más en algunos días feriados. Entre la soledad decidió primero dedicar su tiempo a la lectura, y luego a comenzar a edificar su proyecto novelístico.
Cuando la entrega del Premio Nobel de Literatura expresó que: “Es la primera vez que me veo en la necesidad de pronunciar un discurso ante una asamblea tan numerosa, por lo que siento una cierta aprehensión”, en reconocimiento a su manera de aislarse de la vida cotidiana y mantener un espacio casi secreto para el culto hacia la creación literaria. En forma contundente agregó que: “Un escritor está marcado de manera indeleble por su fecha de nacimiento y por su tiempo, aunque no haya participado directamente en la acción política, aunque dé la impresión de ser un solitario replegado en su ‘torre de marfil’”.
Además Patrick Modiano recordó su lugar de origen: “un niño de la guerra (...), un niño que debió su nacimiento al París de la ocupación”. Reconoció su humildad frente a hablar en público. Desde 1968 comenzó a aceptar que: “Es un poco como conducir, en la noche, en invierno, sobre hielo y sin ninguna visibilidad. No se tiene otra opción que continuar. No se puede retroceder, hay que seguir diciéndose a uno mismo que en algún momento las condiciones cambiarán, y que la neblina se disipará”.
Su admiración por Jean Nicolás Arthur Rimbaud, y a su “primo lejano”, el pintor Amedeo Clemente Modigliani: “una especie de vidente o quizás de visionario”. Modiano es el decimoquinto autor francés ganador del premio Nobel de literatura. Entre sus primeras obras hay que mencionar: Los mundos de Catalina, (1988),  La Calle de las bodegas oscuras (1972), Villa Triste (1975), y Dora Bruder (1997), 

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