Juan
Hernández Ramírez
CANTO AL HOMBRE DE TIERRA
Vi
al hombre cantarle a la tierra
con
sus manos.
Con
sus manos de arado
abrir
delicadamente el sueño
para
acunar la semilla
inventando
el color de las flores.
El
hombre que está hecho
de
viejos troncos de palabras,
de
amaneceres tintos de primaveras
de
lunáticos ladridos de perros
de
solitarias lunas cantando
a
los gallos de plata en la madrugada,
para
él es el canto de la tierra.
La
tierra tiene brazos de árbol
y
una sombra de mar
donde
las frutas vuelan
a
los ojos alegres del hombre.
Regresar
al campo
en
cada canto del cenzontle
hasta
la madurez del fruto,
o
hasta que el hombre sea árbol o tierra.
SOY LA MUJER TIERRA
Soy
la mujer tierra,
la
madre del árbol.
Soy
la mujer tierra,
hermana
del agua.
Soy
la mujer tierra,
hermana
de la luna.
Soy
la mujer tierra,
hermana
del viento,
Soy
la mujer tierra,
madre
del hombre.
En
mis entrañas crece
el
fuego de la semilla
para
alimentar a las criaturas
que
de mis entrañas han nacido.
Sobre
mi ombligo
el
agua y el sol
maduran
el fruto
que
el viento acaricia
y
el hombre y la bestia consumen.
Soy
la tierra,
soy
el sueño de los pueblos originarios
donde
el espíritu del hombre canta
caminando
por los montes.
Los
ruidos y los silencios
son
espejos en las aldeas
construidas
con mi carne.
Los
espejos se hicieron de ausencias,
lenguas
que se desvanecen,
bosques
de raíces mutiladas,
colibríes
que mueren
por
beber la muerte
en
las flores azules envenenadas.
Los
arroyos corren muertos,
las
ardillas tienen hijos de dos cabezas.
El
corazón del maíz tiene cáncer
y
hiere la sangre del hombre.
¿De
quien es el ruido?
¿De
quien es el silencio?
El
ruido es de las máquinas.
El
ruido lo hace el cemento
al
convertirse en muro.
El
ruido lo hace el dinero
al
querer comprar
lo
que no se puede comprar.
El silencio es de la palabra,
la palabra con rostro de carnaval
que ha olvidado el milenario saber.
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