miércoles, 13 de noviembre de 2013

Protomedicato y sus aplicaciones sanitarias en México (Siglos XVI-XIX)


De médicos, boticarios, flebotomianos, ensalmadores, algebristas, curanderos, yerberos y charlatanes al Merolico y sus actividades en la sociedad orizabeña del S. XIXPrimera parte


“Los barberos sangradores y los sangradores flebotomianos fueron quizá los profesionales más característicos de la práctica empírica de la medicina en la España Moderna. Su ejercicio estuvo asociado a la vigencia de una técnica delegada de la medicina, la sangría, que diera lugar a sesudos enfrentamientos entre partidarios y detractores de sus indicaciones y eficacia terapéutica. Los sangradores alcanzaron un cierto reconocimiento social, pero su práctica siempre estuvo condicionada por su posición ambigua entre los profesionales titulados (médicos y cirujanos latinos) y otros empíricos sin formación cuyos métodos traspasaban a menudo los límites de la superstición” (Manuel Amezcua).


La Historia
En el siglo XIX era común que los médicos, boticarios, flebotomianos1  y otros profesionales de las ciencias naturales –con o sin preparación académica- cambiaran continuamente de residencia por lo que era necesario tener autorización para ejercer la profesión, para ello existía desde el siglo XV, El Real Tribunal del Protomedicato que era un cuerpo técnico encargado de vigilar el ejercicio de las profesiones sanitarias, así como de ejercer una función docente y atender a la formación de estos profesionales. Creado en España en el siglo XV, en el siglo XVI se extendió a las colonias, fundándose los protomedicatos de la Nueva España y del Perú. Esta Institución fue el antecedente que ayudó a resguardar las técnicas, conocimientos y el ejercicio de la práctica médica y, por extensión, del sistema sanitario de España primero y después de sus colonias de Ultramar. La idea de la Corona Española era la de fiscalizar el quehacer de médicos, cirujanos y boticarios, entre otros, para evitar los falsos curadores y fraudes, así como a hechiceros, por lo que dio autoridad civil a los principales de los pueblos para la vigilancia y evitar excesos en la práctica de la medicina. Así, las Ordenanzas de 1477 otorgan potestad sobre los médicos, boticarios, flebotomianos, algebristas  y otros, diciendo:

“… Y mandamos y damos autoridad y licencia a los dichos nuestros Alcaldes y Examinadores Mayores, para que conozcan de los crímenes, y excesos y delitos de los tales Físicos y Cirujanos, y Ensalmadores2 y Boticarios, y Especieros, y las otras qualesquier(sic) personas que en todo, o en parte, usaren oficios a estos anexos o conexos”.

Y es precisamente esta última referencia la que hace que el Tribunal entienda en lo que se refiere a oficios como el de partera, barbero, flebotomiano, algebristas o hernistas, siendo estos otros menores en comparación con los oficios especificados en ley. Por lo que se decretó que se expidiera un documento real en el que se autentificaba el derecho a ejercer la profesión después de haber sido examinado en sus conocimientos el practicante de las ciencias médicas.

El documento más antiguo que se tiene conocimiento de su existencia,  es uno expedido a nombre de Juan de Castro, vecino de Allariz que en 1591 consiguió en Madrid la licencia que lo capacitaba para ejercer el oficio de barbero-sangrador (Flebotomiano). Por ello, después de haber demostrado sus capacidades, se le expidió un llamativo título orlado de rojo sangre que era la identidad de color por la cual era posible conocer el tipo de técnicas que practicaban estos oficiales. Éstas podían abarcar desde la extracción de muelas o de sangre con fines terapéuticos, hasta la realización de un simple afeitado. Menciona Manuel Martínez Amezcua en su libro:

“…En el Archivo Histórico de la ciudad de Granada, se conservan algunos títulos de sangradores flebotomianos, expedidos entre 1666 y 1720… Estos documentos se presentaron en el cabildo de la ciudad por sus titulares al tiempo de solicitar licencia para ejercer en ella, siendo en total siete los títulos que se conservan íntegros más otros tres de los que sólo se aportan algunos datos. En uno de los casos se inserta también el título de cirujano, lo que nos permite esclarecer las diferencias tanto formativas como funcionales respecto del sangrador...”.

El espíritu del control de actividades y su autorización por los Reyes de España, era principalmente: vigilar el ejercicio de médicos y cirujanos, así como realizar un control estricto  de la enseñanza médica. Esto no era novedoso para los practicantes ya que los orígenes de estos servicios traían una gran influencia napolitana y de los primeros estudios de medicina de la  Universidad de Montpelier, en Aragón, encontrándose también en las disposiciones en materia sanitaria del rey castellano Alfonso X el Sabio, a mediados del siglo XIII.

México Colonial
Ya en el México Colonial se encontraban algunos flebotomianos venidos de España y otros oriundos de América, unos autorizados y otros que no se sabe su circunstancia pero que ejercían acciones sanitarias como sacamuelas, comadronas, yerberos, curahuesos (Ensalmadores), boticarios y otras profesiones afines, que mezclaban los conocimientos europeos con las tradiciones del Nuevo Mundo para servir a la población, generalmente la más necesitada, unos con gran experiencia y conocimiento de la anatomía y la herbolaria, pero otros charlatanes y tramposos que aprovechaban la ignorancia e incredulidad de la gente para estafarlos con remedios prodigiosos que servían para todo pero que al paso de los días notaban que no curaban nada. Durante todo el virreinato fue constante la contraposición de los médicos hacia los curanderos, yerberos nativos y los que venían del viejo mundo. Las leyes expedidas por la Corona Española estaban dirigidas fundamentalmente a aquellos de origen español que ejercían como curadores y no a los indios que tenían sus hábitos, conocimientos y costumbres heredadas por sus ancestros desde antes de la conquista y principalmente un amplio conocimiento de la herbolaria mexicana y su aplicación. Podemos observar que en 1621 Felipe IV dentro la Ley que expidió en referencia a las ciencias médicas, establece:

“Mandamos, que no se consienta en las Indias a ningún género de personas curar de Medicina, ni Cirugía, si no tuvieren los grados y licencia de el (sic) Protomedicato, que disponen las leyes, de que ha de constar por recaudos legítimos. Y ordenamos a los fiscales de nuestras audiencias que sobre esto pidan lo que convenga: y que en las residencias se haga cargo a los ministros por la omisión en averiguar y ejecutar lo ordenado y así se guarde en cuanto a los lugares de españoles y no de indios…”. (Negrillas anotación del autor).

Por lo que se observa que la Ley era aplicable únicamente a los españoles y en sus lugares de asentamiento y no en los pueblos de indios.

El tribunal del Protomedicato fue creado por Decreto Real en 1628 extendiéndose posteriormente a la Nueva España y Perú durando hasta el México independiente durante diez años siendo suprimido en la Ciudad de México en 1831, diez años después de la Independencia de México. Habiendo sido durante esos doscientos años el máximo órgano de control y regulación de la salud y el ejercicio de la práctica médica en la antigua Iberia y la Nueva España. En México se encontraban muy atrasadas las leyes y reglamentaciones de los autorizados para ejercer la medicina como se nota en 1834, cuando se publicó un bando que conminaba a los médicos, boticarios y parteras reconocidos por la Junta que atendieran a los pacientes en la hora que fueran requeridos de manera inmediata, dicha ordenanza se basaba en las antiguas Leyes Novohispanas expedidas en el siglo XVIII por los virreyes Bucareli (1777) y Revillagigedo (1793). Lo peor era que no había una reglamentación del pago de sus servicios y a veces tenían que salir por la noche a atender a los enfermos y regresaban muy de madrugada con las manos vacías y si a ello, le aumentamos la competencia con los no profesionales, era terrible y mal pagado el ser médico titulado, partera o boticario. En la ciudad de México se empezó a establecer reglamentos para quienes ejercían la medicina por lo que el 4 de febrero de 1842, el Consejo Superior de Salubridad declaró a los curanderos como personas vagabundas que debían ser destinadas a ser llevadas obligatoriamente al servicio militar. Si lo anterior se llevó a efecto no encontramos indicios, pero al  menos existió la propuesta.

Desde esa época era muy importante la presencia en los tianguis y mercados de los pueblos de las vendedoras de las hierbas medicinales, aquí debemos aclarar que antiguamente, en los pueblos, el indio más anciano y por lo mismo con más autoridad, seleccionaba a varias niñas a las que al través del tiempo de crecimiento hacia la juventud y madurez, diariamente las llevaba a los bosques y al campo, donde les enseñaba a escoger hierbas secas y verdes para después de identificarlas les enseñaba a elaborar cocimientos, infusiones o ungüentos medicinas para sanar tanto a la gente como a los animales, muchos les llamaban brujas por su conocimiento y en algunos llegaban a inspirar temor, pero curaban… Ellas llevaron el saber curativo de las hierbas a las plazas, mercados y tianguis, siendo muy reconocidas en el México del s. XIX su ayuda a sanar principalmente a las clases bajas y menesterosas que poco podían pagar o nada a un médico.

Ya en el México independiente, se crea como órgano rector de la salud pública en el Distrito Federal, la Facultad Médica del Distrito Federal que dura 10 años (1831-1841), sustituyéndose por el Consejo Superior de Salubridad cuyas funciones continúan hasta después de iniciada la Revolución Mexicana (1917), uno de sus objetivos alcanzados fue desarrollar el primer código sanitario nacional (1891), cuyas acciones sanitarias marcadas en él, fueron iniciadas y difundidas por el presidente del Consejo Superior de Salubridad, Dr. Eduardo Liceaga. En el año de 1899 según el periodista y escritor Salvador Quevedo y Zubieta (1859-1935) ya existían en la ciudad de México aproximadamente cuatrocientos cincuenta médicos titulados, ciento cincuenta estudiantes de medicina y exestudiantes, más de cien farmacéuticos y ayudantes de botica, cincuenta homeópatas -10 titulados-, cincuenta parteras y comadronas, varios curanderos y charlatanes, treinta médicos –que se decían sin demostrarlo con documentos- y veinte médicos de origen extranjero. Estos cerca de novecientos personajes dedicados a la preservación de la salud, atendían a cerca de medio millón de habitantes del Distrito Federal, pero por las condiciones socio-económicas del pueblo, costumbres y la ignorancia, se deduce que la gran mayoría recurría a curanderos, yerberos, curahuesos y otros que emanaron del pueblo, así como a los charlatanes que de pueblo en pueblo y de plaza en plaza con una pasmosa verborrea inducían a los humildes pobladores y gente sencilla sin estudios principalmente a comprar sus “medicinas mágicas”, por lo que los médicos de profesión buscaban todos los medios legales para evitar el ejercicio de aquellos.

Así transcurrió el siglo decimonono en el que aparecieron varios de estos personajes trashumantes que de tiempo en tiempo llegaban a los pueblos y las ciudades en sus carretones ofreciendo sus servicios y algunos vendiendo pócimas milagrosas3 para cualesquiera de las enfermedades que les acongojaran, huyendo del lugar prácticamente a los pocos días antes que la población se diera cuenta del engaño.

México Siglo XIX
De aquí se deriva que en México en el siglo XIX, los charlatanes proliferarán por todas partes compitiendo con los médicos titulados, estudiantes de medicina,  los curanderos nativos y las comadronas existiendo estos dos últimos por experiencias propias y tradición transmitida de padres a hijos y que desde la niñez fueron aprendiendo el oficio convirtiéndose en los verdaderos transmisores de la herbolaria desde la época prehispánica a nuestros días. Los médicos titulados trataban de combatir en forma legal el ejercicio de todos aquellos que usurpaban su porfesión.

Antes de continuar debemos recordar que el México del siglo XIX fue caótico con tantos movimientos, alzamientos, pronunciamientos y guerras: 11 años de guerra de independencia; dos imperios –Iturbide y Maximiliano-; treinta gobiernos de diferentes tendencias: centralistas liberales, conservadores, etc.; tres guerras de intervención extranjera –la de los pasteles por los franceses, 1832; la Invasión Norteamericana, 1847 y la Intervención Francesa, 1862-; tres constituciones; una guerra de reforma o de los tres años; pérdida de la mitad del territorio por inoperancia de Santa Anna y una dictadura de treinta años y que rebasó los primeros 10 años del siglo XX. Por lo que todo el país se encontraba a la deriva y empobrecido en todos los aspectos sociales incluyendo los aspectos de salud. Lo que hizo que hasta que se estableció “La Pax Porfiriana” se fueran reglamentando los trabajos, las profesiones, la formación profesional y otras que por usos y costumbres se efectuaban sin orden, principalmente en el sector de la salud. En la ciudad de México mejoró la salubridad se mejoraron los hospitales, etc. pero en la mayor parte del país, seguían las mismas condiciones precarias de trabajo, salud, vivienda y pobreza.

Por lo anterior, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, el pueblo en general empezó a reconocer a estos ejercitantes de las actividades de sanación sin título (que era lo que antiguamente marcaba el Protomedicato como ciencias médicas) y en general a todos los que pregonaban, ventas de curas milagrosas, curahuesos, flebotomianos, etc. con el término de charlatanes y posteriormente merolicos4. Existía la diferenciación con los indígenas que se dedicaban a curar ya que a estos en general les denominaban brujos, hechiceros, chamanes, curanderos, etc. según la región geográfica donde se encontraban y eran muy respetados por los pobladores indígenas del lugar e incluso por la gente de razón que habitaba en los alrededores; por ello que el charlatán o  merolico era aplicado a los que no eran indígenas y pregonaban sus productos en las plazas de los pueblos adornándose algunas veces con ropajes estrafalarios, animales, como búhos, culebras, aguilillas y otros más.

La pregunta es ¿De dónde viene la palabra merolico? Existen muchas líneas de referencia, la gran mayoría son mitos urbanos que con el tiempo se han desarrollado pasando de voz en voz o en escritos que no dan una referencia de origen, incluso es variable la fecha en que llega a México el personaje del cual se cree se derivó el término merolico y su origen. Por ello, vamos a describir algunos datos que hablan de Rafael Juan de Meraulyok (nombre que aceptamos por los documentos que existen en el AMO):

Según Francisco Javier Santamaría (1886-1963) en su diccionario de mejicanismos, en referencia al origen de la palabra merolico, escribe que  el periodista Luis M. Rivera (1859-1916)5 menciona que:

“Por los años de 1864 a 1865...llegó a la capital… un aventurero polaco que decía ser su nombre Meroil-Yock, y quien se hacía pasar por un gran médico, poseedor de drogas de infalible efecto para la curación radical de todas las enfermedades habidas y por haber, las cuales pregonaba en la mismísima plaza principal de la ciudad de Méjico (sic), desde lo alto de una carreta cubierta con un gran quitasol... Por lo pronto hizo bastante ruido el charlatán y se ganó buenas monedas, pero luego se descubrió que no era más que un pícaro embaucador incapaz de curar siquiera un constipado, y por esto, la ingeniosa sátira popular le adulteró el nombre Meroil-Yock por el de merolico, calificativo con que desde entonces designamos a los médicos ramplones y a los charlatanes...” 6.

Según lo anterior era de origen polaco aunque Alberto Peralta en su trabajo “Entre merolicos te veas” menciona que pudo ser suizo.

También es mencionado por Salvador Quevedo y Zubieta( 1859-1935)7 y Artemio del Valle Arizpe (1884-1961)8, en forma de anécdota, pero nombrándolo como Meraulyock, según Santamaría lo correcto es como lo nombran él  y Rivera: Meroil Yock, pero según vemos más adelante el firmaba como Meraulyok. Y para  los investigadores actuales Guillermo Murillo-Godínez (Médico Internista UNAM) y Claudia Agostoni (IIH-UNAM) el apellido es Merauliock. Siendo tan diversas las acepciones del apellido que nosotros tomamos el apellido con que firmaba y que aparece en documentos del archivo de Orizaba.

Escribe el Dr. Francisco de Asís Flores Troncoso (1855-1931) en su libro “Historia de la Medicina”, que debido a que no era fácil la pronunciación del apellido, Meraulyok, él acepta que el cambio se debió:

“…Por dificultad de pronunciar el nombre extranjero del afamado médico se le cambió por el de Merolico con el que se asemejaba por el sonido, y no solo se popularizó este, sino que así, al poco tiempo, se le empezó a decir en todo México a los desandados charlatanes que engañaban con embaucamientos e ilusiones y que, además, hacían sus engañifas alborotando a todo el mundo.”

En la Cronología Literaria de Vicente Quirarte (1954), en la página 181 se encuentra un párrafo en que se menciona:

“1879.- Aparecen en las calles anuncios del Dr. Meraulyok, quien proclama a voz en cuello extracciones de muelas sin dolor y otras curaciones milagrosas…”.

También encontramos en la revista Anfibia un artículo tomado del libro “Cuadros de México” de Artemio del Valle Arizpe que entre líneas menciona:

“Combatidos y aplaudidos, los charlatanes desafiaron la frontera entre lo culto y lo popular: hacen circular saberes entre las esferas culturales más diversas. En México, Meraulyock arrancaba muelas, quitaba la caspa, la pulmonía, la tos, los uñeros, las lagañas y los catarros. Mezcla de curandero y actor, terminaba su consulta en medio de grandes aplausos…”.

Es por tanto –según todo lo anterior- muy mexicano el término merolico y podemos definir que actualmente es:

“…el personaje que se encuentra en espacios abiertos y públicos de las ciudades, que se distingue por su forma de pregonar a viva voz —para llamar la atención, mediante un lenguaje repetitivo, rebuscado y a veces cantinflesco— sus productos, que son por lo común baratijas, (dudosos) remedios medicinales y objetos de propiedades mágicas… Este personaje trabaja en calles, plazas y jardines populosos, en donde suele marcar el suelo con gis (tiza), limitando su espacio de trabajo. Carga con maletas de las que extrae objetos tales como frascos con pomadas y líquidos diversos, hierbas, jabones, pieles y talismanes. Muy comúnmente lleva consigo culebras u otros animales que manipula a lo largo de su pregonar, para reforzar la atención del público que se concentra a su alrededor. Su discurso está siempre dirigido a mantener la atención con el firme propósito de convencer sobre las múltiples y maravillosas propiedades de sus mercancías”9.

















Dante Octavio Hernández Guzmán

1.- Flebotomiano del griego phlebos vena (por afinidad: sangre) y thomé corte. También flebótomo: Sangrador. De flebotomía: Hacer sangrar. Flebotomiano, sustantivo masculino, en medicina “sangrador”, sajador, Diccionario Enciclopédico Larrousse. RAE: hombre que tiene por oficio sangrar. Sajador: En España antiguamente: el que hace incisiones, sajar se tomaba como cortar para curar. Manuel Martínez Amezcua en su ensayo “Barberos sangradores y los sangradores flebotomianos en España”, menciona:Los barberos sangradores y los sangradores flebotomianos fueron quizá los profesionales más característicos de la práctica empírica de la medicina en la España Moderna. Su ejercicio estuvo asociado a la vigencia de una técnica delegada de la medicina, la sangría, que diera lugar a sesudos enfrentamientos entre partidarios y detractores de sus indicaciones y eficacia terapéutica. Los sangradores alcanzaron un cierto reconocimiento social, pero su práctica siempre estuvo condicionada por su posición ambigua entre los profesionales titulados (médicos y cirujanos latinos) y otros empíricos sin formación cuyos métodos traspasaban a menudo los límites de la superstición.”.
2.- Ensalmador: Curandero, persona ignorante que tiene o a la que se le atribuye habilidad para componer las dislocaduras y roturas de huesos. Algebrista: en anatomía, persona que arregla las dislocaduras y roturas de huesos. Diccionario del uso del español, María Moliner, Editorial Gredos, Madrid, España, 2007.
3.- Una de las pócimas que nació como curativa en Estados Unidos es el actual refresco Coca Cola,  que fue creada en la farmacia de John Pemberton en 1886 en Atlanta, al buscar un remedio para el dolor de cabeza y las náuseas, al inicio se vendía el remedio a cinco centavos de dólar. Al siguiente año se convirtió en un éxito como bebida refrescante y su contador Frank Robinson, ideó el nombre y el logo que perduran a la fecha (2012) es una compañía que tiene en activos 477,200 millones de dólares, un capital social de 63,800 millones de dólares y un beneficio neto de 90,000 millones de dólares.
4.- En México, se dice del charlatán callejero, embaucador, por lo común curandero, que anuncia y encarece lo que vende, de ordinario baratijas, o medicinas, o artefactos de raras y maravillosas propiedades, a grandes voces y en lenguaje ampuloso, como para llamar la atención de los transeúntes.- También Charlatán en general: individuo presuntuoso que habla cosas sin sustancia.- Diccionario de Mejicanismos, Francisco J. Santamaría, Editorial Porrúa, México, 2005.
5.- Diccionario de Mejicanismos, Francisco J. Santamaría, Editorial Porrúa, México, 2005. Luis M. Rivera era socio corresponsal de la Sociedad Mejicana de Geografía y Estadística y autor del libro a que se refiere Santamaría “Origen y significación de algunas frases, locuciones, refranes, adagios y proverbios usados en la República Mejicana o en algunas regiones de ella”, Guadalajara, 1922.
6.- Diccionario de Mejicanismos, Francisco J. Santamaría, Editorial Porrúa, México, 2005. PP. 717-718.
7.- Artículo “El Lépero”, revista “Azul” editada por Manuel Gutiérrez Nájera, tomo II, número 2, p. 33.
8.- Libro “Cuadros de Méjico”, Artemio del Valle Arispe, México.
9.- Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana.- En línea.
10.- AMO, Caja 226, Gob., Salubridad, Licencia de título, Exp. 43, F. 6 b, 27/06/1880-03/07/1880.
11.- Protasio Pérez de Tagle, nació en la ciudad de México en 1839 y murió en la misma ciudad el 31 de julio de 1903; fue Secretario de Justicia e Instrucción Pública del 4 de junio de 1877 al 15 de noviembre de 1879.- AMO, Caja 226, Gob., Salubridad, Licencia de título, Exp. 43, F. 2 b, 27/06/1880-03/07/1880.
12.- Idem. En f.3 reverso. Según la transcripción de José Centeno Secretario del Ayuntamiento de Orizaba dice: “J. Guildomirety Notary Public. Philadelphia”.
13.- Idem. En f.5.
14.- Doctor en Cirugía Dental, Doctor en Medicina… décimo séptimo día de junio Año de Nuestro Señor 1879.
15.- “El Reproductor”, julio 18 de 1880, número 57, p. 3: “El señor Alfonso M. Tornel.- Nos ha remitido para su publicación, la siguiente carta.- Orizaba, julio de 1880.- Estimado amigo.- Sé que en esta población circulan rumores que lastiman en alto grado mi reputación, a causa de una miserable calumnia cobardemente divulgada por Meraulyok.- Esta razón me obliga a dirigirme a Ud. Para que por conducto de “El Reproductor” suplique al público suspenda su juicio, hasta qu quede terminada la averiguación que sobre el particular practican los tribunales.- Soy suyo afmo. Amigo.- Alfonso M. Tornel.- Sr. Juan C. Aguilar.- Presente.”.
16.- “El Reproductor”, julio 29 de 1880, número 60, p.2.
17.- “El Reproductor”, septiembre 2 de 1880, número 70, p.3.
18.- “El Reproductor”, noviembre 4 de 1880, número 88, p.3.
19.- “El Reproductor”, noviembre 28 de 1880, número 95, p.3.

Bibliografía:
Cuadros de México, Del Valle Arizpe, Artemio.- Edit. Jus, México, 1943, pp.431-439.
Diccionario del uso del español, María Moliner, Editorial Gredos, Madrid, España, 2007.
Diccionario de Mejicanismos, Francisco J. Santamaría, Editorial Porrúa, México, 2005. PP. 717-718.
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana.- En línea.
Diccionario Enciclopédico de México, Humberto Musacchio.- Editor Andrés León.- México, 1990.
Diccionario Enciclopédico Larrousse.
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, 2003.
Historia de la Medicina, Flores y Troncoso, Francisco, México, 1886.

Documentos:
AMO, Caja 226, Gob., Salubridad, Licencia de título, Exp. 43, F. 6 b, 27/06/1880-03/07/1880.
AMO, Caja 292, Jefatura Política, Cárceles, Meraulyok Rafael J. de, queja al Superior Gobierno, Exp. 18, F. 5 b, 10/11/1880.

Hemerografía:
Periódico “El Reproductor” números de enero 1880-enero 1881.
Revista Anfibia, viernes 5 de octubre de 2012,  México, “Muelas y charlatanes” tomado de Artemio del Valle Arizpe.
Revista Azul editada por Manuel Gutiérrez Nájera, tomo II, número 2.







No hay comentarios: